LAMENTABLE SITUACIÓN: FIREMAN “vs” FIREARMS
Por, Ernesto
Pérez Vera
La mayor parte de la población posiblemente nunca ha
tenido que enfrentarse con otras personas
a trompazo limpio. Puede que incluso algunos policías tampoco, unos porque la suerte
siempre les ha acompañado, o al menos de ello presume más de uno que yo me sé,
y otros porque eluden toda actuación que atisbe el más mínimo riesgo. Conozco a
unos cuantos que disimulan mirando las estrechas, o comprobando la presión de
los neumáticos, mientras apalizan a los suyos. Estos son, qué
casualidad, los que ante quienes
desconocen la realidad presumen de haber ido, estado y amarrado al lobo feroz.
Cuentos y más cuentos. Los hay tan doctos en esto de cuentear que incluso
ascienden a guiñolistas y titiriteros para luego mover los hilos. Pero lo
cierto es que la mayoría de quienes se calzan las botas sí sabe lo que cuesta
detener a quien no quiere dejarse detener.
Yo nunca he sido especialmente valiente, la verdad, puede
que hasta todo lo contrario, pero por circunstancias me he visto mil y una vez
tirado por los suelos con individuos e individuas de todo pelaje. Seguro que no
soy el único al que le han pateado la cara. También sé de otros que, como a mí,
les han partido la nariz de un puñetazo. Algunos de vosotros habrá
experimentado qué se siente y cómo se reacciona a las tres de la mañana
reduciendo a una persona violenta sobre restos de vasos y botellas partidas,
pero sepan que muchos de quienes vierten críticas pseudocatedráticas desde
dentro de la comunidad policial jamás han pasado por algo así; como
probablemente, y por cierto, tampoco la inmensa mayoría de jueces y fiscales
sabrán de qué estamos hablando. Aunque pueda parecer una perogrullada típica de
película yanqui, ahí fuera hay una subraza humana que todos los días se
juega el tipo entre vómitos, meadas, cuajarones de sangre, escupitajos y demás
efluvios propios de la noche en su sentido más peyorativo, para que el resto
pueda dormir tranquilamente.
Soy consciente de que con un continuo entrenamiento
de Defensa Personal Policial casi siempre hubiese podido ser más eficaz, pero
qué quieren que les diga… no se me da bien y finalmente he solido tener que recurrir
a lo más vulgar y callejero para zanjar las cosas; como del mismo modo han
hecho contra mí. Es lo que tiene la calle, que no
está tatamizada
y por ello nadie te advierte de por dónde, cómo y cuándo te van a meter el
puño, la botella o el cabezazo.
Hay quien trabaja arduamente para hacernos creer que
la pistola no se puede utilizar si no es para repeler ataques producidos con
otras armas de fuego. Algunos instructores inoculan a sus alumnos con la idea
de que, además, hay que estar ya herido para poder replicar con la pólvora.
Tanto es así que demasiados formadores acreditan su supina incompetencia
defendiendo la tesis de que contra un navajero nunca se debe disparar, so pena
de incurrir en infracción por desproporción en el empleo de los medios
defensivos. Hoy no toca, pero dejen que les diga que hay que estar a cada caso
particular en esto de justificar el clásico y controvertido “pistola contra
cuchillo”.
Pero vamos a lo que vamos, al vídeo enlazado en el
que un agente de policía, de cuarentaidós años de edad, desenfunda su pistola
cuando se ve superado en el suelo tratando de reducir e inmovilizar a una
persona mucho más pesada y joven que él (dieciséis años de diferencia) que, para
colmo, no se deja manejar y se revuelve violentamente. Hay que destacar que el uniformado se hallaba franco de servicio
como policía, pero se encontraba desempeñando funciones privadas en un hotel.
Sí, en algunas fuerzas públicas norteamericanas es legal prestar servicios
privados cuando estos no afectan al funcionamiento del trabajo público diario. Esta es la razón por la que el
protagonista de la filmación no contaba con el espray lacrimógeno y con la
pistola Taser de dotación. Únicamente llevaba consigo su pistola del calibre
.40 SW, porque por no llevar no llevaba ni radiotransmisor.
La grabación pone de manifiesto la mayor corpulencia
y envergadura física del hombre objeto de la intervención, quien a la postre
resultaría ser un bombero embriagado. Fruto de la activa resistencia del
individuo, así como de su evidente estado de agresividad, el policía tuvo que
ser facultativamente asistido de graves lesiones en su rostro: fractura del
hueso orbital y del pómulo. Fue precisamente ahí, en el instante en el que
estaba recibiendo tal cantidad de golpes en la cara, cuando el policía extrajo
su arma y, a quemarropa, disparó dos veces contra su agresor. En el vídeo son audibles los gritos
desesperados del funcionario recabando ayuda de quienes estaban observando y
grabando el suceso. El hostil, que precisamente acababa de contraer matrimonio
y que estaba abandonando el salón en el que se había celebrado el banquete,
perdió la vida en la propia escena del incidente. El hecho se produjo el 1 de
diciembre de 2013 en Kansas City, interviniendo el agente en la puerta del
hotel a requerimiento de un taxista al que el recién casado también había
agredido con varios golpes.
Que no se les pase por alto un detalle: el agente no
tuvo que alimentar la recámara de su arma, se limitó a sacarla y a dispararla.
De haber tenido que manipularla para hacerla efectiva, seguramente no lo
hubiera conseguido. Incluso puede que se hubiese terminado autolesionando por
accidente, dada la situación tan complicada en la que se encontraba. Ahora
bien, de haber conocido este policía métodos de emergencia para alojar un
cartucho en la recámara, ¿lo hubiese logrado a tiempo? No lo sabemos, pero es
muy probable que sí, solo que tras haber aumentado el alcance de sus heridas. Este
hombre portaba su pistola presta para el
tiro, justo como casi nadie la lleva en España. Aquí existen cuerpos en los que
no solo se prohíbe mediante norma interna, sino que hasta se sataniza a quienes
postulan posicionamientos técnicos y tácticos contrarios.
Seguro que surgen voces discordantes con la
sentencia absolutoria de la que disfrutó el tirador una vez celebrado el juicio
en el que todo esto acabo, ¿pero es que acaso el policía debió dejarse provocar
más lesiones en la cabeza? Creo que hasta el más exiguo cerebro progresista
tendrá que admitir la calidad y lucidez de esta definición del madrileño Manuel Rivacoba y Rivacoba, catedrático
de Derecho Penal, humanista, académico y escritor, fallecido en diciembre de
2000: “El defensor debe elegir de entre varias clases de
defensas posibles aquella que cause el mínimo daño al agresor, pero no
por ello tiene que aceptar la posibilidad de daños a su propiedad o lesiones en
su propio cuerpo, sino que está legitimado para emplear como medios
defensivos los medios objetivamente eficaces que permitan esperar con seguridad
la eliminación del peligro”.■
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