CRÓNICAS DEL NORTE: El día en el que el tabaco me salvó la vida

Con este relato de aires novelescos, pero de hechos ciertos y reales, abro una serie de episodios vividos y narrados por un amigo. Como comprobaréis, o mejor dicho deduciréis, mi amigo peina canas, muchas canas…


Disfruten de la calidad narrativa y la experiencia de Víctor.


CRÓNICAS DEL NORTE: El día en el que el tabaco me salvó la vida


No fuméis; está demostrado que el tabaco mata o, en el mejor de los casos, acorta la vida. Paradójicamente a mí me la salvó.


En abril de 1976 el panorama estaba muy tenso. Los miembros del pequeño grupo antiterrorista de Guipúzcoa, el AT (Grupo Antiterrorista), conocíamos perfectamente la infraestructura y el pensamiento de ETA tras la caída, durante el Estado de Excepción de 1975, de Miguel Goiburu Mendizábal, alias “Goyerri” y “Pelotas”, junto al “Rubio”, Miguel Gardoqui Azpiroz, que resultó muerto en el enfrentamiento y que estaba casado con Mercedes Alcorta, incluida en el sumario por el atentado al presidente de Gobierno, Carrero Blanco.


Habíamos mitificado a Mendizábal, al “Pelotas”, por lo que al tenerlo delante nos defraudó. Era bajo (creíamos que era casi un gigante), y fofo.


Durante la detención había resultado herido en el brazo derecho, cuatro dedos por debajo del hombro. Un disparo de entrada y salida sin consecuencias graves. En ese servicio resultó herido en una pierna, y en el dedo índice de la mano derecha, nuestro compañero Carretero. A su caída, Mendizábal era el segundo responsable de la organización terrorista y su información fue de vital importancia en aquel momento.


Nunca he vuelto a conocer a un marxista-leninista tan bien estructurado en su pensamiento. Quizá por el llamado “Síndrome de Estocolmo”, había días que, tras interrogarle, regresaba a casa replanteándome sus argumentos y pensando que quizá el equivocado era yo. Naturalmente no me refiero a ETA.


Mendizábal decía, en aquellas ya lejanas fechas, que los separatistas vascos estaban equivocados con ellos. Que no eran los “gudaris” que aquellos esperaban para la “liberación” de Euskalerría; que en la lucha internacional marxista sólo pretendían la independencia de Euskadi como plataforma para la conquista definitiva del Estado Español. Y yo era un joven de veintiséis años en canal…


Aquella mañana de primavera salí de casa (estaba casado y tenía dos hijos), del portal número 10 de Isabel II, y crucé la Avenida de Madrid buscando la parada de taxis que quedaba enfrente. Cómo casi siempre, iba tarde (siempre me ha gustado trasnochar por diferentes motivos, entre ellos escribir), y aunque la distancia era mínima nunca me ha gustado caminar deprisa.


Al abrir la puerta, el taxista bajó la bandera, y cuando ya me iba a sentar en el asiento trasero recordé que no tenía tabaco. Le dije al taxista que esperara un momento y me di la vuelta de forma rápida, ya que a mis espaldas había un bar donde comparaba Winston de contrabando, más fresco y mejor que el de Tabacalera.


Al darme la vuelta me los encontré de frente. Eran dos individuos algo mayores que yo. Nunca podré olvidar aquellos ojos de desconcierto, muy abiertos, que no se apartaban de los míos. Pese a ser un bonito día de primavera, llevaban “tres cuartos” oscuros, hasta las rodillas, y el de mi izquierda tenía la mano metida entre la solapa, y en gesto característico de desenfundar. En una fracción de segundo me hice cargo de la situación y un escalofrío recorrió mi espalda: ¡iban a por mí!


Afortunadamente, la práctica de tiro era mi pasión. Había ganado, años antes, el campeonato de Guipúzcoa y estaba mental y físicamente preparado gracias a Guillermo, mi gran Maestro.


Siempre que recuerdo aquel momento la imagen aparece como “congelada”, lenta. Instantes de vacilación por parte de ellos; yo inicio el desenfunde del revólver, un .357 Magnum… y amartillo encañonándoles. Ellos hacen un respingo a mi derecha y salen corriendo hacia el cruce con Isabel II, unos cincuenta metros, donde les está esperando un Seat 127, color beige, con la puerta trasera abierta.


Tengo tiempo de apuntar y de hecho lo hago, pero la acera está concurrida a esas primeras horas de la mañana. Desamartillo mientras veo como se meten en el coche y éste emprende la marcha a toda velocidad, con la puerta trasera aún abierta. Tiran hacía Loyola. Guardé el revólver, entré en el bar y pedí la cajetilla de cigarrillos. Entré en el taxi y pedí al taxista que me llevase a Comisaría.


Le conté a don Manuel Ballesteros, a la sazón Comisario Jefe de Guipúzcoa, lo que me había pasado, solicitando mi urgente traslado; luego a los compañeros del Grupo.


A los quince días de haber llegado a la nueva plantilla me llamaron desde Donostia. El comando había caído; uno muerto y el otro detenido y, para mi sorpresa, el informador había sido el sobrino de la dueña del bar donde compraba el tabaco, el mismo que luego, recordando, me dio muy nervioso aquella mañana la cajetilla de cigarrillos.


Tengo 60 años y sigo fumando. En eso no sigáis mi ejemplo, pues acabará matándome, aunque me haya prolongado la vida 34 años.

VÍCTOR

Comentarios

  1. Enhorabuena,por seguir vivo compañero.Tu caso deja claro que la diferencia entre vivo y muerto esta en un pequeño detalle de suerte y en reaccionar con dos huevos como tu.Muchos nunca sabran que quizas un dia salvaron la vida por un gesto cuando iban a por ellos.Un saludo. Jose Moreno

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  2. Gracias por compartir tu historia, compañero.
    El tabaco te salvó la vida, pero sobre todo tu preparación, aunque no tuvieses que "pegar" un sólo tiro.
    Nono.

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  3. Con este relato se demuestra una vez más lo importante del entrenamiento!!!
    Saludos

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  4. Enhorabuena, yo por el contrario, en diciembre de 1997 en la misma ciudad y muy cerca del lugar que indicas, no tuve la oportunidad, oí el arma en la antesala del disparo, me rovolví agachándome pero ya era tarde,lo tenía detrás y no lo había visto, recibí el impacto de lleno perdiendo la visión pero no la consciencia, aguanté el tipo y me dije que si salía de esa DEJABA DE FUMAR y lo dejé por tres años..., el entrenamiento es fundamental, te prepara y despierta tus sentidos, sólo así tendrás la oportunidad de reaccionar lo suficientemente rápido como para poner en fuga a tu adversario o avatirlo, saludos desde mi "refugio" en Madrid.

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  5. Estimado anónimo: gracias por tu comentario. lamento que hayas sido víctima de esos perros de eta (lo pongo en minúsculas por desprecio). Me gustaría que me contactaras por email: ervirojo_2@hotmail.com

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