Entradas

Mostrando entradas de enero 5, 2021

ESTE AÑO, TRISTE DÍA DE ALEGRÍA EL MÍO

Imagen
Por Ernesto Pérez Vera Tendría yo como 11 o 12 añillos cuando los Reyes Magos me trajeron, por encargo de mi entrañable abuela y madrina Visitación, el que siempre he considerado el mejor regalo material recibido tan monárquico, mágico y majestuoso día. No era una pistolita, tampoco un disfraz de policía o sheriff. Ni tan siquiera era una metralleta ni un “casco de guerra”. Era, ahí es nada, una máquina de escribir Olivetti Lettera 32, color verde agua. Y no, yo no recibía clases de mecanografía, aunque siempre lo deseé. ¡Qué hallazgo!, que diría mi amado padre, quien desde hace unas semanas se halla en el Cielo con mi siempre adorada y presente madre. Aprendí a escribir a máquina solito, por mi cuenta y sin seguir patrones de ninguna clase. Con 2 deditos al principio y muy despacito, hasta que la velocidad fluyó ella sola. Cuando me vine a dar cuenta, 4 eran los “dátiles” que pulsaban las teclas, y cada vez a mayor ritmo. No sé en qué momento, pero ocurrió que de pronto estaba dán

"IN MEMORIAM": SI PUDIERAS OÍRME

Imagen
De Vera a Cuenca, de Ernesto a Ernesto, de policía a policía. Me encantaría poder decirte que estos últimos días me consuela un poco pensar en todo concienzuda y realistamente, mirando el fondo y no las formas. Que trato de alcanzar, con cierto grado de naturalidad, la asunción de lo siguiente: llegaste a los 74 años de edad como quisiste, haciendo todo como quisiste y haciéndolo todo cuando quisiste; disfrutaste de una buena vida y jamás te faltó nada; gozaste de lo lindo de tus dos grandes pasiones, que son las buenas y estilosas vestiduras y el fútbol, tu Balona escandalosamente por delante de tu Barça; has tenido cuatro hijos y ocho nietos que te quieren; viviste siempre a tu manera (genio y figura hasta la sepultura) y te vas de este mundo lleno de “vitalidad” y sin padecer inhumanos sufrimientos físicos. Te quedaste dulcemente dormido y punto. Pero lo cierto es que no hay palabras de consuelo que palíen tu dolorosa ida, “paítu” mío. Aun así, procuro asumir que la voluntad de