CONCLUSIONES EXTRAÍDAS DEL ANÁLISIS DE LOS ENFRENTAMIENTOS ARMADOS
Por, Ernesto Pérez Vera
Por lo general, los agentes de
policía no están psicológicamente preparados para afrontar enfrentamientos armados
reales. Para colmo, la inmensa mayoría de los planes de formación y entrenamiento
de las fuerzas y cuerpos de seguridad españoles no guardan relación con la
realidad de los enfrentamientos a vida o muerte.
Esto ya fue asumido en Estados Unidos, hace muchos años. Allí
se analizan y estudian todos y cada uno
de los casos en los que los agentes de la ley se ven envueltos en encuentros armados. Estos análisis se realizan
tanto si los policías fallecen como si resultan heridos, e incluso indemnes.
Para el estudio se obtienen datos
relativos a las distancias de los encuentros, tiempos de reacción, número de disparos e impactos (conceptos
diferentes que muchos confunden), calibres empleados, comportamiento de los
proyectiles, zonas del cuerpo alcanzadas, etc. De todo ello se obtienen, a la
postre, conclusiones que pueden ser tenidas en cuenta para diseñar y programar
entrenamientos más eficaces.
El FBI (agencia policial
dependiente del Departamento de Justicia de Norteamérica) ha realizado un
concienzudo estudio sobre los detalles relacionados con el fallecimiento de los
agentes del orden de su país (homicidios). Este trabajo revela datos referidos
a la década de los años 90 del siglo pasado. Así pues, el FBI
puede afirmar que el 66% de los agentes
fallecieron en acto de servicio cuando realizaban labores de patrullaje uniformado,
mientras que un 22% cayó durante tareas de investigación (Policía Judicial,
Científica, Información).
Las circunstancias en que se
produjeron los encuentros armados fueron muchas, detallándose en este artículo solamente
las más significativas. El 21% falleció cuando trataba de detener, in fraganti, a delincuentes comunes.
Otro 21% cuando procedía a identificar a sospechosos o infractores en materia de
tráfico rodado. El 19% fue asesinado cuando mediaba en riñas, en peleas. El 18%
estuvo envuelto en enfrentamientos con atracadores de establecimientos varios.
El 21% restante fue abatido en circunstancias variadas. Dentro de estos
porcentajes, es digno de destacar que la
mayoría de incidentes se produjeron en horas nocturnas.
Incluso siendo los datos
anteriores referidos a sucesos acaecidos en Norteamérica, serían perfectamente
extrapolables a la realidad de nuestro país. En consecuencia, podríamos llegar a
las siguientes conclusiones:
1º.- El agresor, en un
enfrentamiento real, nos acomete con un arma
blanca/contundente, o nos dispara, antes de que nos demos cuenta de que se está
produciendo el ataque. Pocas veces detectaremos
indicios que delaten que la agresión está
a punto de iniciarse. Esto jamás se recrea en los entrenamientos.
Ni se comenta. En nuestro país se entrena de forma estática contra blancos
estáticos, y muchas veces se inicia el ejercicio con el arma en la mano y no en
la funda. Irrealidad total y absoluta. Ventajosas circunstancias que solo
consiguen engañar al tirador. Los instructores
tampoco suelen inculcar instinto de supervivencia, ese que puede hacer salir el
animal que todos debemos tener escondido en algún sitio.
Es difícil esquivar el primer disparo,
pero si lo logramos hay que iniciar cuanto antes una defensa reactiva. No lo
olvidemos, los buenos siempre disparamos ante el ataque de los malos, por ello los agentes casi
siempre resultamos heridos, aun cuando consigamos repeler eficazmente la acción
contraria. Eso es lo que nos
diferencia a buenos y malos, la antijuridicidad de unos tiros frente a la
legalidad de los otros.
2º.- Casi todos los ataques se inician por
sorpresa, provocando un shock en el asaltado. Si el policía queda paralizado
por este shock, puede que esté todo perdido. Pero si consigue reaccionar se
planteará cuestiones sobre las repercusiones legales y mediáticas de su respuesta.
Ocurre, está muy documentado.
3º.- La reacción instintiva de defenderse debe ser súbita, bien reduciendo la silueta (es natural
y a veces se realiza sin que el propio atacado se dé cuenta) o bien moviéndose y poniéndose a cubierto
mientras se abre fuego en dirección al hostil. Esto evitará que el agresor mantenga
su ataque con tranquilidad (lo cierto es que él también estará estresado, solo
que llevar la iniciativa le dará ventaja).
Incluso sin que provoquemos su puesta en fuera de combate, muy posiblemente errará sus disparos. Nadie es capaz de permanecer impávido mientras recibe
fuego de réplica. No hay mejor forma de defenderse que desde una
posición protegida (parapeto) ¡Busquémosla!
4º.- Ante todo hay que tener la firme voluntad de sobrevivir. Si esto es
algo en lo que no estamos entrenados mentalmente, algo en lo que no hayamos
meditado con anterioridad, no será fácil salir airoso. Hay
que visualizarse venciendo, pero venciendo en hipotéticos casos difíciles.
¡Créanse que pueden hacerlo… y lo harán! Pero piensen en ello todos los días.
5º.- La inmensa mayoría de los tiroteos se producen en rangos de entre uno y siete metros de distancia, pero sobre todo entre uno y tres metros, o incluso menos. Distancia de contacto
físico. La distancia del “hola, que hay, ¿me deja ver su documentación?”.
Amigo lector: ¿lleva usted cartucho en la
recámara? Si no lo lleva, ¿cree que un agresor dispuesto a matarle a
esas distancias, le permitirá tomarse el tiempo necesario para montar el arma
(pistola)? Aunque en la galería de tiro sea usted
muy rápido, incluso montando la pistola con una sola mano, sepa que no siempre podrá
hacerlo a cinco metros de distancia del antagonista: él ya habrá atacado y
usted no tendrá tiempo de casi nada. Es más, usted seguramente ya estará
herido cuando decida hacer algo, si es que lo decide. Cuando tenga tiempo para hacer algo, ya habrá perdido toda habilidad
motora fina (habilidad digital aprendida), por lo que puede ser muy tarde para casi todo.
6º.- En las distancias antes referidas hay que
oponerse al instinto natural de huir del encuentro. En caso de hacerlo se es un fácil blanco por la espalda. En EE.UU.
se han dado casos de policías que se entregaron a sus atacantes. Los agentes tal
vez creyeron que no saldrían vivos del enfrentamiento, y no se defendieron con
violencia y decisión. Algunos de esos funcionarios fueron asesinados con sus
propias armas (dos casos en 2007). Quién sabe si aquí no tenemos casos reales
iguales (no existen estudios oficiales sobre estos temas).
7º.- Ante el primer signo de riesgo que se
detecte o intuya, los agentes deberían desenfundar sus armas o al menos
empuñarlas en la funda; así siempre estarán prestos para una respuesta de
emergencia. Esto es norma en USA, sentido común, pero en España aún es casi impensable. Tabú.
Llevar la recámara alimentada, estando adiestrado en el tiro desde doble acción,
ayuda mucho a salir mejor parado. Casi siempre es decisivo.
De todos modos, no olvidemos que
lo más difícil es detectar el ataque antes de que este se produzca, pero quienes
pudieron predecirlo sobrevivieron en un buen número de ocasiones. Siempre tenemos que mantener activado el
radar de alerta temprana.
8º.- Los primeros
instintos que exteriorizamos ante un ataque son agacharnos y movernos hacia
atrás (paso de retroceso para ganar
distancia). Si eso es lo que va a
pasarnos en la realidad, y lo sabemos (vuelvo a lo mismo del primer punto), ¿por qué la mayoría de los programas de
entrenamiento no lo contemplan en sus planes de formación? Esto nos ocurre a los Homo sapiens ante cualquier situación violenta,
no necesariamente policial. Incluso en la convivencia cotidiana hay miles de
ejemplos que lo acreditan.
9º.- Un agente de policía debe saber que en cualquier momento de su servicio
puede ser víctima de una agresión letal. Hay que
contemplarlo incluso en las situaciones menos sospechosas, como pudiera ser la
entrega de una citación en un domicilio. Debe saberlo y debe estar concienciado
de ello, sin caer en la paranoia.
También hay que mentalizarse de
que, ante hechos de esa naturaleza, tendremos que defendernos de tal modo que podamos tener que provocar la muerte de
otro ser humano. Esto no se inculca en nuestro país, precisamente quizá se
haga todo lo contrario. Aquí se suelen crear tabúes que conducen al miedo y a falsos
mitos que, a su vez, generan dudas permanentes en los integrantes de la
comunidad policial. Esto nos hace débiles e inseguros.
10º.- Pocos enfrentamientos suelen durar más de
tres o cuatro segundos, salvo casos muy concretos de asedio a delincuentes atrincherados. Aun así, siempre
se debe ir provisto de cargadores de repuesto. El malo nunca avisa de su ataque,
y menos todavía de la duración del mismo (eso no lo sabe ni él). Además, nunca
sabemos qué circunstancias se pueden presentar: algunos han perdido cargadores durante el servicio.
11º.- Los agentes casi nunca hacen más de cuatro o cinco disparos, no alcanzando el blanco los primeros
y sí los últimos. En España quizá ocurra porque tratamos de intimidar con
disparos al aire o dirigidos a objetos próximos a la amenaza, de ahí que las primeras
descargas no alcancen al agresor. Pero lo cierto es que la fisiología humana hace que el
policía desvíe el arma hacia abajo (cuando
encara al agresor, pistola en mano) para
dejar libre su campo visual, para que así, de este modo, el cerebro pueda
captar más información de lo que está acaeciendo, y finalmente ofrecer una
respuesta.
En muy pocos casos se precisa de un cambio
de cargador, pero siempre es aconsejable llevar alguno/s de
repuesto. Nunca sabremos qué tipo de acción hostil vamos a encontrarnos o si
acaso vamos a perder el cargador del arma durante una carrera, salto de muro o
valla, trepas, o forcejeos. Me reitero apropósito en lo de los cargadores de
repuesto. Si se porta revólver en vez de pistola, más aún hay que aplicarse este
cuento.
12º.- Cuando el delincuente se encuentra bajo los efectos de sustancias
estupefacientes u otras, cosa muy frecuente, suele fallar sus disparos. Aun así, él es
quien siempre inicia la confrontación, y si esta se produce a muy corta
distancia, circunstancia también harto frecuente, puede causar bajas incluso
cuando sus disparos fuesen dirigidos muy bajos.
En nuestro país, los delincuentes
no suelen estar adiestrados en el manejo de armas de fuego —esto cada vez es
menos cierto—, así pues sus disparos
suelen irse hacia abajo aunque los dirijan,
o así lo crean, hacia el pecho de la víctima. Esto sería muy positivo si los tiros
se produjesen a distancias largas, pero la mayoría de las veces sabemos que se realizan
en cortos rangos. Si el malhechor dispara al pecho del agente desde tres
metros de distancia, sus disparos podrán ir a la zona baja del mismo,
tocando órganos importantes por debajo del esternón. (Esto
depende de la fisiología más que de la instrucción recibida, e igualmente le
puede suceder a los policías. Es cosa de la especie humana, no de la profesión
que se desempeñe).
Según la distancia a la que se
produzcan los disparos, si estos se desvían hacia abajo también pueden producir
rebotes con capacidad para acabar impactando en la zona media-alta del cuerpo tiroteado.
Esto es fácilmente recreable en el campo de tiro con un suelo firme y duro y
con una silueta.
13º.- El calibre usado por los policías no siempre es decisivo; tampoco el
tipo de proyectil. Lo realmente importante es el
lugar del cuerpo donde se consiga impactar. Eso sí, el impacto en un punto concreto de la anatomía humana
puede ser más eficaz con determinados calibres y/o tipos de proyectiles.
También hay que considerar que impactar en el pecho no necesariamente implica la
afectación de un órgano vital, pues la bala podría pasar solamente cerca de él. En conclusión:
lo realmente importante es afectar a un órgano vital, y esto a veces se produce
sin que el proyectil entre en el cuerpo por el punto anatómico más lógico.
Ante situaciones límite,
solamente un agente extremadamente entrenado será capaz de impactar en la zona
deseada. Incluso así, él no manejará ni controlará todos los factores intervinientes.
Si el agresor no deja de moverse mientras dispara, no será nada fácil alcanzar
la zona del cuerpo sobre la que se desea impactar. Otra cosa. ¿Prefieren endiñarle
a su agresor con un 9mm Corto (.380 ACP) en la frente, a tres metros de
distancia, o con un .357 Magnum en el pie?
Seguidamente se exponen algunos casos reales cercanos en el tiempo y en
el espacio. Incidentes ocurridos en nuestro país.
Todos los sucesos presentan caracteres diversos, pero a la par comunes.
El 12 de agosto de 2002 falleció en
Madrid un inspector del Cuerpo Nacional de Policía (CNP). El funcionario estaba acompañado de otros tres integrantes del
mismo cuerpo cuando trataba de identificar, para posteriormente detener, a un
ciudadano colombiano de 39 años de edad que se hallaba implicado en la muerte
de otro sudamericano.
Los policías del dispositivo
pertenecían a la Brigada Provincial de Homicidios. Todos los intervinientes
resultaron heridos por disparos del extranjero. El funesto encuentro se produjo
en el portal de un edificio en el que los funcionarios esperaban ocultos. Solo
uno de los agentes fue capaz de hacer fuego efectivo, hiriendo una vez en el abdomen al criminal; pero también este
policía resultó herido en la refriega.
Este triste episodio es muy
significativo. Aun estando los agentes en situación de superioridad numérica, y
contando a su favor con el importante factor sorpresa, la cosa salió mal. ¿Qué
pudo fallar aquí? Se supone que los policías estaban armados y al acecho del
malhechor. Quizá podamos denominar la situación como de emboscada. Pero todo
salió mal. Me pregunto si algún actuante portaba chaleco de protección
balística. Creo que no. La lógica me dice que si se monta una operación para
detener a un homicida, tendiéndole una emboscada, deberían acudir no solamente más
de cuatro o cinco funcionarios sino que además deberían ir especialmente armados
y protegidos. Descanse en paz este compañero y paisano de La Línea de la
Concepción, del que todos dicen que era un policía ejemplar.
1 de marzo de 2003: Un agente de la
Policía Local de Marbella (Málaga) resultó gravemente herido al recibir en una
de sus parrillas costales un impacto de bala. Los hechos se produjeron cuando
el agente, que ocasionalmente patrullaba solo, trató de identificar a los dos ocupantes
de un vehículo turismo que se hallaba sospechosamente estacionado debajo de la
sombra proyectada por un enorme árbol. El policía sospechó que ambos individuos
podían haber tenido alguna participación en un tiroteo producido minutos antes.
Los delincuentes portaban
chalecos antibalas (oficialmente fue imposible demostrarlo, pero se sabe desde
que días después fueron hallados en un vertedero, con varios impactos. Las
prendas desaparecieron misteriosamente, no se sabe dónde). Se contabilizaron
hasta veintiocho vainas en la escena del suceso, todas procedentes del arma del
funcionario. Se da la circunstancia de que el agente herido es el instructor de
tiro del Cuerpo. El proyectil que alcanzó al agente salió de un revólver del
calibre .357 Magnum, pero era del .38 Especial.
El herido no portaba chaleco de
protección balística, si bien es sabido que lo portaba con asiduidad. Ese día
lo había dejado depositado en el maletero. Según parece, el agente, incluso
estando herido, vació sobre los delincuentes los dos cargadores que portaba
para su Walther P-99, de 9mm Parabellum. El policía, en mi opinión, lo hizo bien.
Cumplió la primera premisa: llegó vivo a casa, eso sí… gravemente lesionado. Impactó
a sus atacantes, cosa complicada cuando la diana se mueve y dispara; lo penoso
es que los malhechores iban protegidos contra las balas.
29 de diciembre de 2004: Dos agentes
del CNP, de la Unidad de Motos de Sevilla, se adentraron en un edificio de la
barriada Tres Mil Viviendas. En el inmueble se trapicheaba con droga, y los
agentes, una vez dentro del bloque, llamaron a la puerta entornada de una
vivienda en la que sabían que se vendían papelinas de cocaína y heroína. Los funcionarios
iban solos, sin apoyo de otras dotaciones. Se disponían a realizar un servicio
que para cualquier agente comprometido es rutinario, o cercano a lo diario.
Cuando los moradores de la
vivienda advirtieron la presencia de los uniformados, abrieron fuego con escopetas de caza, sin
mediar una sola palabra. Los agentes repelieron el ataque con sus
armas cortas de dotación. El resultado: murió
uno de los traficantes, tres más resultaron heridos y ambos agentes también
presentaron lesiones. Uno de los motoristas recibió severos golpes en la
cabeza, propinados con una barra de metal; mientras que el otro fue alcanzado
en las piernas por numerosos proyectiles de escopeta.
El 6 de abril de 2006 un agente de la
Guardia Civil (GC), destinado en la Comandancia de Segovia, resultó gravemente
herido por disparos de un arma de fuego, durante la realización de una
identificación a los ocupantes de un vehículo turismo. Los autores de los
disparos resultaron ser delincuentes habituales, que huyeron del lugar. Pese a
que la prensa dijo que el incidente se produjo en un Dispositivo Estático de
Control de Tráfico (DEC, o Control de Tráfico), no es cierto. Todo se produjo,
como tantas veces, al acercarse los guardias a un vehículo sospecho para
identificar a quienes en él se encontraban, pero no en el marco de un DEC. Algo
de lo más mundano.
Parece casi una constante, y de
hecho lo es: la inmensa mayoría de los tiroteos se producen a distancias muy
cortas, entre cero y tres metros. Ese es el rango típico y lógico que mantiene
un policía durante un cacheo, o durante la identificación de una persona.
Estamos hablando de la distancia del: “Hola, ¿me deja ver
su documentación, por favor?”.
Mi consejo es que piensen en lo
impensable, en lo imposible, en lo menos probable. Si llevan esto en la mente, cual
cartucho en la recámara, tendrán los deberes casi realizados. Así pues, si en
algo tan cotidiano como una identificación se produce un ataque letal, el
cerebro dará las órdenes oportunas al resto del cuerpo, con mayor velocidad. O
sea: tendrá previstas respuestas de defensa, y se habrá ganado tiempo de
reacción. Mentalidad táctica, vamos.
El 29 de mayo de 2006, en la ciudad
madrileña de Parla, un agente de la Policía Local de Getafe que se hallaba
franco de servicio fue víctima de un robo con violencia e intimidación a la
salida de un banco. Un atraco. El policía acababa de realizar gestiones
particulares, por lo que no vestía de uniforme.
Este hombre fue agarrado por el
cuello, siendo derribado. Los asaltantes resultaron ser tres personas armadas
con armas punzantes. La víctima fue herida varias veces, golpeando su cabeza
contra el suelo. Uno de los
atracadores, de gran corpulencia y capacidad física, le provocó lesiones graves
en la columna vertebral, teniendo por ello que ser intervenido quirúrgicamente. Este agente, por suerte, iba armado
con una pistola particular (no de dotación reglamentaria), y cuando tuvo
ocasión, aun estando herido, consiguió impactar con su arma a dos atracadores.
Uno de los delincuentes falleció
en el acto por las lesiones producidas en la cabeza. Otro recibió un impacto en
el hombro, pero consiguió huir de la escena. El tercero de los delincuentes
alcanzó la fuga sin ser herido, ni visto. Se da la circunstancia de que este
agente es instructor de tiro policial reactivo y posee cierto nivel de maestría. Estamos ante otro funcionario que cumplió eficazmente la misión: llegó vivo a
casa, eso sí, previo pasó por el hospital.
Portaba una pistola Glock del
calibre .40 S&W. Como es de suponer, en un profesional de su capacidad, la
llevaba con cartucho en la recámara. Por cierto, consumía munición de punta
hueca de la marca Fiocchi. Justamente a los dos años de producirse el suceso se
inició el juicio por estos hechos. Como muchos esperábamos, el agente no recibió
reproche penal alguno. Es más, la fiscalía jamás acusó sino que fue la
acusación particular (la familia del finado) quien trató, inútilmente, de
conseguir una condena para el policía. Por otra parte, los dos acusados que
sobrevivieron fueron condenados a penas de prisión.
El 10 de febrero de 2008 un agente de
la Policía Local de Granada fue herido por arma de fuego durante la
identificación del conductor de un vehículo que iba a ser denunciado
administrativamente, por conducción negligente. Un servicio policial de lo más
habitual.
El disparo alojó un proyectil del
calibre .22 LR (incorrectamente llamado .22 Largo) cerca de la base del pene
del policía. Parece que el tiro se produjo desde un edificio próximo al lugar
en el que el patrullero realizaba la intervención. Otra vez la constante, solo
que esta vez en otra versión. Aunque se encontraba a distancia de brazo del
sujeto objeto de la identificación, el disparo le alcanzó, según todos los
indicios, desde mayor distancia y por la acción de una persona ajena a la
intervención policial del momento. No obstante, tenemos otra circunstancia
común en casi todos los casos: la cosa se pone fea cuando menos lo esperamos. El
ataque nos suele sorprender. En este caso la agresión se produjo desde un punto
distinto al de la intervención. Dos escenas.
23 de marzo del 2008: Un agente del
CNP, que patrullaba en unión de otro compañero, recibió durante la madrugada un
disparo a corta distancia. Todo ocurrió durante la identificación de dos
sospechosos. Los hechos se produjeron en un barrio marginal de la ciudad de
Benidorm (Alicante). El herido recibió un disparo en el pecho que le provocó
gravísimas heridas. Los autores del atentado no fueron ni heridos ni detenidos.
Los policías no fueron capaces de hacer un uso acertado de sus armas.
Otra vez la constante. Suena a
pesado, lo sé, pero hay que repetirlo e insistir en ello. Con esto espero que
la gente se mentalice y conciencie sobre cuál es la dura realidad de los
enfrentamientos armados policiales. El momento más negro se presenta de modo totalmente
diferente a como nos cuentan en casi todas las galerías de tiro. ¡No más
mentiras! Exige compromiso, pero comprométete tú también.
Nuevamente se produce un ataque letal
a la distancia del “hola, documentación,
por favor”. Para este y para otros casos —para todos—, el acondicionamiento
mental, la funda adecuada, el entrenamiento de tiro y el entrenamiento de
desenfunde/enfunde, más el uso del cartucho en la recámara, hubieran ayudado a repeler la acción. Quizá incluso se
hubiera alcanzado al delincuente mientras este dirigía el arma contra el policía,
antes de que aquel disparara. Porque sepan una cosa, es mentira que haya que
estar herido para disparar.
Por favor, entrenen de modo
realista. Piensen en estos casos que están leyendo. Muchas de estas
circunstancias están presentes en casi todos los enfrentamientos. Entrenen en
base a sus propias conclusiones. Sean inteligentes. Los recorridos de tiro son
divertidos, pero no reales. Pese a ello, mejor un recorrido que nada o que
aquellos ejercicios insulsos de precisión pura.
El 28 de noviembre de 2008, en la
ciudad alicantina de Petrer, se produjo un tiroteo entre los dos atracadores de
una entidad bancaria y agentes de la Policía Local y del CNP. Como resultado de
la refriega, un funcionario del CNP resultó herido por varios disparos de arma
corta. El policía recibió tres impactos, de los cuales uno afectó en la
mandíbula. Los atracadores también recibieron varios balazos. Uno de los
delincuentes acabó herido por impactos en diversos puntos de su cuerpo; y el
otro falleció tras recibir dos en el torso (corazón) y otro en la muñeca que
portaba su arma de fuego. El
atracador que finalmente murió seguía esgrimiendo su pistola en dirección a los
agentes, mientras daba sus últimas bocanadas de aire. Además de los impactos
directos en su cuerpo, fueron halladas rozaduras de otros proyectiles que
acabaron en “algún sitio”, sin que al atracador le produjeran heridas de
consideración.
Destaca en este enfrentamiento,
siendo esto también otra constante, la ineficacia de los proyectiles
convencionales, toda vez que el sujeto que falleció seguía disparando después
de haber recibido varios impactos con puntas semiblindadas. Una vez más se
demuestra que estas balas no son las más idóneas para transferir la máxima
energía al cuerpo alcanzado. Menos apropiados son los blindados, que también
son ampliamente utilizados. No todos los proyectiles que hirieron a los
delincuentes permanecieron dentro del cuerpo, atravesaron. ¿Adónde se
detuvieron? Aquí no se dio que las balas perdidas por exceso de penetración
produjeran lesiones a personas inocentes, pero a veces ocurre, aunque los
bocachanclas lo nieguen.
13 de febrero de 2009: Un agente de
la Policía Municipal de Madrid resultó herido por arma blanca en una mano y por
un disparo de pistola en un píe. Y un agente del CNP, en la misma actuación, recibió
una cuchillada en un hombro.
Las heridas de arma blanca de
ambos agentes las produjo un ciudadano de Ghana, que se mostró agresivo y
violento cuando estaba siendo identificado. Sin embrago, la lesión de arma de
fuego en el píe del policía municipal la provocó un disparo de su compañero del
CNP. El africano finalmente fue detenido tras recibir un disparo en una pierna,
aunque con el impacto en el miembro consiguió huir, a la carrera, varios
cientos de metros desde el lugar de los hechos.
De esta actuación se pueden sacar
varias conclusiones. La primera es que nunca hay que subestimar el poder lesivo
de un arma blanca, la cual a distancias cortas o muy cortas suele provocar
lesiones gravísimas. Un estudio norteamericano sostiene que el 60% de las
personas heridas con cuchillo fallece, mientras que el mismo porcentaje de
baleados sobrevive. Una persona no entrenada en el manejo de armas de fuego ni
en el de cuchillos, siempre será más eficaz y peligrosa con un arma blanca en
la mano que no con una pistola. Es cosa del instinto.
Según parece, el disparo efectuado
por el funcionario estatal sobre el pie del local, se produjo cuando, a muy
corta distancia (contacto físico), ambos trataban de reducir al violento portando
los dos policías sus pistolas empuñadas (seguro que además las armas estaban en
simple acción). Posiblemente la nula o escasa formación en técnicas de tiro
defensivo-reactivo a corta distancia, sea la causa de este triste accidente (una
descarga involuntaria, sin duda alguna).
Saquen sus propias conclusiones
En los casos tan sucintamente
expuestos quedan reflejados supuestos en los cuales podemos advertir correctas
actuaciones policiales, y otras quizá menos acertadas. Unas denotan gran
pericia y habilidad, pero otras tal vez adolezcan de todo. En cualquier caso,
todos los agentes tuvieron el añadido de la mala suerte. Seguro que todos los
que sobrevivieron se preguntaron: ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? Muy sencillo, porque
ustedes estaban trabajando y cumpliendo con una obligación que no siempre es
reconocida como merece por quien corresponde, una veces por los mandos, otras veces
por los compañeros y otras veces por los ciudadanos.■
otro grandisimo articulo...sigue asi...saludos, Abel.
ResponderEliminarHola Abel, gracias por tu comentario. Espero sigas visitando este blog.
ResponderEliminarEsta claro que tenemos un problema y serio con la formacion inicial y la continuada, menos mal que hay gente como tu que nos ayuda aunque sea teoricamente, un articulo excelente.
ResponderEliminarUn saludo
TU ARTICULO YA ESTA EN MI BLOG:
ResponderEliminarhttp://videos-de-interes-policial.blogspot.com/2010/04/un-oficial-de-policia-sorprende-in.html
GRACIAS ERNESTO.
MUY PERO MUY BUEN REPORTE! MUCHAS GRACIAS!
ResponderEliminarAluvión69, gracias por la lectura y comentario.
EliminarUn saludo,
Ernesto