CONCLUSIONES EXTRAÍDAS DEL ANÁLISIS DE LOS ENFRENTAMIENTOS ARMADOS

Por, Ernesto Pérez Vera

Por lo general, los agentes de policía no están psicológicamente preparados para afrontar enfrentamientos armados reales. Para colmo, la inmensa mayoría de los planes de formación y entrenamiento de las fuerzas y cuerpos de seguridad españoles no guardan relación con la realidad de los enfrentamientos a vida o muerte.

Esto ya fue asumido en Estados Unidos, hace muchos años. Allí se analizan y estudian todos y cada uno de los casos en los que los agentes de la ley se ven envueltos en encuentros armados. Estos análisis se realizan tanto si los policías fallecen como si resultan heridos, e incluso indemnes.

Para el estudio se obtienen datos relativos a las distancias de los encuentros, tiempos de reacción, número de disparos e impactos (conceptos diferentes que muchos confunden), calibres empleados, comportamiento de los proyectiles, zonas del cuerpo alcanzadas, etc. De todo ello se obtienen, a la postre, conclusiones que pueden ser tenidas en cuenta para diseñar y programar entrenamientos más eficaces.

El FBI (agencia policial dependiente del Departamento de Justicia de Norteamérica) ha realizado un concienzudo estudio sobre los detalles relacionados con el fallecimiento de los agentes del orden de su país (homicidios). Este trabajo revela datos referidos a la década de los años 90 del siglo pasado. Así pues, el FBI puede afirmar que el 66% de los agentes fallecieron en acto de servicio cuando realizaban labores de patrullaje uniformado, mientras que un 22% cayó durante tareas de investigación (Policía Judicial, Científica, Información).

Las circunstancias en que se produjeron los encuentros armados fueron muchas, detallándose en este artículo solamente las más significativas. El 21% falleció cuando trataba de detener, in fraganti, a delincuentes comunes. Otro 21% cuando procedía a identificar a sospechosos o infractores en materia de tráfico rodado. El 19% fue asesinado cuando mediaba en riñas, en peleas. El 18% estuvo envuelto en enfrentamientos con atracadores de establecimientos varios. El 21% restante fue abatido en circunstancias variadas. Dentro de estos porcentajes, es digno de destacar que la mayoría de incidentes se produjeron en horas nocturnas.

Incluso siendo los datos anteriores referidos a sucesos acaecidos en Norteamérica, serían perfectamente extrapolables a la realidad de nuestro país. En consecuencia, podríamos llegar a las siguientes conclusiones:

1º.- El agresor, en un enfrentamiento real, nos acomete con un arma blanca/contundente, o nos dispara, antes de que nos demos cuenta de que se está produciendo el ataque. Pocas veces detectaremos indicios que delaten que la agresión está a punto de iniciarse. Esto jamás se recrea en los entrenamientos. Ni se comenta. En nuestro país se entrena de forma estática contra blancos estáticos, y muchas veces se inicia el ejercicio con el arma en la mano y no en la funda. Irrealidad total y absoluta. Ventajosas circunstancias que solo consiguen engañar al tirador. Los instructores tampoco suelen inculcar instinto de supervivencia, ese que puede hacer salir el animal que todos debemos tener escondido en algún sitio.

Es difícil esquivar el primer disparo, pero si lo logramos hay que iniciar cuanto antes una defensa reactiva. No lo olvidemos, los buenos siempre disparamos ante el ataque de los malos, por ello los agentes casi siempre resultamos heridos, aun cuando consigamos repeler eficazmente la acción contraria. Eso es lo que nos diferencia a buenos y malos, la antijuridicidad de unos tiros frente a la legalidad de los otros.

2º.- Casi todos los ataques se inician por sorpresa, provocando un shock en el asaltado. Si el policía queda paralizado por este shock, puede que esté todo perdido. Pero si consigue reaccionar se planteará cuestiones sobre las repercusiones legales y mediáticas de su respuesta. Ocurre, está muy documentado.

3º.- La reacción instintiva de defenderse debe ser súbita, bien reduciendo la silueta (es natural y a veces se realiza sin que el propio atacado se dé cuenta) o bien moviéndose y poniéndose a cubierto mientras se abre fuego en dirección al hostil. Esto evitará que el agresor mantenga su ataque con tranquilidad (lo cierto es que él también estará estresado, solo que llevar la iniciativa le dará ventaja). Incluso sin que provoquemos su puesta en fuera de combate, muy posiblemente errará sus disparos. Nadie es capaz de permanecer impávido mientras recibe fuego de réplica. No hay mejor forma de defenderse que desde una posición protegida (parapeto) ¡Busquémosla!

4º.- Ante todo hay que tener la firme voluntad de sobrevivir. Si esto es algo en lo que no estamos entrenados mentalmente, algo en lo que no hayamos meditado con anterioridad, no será fácil salir airoso. Hay que visualizarse venciendo, pero venciendo en hipotéticos casos difíciles. ¡Créanse que pueden hacerlo… y lo harán! Pero piensen en ello todos los días.

5º.- La inmensa mayoría de los tiroteos se producen en rangos de entre uno y siete metros de distancia, pero sobre todo entre uno y tres metros, o incluso menos. Distancia de contacto físico. La distancia del “hola, que hay, ¿me deja ver su documentación?”.

Amigo lector: ¿lleva usted cartucho en la recámara? Si no lo lleva, ¿cree que un agresor dispuesto a matarle a esas distancias, le permitirá tomarse el tiempo necesario para montar el arma (pistola)? Aunque en la galería de tiro sea usted muy rápido, incluso montando la pistola con una sola mano, sepa que no siempre podrá hacerlo a cinco metros de distancia del antagonista: él ya habrá atacado y usted no tendrá tiempo de casi nada. Es más, usted seguramente ya estará herido cuando decida hacer algo, si es que lo decide. Cuando tenga tiempo para hacer algo, ya habrá perdido toda habilidad motora fina (habilidad digital aprendida), por lo que puede ser muy tarde para casi todo.

6º.- En las distancias antes referidas hay que oponerse al instinto natural de huir del encuentro. En caso de hacerlo se es un fácil blanco por la espalda. En EE.UU. se han dado casos de policías que se entregaron a sus atacantes. Los agentes tal vez creyeron que no saldrían vivos del enfrentamiento, y no se defendieron con violencia y decisión. Algunos de esos funcionarios fueron asesinados con sus propias armas (dos casos en 2007). Quién sabe si aquí no tenemos casos reales iguales (no existen estudios oficiales sobre estos temas).

7º.- Ante el primer signo de riesgo que se detecte o intuya, los agentes deberían desenfundar sus armas o al menos empuñarlas en la funda; así siempre estarán prestos para una respuesta de emergencia. Esto es norma en USA, sentido común, pero en España aún es casi impensable. Tabú. Llevar la recámara alimentada, estando adiestrado en el tiro desde doble acción, ayuda mucho a salir mejor parado. Casi siempre es decisivo.

De todos modos, no olvidemos que lo más difícil es detectar el ataque antes de que este se produzca, pero quienes pudieron predecirlo sobrevivieron en un buen número de ocasiones. Siempre tenemos que mantener activado el radar de alerta temprana.

8º.- Los primeros instintos que exteriorizamos ante un ataque son agacharnos y movernos hacia atrás (paso de retroceso para ganar distancia). Si eso es lo que va a pasarnos en la realidad, y lo sabemos (vuelvo a lo mismo del primer punto), ¿por qué la mayoría de los programas de entrenamiento no lo contemplan en sus planes de formación? Esto nos ocurre a los Homo sapiens ante cualquier situación violenta, no necesariamente policial. Incluso en la convivencia cotidiana hay miles de ejemplos que lo acreditan.

9º.- Un agente de policía debe saber que en cualquier momento de su servicio puede ser víctima de una agresión letal. Hay que contemplarlo incluso en las situaciones menos sospechosas, como pudiera ser la entrega de una citación en un domicilio. Debe saberlo y debe estar concienciado de ello, sin caer en la paranoia.

También hay que mentalizarse de que, ante hechos de esa naturaleza, tendremos que defendernos de tal modo que podamos tener que provocar la muerte de otro ser humano. Esto no se inculca en nuestro país, precisamente quizá se haga todo lo contrario. Aquí se suelen crear tabúes que conducen al miedo y a falsos mitos que, a su vez, generan dudas permanentes en los integrantes de la comunidad policial. Esto nos hace débiles e inseguros.

10º.- Pocos enfrentamientos suelen durar más de tres o cuatro segundos, salvo casos muy concretos de asedio a delincuentes atrincherados. Aun así, siempre se debe ir provisto de cargadores de repuesto. El malo nunca avisa de su ataque, y menos todavía de la duración del mismo (eso no lo sabe ni él). Además, nunca sabemos qué circunstancias se pueden presentar: algunos han perdido cargadores durante el servicio.

11º.- Los agentes casi nunca hacen más de cuatro o cinco disparos, no alcanzando el blanco los primeros y sí los últimos. En España quizá ocurra porque tratamos de intimidar con disparos al aire o dirigidos a objetos próximos a la amenaza, de ahí que las primeras descargas no alcancen al agresor. Pero lo cierto es que la fisiología humana hace que el policía desvíe el arma hacia abajo (cuando encara al agresor, pistola en mano) para dejar libre su campo visual, para que así, de este modo, el cerebro pueda captar más información de lo que está acaeciendo, y finalmente ofrecer una respuesta.

En muy pocos casos se precisa de un cambio de cargador, pero siempre es aconsejable llevar alguno/s de repuesto. Nunca sabremos qué tipo de acción hostil vamos a encontrarnos o si acaso vamos a perder el cargador del arma durante una carrera, salto de muro o valla, trepas, o forcejeos. Me reitero apropósito en lo de los cargadores de repuesto. Si se porta revólver en vez de pistola, más aún hay que aplicarse este cuento.

12º.- Cuando el delincuente se encuentra bajo los efectos de sustancias estupefacientes u otras, cosa muy frecuente, suele fallar sus disparos. Aun así, él es quien siempre inicia la confrontación, y si esta se produce a muy corta distancia, circunstancia también harto frecuente, puede causar bajas incluso cuando sus disparos fuesen dirigidos muy bajos.
                                                 
En nuestro país, los delincuentes no suelen estar adiestrados en el manejo de armas de fuego —esto cada vez es menos cierto—, así pues sus disparos suelen irse hacia abajo aunque los dirijan, o así lo crean, hacia el pecho de la víctima. Esto sería muy positivo si los tiros se produjesen a distancias largas, pero la mayoría de las veces sabemos que se realizan en cortos rangos. Si el malhechor dispara al pecho del agente desde tres metros de distancia, sus disparos podrán ir a la zona baja del mismo, tocando órganos importantes por debajo del esternón. (Esto depende de la fisiología más que de la instrucción recibida, e igualmente le puede suceder a los policías. Es cosa de la especie humana, no de la profesión que se desempeñe).

Según la distancia a la que se produzcan los disparos, si estos se desvían hacia abajo también pueden producir rebotes con capacidad para acabar impactando en la zona media-alta del cuerpo tiroteado. Esto es fácilmente recreable en el campo de tiro con un suelo firme y duro y con una silueta.

13º.- El calibre usado por los policías no siempre es decisivo; tampoco el tipo de proyectil. Lo realmente importante es el lugar del cuerpo donde se consiga impactar. Eso sí, el impacto en un punto concreto de la anatomía humana puede ser más eficaz con determinados calibres y/o tipos de proyectiles. También hay que considerar que impactar en el pecho no necesariamente implica la afectación de un órgano vital, pues la bala podría pasar solamente cerca de él. En conclusión: lo realmente importante es afectar a un órgano vital, y esto a veces se produce sin que el proyectil entre en el cuerpo por el punto anatómico más lógico.

Ante situaciones límite, solamente un agente extremadamente entrenado será capaz de impactar en la zona deseada. Incluso así, él no manejará ni controlará todos los factores intervinientes. Si el agresor no deja de moverse mientras dispara, no será nada fácil alcanzar la zona del cuerpo sobre la que se desea impactar. Otra cosa. ¿Prefieren endiñarle a su agresor con un 9mm Corto (.380 ACP) en la frente, a tres metros de distancia, o con un .357 Magnum en el pie?

Seguidamente se exponen algunos casos reales cercanos en el tiempo y en el espacio. Incidentes ocurridos en nuestro país. Todos los sucesos presentan caracteres diversos, pero a la par comunes.

El 12 de agosto de 2002 falleció en Madrid un inspector del Cuerpo Nacional de Policía (CNP). El funcionario estaba acompañado de otros tres integrantes del mismo cuerpo cuando trataba de identificar, para posteriormente detener, a un ciudadano colombiano de 39 años de edad que se hallaba implicado en la muerte de otro sudamericano.

Los policías del dispositivo pertenecían a la Brigada Provincial de Homicidios. Todos los intervinientes resultaron heridos por disparos del extranjero. El funesto encuentro se produjo en el portal de un edificio en el que los funcionarios esperaban ocultos. Solo uno de los agentes fue capaz de hacer fuego efectivo, hiriendo una vez en el abdomen al criminal; pero también este policía resultó herido en la refriega.

Este triste episodio es muy significativo. Aun estando los agentes en situación de superioridad numérica, y contando a su favor con el importante factor sorpresa, la cosa salió mal. ¿Qué pudo fallar aquí? Se supone que los policías estaban armados y al acecho del malhechor. Quizá podamos denominar la situación como de emboscada. Pero todo salió mal. Me pregunto si algún actuante portaba chaleco de protección balística. Creo que no. La lógica me dice que si se monta una operación para detener a un homicida, tendiéndole una emboscada, deberían acudir no solamente más de cuatro o cinco funcionarios sino que además deberían ir especialmente armados y protegidos. Descanse en paz este compañero y paisano de La Línea de la Concepción, del que todos dicen que era un policía ejemplar.

1 de marzo de 2003: Un agente de la Policía Local de Marbella (Málaga) resultó gravemente herido al recibir en una de sus parrillas costales un impacto de bala. Los hechos se produjeron cuando el agente, que ocasionalmente patrullaba solo, trató de identificar a los dos ocupantes de un vehículo turismo que se hallaba sospechosamente estacionado debajo de la sombra proyectada por un enorme árbol. El policía sospechó que ambos individuos podían haber tenido alguna participación en un tiroteo producido minutos antes.

Los delincuentes portaban chalecos antibalas (oficialmente fue imposible demostrarlo, pero se sabe desde que días después fueron hallados en un vertedero, con varios impactos. Las prendas desaparecieron misteriosamente, no se sabe dónde). Se contabilizaron hasta veintiocho vainas en la escena del suceso, todas procedentes del arma del funcionario. Se da la circunstancia de que el agente herido es el instructor de tiro del Cuerpo. El proyectil que alcanzó al agente salió de un revólver del calibre .357 Magnum, pero era del .38 Especial.

El herido no portaba chaleco de protección balística, si bien es sabido que lo portaba con asiduidad. Ese día lo había dejado depositado en el maletero. Según parece, el agente, incluso estando herido, vació sobre los delincuentes los dos cargadores que portaba para su Walther P-99, de 9mm Parabellum. El policía, en mi opinión, lo hizo bien. Cumplió la primera premisa: llegó vivo a casa, eso sí… gravemente lesionado. Impactó a sus atacantes, cosa complicada cuando la diana se mueve y dispara; lo penoso es que los malhechores iban protegidos contra las balas.

29 de diciembre de 2004: Dos agentes del CNP, de la Unidad de Motos de Sevilla, se adentraron en un edificio de la barriada Tres Mil Viviendas. En el inmueble se trapicheaba con droga, y los agentes, una vez dentro del bloque, llamaron a la puerta entornada de una vivienda en la que sabían que se vendían papelinas de cocaína y heroína. Los funcionarios iban solos, sin apoyo de otras dotaciones. Se disponían a realizar un servicio que para cualquier agente comprometido es rutinario, o cercano a lo diario.

Cuando los moradores de la vivienda advirtieron la presencia de los uniformados, abrieron fuego con escopetas de caza, sin mediar una sola palabra. Los agentes repelieron el ataque con sus armas cortas de dotación. El resultado: murió uno de los traficantes, tres más resultaron heridos y ambos agentes también presentaron lesiones. Uno de los motoristas recibió severos golpes en la cabeza, propinados con una barra de metal; mientras que el otro fue alcanzado en las piernas por numerosos proyectiles de escopeta.

El 6 de abril de 2006 un agente de la Guardia Civil (GC), destinado en la Comandancia de Segovia, resultó gravemente herido por disparos de un arma de fuego, durante la realización de una identificación a los ocupantes de un vehículo turismo. Los autores de los disparos resultaron ser delincuentes habituales, que huyeron del lugar. Pese a que la prensa dijo que el incidente se produjo en un Dispositivo Estático de Control de Tráfico (DEC, o Control de Tráfico), no es cierto. Todo se produjo, como tantas veces, al acercarse los guardias a un vehículo sospecho para identificar a quienes en él se encontraban, pero no en el marco de un DEC. Algo de lo más mundano.

Parece casi una constante, y de hecho lo es: la inmensa mayoría de los tiroteos se producen a distancias muy cortas, entre cero y tres metros. Ese es el rango típico y lógico que mantiene un policía durante un cacheo, o durante la identificación de una persona. Estamos hablando de la distancia del: “Hola, ¿me deja ver su documentación, por favor?”.

Mi consejo es que piensen en lo impensable, en lo imposible, en lo menos probable. Si llevan esto en la mente, cual cartucho en la recámara, tendrán los deberes casi realizados. Así pues, si en algo tan cotidiano como una identificación se produce un ataque letal, el cerebro dará las órdenes oportunas al resto del cuerpo, con mayor velocidad. O sea: tendrá previstas respuestas de defensa, y se habrá ganado tiempo de reacción. Mentalidad táctica, vamos.

El 29 de mayo de 2006, en la ciudad madrileña de Parla, un agente de la Policía Local de Getafe que se hallaba franco de servicio fue víctima de un robo con violencia e intimidación a la salida de un banco. Un atraco. El policía acababa de realizar gestiones particulares, por lo que no vestía de uniforme.

Este hombre fue agarrado por el cuello, siendo derribado. Los asaltantes resultaron ser tres personas armadas con armas punzantes. La víctima fue herida varias veces, golpeando su cabeza contra el suelo. Uno de los atracadores, de gran corpulencia y capacidad física, le provocó lesiones graves en la columna vertebral, teniendo por ello que ser intervenido quirúrgicamente. Este agente, por suerte, iba armado con una pistola particular (no de dotación reglamentaria), y cuando tuvo ocasión, aun estando herido, consiguió impactar con su arma a dos atracadores.

Uno de los delincuentes falleció en el acto por las lesiones producidas en la cabeza. Otro recibió un impacto en el hombro, pero consiguió huir de la escena. El tercero de los delincuentes alcanzó la fuga sin ser herido, ni visto. Se da la circunstancia de que este agente es instructor de tiro policial reactivo y posee cierto nivel de maestría. Estamos ante otro funcionario que cumplió eficazmente la misión: llegó vivo a casa, eso sí, previo pasó por el hospital.

Portaba una pistola Glock del calibre .40 S&W. Como es de suponer, en un profesional de su capacidad, la llevaba con cartucho en la recámara. Por cierto, consumía munición de punta hueca de la marca Fiocchi. Justamente a los dos años de producirse el suceso se inició el juicio por estos hechos. Como muchos esperábamos, el agente no recibió reproche penal alguno. Es más, la fiscalía jamás acusó sino que fue la acusación particular (la familia del finado) quien trató, inútilmente, de conseguir una condena para el policía. Por otra parte, los dos acusados que sobrevivieron fueron condenados a penas de prisión.

El 10 de febrero de 2008 un agente de la Policía Local de Granada fue herido por arma de fuego durante la identificación del conductor de un vehículo que iba a ser denunciado administrativamente, por conducción negligente. Un servicio policial de lo más habitual.

El disparo alojó un proyectil del calibre .22 LR (incorrectamente llamado .22 Largo) cerca de la base del pene del policía. Parece que el tiro se produjo desde un edificio próximo al lugar en el que el patrullero realizaba la intervención. Otra vez la constante, solo que esta vez en otra versión. Aunque se encontraba a distancia de brazo del sujeto objeto de la identificación, el disparo le alcanzó, según todos los indicios, desde mayor distancia y por la acción de una persona ajena a la intervención policial del momento. No obstante, tenemos otra circunstancia común en casi todos los casos: la cosa se pone fea cuando menos lo esperamos. El ataque nos suele sorprender. En este caso la agresión se produjo desde un punto distinto al de la intervención. Dos escenas.

23 de marzo del 2008: Un agente del CNP, que patrullaba en unión de otro compañero, recibió durante la madrugada un disparo a corta distancia. Todo ocurrió durante la identificación de dos sospechosos. Los hechos se produjeron en un barrio marginal de la ciudad de Benidorm (Alicante). El herido recibió un disparo en el pecho que le provocó gravísimas heridas. Los autores del atentado no fueron ni heridos ni detenidos. Los policías no fueron capaces de hacer un uso acertado de sus armas.

Otra vez la constante. Suena a pesado, lo sé, pero hay que repetirlo e insistir en ello. Con esto espero que la gente se mentalice y conciencie sobre cuál es la dura realidad de los enfrentamientos armados policiales. El momento más negro se presenta de modo totalmente diferente a como nos cuentan en casi todas las galerías de tiro. ¡No más mentiras! Exige compromiso, pero comprométete tú también.

Nuevamente se produce un ataque letal a la distancia del “hola, documentación, por favor”. Para este y para otros casos —para todos—, el acondicionamiento mental, la funda adecuada, el entrenamiento de tiro y el entrenamiento de desenfunde/enfunde, más el uso del cartucho en la recámara, hubieran ayudado a repeler la acción. Quizá incluso se hubiera alcanzado al delincuente mientras este dirigía el arma contra el policía, antes de que aquel disparara. Porque sepan una cosa, es mentira que haya que estar herido para disparar.

Por favor, entrenen de modo realista. Piensen en estos casos que están leyendo. Muchas de estas circunstancias están presentes en casi todos los enfrentamientos. Entrenen en base a sus propias conclusiones. Sean inteligentes. Los recorridos de tiro son divertidos, pero no reales. Pese a ello, mejor un recorrido que nada o que aquellos ejercicios insulsos de precisión pura.

El 28 de noviembre de 2008, en la ciudad alicantina de Petrer, se produjo un tiroteo entre los dos atracadores de una entidad bancaria y agentes de la Policía Local y del CNP. Como resultado de la refriega, un funcionario del CNP resultó herido por varios disparos de arma corta. El policía recibió tres impactos, de los cuales uno afectó en la mandíbula. Los atracadores también recibieron varios balazos. Uno de los delincuentes acabó herido por impactos en diversos puntos de su cuerpo; y el otro falleció tras recibir dos en el torso (corazón) y otro en la muñeca que portaba su arma de fuego. El atracador que finalmente murió seguía esgrimiendo su pistola en dirección a los agentes, mientras daba sus últimas bocanadas de aire. Además de los impactos directos en su cuerpo, fueron halladas rozaduras de otros proyectiles que acabaron en “algún sitio”, sin que al atracador le produjeran heridas de consideración.

Destaca en este enfrentamiento, siendo esto también otra constante, la ineficacia de los proyectiles convencionales, toda vez que el sujeto que falleció seguía disparando después de haber recibido varios impactos con puntas semiblindadas. Una vez más se demuestra que estas balas no son las más idóneas para transferir la máxima energía al cuerpo alcanzado. Menos apropiados son los blindados, que también son ampliamente utilizados. No todos los proyectiles que hirieron a los delincuentes permanecieron dentro del cuerpo, atravesaron. ¿Adónde se detuvieron? Aquí no se dio que las balas perdidas por exceso de penetración produjeran lesiones a personas inocentes, pero a veces ocurre, aunque los bocachanclas lo nieguen.

13 de febrero de 2009: Un agente de la Policía Municipal de Madrid resultó herido por arma blanca en una mano y por un disparo de pistola en un píe. Y un agente del CNP, en la misma actuación, recibió una cuchillada en un hombro.

Las heridas de arma blanca de ambos agentes las produjo un ciudadano de Ghana, que se mostró agresivo y violento cuando estaba siendo identificado. Sin embrago, la lesión de arma de fuego en el píe del policía municipal la provocó un disparo de su compañero del CNP. El africano finalmente fue detenido tras recibir un disparo en una pierna, aunque con el impacto en el miembro consiguió huir, a la carrera, varios cientos de metros desde el lugar de los hechos.

De esta actuación se pueden sacar varias conclusiones. La primera es que nunca hay que subestimar el poder lesivo de un arma blanca, la cual a distancias cortas o muy cortas suele provocar lesiones gravísimas. Un estudio norteamericano sostiene que el 60% de las personas heridas con cuchillo fallece, mientras que el mismo porcentaje de baleados sobrevive. Una persona no entrenada en el manejo de armas de fuego ni en el de cuchillos, siempre será más eficaz y peligrosa con un arma blanca en la mano que no con una pistola. Es cosa del instinto.

Según parece, el disparo efectuado por el funcionario estatal sobre el pie del local, se produjo cuando, a muy corta distancia (contacto físico), ambos trataban de reducir al violento portando los dos policías sus pistolas empuñadas (seguro que además las armas estaban en simple acción). Posiblemente la nula o escasa formación en técnicas de tiro defensivo-reactivo a corta distancia, sea la causa de este triste accidente (una descarga involuntaria, sin duda alguna).

Saquen sus propias conclusiones
En los casos tan sucintamente expuestos quedan reflejados supuestos en los cuales podemos advertir correctas actuaciones policiales, y otras quizá menos acertadas. Unas denotan gran pericia y habilidad, pero otras tal vez adolezcan de todo. En cualquier caso, todos los agentes tuvieron el añadido de la mala suerte. Seguro que todos los que sobrevivieron se preguntaron: ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? Muy sencillo, porque ustedes estaban trabajando y cumpliendo con una obligación que no siempre es reconocida como merece por quien corresponde, una veces por los mandos, otras veces por los compañeros y otras veces por los ciudadanos.

Comentarios

  1. otro grandisimo articulo...sigue asi...saludos, Abel.

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  2. Hola Abel, gracias por tu comentario. Espero sigas visitando este blog.

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  3. Esta claro que tenemos un problema y serio con la formacion inicial y la continuada, menos mal que hay gente como tu que nos ayuda aunque sea teoricamente, un articulo excelente.

    Un saludo

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  4. TU ARTICULO YA ESTA EN MI BLOG:
    http://videos-de-interes-policial.blogspot.com/2010/04/un-oficial-de-policia-sorprende-in.html
    GRACIAS ERNESTO.

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  5. MUY PERO MUY BUEN REPORTE! MUCHAS GRACIAS!

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    1. Aluvión69, gracias por la lectura y comentario.

      Un saludo,
      Ernesto

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