ARMA DE LETALIDAD INSTINTIVA: EL CUCHILLO

Por Ernesto Pérez Vera (editado el 01/6/2013)

En el seno de la comunidad policial se debate continuamente sobre el enfrentamiento armado con armas de fuego, o sea, sobre el ataque que los agentes de seguridad reciben por parte personas armadas con tales armas. En determinadas zonas del mundo es frecuente que los policías sean objeto de atentados con armas de fuego convencionales, pero en otros sitios se ha convertido en cotidiana la agresión con armas largas automáticas de guerra e incluso con explosivos. Pero en general, todo policía está sujeto a tales riesgos en casi cualquier parte del globo. No obstante, hay otro tipo de arma muy letal y de uso mucho más cotidiano: el arma blanca.

Al nacer nadie recibe en sus manos una pistola, un fusil de asalto o un lanzagranadas. Pero, sin embargo, desde que somos niños todos somos instruidos en el manejo de una herramienta de uso diario y de por vida, el cuchillo. Nuestros progenitores o tutores nos educan (o así debería ser) para que adoptemos buenos modales y sanas costumbres, siendo ese el momento en el que nos enseñan a manejar el cuchillo de mesa, entre otros cubiertos. Desde el parvulario tenemos contacto con este útil que, de ser usado de modo antisocial y antijurídico, puede convertirse en letal, como tantos más de los utilizados dentro del ámbito doméstico. Pero las armas blancas son, ciertamente, las herramientas caseras más empleadas para producir lesiones y extinguir vidas. 

Después, con el devenir de los años, aprenderemos a usar el cuchillo, aunque sea el mantequero, como eficaz instrumento hogareño de circunstancia. Lo usaremos para cortar cosillas durante determinados juegos y quehaceres del día a día. Se tira de cuchillo hasta para hacer palanca y abrir tarros y botes de alimentos cerrados al vacío. ¿A que sí? Lo dicho, se utiliza desde siempre, para todo. Se adquiere destreza en el manejo del corta queso tanto para darle su uso primitivo, como para emplearlo en los destinos que vayan surgiendo dentro del entorno profesional e incluso como aparato de bricolaje en el hogar.

Todos manejamos y asimos el cuchillo sin miedo. Observado desde el punto de vista evolutivo de la especie humana, está en nuestras manos desde hace millones de años, cuando era un valiosísimo útil de supervivencia. Algo que cortara, que se clavara o que pinchara, fuese un trozo de piedra, un palo de madera, una rama o un fragmento óseo, servía para sobrevivir cazando. Había que matar a otros seres vivos del reino animal, para nutrirse alimenticiamente. También fue empleado para confeccionar vestiduras con las pieles de las piezas cobradas, aprendiendo, así, a guarnecernos de las inclemencias climatológicas. Otras veces, y ahí es donde nace lo innato del uso letal contra congéneres, se usaba para salir airoso de situaciones de peligro ante el acecho de iguales o de especies superiores dentro de la cadena trófica. Por tanto, el cuchillo está en nuestras manos desde tiempos ancestrales, por lo que su utilización es natural, atávica e instintiva a la hora de atacar a semejantes. Instinto primario de conservación, no hay más vueltas que darle al asunto.

Si a un lego en armamento se le deja sobre una mesa una pistola con un único cartucho y también un machete, y se le pide que ataque súbitamente ante una señal, seguro que resultará más eficaz con un solo golpe de cuchillo, que con ese único disparo disponible. Es lógico. Sucede lo antedicho porque todos sabemos empuñar un cuchillo, dado que es algo que hemos hecho millones de veces. Motivado por ese instinto animal que aún subsiste dentro de nosotros, en nuestro cerebro, de cuando corríamos delante de animales superiores, sabemos lanzar el puño con el cuchillo hacia el lugar en el que queremos impactar para clavarlo. Solamente somos la evolución muy avanzada de otras especies. Todavía conservamos, ¡y menos mal!, una pequeña porción cerebral a la que los científicos llaman reptiliana (cerebro reptil), de cuando parece que fuimos parientes de tan repugnantes bichos.

Por lo anteriormente comentado, hay instructores tácticos que adiestran a sus alumnos en el manejo del cuchillo de combate o de la navaja táctica. Hay quien no lo ve acertado en el caso de los policías. Lo cierto es que, como dice mi amigo Cecilio Andrade, en determinados casos una navaja puede ser una útil arma defensiva in extremis. A veces se convierte en ‘el último cartucho’ y otras veces en el único.


En España están proliferando las agresiones con armas de fuego. El empleo de estas armas está aumentando en general, pero muy particularmente durante la perpetración de delitos de robo. Pero una cosa es más cierta todavía, y además fácilmente constatable: la Policía incauta diariamente ingentes cantidades de armas blancas por el mero hecho de ser portadas en las vías, en los lugares, en los transportes y en los establecimientos públicos. Como es preceptivo, estos decomisos están amparados por el ordenamiento jurídico positivo (la Ley de Seguridad Ciudadana y el Reglamento de Armas).

Cualquier agente de policía destinado a realizar labores de seguridad ciudadana, que mínimamente esté comprometido con el servicio, incautará, anualmente, un buen número de cuchillos, machetes y navajas. Muchas de estas armas se localizan  durante los cacheos que se realizan a sujetos sospechosos, tanto en el curso de controles de tráfico como en otras habituales circunstancias policiales. Las armas blancas, al igual que las de fuego y que las sustancias estupefacientes, se hallan ocultas, la mayoría de las veces, entre las ropas de los infractores. En otras ocasiones son localizadas en los maleteros, en las guanteras o bajo los asientos y las alfombrillas de los vehículos. Las estadísticas y la ciencia empírica así lo demuestran.

Afortunadamente, de las calles se retiran más armas blancas que armas de fuego, y la causa tiene una lógica razón: los malos no se pasean alegremente con pistolas ilegales, pero sí lo hacen con navajas y machetes. En el primer caso, en el de las armas de fuego, siempre se cometería delito, acarreando esto las consabidas consecuencias: de uno a tres años de prisión, si se trata de pistolas o revólveres; y de seis meses a un año de privación de libertad, si hablamos de armas largas. En el segundo supuesto se incurriría siempre en una infracción administrativa, cuyo castigo consiste en la imposición de una multa pecuniaria que se abonaría si el denunciado fuera económicamente solvente, y que nunca podría ser cobrada por la Administración si aquel fuese declarado insolvente. Hay que puntualizar que muchos honrados paisanos llevan consigo navajas con fines no ilícitos, principalmente en ambientes rurales. Arraigaba cultura rural. Así las cosas, estos mismos ciudadanos honrados podrían cometer infracción si con sus navajas se hallaran dentro de determinados establecimientos abiertos al público.

Tras lo anteriormente expuesto hay que decir que si los enfrentamientos armados con armas de fuego se producen mayoritariamente a cortas distancias, realidad más que contrastada, con las armas de filo se establecerán, como mínimo, los mismos rangos cuando no otros mucho más escuetos. Es un hecho cierto y seguro que en el instante del apuñalamiento el contacto físico siempre es intimo entre las dos partes, entre la víctima y el atacante. Es piel contra piel. Lucha a cara de perro. Por tanto, quien ha decidido y determinado mentalmente agredir con un arma blanca será, casi siempre, altamente eficaz al buscar la letalidad. En España, por suerte para la comunidad policial, no hay un excesivo número de policías fallecidos por ataques homicidas con estas afiladas y cortantes herramientas, pero empieza a preocupar la cifra de heridos.

Donde la cifra sí es lamentablemente elevada en cuanto a resultado de muerte, es en la población civil. Se cometen infinidad de ataques mortales con cuchillos, principalmente en el transcurso de robos, riñas y desavenencias familiares o domésticas. Dato objetivo, muy cercano para este autor: en la ciudad en la que ejerzo como policía, durante 2009 se produjeron diez homicidios, unos en grado de consumación y otros en grado de tentativa. Algunos fueron especialmente brutales e inhumanos. En el 80% de los casos se utilizaron armas blancas. Ojo, la población local no supera los setenta mil habitantes. Fue muchísimo mayor el número de delitos de lesiones llevados a cabo a navajazos. 
Para el ser humano es difícil predecir un ataque con arma blanca. Un arma de fuego, incluso si es de tamaño reducido, difícilmente podrá ser ocultada por completo en una mano cuando ya se tenga empuñada. A poco que se disfrute de iluminación en la escena y se preste atención a los movimientos del sospechoso, podrá ser detectada la presencia de una pistola o de un revólver entre los dedos. Un cuchillo no siempre será tan fácil de detectar visualmente. Seguro que muchos policías de los que están leyendo ahora mismo estas líneas, habrán encontrado machetes ocultos en los antebrazos, bajo las mangas de las camisas. En estas circunstancias de porte y con un mínimo de práctica, el arma puede caer en la mano del hostil de forma inmediata, con amplias posibilidades de uso efectivo. En la misma ubicación sería imposible ocultar un arma de fuego, al menos no esperando capacidad súbita de fuego.

Como la vida misma: la realidad

El 14 de septiembre de 2011, en Madrid, dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) estaban tratando de identificar a un nigeriano, cuando este los atacó con un machete. Uno de los funcionarios resultó herido grave por cortes producidos en la cabeza, en un hombro y en la escápula del mismo lado que el hombro. Su compañera, una chica en prácticas, no fue lesiona pero sí desarmada: le fue arrebata su pistola (malas lenguas me dijeron que llevaba el cargador vacío, pero no me lo creí…). Posteriormente, pero acto seguido a lo anterior, otra pareja de policías del mismo cuerpo se personó en el lugar para socorrer a sus compañeros y proceder a la detención del agresor, pero también fueron heridos y desarmados: a uno de los policías el atacante le sustrajo la pistola; y ambos patrulleros acabaron siendo lesionados mediante cortantes en la cabeza, y uno de ellos, además, fue apuñalado en el hemitórax derecho. Para colmo de males, el individuo los tiroteó con una de las armas de fuego robadas a los intervinientes. Por fortuna, los dos agentes llevaban puestos sus chalecos de protección balística de adquisición particular, por lo que los balazos fueron debidamente detenidos. Una tercera dotación policial consiguió apresar al individuo, sin herirlo. Por cierto, los jefes políticos y policiales se vanagloriaron ante la Prensa de la actuación de los seis funcionarios, porque el arrestado fue reducido sin ocasionarle lesiones. ¡Para llorar y salir corriendo!

Mediáticamente no trascendió tanto, pero el 4 de agosto de 2010, en Burgos, un funcionario del CNP fue herido con un cuchillo. Las lesiones se produjeron en una muñeca y afectaron de modo severo a los tendones y nervios de dicho miembro. La agresión se produjo en el interior de una vivienda en la que el policía se encontraba junto a otro agente. Al lugar habían acudido a requerimiento de la madre de quien acabara cortándole la extremidad al policía. El individuo, un español de cincuenta años de edad, atacó al funcionario con dos cuchillos, portando uno en cada mano. Cuando el servidor público pudo reaccionar, ya estaba herido; ya era tarde. Aunque disparó su arma una vez, el proyectil no alcanzó su objetivo. Al revés, rebotó y cerca estuvo de herir al otro actuante o a la propia requirente.

El 13 de febrero de 2009, también en Madrid, un ciudadano de Ghana hirió a un agente de la Policía Municipal y a otro del CNP. Atacó a los dos con un cuchillo, provocándole lesiones en una mano al primero y en un hombro al segundo. Para mayor empeoramiento de la complicada situación, mientras ambos funcionarios intentaban reducir al subsahariano, el estatal disparó su pistola contra el asaltante, impactando en un pie a su compañero local. El sujeto fue arrestado, finalmente, cuando otro policía le disparó en una rodilla. Aun así, consiguió huir a la carrera por espacio de bastantes metros.

El agente de seguridad e instructor de defensa personal-policial Darren Laur realizó en 1992 un concienzudo trabajo sobre las respuestas conductuales de los policías atacados con armas blancas. Laur era por aquel entonces funcionario de seguridad en Victoria (BC, Canadá). El trabajo consistió en analizar a ochentaicinco funcionarios de prisiones durante la requisa o el cacheo de un calabozo. De esta forma, todo lo que ocurría en la celda era filmado para su posterior visionado, estudio y análisis. Al preso, que en realidad era un actor haciendo el papel de recluso, se le ordenó que fingiera estar enfermo, de modo tal que cuando el policía se aproximara a él para auxiliarlo, lo agrediera con un cuchillo simulado. El arma en cuestión tenía el filo de la hoja romo e impregnado de tiza para que dejase surcos (trazas de las trayectorias de las presuntas puñaladas) en la ropa del agente acometido. El actor, para confundir y conseguir un mayor desorden emocional en sus víctimas, además de apuñalar, insultaba y amenazaba con feroces gritos durante el desempeño de su hostil tarea. Ni que decir tiene que las víctimas desconocían el proyecto, por lo que no sabían nada sobre el estudio que se estaba llevando a cabo sobre sus reacciones ante el peligro.

El resultado del análisis de las grabaciones fue el que seguidamente se expone:

-          72 agentes, de un total de 85, no supieron que estaban siendo atacados con un arma blanca. Una vez acabada la simulación, fueron invitados a localizar en sus uniformes las trazas de tiza.
-          Mientras el asalto se estaba produciendo, solamente 10 agentes fueron conscientes de que estaban siendo apuñalados.
-          Únicamente 3 funcionarios detectaron la presencia del arma antes de entrar en contacto con el agresor. 

Se alcanzaron varias conclusiones: la mayoría de los acometidos fueron sorprendidos por el ataque, lo que les obligó, por pura biomecánica y psicofisiología de la supervivencia, a agachar la cabeza, a la par que la protegían a con ambas manos a la altura del cuello. Naturaleza en estado puro. Esta mayoría se abandonó ante el agresor, motivo por el que recibieron muchísimas cuchillas. No fueron capaces de reaccionar defensivamente, de manera alguna.

Quienes sí predijeron el ataque cuando este se hallaba en ciernes (solamente tres), consiguieron bloquear la mano portadora del arma, a la par que lograron golpear al contrario con las rodillas y los codos. Y es que, en estos casos, el instinto animal de supervivencia nos hace huir hacia atrás para ganar distancia, lo que podríamos denominar, con palabras de andar por casa, como una respuesta sensata no meditada. El cerebro le ordena al aparato locomotor poner tierra de por medio. Lo hacemos todos, sin poder evitarlo, excepto si se produce una congelación emocional, que tampoco es evitable volitivamente. Pero no solo retranqueamos con el fin de ponérselo más difícil al rival. Lo hacemos también para ampliar el campo visual y poder captar más información sobre lo que está ocurriendo, para que el entramado cerebral pueda tomar las decisiones reactivas más eficaces contra la acción hostil. Como en cualquier otra situación de máximo estrés en la que se está a un tris de perecer, algunos de los funcionarios del estudio canadiense que consiguieron inmovilizar la mano letal, no recordaron posteriormente haber visto el cuchillo (lagunas de memoria).

Una vez más tengo que referir a Cecilio Andrade. En un trabajo publicado con su firma, las armas blancas son tratadas como útiles herramientas defensivas en casos extremos. Yo, en el presente conjunto de párrafos, estoy viendo el tema desde la otra perspectiva, desde el punto de vista de la víctima. Por cierto, Andrade aporta este dato: el 60% de las personas lesionadas con armas de fuego sobreviven; mientras que el 60% de las personas heridas con armas blancas fallecen. Tomen nota de esto, por favor. Estos datos coinciden, lamentablemente no por casualidad, con los expuestos en más de un estudio empírico.

La inmensa mayoría de las plantillas policiales entrenan, si es que acaso lo hacen, supuestos policiales poco reales, a veces excesivamente deportivos. Pocos cuerpos o unidades forman a sus funcionarios en el empleo del arma de fuego a distancias extremadamente cortas, cuales pudieran ser las del contacto físico imprescindible cuando se reciben machetazos, aun cuando el agredido esté intentando huir. Siempre que puedo lo digo, hoy también: hay que modificar los programas de formación de los policías y de muchos cursos de instrucción de docentes del ramo. Mientras no se reciclen los planes corporativos de entrenamiento y las mentalidades individuales de quienes trabajan armados, no se modernizará y adecuará el adiestramiento a la realidad que se vive día a día en las calles. Hay que ser más callejero y menos galeriano. Hay que desparasitarse de los complejos. Hay que despojarse ya, de una vez por todas, de las opacas gafas de madera.

Durante este artículo he hablado de armas blancas, o sea, de armas clásicas de filo como las navajas, los cuchillos, las catanas, los machetes. Pero dentro de esta clasificación, y solamente a los efectos que aquí estoy tratando, deben incluirse otras herramientas. Hablo, ahora, de utensilios que son concebidos para otros menesteres, pero que demasiadas veces se portan y utilizan con incívicos e ilícitos fines. La tijera, el vaso de vidrio y el destornillador, por ejemplo, son utensilios de uso diario personal, doméstico y profesional, que en muchas ocasiones se emplean en acciones delictivas. Por ello, cuando que estos objetos punzantes y cortantes se utilicen para lesionar, podrían ser tan peligrosos como cualquier machete o navaja, o incluso más lesivos todavía. ¿Qué me dicen de una buena lasca de cristal? ¿Podría producir lesiones importantes? Yo pienso que sí, aun cuando fuese de escueto tamaño. (Menos mal que aquel sujeto tiró la tijera al suelo al sonar tu disparo, ¿verdad, Fali?).

De todo lo aquí emparrafado, la conclusión más elocuente que quizás pueda desprenderse es que en las distancias habituales en las que se practican las identificaciones y los cacheos, las armas, las herramientas y los objetos mentados son tan peligrosos, o más, como las pistolas. La mayoría de los agentes lo entiende de este modo cuando se les razona, pero en principio no siempre es así entendido por las autoridades judiciales y por los propios jefes de policía; tampoco por parte de los ciudadanos particulares legos en temas de seguridad, que parlanchinamente ofende con su iletrada opinión de barra de bar barato.

Comentarios

  1. Como bien dices en la parte final, ciudado con los vidrios, es impresionante los tajos que se pegan los sudamericanos en sus peleas de borracheras con trozos de litronas, si te atacan el cuello te separan la cabeza. Ahora viene lo bueno, pegale un tiro a un tio que a un metro te acomete con el culo de una litrona al talego. Mas que no saber reaccionar es el miedo al que pasara si reacciono como me pide el cuerpo.Llevo 28 años de servicio y me da pena que incluso las nuevas promociones salen con el rollo mental de la proporcionalidad mal entendida es decir a un arma blanca no se le puede oponer un arma de fuego, venga alla, los burocratas que graban eso en sus mentes, el mayor peligro que han corrido es que la grapadora se les ponga en rafagas. Un saludo y gracias por tu pagina.

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  2. Estimado anónimo, antes que nada: gracias por su comentario y sus visitas.

    Efectivamente, la proporcionalidad está mal entendida, pero esto es porque está mal explicada desde las academias de policía. En las academias, deberían de hablar de esto de la proporcionalidad y la legítima defensa, únicamente juristas en ejercicio y con experiencias en sentencias al respecto.

    Por otra parte, las Jefaturas de Policía (incluyendo a todos los cuerpos) deberían organizar jornadas, bien estructuras, para que acudieran jueces y fiscales, también abogados penalistas. En estas jornadas deberían pasar por la galería tiro, no solo los agentes que hicieran serias y REALES demostraciones, sino los propios invitados. Con los adecuados ejercicios reales de tiro contra siluetas con armas reales, y con Simunition contra sujetos agresores dotados de armas blancas…se podría revelar, ante sus señorías, verdades totalmente desconocidas por ellos. Lo que no vale es lo que siempre se hace, en casi todas partes, que se montan espectáculos y exhibiciones de “salón”, nada reales, muy espectaculares y llenas de poca realidad “diaria”.

    A la par que se hace eso delante de tan ilustres invitados, habría que NO negarles una información: la pésima cantidad y calidad de la formación, en estos temas, policía medio español. Con todo eso, el juez que asiste a esas jornadas, seguro que se lleva una lección aprendida que, a poco que la rememore…hará que sea más justo en según que casos.

    De todos modos, y tras todo que digo antes, NO postulo en defensa de esgrimir el arma de fuego a poco que nos griten o nos increpen. Lamentablemente, me ha salpicado la mala cabeza de algunos de los que me han rodeado durante algún tipo de servicio.

    Veritas Vincit

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  3. Es llamativo que existan programas de defensa personal basados en manos vacías, armas de impacto (bastones extensibles y kubotans), armas de descargas eléctricas... y de ahí pasemos al arma de fuego, cuando las armas blancas son ideales para la defensa personal en situaciones de grave peligro por varias razones:
    1-Gran disponibilidad y bajo precio.
    2-Fácil portabilidad y ocultación.
    3-Alta letalidad llegado el caso.
    4-Uso sencillo.
    5-Independencia de la fuerza física del usuario.
    En mi opinión, las armas blancas son un elemento ideal para defensa personal de mujeres y personas con escasa fuerza física, y que deben enfrentarse a situaciones de alto riesgo como agresiones sexuales, secuestros, violencia doméstica, etc., cuando estas personas normalmente no tienen acceso a licencias B, y no pueden defenderse eficazmente con manos vacías (NO NOS ENGAÑEMOS, sin fuerza física las artes marciales NO funcionan).

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  4. Estimado Ernesto:
    Un articulo interesantisimo como todos los que escribes. Enhorabuena. Yo, que por mi antiguedad soy el responsable del turno con el que trabajo, he comprado en decathlon un cuchillo de goma, y periodicamente pongo a prueba a los compañeros haciendo un pequeño teatrillo de identificacion entre nosotros en el que, unas veces les ataco con esta arma simulada y otras no; de esta forma consigo que esten mas alerta en los cacheos rutinarios. Es lo unico que se me ocurre comprobando la indiferencia del cuerpo al que pertenezco por mantenernos al dia en este y en otro tipo de instruccion.
    Un saludo y sigue asi.

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  5. Mario, muchas gracias por tus comentarios.

    Tú también quiero que sigas así, con tu blog a tope, lo llevas genial.

    Un saludo.

    Ernesto.

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  6. Estupendo artículo amigo Ernesto.
    Como siempre.

    Un abrazo desde Madrid.

    Mc.

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  7. Gracias Mc.

    Espero seguir "viéndote" por estos lares...

    Ernesto.

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  8. Ernesto grande como siempre.

    La estadística de los ataques con arma blanca el 60 por ciento no sobrevive es muy reveladora.

    Gracias por compartirlo

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  9. Hola Azulito. Las gracias te las doy yo a ti por venir por este sitio.

    Un saludo.

    Ernesto Veritas Vincit.

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  10. Enhorabuena Ernes, es muy interesente este artículo y ya voy viendo mas claro el tema de la proporcionalidad,que debatimos en el trabajo, es increible lo que se puede aprender y conocer en un solo artículo compañero.Te repito que enhorabuena por este artículo.Un abrazo compañero.Delta 200.

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  11. Desde el Rocío: gracias Delta/200.

    Me alegra verte por mi espacio.

    Delta/220...Eko/100

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  12. Hola amigo Ernesto,muy bueno este articulo,no solo ocurre en los distintos cuerpos de seguridad,soy futuro vigilante de seguridad,y te puedo asegurar que los letrados y letradas que enseñan juridica y derecho penal en las academias donde se imparten estos cursos nos graban a fuego el tema de la proporcionalidad,si nos agreden con un arma blanca NO DEMEMOS USAR EL ARMA DE FUEGO BAJO NINGUN CONCEPTO,SOLO SI NOS HAN HERIDO PRIMERO PODEMOS HACER USO DE LA MISMA,como bien has dicho en tu articulo mas del 60 por ciento de los heridos por arma blanca fallecen,cuando usaremos el arma de fuego,desde el otro barrio,es ridiculo,yo personalmente pienso que nos atan las manos juridicamente en estos casos,cual es el limite para poder defendernos con el revolver 38 especial de cañon de 4 pulgadas,cuando nos hallan dado 3,4,5 puñaladas,es demencial,mucho han de cambiar las mentes de los juristas e instructores,esta es mi humilde opinion,un saludo y buen servicio

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  13. Gracias por tu comentario y por el seguimiento que haces de todos mis artículos.

    Ernesto.

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  14. Todo dicho... Nunca se encasquilla, no hay que recargar, es instintiva y en mayor o menor medida cualquier neófito está adiestrado en su manejo además las de mediano tamaño a corta distancia son fácilmente ocultables amen de que a veces precisamente ese cuchillo u navaja de dimensiones contenidas causa una falsa apariencia de reducida letalidad... Por contra cuando un agresor toma la decisión con mucha determinación de hacerla servir para acabar con la vida de alguien las posibilidades de que tal fin sea consumado son muy altas. Un abrazo Ernesto.

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