¿A la cabeza, al pecho o a una pierna… adónde dirigir nuestros disparos? ¡No siempre podremos alcanzar la zona deseada

Ernesto Pérez Vera

Entre los profesionales del tiro policial se escribe y se debate mucho sobre las heridas provocadas por las armas de fuego. El fin de los disparos policiales es, casi siempre, provocar la rápida incapacitación de una persona. La tarea no es fácil. Existen muchas teorías al respecto. Algunos consideran que el calibre del arma es, en este caso, lo más importante. Otros creen que el tipo de proyectil, su peso y velocidad son los únicos factores que deben tenerse presentes a la hora de producir, con uno o pocos impactos, heridas que lleven al adversario al fuera de combate inmediato. Permítanme la reiteración: desde el punto de vista policial lo que casi siempre se pretende es parar o detener una agresión hostil grave. Nunca o casi nunca se busca exterminar una vida, si bien esto último no siempre está totalmente controlado por el sujeto activo del disparo.

Un tiro dirigido a una zona del cuerpo que en principio no es vital, puede provocar, si no en el acto sí con posterioridad, lesiones incompatibles con la vida. Además, se debe saber algo: el hecho de dirigir un disparo a un determinado sitio o a una zona concreta del cuerpo del contrario, no implica que finalmente se vaya a impactar en el punto seleccionado. Muchos factores pueden ser estudiados en relación a la zona apuntada o dirigida, y la zona definitivamente alcanzada.


Habría que distinguir, y este debería ser el verdadero debate profesional, entre el impacto que súbita e instantáneamente produce incapacitación total o la muerte; y el impacto que provoca la muerte no en el instante de producirse el tiro sino después, siendo ese “después” algo indeterminado: tras segundos, minutos, horas o días.

Nota: Durante la conquista del Oeste Americano —se guardan numerosos archivos que lo acreditan—, muchas personas, tras ser heridas en enfrentamientos armados con armas de fuego, fallecían incluso cuando las heridas producidas no eran graves y no afectaban a órganos vitales. Estas muertes se producían, casi siempre, días después de ser ocasionadas. Diagnóstico: infección.


Como decía Javier Pecci en su fabuloso artículo, Siempre que disparamos un arma, hay que asumir una posible muerte’: “Cuando se efectúa un disparo contra alguien o incluso cuando se efectúa un disparo intimidatorio al aire, el agente que lo lleva a cabo debería asumir, siempre, que ese disparo puede provocar daños o lesiones, e incluso la muerte, aunque ese no fuese el deseo o la intención cuando aquel se vio obligado a realizar ese disparo”.

Factor hormonal y psicológico
La realidad es que la verdadera eficacia de un proyectil radica no tanto en el calibre y/o tipo de punta/proyectil, sino en la zona del cuerpo alcanzada. No obstante, durante una situación límite, como pudiera ser un enfrentamiento en el cual una persona advierte que súbitamente entra en una situación de inminente peligro, el cuerpo humano experimenta, de forma autómata, una serie de cambios hormonales que él mismo no controla. Es la propia naturaleza humana la que de modo automático, y mediante el sistema nervioso simpático (SNS), se encarga de preparar al organismo para sobreponerse a las heridas o para retrasar sus efectos. Para que eso ocurra son segregadas, involuntariamente, diversas hormonas. Destacar que de modo voluntario el ser humano no puede alcanzar el elevadísimo número de hormonas que tan inteligentemente libera el cuerpo, en el momento adecuado, en el curso de las referidas situaciones de vida o muerte.

Con lo anterior pretendo decir que un proyectil nunca se va a comportar del mismo modo (a nivel de efectos) en un cuerpo que está prevenido del ataque, que en un cuerpo impactado sin que la víctima esté previamente advertida de la agresión. Matizando: será el cuerpo y el conjunto de órganos que lo compone, el que se podrá comportar de forma diferente en según qué casos.


Puede influir sobremanera otro factor, el psicológico. Una persona que se ha preparado táctica, técnica, física y psicológicamente para el enfrentamiento, podría extraer de sí misma el máximo rendimiento del instinto animal de supervivencia que aún habita en todo ser humano. Este instinto es innato, por lo que todos los Homo sapiens lo tenemos; va en los genes de la especie animal a la que pertenecemos. Eso sí, unos lo tienen a flor de piel mientras que otros lo llevan más recatadamente escondido…, pero todos lo poseemos. Todos tenemos, todavía, una pizca de cerebro reptil (cerebro reptiliano).


Cerebro reptil: Es la parte más primitiva de nuestro cerebro, siendo la que se encarga de gestionar los instintos básicos de supervivencia: el deseo sexual, la búsqueda de comida y las respuestas agresivas del tipo “pelea o huye”. El cerebro humano está formado por varias zonas diferenciadas que evolucionaron, en distintas épocas, durante los insalvables periodos evolutivos. Cuando en el cerebro de nuestros antepasados crecía y se creaba una nueva zona, la naturaleza generalmente no desechaba las antiguas; en vez de ello, las retenía formándose la sección más reciente encima de las más viejas y arcaicas. Estas primitivas partes del cerebro humano siguen operando en concordancia con un estereotipado e instintivo conjunto de programas, que proceden tanto de los mamíferos que habitaban en el suelo del bosque como, más atrás aún en el calendario, de los toscos reptiles que dieron origen a los mamíferos.


Una persona debidamente mentalizada de que puede ser víctima de un ataque mortal y a la vez plenamente consciente de que llegado el caso podría tener que acabar con la vida de otro ser humano, podría tener el instinto animal de supervivencia presto para ser usado en un tris. Quizás una forma instintiva y natural de sobrevivir sea la de huir del encuentro letal. Inteligente reacción, dicho sea de paso. Pero si esa es la primera orden que impone el cerebro, tenemos que saber que a veces no será posible cumplirla, bien por múltiples causas indeterminadas o bien por la especial obligación legal y profesional del atacado, como sería el caso de los policías.


Visto lo anterior, esa persona que cae herida pero que es capaz de hacer “disparar” su instinto de supervivencia, podría seguir combatiendo mientras soporta lesiones de las que tal vez ni se haya percatado todavía. Del mismo modo, una persona que no pudiera o supiera gestionar las reacciones de su instinto de supervivencia, podría quedar bloqueada mental y físicamente en el momento de ser atacada o al sentirse herida.


Por lo expuesto en el párrafo anterior, debe entenderse que un ser humano mentalmente entrenado tendrá más opciones de salir airoso de un enfrentamiento armado, aun cuando ya se halle herido de cierta gravedad. Por el contrario, una persona que jamás se planteó la posibilidad de ser herido o la posibilidad de tener que matar a otro semejante, podría permanecer temporalmente con sus capacidades cognitivas muy deterioradas. En este segundo caso no se podría responder eficazmente a un ataque, incluso encontrándose herido únicamente de modo menos grave (congelación emocional).


Aunque no corresponda directamente con lo que estamos tratando, vamos a intentar aclarar un concepto que no siempre tenemos cerebralmente bien digerido. Qué duritos somos de sesera y entendimiento, El uso del arma de fuego solo está legalmente justificado cuando la vida o integridad física del que dispara, o de una tercera persona, se encuentra en grave e inminente riesgo. Eso sí, el riesgo ha de ser coincidente en el tiempo con el momento del disparo de quien se defiende (incluso cuando un arma sea dirigida, sin haber disparado todavía). No antes. No existe causa legal para disparar a alguien después de que haya desaparecido el grave e inminente riesgo. El disparo ha de ser coetáneo con el ataque que se pretende detener.



Atención a esta explicación sobre la legítima defensa. Hay que meditar sobre ella, es muy buena. Es meridianamente clara. Hasta el portador de un cerebro raquítico tiene que admitir la calidad, lucidez y elocuencia de la definición ofrecida por el catedrático  alemán de Derecho Penal Claus Roxin; si bien yo mismo se la he atribuido erróneamente, alguna vez, al profesor De Rivacoba y Rivacoba: “El defensor debe elegir de entre varias clases de defensas posibles aquella que cause el mínimo daño al agresor, pero no por ello tiene que aceptar la posibilidad de daños a su propiedad o lesiones en su propio cuerpo, sino que está legitimado para emplear, como medios defensivos, los medios objetivamente eficaces que permitan esperar con seguridad la eliminación del peligro”. La cita, ciertamente propiedad intelectual del jurista teutón anteriormente mencionado, viene siendo pronunciada, reiteradamente, por el Tribunal Supremo de Alemania en innumerables sentencias, quien además la ha matizado literariamente.


Roxin, con 84 años de edad, es catedrático emérito de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal de la Universidad de Múnich, y ostenta casi una veintena de doctorados Honoris Causa. Claus Roxin es, sin duda alguna, uno de los penalistas contemporáneos más destacados del mundo.

Impactos que alcanzan la cabeza

Para el estudio de los impactos en la cabeza, ésta habría que dividirla en tres zonas bien diferenciadas. Según la zona de la cabeza en que impacte el proyectil, y la velocidad con la que llegue a los órganos internos en ella protegidos, podrían ocasionarse lesiones más o menos graves, o incluso la muerte instantánea. Por tanto, dividiremos la cabeza en cráneo, cara y cuello. El cráneo es una cavidad hermética y sellada en cuyo interior se encuentran órganos tan vitales como el cerebro, el bulbo raquídeo y el cerebelo, amén de otros. Un proyectil que consiguiera penetrar en la bóveda craneal debería ser mortal de necesidad. Ha de saberse que algunas zonas del cráneo están formadas por huesos macizos especialmente duros, como es el caso del área frontal, más todavía en la edad adulta. Sin embargo, otras zonas no son tan resistentes, como por ejemplo la zona temporal.

Se conocen muchísimos casos de proyectiles que no perforaron el cráneo tras tocarlo, dando origen al rebote del proyectil. Se sabe hasta de situaciones que incluso permitieron que la bala quedara alojada entre el cuero cabelludo y la propia bóveda craneal. En estos casos no solo fue determinante la dureza del hueso sino que, seguramente, también tuvo algo que decir al respecto el ángulo de impacto, el peso, el tipo y la velocidad del proyectil en el instante alcanzar el objetivo.

Si el proyectil afecta a la cara, no necesariamente tendría que ser mortal. Sí lo será cuando el proyectil alcance al bulbo raquídeo. El bulbo raquídeo se halla tras la zona superior del rostro, aunque en el fondo, en el otro extremo. Pero dependiendo del ángulo de entrada del proyectil —en relación con la posición física que presente quien recibe el tiro— o de si entra por la parte lateral, o sea, por la cara, también podría ser tocado. Si la punta penetra con trayectoria ascendente por la zona media o baja de la cara, también podría alcanzarse tan vital órgano. El bulbo raquídeo es, por tanto, un órgano que de ser afectado provocaría de modo inmediato la puesta en fuera de combate. Podría ser lesionado, igualmente, desde la zona nucal, desde el occipital, aunque esta área no pertenezca a la cara.


Como norma general, los impactos que afectan a la parte inferior de la cara no provocan la muerte. Eso sí, cuando solamente sea tocado el maxilar, y si además el herido es atendido rápidamente por los servicios médicos.


El cuello es la última zona de estudio. Por él pasan grandes e importantísimos vasos sanguíneos, como las venas yugulares y las arterias carótidas. De ser afectados por el impacto provocarían, en muy breve espacio de tiempo, la muerte por hemorragia. Otros puntos vitales que podrían verse afectados son la columna vertebral (zona cervical) y la tráquea (vía aérea).


Impactos que alcanzan el tórax

Obviamente, en esta amplia zona del cuerpo se encuentran órganos de vital importancia. Si un impacto la alcanzara podría provocar, con facilidad, una rápida muerte.


Los principales órganos localizados en el tórax están protegidos por las costillas, las cuales suelen ser fracturadas por los proyectiles. Los fragmentos o astillas de costilla son impulsados, casi siempre, por el propio proyectil durante su recorrido por el interior del cuerpo. Si bien siempre he creído que estos fragmentos llegan a comportarse como pequeños proyectiles extras que ocasionan más lesiones o que agravaban las principales, varios amigos míos que practican la cirugía y la medicina de emergencia sostienen que rara vez sucede tal cosa, dada la escasa masa restante de dichas astillas.

Cuando el corazón es alcanzado por un proyectil, suele provocar la muerte en muy pocos segundos, pero desde luego no en el acto. Los impactos que lesionen los pulmones podrían firmar y sellar el pasaporte para el viaje eterno, pero tampoco al instante. En la misma zona se encuentran ubicadas la vena cava superior, la arteria aorta y las arterias pulmonares, las cuales también podrían ocasionar una rápida muerte por hemorragia, de verse afectas por una bala.

Si un disparo efectuado hacia el tórax se desviara lateralmente, el proyectil podría alcanzar la arteria subclavia izquierda o derecha (zona clavicular, próxima al hombro), lo cual podría dar pie, también, la muerte acelerada. Los impactos que afectan a las clavículas podría provocar la inutilización de las extremidades superiores, lo cual no implicaría, necesariamente, la puesta en fuera del combate total de quien recibe el balazo.


Impactos que alcanzan la región abdominal

Un impacto en esta zona del cuerpo también podría producir la muerte de modo rápido, principalmente por hemorragia.


En la zona más alta del abdomen se encuentran órganos de gran dureza frente a los impactos, como los riñones. Un impacto atentatorio contra un riñón podría provocar una rapidísima hemorragia, sobre todo si determinada zona muy bascularizada es tocada por la bala. Tanto el bazo como el hígado son órganos altamente vasodilatados, por ello una herida podría producir una enorme pérdida de sangre, con el consiguiente riesgo de perecer.

En la zona más baja de esta región están los genitales, donde un impacto provoca un gran dolor, pudiendo alcanzarse un shock neurogénico o nervioso. Con ello se puede conseguir un abandono de todo acto defensivo, por parte del afectado. Podría decirse que, como norma general, los impactos que dañan la zona inferior del abdomen no provocan la muerte, al menos no inmediatamente.


La columna vertebral también podría ser alcanzada mediante un tiro dirigido al abdomen, pero también si se trata de colocar la bala en la caja torácica. En este caso podría conseguirse la inutilización del tren inferior, lo cual no impediría que los brazos pudieran seguir siendo utilizados para disparar armas o para activar otros mecanismos con las manos. Por gran parte del interior de la columna, y en un canal existente al efecto, discurre la médula espinal, que en caso de ser afectada produciría la muerte instantánea (según a qué altura se produzca la lesión medular) o la paralización de gran parte de los órganos.


Es aconsejable, según muchos expertos, que los policías y militares que vayan a participar en operativos tácticos en los que sea previsible el enfrentamiento armado, vacíen tanto la vejiga como el intestino (órganos huecos). Teniendo ambos órganos vacíos antes de entrar en acción, podrían evitarse lesiones mayores en caso de que un proyectil afectara a tales aparatos. Solemos creer que el contacto de la orina con los órganos cercanos a la vejiga provoca infección y muerte rápida, tras el derrame violento y traumático el propio pis. Pero, según parece, esto no es así.  Hay quien sostiene que este no es el motivo por el que se aconsejan las evacuaciones tácticas corporales.


Podemos encontrar otras causas por las que aconsejar las evacuaciones fisiológicas tácticas corporales. A ver, cuando un órgano está lleno se presenta tenso, ergo el proyectil transferirá más presión y energía en el instante del impacto y durante su recorrido por su interior (cavidad permanente y temporal), provocando con ello un mayor destrozo de los tejidos a ese nivel. Un sencillo ejemplo: si se le dispara a una bota de vino vacía y a una llena, ¿cuál sufrirá mayor daño al ser alcanzada? La respuesta es obvia.


Pero lo cierto es que una vejiga sana disfruta de un fondo de saco que puede acumular, siempre, cierta cantidad de líquido. Un dato curioso es que la orina de un individuo sano puede actuar como leve desinfectante en heridas externas, debido a su contenido en amoniaco, a tenor de lo que exponen los manuales básicos de supervivencia. Incluso existen ancestrales tradiciones que proponen usar la orina como medio de sanación de algunas enfermedades (uroterapia u orinoterapia). Por el contrario, el intestino permanece con contenido fecal durante días después de la última ingesta.

Quizá la verdadera razón por la que interesa no comer copiosamente en situaciones tácticas se deba a la posibilidad de “pasar” por quirófano, en cuyo caso siempre es mejor hacerlo en ayunas. No en vano todo paciente que es tratado quirúrgicamente, en intervenciones programadas, lo hace bajo abstinencia alimenticia de entre ocho y doce horas. El vómito durante las maniobras anestésicas y/o quirúrgicas puede generar una broncoaspiración con consecuencias que pueden llegar a ser graves. Lo que no admite discusión alguna es la recomendación de no medicarse con aspirinas, ibuprofenos o medicamentos similares (analgésicos no esteroideos), cuando se prevén intervenciones de peligro (acciones programadas). Estos fármacos interfieren en la coagulación de la sangre, lo que aumenta el riesgo de sufrir una hemorragia mortal en caso de caer herido.


Extremidades: tren superior e inferior

Los impactos localizados en las extremidades inferiores no provocan la muerte más que en los casos en que las arterias femoral y poplítea son dañadas, pero no en el acto. En cualquier caso, las heridas que afectan a las extremidades rara vez propician la paralización de una acción hostil. Como mucho impedirán que el sujeto se desplace con facilidad o mueva los brazos, lo cual no es óbice para que el herido siga siendo un potencial creador de riesgos.


De todos modos e inevitablemente, una herida producida por arma de fuego provoca pérdida de sangre incluso si las arterias no son afectadas. Por tanto, hasta en estos casos podría sobrevenir el fallecimiento si el herido no es médicamente atendido, en un tiempo prudencial.


Si la cadera/pelvis es tocada por una bala podría producirse su fractura y con ello, posiblemente, el desplome del herido, impidiéndose de este modo la huída o el avance hacia quien está recibiendo el ataque. Esto resulta muy interesante frente a un hostil que esgrime un arma blanca o contundente, pero no sería tan de festejar si el individuo porta armas de fuego. Por otra parte, existe riesgo de que la arteria ilíaca sea destruida a la par que la cadera, lo que provocaría una rápida hemorragia y el consiguiente riesgo vital. Así y todo, lesionar con un proyectil la cadera no garantiza que esta se rompa en añicos. El plomo, hasta donde yo sé, no produce descalcificación y esteoporosis galopante.

Al igual que la cadera, otros huesos de las extremidades pueden ser alcanzados por proyectiles. De producirse su fractura, como mucho se alcanzará una incapacitación de ese órgano concreto, pero ello no conllevaría la neutralización del potencial riesgo de ataque. Tibia, peroné, fémur, húmero, cubito, radio, etc., son algunos de los grandes e importantes huesos que conforman ambos trenes motrices, pero incluso siendo fracturados permitirían cierto grado de capacidad ofensiva.


Si ya es complicado impactar deliberadamente en las piernas durante un enfrentamiento real, más difícil aún será lesionar los brazos. No en vano el tren superior ofrece menos blanco, en personas antropométricamente bien proporcionadas. Se conocen infinidad de casos de agentes que dispararon a muy corta distancia contra navajeros, acabando los proyectiles en el suelo, pese a la escasa separación entre las partes. Además, los disparos dirigidos a las extremidades superiores pueden acabar fácilmente en el tórax, pero sobre todo pueden no alcanzar al agresor en ningún punto de su cuerpo, lo que siempre puede dar pie a daños colaterales.


Para concluir: datos extra

Se puede decir que casi cualquier órgano afectado por un disparo podría producir lesiones que bien de modo inmediato o posteriormente, podría desembocar en la muerte. Incluso las lesiones que afecten a órganos no vitales podrían conducir a la pérdida de la vida, si no se recibe atención médica adecuada en un tiempo prudencial.


Esto último, la adecuada y rápida asistencia sanitaria, es primordial para sobrevivir a determinadas lesiones. No obstante, existen heridas incompatibles con la vida, aun si se recibe atención facultativa inmediata. Los servicios médicos militares de los Estados Unidos, que poseen amplia experiencia en combate, han elaborado un ambicioso estudio sobre las heridas en combate y la muerte en zonas de operaciones. Incluso siendo estudios aplicados al ámbito militar, donde no solamente se emplean armas largas de fuego sino de alto explosivo, y otras, usaré algunos datos extraídos del referido trabajo:


Muertes que se producen en combates terrestres:

31% por trauma penetrante en la cabeza
25% por trauma torácico NO corregible quirúrgicamente
10% por trauma corregible quirúrgicamente
9% por desangrado (hemorragias) de heridas en las extremidades
7% por trauma mutilante producido por explosión u onda expansiva
5% por neumotórax por tensión
1% por problemas en las vías respiratorias

· Un 5% morirán por infecciones, sepsis y complicaciones del shock. Hasta hace poco este porcentaje se duplicaba.



En los datos aportados resulta muy revelador que el 9% de heridos en las extremidades pueden fallecer. Debe interpretarse que incluso heridas en órganos “no vitales” producen la muerte. Tengamos en cuenta una cosa: los equipos militares de los EE.UU. poseen un alto nivel de entrenamiento y experiencia en asistencia urgente durante el combate. Por lo que ese 9% fue tratado, casi con total seguridad, en un tiempo muy prudencial.


Dejaré de lado estos datos, para seguir por otros derroteros. No es recomendable dirigir los disparos a las extremidades o a la cabeza, porque en ambos casos habría que tener mucha suerte para alcanzarlas en mitad de un enfrentamiento. No olvidemos que son zonas corporales muy pequeñas y que el combate será muy rápido y violento. Y lo que es peor, muchas veces seguramente ya estaremos heridos cuando reaccionemos con nuestros disparos, en caso de que realmente lográramos replicar. En cualquier caso, un tiro en la cabeza puede provocar muy rápidamente la muerte, cuando no instantáneamente, no siendo esto lo que pretende como norma general, y en principio, un agente de las fuerzas y cuerpos de seguridad que se ve obligado a usar su arma.


Dicho lo anterior, hay que decir que pueden darse casos muy concretos que requieran de impactos precisos y directos a la cabeza. Si este impacto alcanzara al bulbo raquídeo de modo deliberado, cosa harto complicada, porque mide en torno a tres centímetros, la incapacitación sería instantánea. Sería más fácil acertar en el bulbo si el disparo lo efectuara un francotirador o tirador de precisión (sniper).


Lo más inteligente y sensato sería dirigir el tiro al centro de la caja torácica del agresor, lo que se viene denominando, de modo no acertado, centro de masas. La realidad es que el verdadero y geográfico centro de masas de un humano está en la zona de la cintura-vientre, y no en su tórax. Eso sí, dirigiendo los disparos al tórax irían a la zona más amplia del cuerpo, teniendo con ello más garantía de acertar en un área rica en órganos importantes. En caso de que los disparos se elevaran o se desviaran lateralmente, como consecuencia de los movimientos del tirador o del atacante amén de otras circunstancias, los disparos siempre quedarían localizados entorno a órganos que podrían producir el fuera de combate en un tiempo relativamente rápido.


Del mismo modo, si los disparos dirigidos al pecho se desviaran hacia abajo, se impactaría en la zona baja del cuerpo casi con total seguridad, pudiendo verse afectado el verdadero centro de masas y hasta los miembros inferiores. Ya sabemos que las extremidades no son la mejor zona para incapacitar a un hostil, pero al menos se tocaría al enemigo, lo cual siempre es positivo. Si el disparo alcanza las piernas sin lograr el fuera de combate, es probable que pudiéramos evitar lesionar a un tercero. Eso sí, siempre que no se produzca la temida sobrepenetración de los proyectiles.


Dicho todo lo anterior, respecto al centro de masas hay que comprender que en muchas ocasiones el adversario no ofrecerá su torso. El agresor, a veces, únicamente dejará visible una zona minúscula de su anatomía, por ejemplo el caso de un tirador hostil parapetado, que solo asoma parte de su cuerpo por un lado de la barricada. En estos supuestos debemos considerar centro de masas, a los efectos que nos ocupa, el centro geográfico del “todo corporal” ofrecido a nuestra vista. Hablamos de una pierna, de la cabeza, de un pie, de una mano, etc.


Sería un gran acierto, digno de elogio y agradecimiento, que la instrucción de tiro policial se realizara con blancos más realistas, y no con simples cartones rectangulares o circulares numerados. Los agentes deben entrenar con el máximo realismo posible, siendo esto lo mínimo exigible. Para ello, y entre otras cosas, se deberían utilizar siluetas con contorno o forma humana y con un tamaño proporcionado. Podría resultar muy eficaz la utilización de blancos con forma humana y con los órganos internos levemente señalizados y correctamente ubicados. De este modo solamente a muy corta distancia podrían ser visibles los órganos. Con un entrenamiento así los tiradores no “contaminarían” la formación con intentos deliberados de colocar sus disparos en determinadas zonas de la silueta (los órganos solamente deben ser visibles a cortísima distancia). Así las cosas, los tiradores tirarían al centro de masas siguiendo las instrucciones del formador, y posteriormente y en el momento de parchear y verificar los impactos, verían el verdadero resultado y la colocación de sus disparos, así como la interpretación a nivel de potenciales lesiones.

La realidad es que en los tiempos que vivimos, este tipo de blancos seguramente no serían aceptados por ciertos sectores políticos y sociales, los cuales buscan únicamente, demasiadas veces, rédito público y mediático mediante eso que llamamos “lo políticamente correcto”. Estas situaciones llegan muchas veces a lo absurdo, olvidándose lo verdaderamente importante, la eficacia.


No hay reglas exactas. Conozco casos de personas que recibieron disparos en zonas vitales, y además con munición potente, y sin embargo no provocaron la muerte. Y por el contrario, sé de enfrentamientos letales en los que las víctimas fueron impactadas en las mismas zonas del mapa anatómico con munición menos potente. El motivo es bien sencillo, quizá en el primer caso los proyectiles, aun llegando a su objetivo con bastante energía, no interesaron órganos vitales, aunque alcanzaran áreas muy cercanas. Y con otros proyectiles, aun poseyendo menos energía, sí que se consiguió afectar a una zona muy determinada y vital. Cuestión de suerte, mala para unos… y buena para otros.


Algunas balas, bien por el tipo de arma que los dispara o bien por la configuración del material y el diseño de su propia construcción, no consiguen penetrar lo suficiente en el cuerpo, impidiendo esto tocar partes sensibles para la vida. En ocasiones son otros los factores que impenden al proyectil la suficiente penetración, por ejemplo la indumentaria de quien recibe el tiro o la  interposición deliberada o accidental de algún objeto en el instante del impacto. Lo anterior provocaría la frenada prematura del proyectil, a veces deformándolo, reduciéndose así su capacidad penetrante. En otros casos no sería la variación de masa (deformación) lo que reduciría la penetración, sino directamente la desaceleración por pérdida de energía, quien sabe si por la distancia de tiro, el viento, etc.  



En todo esto, hay un factor muy importante a tener en cuenta: la ingesta de drogas y alcohol. Una persona que ha consumido determinadas sustancias podría tener muy alto el umbral de la sensibilidad al dolor, frente a otro semejante que no se encuentra bajo la influencia de las mismas sustancias. En estos casos, las heridas producidas a quien se hallara influenciado por el consumo de estupefacientes o alcoholes, quizá no le provocarían dolor y paralización, mientras que todo lo contrario podría pasarle a quien no hubiera ingerido mierda alguna.

Comentarios

  1. Gracias Alex.

    Lo verdaderamente genial, de todo este proyecto es la gente que, como tú, siempre está ahí...

    Ernesto.

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  2. Muy interesante el artículo, hacía bastante tiempo que me preguntaba estas cosas.

    Sólo una cosa, en la parte de los porcentajes, me parece que hay un error:

    Concluyes que:

    "Resulta muy revelador, en los datos aportados, que un 9% de heridos en sus extremidades, pueden fallecer. "

    Pero los datos dicen que "De las personas que mueren por heridas de bala, un 9% la recibió en las extremidades".

    Lo cual es muy diferente. El dato que necesitaríamos saber es, del total de personas heridas en las extremidades, cuántas de ellas mueren.

    Me di cuenta porque me confundí miles de veces al interpretar porcentajes :P

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  3. Hola Ezequiel:

    Te agradezco la lectura y el comentario. Los datos estadístico que plasmo ahí, sobre el Ejército USA, son obtenido de un trabajo muy bien elaborado por el Ejército del Aire español, concretamente por sus servicios médicos.

    Lo que quiero dejar de manifiesto en el artículo, tras leer esos datos, es que incluso los heridos en las extremidades, aún siendo atendidos con celeridad, pueden fallecer (9%). Casi todos sabemos que las EVASAN (evacuaciones sanitarias) son algo muy tenido en cuenta en las FAS de los EEUU.

    Nuevamente, gracias.

    Ernesto Veritas Vincit

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  4. Sí seguro, no desacredito para nada la veracidad de los datos.

    Lo que dicen las estadísticas es que, sobre el total de personas que mueren por heridas de bala, un 9% las ha recibido en las extremidades.

    Pero no dice nada sobre, del total de personas heridas de bala en las extremidades, cuántas mueren y cuántas no.

    Parece lo mismo, pero es distinto.

    Pongamos un ejemplo, supongamos que de cada 500 personas heridas por balas en algún lugar, mueran 100 (es un dato inventado). Tendríamos un porcentaje de muertes del 20%. Y que de esas 100 personas muertas, 9, o sea un 9%, habrían recibido heridas de bala en las extremidades.

    Ahora supongamos que de las 500 personas originales, recibieron balas en las extremidades 200 personas. Tendríamos una tasa de mortalidad de heridos en extremidades de 9/200, que es igual al 4,5%. Y por lo tanto, en caso de que recibamos una bala en una extremidad, tenemos un 95,5% de probabilidades de sobrevivir.

    No se si me explico..

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  5. Sí, te explicas magníficamente Ezequiel. Desde el principio sabía a donde ibas, pero los datos objetivos que me pides no constan en el estudio al que tuve acceso, o al menos no los recuerdo.

    Trataré, en cuanto pueda, de localizar ese trabajo, pero no recuerdo haber visto cifras sino porcentajes.

    Gracias por seguir ahí.

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  6. Para todos, pero en espacial para Ezequiel:

    En mi manual táctico de tratamiento de heridas en combate (en parte compatible con heridos policiales) dice:

    En combate hay soldados que morirán hagamos lo que hagamos, otros vivirán hagamos lo hagamos, y hay un tercer grupo que morirá, salvo que apliquemos sobre ellos una técnica salvavidas.

    Las tres causas de muerte evitables en combate son: hemorragias en las extremidades, neumotórax por tensión y obstrucción de vías aéreas. Estas heridas se consideran mortales pero aún así, con el tratamiento adecuado en el tiempo adecuado, el 100%, de esos heridos, serían salvados.

    El manual en cuestión sugiere que los soldados sean dotados y entrenados en el uso del Torniquete Aplicación en Combate (CAT). Este sencillo “aparatejo” de es rápido y sencillo uso con una sola mano y solo cuesta 20 euros en el mercado. Con el CAT, el redactor del manual (Oficial de Sanidad Militar) asegura que el 100% de las heridas que producen hemorragias en las extremidades, pueden ser “salvadas”. Este mismo trabajo establece que de las muertes evitables de las que hablé antes, el 60% serían por las hemorragias en las extremidades.

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  7. Muy detallado, fenomeno. He adjuntado este articulo a dos videos muy relacionados con el tema.
    http://videos-de-interes-policial.blogspot.com/2010/02/de-como-reducir-un-sujeto-que-blande-un.html
    Un saludo Ernesto.

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  8. Sin estadisticas ni estudios complicados,el cien por cien de los alcanzados en las piernas por disparos policiales en España se salva. No da para más. Caso real, turista aleman atracado en el centro de Madrid con un tajo impresionante en una mano, tres minutos de perdida de sangre llega el SAMUR y se lo lleva corriendo por que se va, al tio se le ha caido la tensión arterial a cero. No deja de ser un caso individualizado y que quizas sea debido a circunstancias personales que no se verian en una estadistica y desde luego nadie diria como ejemplo de donde tirar que si das en la mano del agresor te lo cargas. Lo importante es dar y luego como las personas no somos bloques de gelatina ya se vera como afecta a cada uno.Ernesto te reitero las gracias por la labor que haces. Jose Moreno

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  9. Enhorabuena, compañero. Es un gustazo, como poli y monitor de tiro, ver que alguien se toma las cosas con tantísima seriedad y rigor como tú.
    Un abrazo.

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  10. Muchas gracias por tu comentario Pepe.

    Ernesto

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  11. hola, recien veo este blog, y quisiera saber si alguno pudiera pasarme alguna pagina o dato de un libro concreto donde se haga referencia a la probabilidad de muerte por herida en las extremidades, ya que lo necesito para un trabajo practico de derecho penal. Muy interesante los comentarios y publicaciones, gran trabajo...

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  12. Hola Valeria.

    Te recomiendo las siguientes obras: FORENSIC ANALYSIS OF THE APRIL 11, 1986, FBI FIREFIGHT, by W. French Anderson, M.D.; HANDGUN STOPPING POWER The Definitive Study by Evan P. Marshall & Edwin J. Sanow; STOPPING POWER A Practical Analysis of the Latest Handgun Ammunition by Evan P. Marshall & Edwin J. Sanow y STREET STOPPERS The Latest Handgun Stopping Power Street Results by Evan P. Marshall & Edwin J. Sanow.

    En los trabajos que te recomiendo se evalúan los resultados de enfrentamientos reales y ensayos sobre gelatina. No obstante, los datos que se obtienen de enfrentamientos reales con impactos, exclusivamente, en las piernas, son desechados. Esto te debería dar una idea de la nula efectividad que poseen los impactos que solo alcanzan el tren inferior. Si te puede ayudar: yo, para sobrevivir, tuve que disparar en una ocasión a un hombre que me estaba matando, y tal cual eran las circunstancias, solo pude acertar a alcanzar sus piernas con dos disparos de 9mm Luger/parabellum/9x19. con esos dos disparos conseguí impactar 3 veces (existió sobrepenetración en uno de los disparos). Te aseguro que no lo pude detener. Huyo herido y perdiendo sangre. Yo tengo secuelas físicas de por vida y él NO.

    Gracias por la lectura del blog y por pedirme consejo en esta casa.

    Ernesto.

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  13. MUCHAS GRACIAS!M es es de mucha utilidad los datos que me diste, y gracias por el aporte que hacen desde este sitio.Exitos!

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  14. Estoy preparando un trabajo que se llama "Solo cuando puedas apuntar" y lo mejor para detener un ataque es comprometer la motricidad, evitar que el "problema" se desplace. Si bien es cierto que la caída no es el fin del combate, claramente la inmovilización es preludio de derrota. la cadera es un blanco grande y fácil de alcanzar, tan fácil como el pecho, pero con la diferencia que un pulmón perforado no garantiza de detención o neutralizacion, en cambio sin cadera no hay equilibrio estés drogado borracho o poseído si te rompen la cadera vas a caer como que existe un sol. la cabeza no es tan facil de impactar como se cree y no todos los impactos son de parada o neutralizacion.

    siga adelante compañero muy buenos articulos.

    Ernesto Matias peralta

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    Respuestas
    1. Hola, E. Matias. Gracias por comentar.

      Este tema es impreciso, complicado y muy del azar. Miremos el caso de esta semana en Madrid donde un joyero alcanzo a dos atracadores con disparos de arma corta. Uno se llevo tres tiros y otro dos. El de los dos impactos esta muy grave. Tenia un tiro en torax y otro en una pierna, en la ingle. La herida proxima a la letalidad no es la del pecho sino la de la extremidad: destrozo la femoral. Q nadie crea q ese hombre pudo apuntar a la pierna. Es de iluso creerlo. El solo saco y tiro... solo Dios quiso q las balas cayeran ahi.

      Otros casos se llevan hasta tres tiros en las piernas y no paran el ataque (doy fe), y otras veces con uno solo si se consigue.

      Tema apasionante.

      Ernesto P. V.

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