RESPUESTA FISIOLÓGICA ANTE UN ATAQUE LETAL

¿Reaccionamos ante un ataque real, del mismo modo que entrenamos?  ¿Quiénes nos entrenan? ¿Realmente entrenamos?

Por, Ernesto Pérez Vera

Muchos creen, convencidamente, que ante una acción hostil sabrán y podrán actuar con eficacia sobresaliente. Estos suelen ser los que ante comentarios, noticias o episodios vividos por terceras personas, apostillan que ellos, en esa misma situación, hubiesen hecho “esto, aquello, o lo otro”. Están acostumbrados a decir, y encima se lo creen, que ellos hubieran actuado mejor que el protagonista de la noticia comentada. Es muy probable que la mayoría de esta gente se deje llevar por la ignorancia y por el desconocimiento de todo lo que comporta un ataque mortal y una defensa extrema. Algunos, y créanme que conozco a unos cuantos, son delirantes enfermos mentales. Los hay, además, con placa, porra y pistola. Una pena.


El motivo por el que pasan estas cosas es, principalmente, por la mala o nula formación táctica y técnica que como norma general se posee en el seno de nuestras fuerzas de seguridad. Puede que la razón sea la falta de mentalización y conocimiento de todo aquello que rodea el ataque y la defensa a vida o muerte. Tal vez solamente sea cosa de la, normalmente negativa, influencia de Hollywood. Lo que sí creo, sin temor a equivocarme, es que quienes se expresa así no ha pasado jamás por una situación límite de verdad. Posiblemente solo hayan vivido momentos dulces, alejados de la muerte, en sus actuaciones policiales; porque sepan una cosita, este tipo de comentarios nace, casi siempre, en el seno de la comunidad profesional de la seguridad.

Tenemos que hacernos mirar la mentalización profesional. Desde que una persona ingresa en la comunidad policial está oyendo frases hechas, ya muy manidas, que se repiten cual mantra. No dejamos de oír siempre lo mismo: “nunca pasa nada”; “para las veces que voy a matar a alguien, mejor ni entreno”; “si sacas el arma de la funda, te metes en un lío judicial”; “esas cosas solo le pasan a los compañeros que se meten donde no les llaman, por eso lo mejor es pasar de todo y no complicarse la vida”. Ante expresiones tan asquerosas como estas, y ustedes saben muy bien que no estoy inventándome nada, los nuevos funcionarios suelen reaccionar tomándolas como dogmas de fe, sobre todo quienes no están comprometidos con la profesión y con la persecución del delito. Me gustaría creer que estos son minoría. ¿Ustedes qué creen?


Otros, incluso tratándose de buenos y comprometidos trabajadores, seguramente habrán interiorizado las leyendas urbanas por habérselas oído miles de veces a sus mandos y cargos sindicales, y hasta a sus instructores y profesores. Lamentable realidad, siempre tapada. El fiasco está servido en bandeja de plata cuando los que deben alentar y fomentar la adecuada y continua formación, se dedican a promover lo contrario, bien por ignorancia supina bien por interés personal.

En España deberíamos de incluir en los programas formativos, de una vez por todas,  no solo un mayor número de horas prácticas de tiro y armamento, sino también un aumento de horas lectivas de clases teóricas (aula). En el área teórica se hace necesario incluir el estudio de las condiciones neuro-psico-fisiológicas que un ser humano sano alcanza cuando se ve atrapado por el estrés de combate, esto es: cuando se enfrenta a una situación de vida o muerte. Para incluir la Fisiología del Enfrentamiento como asignatura en los planes de estudio de las academias de policías, habría que cambiar, también, los programas de tiro con de fuego real.

Fisiología humana: asignatura policial
Los policías deben saber que cuando se encuentren inmersos en una confrontación real a vida o muerte (aunque no lo sea, ellos pueden percibirlo así) sufrirán, de modo automático, una serie de cambios psicofísicos que les impedirán actuar del modo al que están acostumbrados a hacerlo en los entrenamientos. Así pues, aumentarán el ritmo cardíaco y la temperatura corporal, con lo cual llegarán el sudor y la adrenalina. La sangre se redirigirá, rápidamente, hacia los músculos que más lo precisen en ese momento, siendo estos, generalmente y desde hace millones de años, los de las extremidades y los de otros grandes grupos musculares.


He visto a muchos acercarse a tales extremos fisiológicos, y no precisamente porque los estuviesen intentado matar: no sabían controlar una situación policial violenta y quizá delicada, pero en cualquier caso no letal. Esto seguramente esté ligado a la falta de experiencia real en conflictos violentos, unido también a ciertas dosis de desconexión con el compromiso. Descreídos.

Mientras se producen los cambios fisiológicos tan sucintamente antes referidos, llegará menos sangre y oxígeno a los dedos y a los demás órganos que directamente no intervendrán en la acción básica defensiva. Por ello se perderá gran parte de la habilidad digital o habilidad motora fina. Cuando esto último ocurra, desabrochar la funda, quitar o poner el seguro del arma, o cambiar de cargador, serán tareas sumamente complicadas. Esto podría sucederle incluso a los tiradores experimentados. Podría pasar hasta cuando se poseyera pericia en el manejo de las armas. Todo esto podría llegar a ocurrirle, también, a quien cuente con experiencia real en combate, solo que en este supuesto quizá los cambios se presentarían con menos celeridad. Normalmente se llega a esta situación cuando las pulsaciones superen los 120 latidos por minuto. Aun así, algo positivo se puede obtener de este grado de estrés: alta capacidad de atención y alerta. Es el mejor momento para atacar y defenderse, es el estrés positivo, es el eutrés.

De modo automático se experimentarán otros cambios no controlados por la voluntad de quien los sufre. Quien ya haya detectado el ataque y lo esté sufriendo, alcanzará las 155 pulsaciones por minuto, e incluso más. Llegados a ese punto mermará la habilidad motora compleja, o sea, la capacidad cognitiva, por lo que decidir, pensar y actuar de modo acertado, coherente y súbito puede ser imposible. Asimismo, también se deteriorará la capacidad para realizar varias tareas a la vez, como pudieran ser dar órdenes al agresor, pedir apoyo por el transmisor, memorizar matrículas, moverse, desenfundar y disparar. Acabado el o tú o yo, y si se sigue con vida, es altamente posible que se padezcan lagunas temporales de memoria.

Finalmente, cuando ya el combate esté acabado y tanto si se ha sucumbido como si no, se perderá, o se podría llegar a perder, la habilidad motora gruesa, que no es más que la resistencia que el cuerpo obtiene a través del cóctel de hormonas y esteroides disparados por todo el organismo, ante la vital necesidad de sobrevivir. Estas hormonas son, entre otras: la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol. La adrenalina es una hormona que, en situaciones de peligro y alerta, es segregada por las glándulas suprarrenales (riñones) para aportar al cuerpo glucosa, aumentando de ritmo cardiaco, la presión arterial y la dilatación de las pupilas. La adrenalina proporciona al cerebro sensación de bienestar, por ello se dice que es adictiva. En esta situación será imposible hacer un uso correcto de los elementos de puntería del arma (después veremos cómo se comporta el aparato ocular, ante tales vicisitudes).

La noradrenalina, junto con la adrenalina, participa en la elevación del ritmo cardíaco y en la liberación de la glucosa. El cortisol, entre otras acciones, libera, en situaciones de estrés, grandes cantidades de glucosa. La glucosa aporta energía a los músculos y en general al organismo. Esta energía, durante un enfrentamiento o una lucha física feroz, será de gran valor para soportar la contienda hasta el final, máxime si se está herido. También el aparato auditivo podría ver afectadas sus capacidades. Tanto es así que durante un encuentro de este tipo podemos llegar a perder más del 80% de la capacidad auditiva (exclusión auditiva). Ergo, es más cercano a la realidad el entrenamiento de tiro profesional que se efectúa con medios de protección auditiva.

Un cambio forzosamente necesario
Por todo lo anteriormente expuesto, es de sentido común que las técnicas de tiro tradicionales que se enseñan en la mayoría de las academias sean renovadas. Estas técnicas, como por ejemplo la Weaver, que requiere ser aprendida para saber dónde hay que poner un pie, dónde hay que poner el otro, en qué dirección dirigir un brazo y después dónde colocar el otro, no van a funcionar correctamente, casi nunca, en situaciones reales de enfrentamientos extremos y súbitos (hablo, naturalmente, de los policías con el nivel medio de entrenamiento). Por ello, el cambio de filosofía hay que hacerlo en favor de técnicas sencillas, naturales y de rápida asimilación. En todo caso, las técnicas complicadas, las que involucran a varios grupos musculares, en las que hay que ejercer presión muscular y articular irregular y no homogénea, tal vez funcionen bien en las personas muy entrenadas, que son las menos. Pero estas personas, incluso así, podrían ver mermadas sus posibilidades fuera de la galería de tiro.

Quienes se ven forzados a emplear esta técnica son, sí o sí, los que portan robustos y completos armazones blindados, como los integrantes de las unidades especiales de asalto y de entradas dinámicas en inmuebles. Con esta clase de protecciones balísticas poca gente puede utilizar otra posición de tiro a dos manos.

En situación real de confrontación a muerte, todo ser humano mentalmente sano ve reducidas sus capacidades psicofísicas. Cuando el Sistema Nervioso Simpático se activa, en situaciones que requieren de alerta, lo hace de modo automático, como antes ya se explicó sucintamente. Por tanto, nadie puede evitar las naturales y autónomas reacciones del organismo. Ni tan siquiera con el entrenamiento se consigue evitar al cien por cien. Eso sí, una adecuada instrucción hará que el operador se sienta seguro de sí mismo, lo cual resulta de vital importancia. En este caso el agredido podría, gracias al entrenamiento recibido y a la autoconfianza cultivada, adelantar o retardar sus respuestas tácticas.

El coronel del ejército norteamericano Rex Applegate, en su famosa conferencia de febrero de 1998 en Seattle (Washington,USA), hizo referencia a los estudios del fisiólogo Bruce Siddle, el cual ha estudiado el comportamiento humano durante los encuentros armados. Este destacado y comprometido científico sostiene que “la activación el sistema nervioso simpático produce la dilatación de las pupilas. La reducción del flujo sanguíneo en la periferia de la retina provoca incapacidad para usar el ojo dominante. El resultado es la pérdida de la visión cercana y de la capacidad para enfocar el punto de mira del arma, focalizando la vista hacia la amenaza”. Así las cosas, se colapsa la visión periférica y se fuerza una visión binocular. Esta última respuesta de adaptación visual hace que la cabeza y el cuerpo se orienten de frente a la amenaza, fundamento de la posición Isósceles; posición de tiro a dos manos que alcanza la simetría de los brazos de forma muy natural. Cuando alguien percibe que su vida está en peligro, el sistema nervioso autónomo se activa y sus reacciones son incontrolables.

Tanto Applegate como Siddle son reputadísimos expertos en esta materia (Applegate falleció en 1998). Pero sin embargo, y pese a que son seguidos y estudiados en todo el mundo, los viejos y arcaicos métodos de enseñanza de tiro policial siguen sin ser totalmente modificados. Estos dos personajes, como otros tantos que serán mencionados a lo largo de este trabajo, hace años que basándose en experiencias personales, y en el análisis de encuentros armados protagonizados por terceros, defienden la necesidad de instruir en el uso de técnicas sencillas. Fomentan, para determinadas situaciones, técnicas tan básicas como la respuesta de tiro a una sola mano. Pero saben qué, que en España hay quien desprecia todo lo antedicho.


Así pues, ambos postulan el empleo de las técnicas Isósceles Moderna y Point Shooting (tiro a una mano). Esto que muchos instructores defendemos hoy, y que en 1998 fue apostillado por el propio Applegate, fue mucho antes postulado por otros dos hombres míticos, los británicos William Fairbairn y Eric A. Sykes. Estos, hace más de 70 años, ya apostaban por técnicas de fácil y natural adopción bajo estrés. Abogaban, asimismo, por la defensa agresiva.

Exceso de técnicas para un mismo fin
En España, casi todas las academias contemplan excesivas técnicas de tiro en sus planes de formación, las cuales han de ser aprendidas y entrenadas por los alumnos. Sinceramente, cuanto más aprendamos, mejor, solo que en este caso se invierte tiempo y munición en practicar maniobras que casi nunca podrán ser utilizadas en el curso de un enfrentamiento, por ser difícilmente subsumibles fisiológicamente en el fragor del combate. Así pues, ¿por qué no invertimos todo ese tiempo y toda esa munición en entrenar las cosas que podemos afirmar que, con casi total seguridad, sí podremos realizar durante una defensa sorpresiva y extrema? Es más, frente a un mayor número de posibles alternativas, mayor tiempo tendrá que invertir el cerebro para tomar una decisión (Ley de Hick).

Los alumnos son obligados a memorizar el nombre de las técnicas: Weaver; Californiana;  Policía Agachado, y sus variantes; Técnica Jordan; Isósceles, y sus variantes; Rodesiana; Técnica FBI; Rodilla en tierra, y sus variantes; etc. Al mismo tiempo, muchos instructores exigen a sus alumnos que efectúen las pruebas de tiro en todas las posiciones estudiadas en clase, lo cual empaña todo. Lo peor es que durante la realización de un recorrido de tiro, se supone que llevado a cabo a toda velocidad, el tirador irá recibiendo, del director de tiro, la orden de usar una u otra técnica. Lo anteriormente expuesto es una buena plataforma para el fracaso, dado que no hay nada menos instintivo y antinatural que, a capricho de alguien, ir utilizando determinadas posiciones, muchas de ellas totalmente alejadas de las respuestas naturales del cuerpo.

Estadísticamente está demostrado que los enfrentamientos armados policiales se producen a cortas o a muy cortas distancias, sucediendo la mayor parte de ellos a distancia de contacto físico. Todos conocemos casos de agentes que durante la aproximación a un vehículo sospechoso fueron atacados a balazos. También sabemos de policías acuchillados y tiroteados mientras solicitaban la documentación a un sospechoso. Estos son, principalmente, los casos más frecuentes, si bien existen infinitas formas de verse envuelto en la dinámica de un tiroteo, o en la dinámica de otro tipo de agresión letal. ¿Por qué los programas de adiestramiento no contemplan estas distancias? ¿Por qué no se fomenta el empleo del cartucho en recámara?

En los rangos referidos hace un momento, las clásicas técnicas de tiro Weaver y Californiana no son muy efectivas. Y no lo son porque cuando el agente atacado advierte que se encuentra inmerso en una confrontación ya iniciada, no tendrá tiempo material para adoptar tales posiciones aprendidas en la academia, y con suerte entrenadas en la unidad de destino. En la mayoría de las ocasiones el atacado no reaccionará a tiempo para defenderse, y en caso de sí hacerlo solamente podrá, si acaso, abrir fuego con una sola mano. De todos modos, esto último sería posible únicamente si la pistola se encontrara previamente dispuesta para abrir fuego sin manipulaciones in situ, o sea, con la recámara alimentada. De no ser así, y estando ante una agresión letal ya en marcha…, chungo, como decimos en mi tierra.

Por todo ello, es preciso hacer mucho hincapié en el uso acertado de técnicas de respuesta a una sola mano. Son varias las que pueden ser empleadas, y, como suele ser la tónica general, cada una de ellas será más apta que las otras en virtud de la distancia del atacante. Así pues, ante la necesidad de abrir fuego a distancias de entre cero y dos metros, sería necesario disparar con el arma ubicada en la zona de la cadera, o del costillar. A la par, el arma debería de permanecer empuñada cerca del cuerpo, mientras que con el brazo y la mano que no empuñan podremos sujetar y/o golpear al agresor, apartar su arma e incluso podremos protegernos zonas vitales del cuerpo, como por ejemplo el cuello y el tórax (esto, en cualquier caso, ocurrirá casi siempre de modo instintivo).

Si la distancia que separa a víctima y agresor está por encima de los dos metros, se podrían utilizar, a una mano, las técnicas Jordan y FBI, las que con leves modificaciones pueden derivar en el Point Shooting que tanto defendió Rex Applegate. Estas técnicas son altamente eficaces a cinco metros, eso sí, siempre que se haya recibido el adecuado entrenamiento previo. Aquí, si se contase con tiempo, el agarre del arma con ambas manos daría todavía más eficacia a los disparos. Ambas técnicas pueden ser adoptadas con muchísima naturalidad.

Si el objetivo se sitúa sobre los siete metros de distancia y no tenemos tiempo de asir el arma con las dos manos, otra técnica puede mostrarse muy efectiva. Se trata de dirigir el arma hacia el objetivo como si quisiéramos lanzarle un puñetazo. Explicado de otro modo, es como si sacáramos del bolsillo la mano que empuña, y de modo inmediato y súbito señalásemos a nuestro agresor con el dedo índice. Pinchar, eso es, pinchar. Con este método, y con el arma ya en la mano, conseguiremos dejar la boca de fuego en la dirección del blanco. Quizá no tengamos los elementos de puñetería enrasados perfectamente sobre el entrecejo del malo, pero sí estarán, sin haberlo determinado, en algún punto del cuerpo de nuestro atacante. Todo esto se consigue de forma muy rápida y natural, de forma instintiva.

Esto último es tan natural que nos acompaña desde la infancia. De modo instintivo podemos señalar con el dedo sin necesidad de invertir tiempo en apuntar, y encima parando el dedito en el punto deseado. Pues bien, dentro de los rangos que estamos estudiando, si elevamos el arma perfectamente empuñada hasta la altura de los ojos alcanzaremos disparos muy eficaces, como cuando simplemente señalamos con un dedo. Esto sería, grosso modo, Point Shooting. Fijemos la vista en un punto…, el resto viene solo. Es un sencillo e interiorizado ejercicio viso-motor, completamente arraigado en los animales de nuestra especie.

Después de todo lo manifestado hasta el momento, tengo que decir algo que para mí es sentenciador: muévanse ante un ataque. ¡Muévanse, ya!

Por muy eficaces que seamos en el empleo de las técnicas de tiro que yo mismo defiendo, enseño, uso y recomiendo, si nos quedamos estáticos mientras nos disparan no seremos más que objetivos fácilmente abatibles. Si en vez de una bala es un tío cuchillo en mano quien va hacia ti, lo mismo: ¡quítate de ahí, ya! De modo natural e instintivo nos movemos cuando alguien nos arroja algo, aunque sea una simple pelota. Veamos: cuando estando tranquilamente en la orilla de la playa y nos percatamos de que una pelota se acerca violentamente hacia nuestra posición, nos desplazamos incluso aunque no seamos partícipes de juego alguno. Se ve que a nadie le gusta recibir un balonazo. Cambiamos nuestra posición para esquivar el esférico, saliendo de su trayectoria. Instinto puro; lógica natural. Como siempre, voy a los interrogantes: ¿Por qué nos sustraen oficialmente una instrucción bajo estos mismos criterios y filosofía? Del mismo modo que no queremos recibir un pelotazo en la cara, menos todavía queremos ser víctimas de una bala o de un machete ¿No?

Ante el primer signo de ataque en tu dirección, muévete hacia cualquier posición. No te quedes quieto. Es muy importante salir de la trayectoria del agresor. Lo ideal es desplazarse hacia algún lugar protegido, hacia una cobertura que proteja del fuego contrario. En cualquier caso, busca una barrera e interponla si te agreden con armas contundentes o blancas. Una vez estemos parapetados podremos, además de protegernos, abrir fuego con seguridad. Esta es la situación ideal: disparar sin poder ser alcanzado.

Mientras nos desplazamos también podemos disparar, eso sí, siempre que poseamos un alto nivel de entrenamiento y no exista un evidente riesgo potencial para terceras personas. Hay técnicas muy eficaces para abrir fuego mientras el tirador se desplaza. Esto de apartarnos ante la detección de un ataque lo hacemos todos los días en la vida diaria como pobladores del planeta Tierra. Hagamos lo mismo en el entrenamiento de tiro, así inculcaremos opciones a nuestra mente para cuando el ataque sea de verdad. Si va a salir por instinto, cosa que a veces sabemos, entrenemos al instinto para obtener mayores dosis de eficacia. No hay que ser el primero de la clase para darse cuenta de algunas cosas.

Hace años la formación en esta materia era deportiva, basándose en el tiro de precisión o, en el mejor de lo casos, inspirándose en recorridos de tinte deportivo, erróneamente apellidados policiales. En la actualidad, los dinámicos y divertidos recorridos siguen imponiéndose como la única base formativa de tiro de muchas plantillas, cosa con la que tampoco estoy del todo de acuerdo.

El motivo del estancamiento en lo arcaico y en lo no funcional
Desde mi punto de vista, la culpa del estancamiento la tiene el sistema establecido social y profesionalmente. Parece que el sistema y la sociedad actual aplauden, premian y reconocen a quien parece bueno en algo, y no al que realmente lo es. Pero claro, ¿quién decide qué es bueno y qué es malo? Pues está clarinete: el sistema establecido, el que busca hacer las cosas justitas para cubrir expediente, firmar la papeleta y carretera y manta. Balones fuera, que aquí nunca pasa na de na. Hay gente que nada muy a gusto en los mares de la comodidad y de la precariedad. Mediocres con capacidad de mando, dirección y decisión. Así nos va, y esto va a peor.

Los que dirigen el sistema, las instituciones, las organizaciones y las administraciones con cartas en estos asuntos, han establecido las pautas necesarias para que las cosas sigan siempre así;  para que no se mueva nada, ni una coma. De admitir ahora que otros métodos son más aptos y que otras filosofías son más eficaces y cercanas a la realidad que un agente necesita conocer, se estaría reconociendo, tácitamente, que durante muchos años estuvimos anclados en mayúsculos errores. Dicho lo cual, es de esperar que las cosas sigan igual per saecula saeculorum.

En algunas instituciones policiales se han asignado estratégicamente puestos claves a determinado funcionarios, mandos por lo general, para que todo siga así de modo sempiterno. De esta forma, y dentro del ámbito de lo que estamos aquí tratando, vemos a instructores de tiro que ocupan sus puestos desde hace décadas, sin ser aficionados o estudiosos de esta temática. Estos, generalmente, participaron muchos años atrás en un curso en el que, tras acabarlo, fueron galardonados con un diploma; a veces incluso sin que fuese tiro policial la materia tratada en el curso en cuestión. Cada vez sabemos más sobre estos asuntos, pero no hay reciclaje donde debe exigirse maestría y estar al día.

Por desgracia, lo antes manifestado es muy frecuente. Son muchos los que tras obtener el diploma empiezan a dar clases y a instruir plantillas, sin que con el devenir de los años hayan pasado por los normalmente necesarios reciclajes. Así es como los que deben transmitir conocimientos, seguridad, confianza y enseñar destreza manejando armas, son muchas veces grandes y peligrosos coleccionistas de carencias. Esto casi nunca se detecta desde dentro de las instituciones, pues todos sus integrantes suelen dan por bueno aquello que dice el especialista, que por algo tiene el diplomita. Así lo establece el sistema, y punto.

Es triste, pero por otra parte también es lógico. El que ocupa la plaza de instructor recibe, casi siempre, un plus económico en la nómina, y además no suele trabajar más que en cómodos turnos de mañana (algunos también por las tardes), y cuando lo hace en otro horario es recompensado por ello. Contar con la cualificación administrativa de instructor otorga, de algún modo, cierto estatus entre los iguales de profesión. Esta es la golosa razón por la que algunos aspiran al puesto, sobre todo si se trata de personas de  distraídos principios y valores profesionales. Con los años, este tipo de instructores irá creando escuela en su entorno, de modo que tal que aquel que trate de hacerle ver sus errores y estancamientos, parecerá, a los ojos de los demás, un trepa, un rambito y un descerebrado. A nadie le gusta que le saquen los colores, menos aún que le muevan la silla. La vida misma.

Este perfil lo encarnan quienes fomentan los tabúes y abonan las leyendas urbanas, las mentiras de ayer y hoy. Estos presuntos especialistas suelen tener experiencia exclusivamente en tiro deportivo, careciendo casi siempre de experiencias reales de calle. También suelen alegar, en defensa de sus métodos arcaicos, que durante los muchos años que llevan en el puesto jamás se han producido accidentes. Estos profesionales de la instrucción suelen entrenar poco, me refiero a su entrenamiento personal. En todo caso cuando trasladan a sus compañeros a la galería, aprovechan para pegar cuatro puercos tiros. Pero esto no es entrenar, si acaso lucirse, porque en el país de los ciegos el tuerto es el rey.


Desde arriba, desde la jerarquía de las organizaciones policiales, este tipo de formadores son los que más interesan. Al no estar muy vinculados ni comprometidos con el tema, sus clases no son más que meros actos casi protocolarios que, por expediente obligatorio, se deben llevar a término. Cuanto menos tiempo dure la clase, mejor, dicen unos cuantos que yo me sé. Y si sobra munición, mejor aún. Algunos se agarran a la matemática teoría de lo directamente proporcional: a menos disparos efectuados en la galería, menos opciones de accidente. El miedo gobierna, de puertas para dentro, en muchas canchas de tiro.

Quienes defendemos posturas contrarias a las de estos instructores somos vistos como rara avis, o sea, como pájaros extraños que debemos ser desacreditados ante los demás, y cuanto antes mejor. Pájaro que vuela, a la cazuela. Lo ven, otra vez la vida misma.

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo con la "defensa agresiva", espero que nos des más detalles en la segunda parte...
    Perico

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  2. La segunda parte tocará otros aspectos del entrenamiento profesional.

    Gracias Perico.

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  3. SR Ernesto:
    Lo he leido desde hace 2 años y todos los cambios fisicos que usted menciona en este y otros articulos suyos,son reales ya que los vivi en un enfrentamiento que tuve anteriormente con tres delicuentes. y que gracias a Dios sali bien librado,no tengo formacion profesional simplemente soy un civil,pero he aprendido mucho de su bloq muchas gracias.

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  4. Estimado ANÓNIMO:

    En primer lugar, enhorabuena, salió usted vivo de un enfrentamiento y sigue aquí con su familia. De verdad, felicidades. Lo que relato en los artículos, relativo a la fisiología, no solo lo conozco por el estudio de trabajos científicos, y entrevistas con profesionales de la salud, sino porque pasé por todos esos movimientos automáticos del organismo, también estoy aquí gracias a la divina providencia y a una buena dosis de entrenamiento y mentalización. Si algún día lo desea, yo estaré encantando de conocer, con detalle, lo que usted vivó en aquel mal día, mi dirección de email está en el blog

    En segundo lugar, le agradezco su comentario para con mi blog y mis trabajos.

    Saludos. Ernesto.

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  5. Gracias por seguir insistiendo en la necesidad de una formación adecuada. Excelente artículo.

    Un saludo.

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  6. Gracias a ti, Zinco, y al resto de lectores.

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  7. Ernesto, creo que por desgracia las circunstancias reales de un enfrentamiento no se pueden entrenar. Es como ver una película de miedo de esas que aterran a la gente hasta que el mismo miedo les dice coño que solo es una película. Recuerdo las primeras carreras con la sirena y pirulos puestos, llegaba a los sitios y las rodillas me temblaban y yo no tenía miedo ahora encuentro tiempo hasta para encender un cigarro yendo a toda hostia y no tener nervios. Lo que es lo mismo, solo te puedes acostumbrar al peligro cuando es real las siluetas no devuelven los tiros. Para mí que va en el genio de cada uno y luego la parte técnica es algo a sumar. Como podrías hacer un entrenamiento duro, con gente que todos hemos visto bloquearse en una galería de tiro, creo que no es cuestión de entrenamiento es que tienen miedo y desinterés, porque son de esos que tú nombras de los de: La pistola solo vale para meterte en líos. Mejorar la preparación técnica no sería difícil no hace tanto se pedía que ante una interrupción del arma se levantara la mano, que cosas. Mira siempre he entrenado mucho y a modo de ejemplo te puedo decir que en una intervención tensa yo mismo me he sorprendido encañonando a unos tíos con la mano izquierda cuando soy diestro (me sirvió de consuelo que a pesar de todo no tiro mal con la zurda) me pillo con la mano derecha ocupada y salí por ahí. El tema es muy largo y no os quiero aburrir. Ernesto un saludo y gracias por tu esfuerzo. Por cierto vaya barbas. José Moreno.

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  8. Hola Moreno. Como siempre, acrezco mucho tu comentario.

    Efectivamente, el miedo no se puede entrenar. Pero coincidirás conmigo en algo, y es que es mejor entrenar sin que nos oculten las verdades del enfrentamiento, a seguir creyendo que nunca pasa nada. Que la silueta no dispara, es cierto, pero algunos instructores casi te dicen que da igual lo que hagas, pues te dicen que siempre estarás muerto. Yo no pienso igual. Por muy jodido que todo parezca, siempre podremos hacer algo, o al menos intentarlo, pero no si no conoces las herramientas…no podrás usarla.

    En fin, al final soy yo quien se enrolla. La cosa es esa, mejor entrar sabiendo que cosas pasarán, con casi total seguridad, que no entrenar sin saber las verdades que se presentan en los segundos que dura una acción de estas.

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  9. Es cierto que el miedo no se puede entrenar, es algo instintivo, algo natural.Lo único que se puede entrenar es controlar el miedo y ahí pienso donde está la clave del asunto, acaso pensáis que hay personas que no tienen miedo??Todo el mundo tiene miedo, los GEOS, los GOES, AEDA, UOE, etc, y os aseguro que incluso mi AMIGO ERNESTO TIENE MIEDO (gran profesional y que en más de una ocasión a demostrado su valía), es una respuesta fisiológica e innata, es la forma que tiene el cuerpo de decirnos OJO ESTÁS METIDO EN UNA SITUACIÓN PELIGROSA!!! (se dispara el cortisol, la adrenalina, etc...)Como he dicho antes esto no se puede entrenar, lo que si se puede entrenar es reconocer los síntomas del miedo (sudor, temblor en manos, etc....) y una vez reconocidos esos sintomas, podemos decidir que hacer con ese miedo, hay dos opciones, la primera dejarse llevar por el miedo (pérdida de control) o bien asumir que se tiene miedo (algo natural) y posteriormente controlar ese miedo y hacer tu trabajo.Esto último SÍ SE PUEDE ENTRENAR, RECONOCER EL MIEDO Y CONTROLARLO!!!Tu compañero Domin. Un Abrazo

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  10. Domingo, gracias por tan acertado apunte.

    Ernesto.

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  11. Hola.

    Ernesto, muy bueno, como siempre.
    Esperando la segunda parte.

    Enhorabuena.

    Un abrazo.

    MC.

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  12. Hola Mc.

    Gracias por el comentario y por el enlace link que estás remitindo a tus contactos.

    Ernesto.

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  13. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  14. Muy buenas. Ahora que ha podido sacar 5 minutos para dedicarme a escribirte unas escuetas palabras, quisiera agradecerte enormemente la publicación de artículos como el presente, pues no sólo confirma lo que ya sabía, sino que a algún "despistado" le ayude a encenderle la lucecita de "ON THE AIR" en cuanto al trabajo se refiere.
    Me consta que los únicos que te leemos, somos los que nos interesamos "un poco" en la labor policial, y en concreto el Tiro Policial, pero desde mi punto de vista, y he de decir que desde una perspectiva egoísta, ese tipo de gente, los que dicen las frases típicas que mencionan, son necesarios en nuestra profesión ¿Por qué?
    Pues al igual que sucede en muchos otros gremios, el que siente la necesidad de incrementar sus conocimientos en su labor específica, se intenta rodear de aquellos que, por diversas circunstancias, "saben" más del tema, e intentan imitarlo o adaptar esos conocimientos a los que ya poseía.
    En cambio, los que están por estar en algún sitio, a imagen y semejanza de la naturaleza, buscan sólo "el grupo" como medio identificativo dentro de la colectividad, intentan pasar desapercibidos entre la multitud, que no se noten que están ahí, y por supuesto, no avanzar ni destacar en nada.
    En conclusión, si dentro de "nuestra manada" hay individuos que no se caracterizan especialmente por llevar cuidado a la hora de ir al abrevadero o emigrar buscando nuevos pastos (por poner un símil animal, para que luego digan que los reportajes de la 2 no son sólo para dormir la siesta) los depredadores sólo se fijaran en ellos como posibles víctimas, desviando la atención y la mirada de aquellos sujetos que sí han tomado las medidas necesarias de autoprotección, camuflaje y preparación, tanto mental como física para poder sobrevivir en la difícil sabana/jungla que son las calles e individuos que nos rodean.
    Haciendo mía la frase de unos de los instructores a los que más estoy agradecido de su entrenamiento: "Dejad que las cebras cojas actúen primero"
    Recibe un cordial saludo, y mis más sinceros ánimos para seguir en tu línea.
    MUCHÍSIMAS GRACIAS COMPAÑERO ;)
    ---
    "Ante ferit quam flamma micet"
    "Hiere antes de que prenda la llama"

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  15. Hola Josma: gracias por leerme.

    Te felicito por los símiles que has usado en tu exposición y comentario.

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