Un artículo "de rebote"

Por: Pedro Pablo Domínguez Prieto

El título de este artículo posee un doble origen o significado. Por un lado, el cuerpo del mismo, en principio, no incluía la referencia al trágico suceso acontecido el pasado día 25 de mayo en la localidad sevillana de San Juan de Aznalfarache, en el que un proyectil rebotado (punto confirmado por el informe forense), causó la muerte a una mujer que esperaba el autobús. Esta es una pesadilla recurrente en la mente de muchos policías, la posibilidad de que, en el transcurso de una intervención con uso del arma reglamentaria, el proyectil falle el blanco, sobrepenetre, rebote, etc. e impacte en un inocente. Hace unos años sucedió en Madrid (caso “Puerta del Sol”), y ahora vuelve a ocurrir.



La segunda referencia al “rebote”, es que el artículo primigenio estaba dedicado a un tipo de munición demonizada por los organismos oficiales (la punta hueca), y que sin embargo es la más adecuada para uso policial, tanto para hacer caer al delincuente (uno de los atracadores ha sobrevivido con 2 impactos en el tórax), como para hacer menos probable el rebote mortal.

El desenlace del tiroteo de San Juan, desde luego, no ha pillado desprevenido a nadie en la comunidad policial, y mucho menos entre los más relacionados con el mundo de las armas de fuego. Las circunstancias relacionadas con los riesgos que se plantean al disparar se han analizado hasta la saciedad, sin embargo una y otra vez han caído en saco roto, y a las pruebas me remito: a día de hoy, seguimos sin una política adecuada en la adquisición de municiones para las F.C.S., y se siguen ignorando investigaciones, informes, recomendaciones, etc.

En realidad, sospecho que “alguien” debe asesorar a los gobernantes, me resisto a pensar que simplemente buscan en Wikipedia para saber qué proyectil es más adecuado.

Por si alguno de estos “genios” lee mi artículo, relacionaré los 4 problemas que aparecen en este tipo de escenarios (y que sin duda habrán pasado por la mente de los lectores miembros de las FCS en alguna ocasión):

1-Errores de puntería. Un proyectil que impacte en el “caco”, aunque llegue a sobrepenetrar, sin duda perderá gran parte de su energía, y en todo caso, habrá conseguido parte de su objetivo (causar daño al delincuente). Aunque ese proyectil atraviese el organismo y alcance a otra persona (idealmente un inocente), se trataría de un daño de menor entidad casi siempre. Mi mayor preocupación, y siempre lo he manifestado así cuando me han preguntado sobre este tipo de escenarios, es simplemente fallar el blanco, y que ese proyectil impacte a un inocente con el 100% de su poder lesivo.

Este problema tiene 2 vertientes: la primera es la precisión con que el agente de policía dispara al blanco. En tiempos recientes, parece que la concienciación y los programas de entrenamiento van dando sus frutos, y observamos como en los “casos de Puerta del Sol”, “Petrer”, “Alicante” y “San Juan” (el más reciente), los delincuentes recibieron impactos, en algunos casos mortales. Los policías cada vez apuntan más y mejor ( siempre que hayan entrenado adecuadamente), y es algo realmente positivo.

En el pasado no siempre fue así, y en esto, a nivel global, observamos 2 grandes tendencias. A mediados de los años 70, cuando el arma policial mayoritaria en occidente era el revólver de 6 disparos, la media de descargas por enfrentamiento era de 2,5. Cuando se introdujeron las pistolas “wonder nine” de 15 o más cartuchos de capacidad, la media subió como la espuma: 13,5 en 1991. La razón de esto era sencilla, los funcionarios perdieron el sentimiento conservador al considerar que “no se iban a quedar sin munición”. Esto, y estilos de tiro rápido condicionados a los tiradores en ejercicios tipo I.P.S.C., donde primaban número de impactos y velocidad, llevaron a tiroteos con decenas de disparos efectuados (no necesariamente impactos en los criminales). La reducción de calibre del .45 al 9 m/m Luger también produjo una pérdida de confianza en la parada, que animaba al policía a hacer dobles o triples taps para asegurarse que el caco iba a caer, cosa que no sucedía en la época en que se usaba el .357 mágnum como calibre policial. Como refiero, parece que en la actualidad se está volviendo a buscar la precisión, y en los cursos impartidos en U.S.A. (que, queramos o no, marcan las pautas en estos temas), cada vez más se requiere a los alumnos que apunten a blancos más pequeños, y que consigan agrupaciones más cerradas. Esto es realmente positivo.



En el caso que nos ocupa y preocupa, y según las noticias aparecidas en diversos medios de comunicación, se dispararon entre 8 y 12 cartuchos, habiéndose recogido en la inspección ocular al menos 8 vainas, por tanto aceptamos provisionalmente que el mínimo de disparos fue ese. Si restamos los efectuados por el atracador (parece que sólo uno de ellos iba armado), calculamos que los policías realizaron al menos 7/11 disparos, de los que 1 o 2 impactaron en el delincuente. Este extremo no está claro, porque si bien se comentó que el detenido ingresó en el hospital con “2 heridas de bala en el tórax”, podrían ser heridas de entrada y salida del mismo proyectil (sobrepenetración una vez más). Observando la escena del tiroteo, en la que se localizaban una docena de vehículos estacionados, cabe pensar que, tras el preceptivo “alto”, o tras detectar los atracadores la presencia de los policías, hubo una primera descarga de disparos, en la que nadie resulta alcanzado, y tras ella, todos los implicados buscarían refugio tras los coches, iniciándose un intercambio de disparos hasta ser alcanzado el atracador que portaba la pistola. Esto se corrobora con los múltiples impactos de bala que se observan en los vehículos particulares en la zona. En definitiva, un ratio un poco bajo, pero no obstante “suficiente” si tenemos en cuenta que efectivamente se alcanza al tirador causándole una “parada”. También hay que dar un “tirón de orejas” a los agentes ya que una de las pistolas se interrumpió y su portador no logró devolverla “a la vida”…

Respecto al delincuente, desconocemos el modelo de arma empleada, posiblemente de las marcas Star o Llama. Aunque se trataba de criminales con un amplio historial delictivo, no responden al perfil que posee habilidad con las armas de fuego, desde luego una pistola de 7,65 m/m como las incautadas, no son las que un atracador profesional adquiriría para usarla llegado el caso. Dudo mucho de su capacidad para “combatir” efectivamente con ese tipo de pistola frente a los policías con armas de 9m/m Luger. De hecho, parece ser que la pistola del atracador sufrió una interrupción tras el primer disparo, y que la del segundo delincuente ni siquiera llegó a disparar. La razón podría ser la mala calidad de la munición, ya que hace años el mismo atracador que ha resultado herido, trató de asesinar a un cliente de la Caja Rural disparando hasta 3 veces hacia su cabeza. El arma llegó a percutir el cartucho, pero el fulminante o la pólvora del mismo fallaron. Tanto armas como munición debían provenir del mercado negro, posiblemente de origen portugués, ya que esto es común en la zona.

 2-Sobrepenetración. Para muchos, la “madre del cordero”, cada caso documentado es tratado como el Santo Grial por los detractores de determinadas municiones. ¿En qué consiste? El proyectil viaja por el aire con una energía remanente “X”, que será mayor o menor según la potencia y la distancia de la boca de fuego. Al impactar en el blanco, la bala pierde parte de esta energía por la resistencia del tejido (o de puertas, paredes, ropa, etc. que deba atravesar previamente). Si esta resistencia es elevada o la energía del proyectil pequeña, típicamente la penetración en el blanco será reducida, quedando alojado en el interior del organismo. En el caso que nos ocupa (San Juan), el impacto mortal efectivamente quedó alojado en la base del cráneo de la víctima, lo que apuntaría según el Médico Forense (y que es absolutamente lógico), a que el proyectil había rebotado y consiguientemente perdido energía. El problema de la energía es difícilmente subsanable: las municiones DEBEN desarrollar una potencia mínima, hay que penetrar “X” centímetros en el organismo para alcanzar los órganos vitales, esto es de cajón, y defendible aquí y en la luna, hoy y dentro de 100 años. A los hechos me remito (Tiroteo de Miami de 1986). Es preocupante que atravesemos el blanco, pero mucho peor es que impactemos y no causemos un daño suficiente (Caso Steve Chaney).

Es más, las municiones están diseñadas para desarrollar sus efectos dentro de unos determinados parámetros: hay proyectiles que funcionan muy bien a “X” metros, y muy mal a la distancia “Y”. Como no sabemos a qué distancia o en qué circunstancias tendremos que disparar en la calle, no es posible ser “más papistas que el Papa” a la hora de imponernos restricciones. Lo que está en la mano de los policías (o mejor dicho, de sus jefes), es seleccionar municiones que, dentro de determinados límites (y al igual que ocurre con el siguiente punto, los rebotes), sean menos propensos a sobrepenetrar, por diversos motivos. No vamos a encontrar municiones “perfectas”, NO EXISTEN, hablamos de porcentajes, y en ocasiones muuuy pequeños, ínfimos. Me refiero a que la diferencia entre un proyectil sobrepenetre más o menos, puede ser un 10%, pero eso ya supone que, de cada 10 casos “Puerta del Sol”, 1 víctima resulte ilesa. Algo es algo.

Todos sabemos que la munición más proclive a penetrar es la blindada. Tras ella la semiblindada. No obstante, estas dos puntas son las más usadas por las unidades de FCS…



3-Rebotes. La otra bestia negra… un proyectil que impacte en un blanco, y no logre vencer la resistencia del material, o por el ángulo de incidencia “resbale”, producirá el peligroso rebote. Habitualmente, la energía del proyectil será mayor que en el caso de la sobrepenetración, y el proyectil rebotado puede desplazarse cientos de metros dependiendo de las circunstancias concretas. Dado que en un escenario típico vamos a encontrar multitud de superficies planas y duras (básicamente el suelo, pero también láminas de agua, paredes, vehículos, etc.). Una vez más, aunque TODOS los proyectiles pueden rebotar, no todos lo hacen en la misma proporción. Cuanta mayor es la dureza del mismo, más fácil es que ocurra. ¿Cuál es la punta que cumple esta condición? Una vez más la blindada. En el momento de redactar este artículo, no sabemos exactamente qué tipo de munición utilizaron los Policías Locales, pero teniendo en cuenta que mayoritariamente se entrega de dotación punta blindada o semi blindada, asumiremos que se trataba de alguna de estas dos opciones. Desde luego no se me ocurre que usaran puntas huecas, frangibles, etc. Tras hacerse público el resultado del informe forense, confirmando que el proyectil salió del arma de un Policía (se supo desde un principio pero han tardado 5 días en “confesarlo”), realmente hay poco más que decir: son necesarias nuevas municiones YA.

4-Fallos de parada. Me remito a mi trabajo sobre balística forense policial publicado en el blog de mi amigo y compañero Criminólogo José Jiménez Ortiz, ya que es un tema demasiado extenso para tratarlo en este artículo (tampoco es mi intención). En resumen, el proyectil debe destruir la mayor cantidad de tejido, y de la mayor “calidad” posible. En un tiroteo es utópico, a no ser que seamos individuos excepcionales (viene a mi mente el Maestro Cirillo), hacer disparos de precisión. El impacto alcanzará en lugares dispares, y la “pequeña” diferencia entre unos calibres u otros, entre unos proyectiles u otros, puede suponer “tocar” una arteria, un nervio… ¿quién sabe?. El tiroteo de Miami se convirtió en una masacre de policías por unos meros 2,5 centímetros de diferencia… es un dato sobre el que reflexionar.

Bueno, llegados a esta altura vemos que hay varios “problemillas” a la hora de usar las armas en la calle, y que en ocasiones las cosas salen bastante mal, como el día 25 en la localidad del Aljarafe. ¿Existe una solución mágica para esta cuestión? La respuesta es NO. ¿Se pueden mejorar las condiciones para reducir el porcentaje de “accidentes”, aunque sea un 1%? En ese caso diría que SI.

Simplemente usando proyectiles más adecuados, que los hay, y no están diseñados para “matar más y mejor”, sino para cumplir su FUNCIÓN, ni más ni menos. Y qué casualidad que esos proyectiles son los que menos rebotan, los que menos sobrepenetran y los más seguros a la hora de eliminar atracadores, secuestradores, asesinos, etc.: los de punta hueca. Esos mismos que están alojados en la conciencia colectiva, sobre todo en la de los “de arriba”, y que en su imaginación explotan, destripan, se rellenan de extraños materiales… más formación y más información es lo que hace falta. Algunos incluso han experimentado y llegado a las mismas conclusiones, ¿para cuándo nos harán caso?

http://tirodefensivocampodegibraltar.blogspot.com.es/2010/12/test-balistico-casero-rebotes-y.html

Aquí enlazo, como anuncié al principio del artículo, con un segundo tema, y que viene “al pelo”: la curiosísima historia de una munición de punta hueca que fue prohibida simplemente por prejuicios infundados, quizás similares a los que hoy en día impiden que en España, y de una vez, se entreguen municiones POLICIALES a los agentes.

Los “mitos”, para los Griegos…

Durante mis años de afición a las armas he escuchado/leído multitud de relatos referentes a armas y municiones, sus características, uso y efectos, que se podían calificar poco más que de mitos, errores, cuando no directamente de invenciones o mentiras. De hecho, hay un refrán que circula entre los aficionados a la balística que dice algo así como: “hay embustes, mentiras descaradas… y balística de efectos”, lo que viene a representar el nivel de necedad que se ha alcanzado en los informes relacionados con el tema (vienen a mi mente Marshall y Sanow, por ejemplo).

Desde luego, no hay municiones “mágicas”, por mucho que los fabricantes traten de convencernos de lo contrario en su publicidad. No obstante, no es menos cierto que la unión del desconocimiento general con una buena campaña publicitaria, puede resultar en que el público realmente llegue a creer que el calibre “X” o el proyectil “Y” dejarán “seco” al individuo en el que impacten casi instantáneamente, o que le causarán heridas terribles, que no se correspondan en principio con el tipo de munición. Un ejemplo “de libro” es el caso del .44 mágnum, cuya aparición en la película Harry el Sucio acabó con las existencias de revólveres de ese calibre. No era el más potente, ni siquiera el más adecuado para el uso que se le daba en el film, pero ya nadie se sentía “seguro” sin uno al cinto. De hecho, he leído testimonios de policías que utilizaron este calibre en su segunda arma, incluso con efectividad en varios tiroteos, y acabaron desechándolo por incómodo, ruidoso, incontrolable, etc.

Esto ocurre en general en nuestro país con las puntas huecas, que básicamente lo que hacen es aumentar la sección frontal del proyectil, y que muchos mitifican, e incluso rellenan con ingredientes exóticos (una vez más, sufrimos los desvaríos de periodistas y guionistas de cine). Aprovecho para mencionar, que el “mito” de las puntas huecas rellenas de mercurio proviene de la novela “Chacal”…

En general, este tipo de proyectiles están bien “incrustados” en la conciencia colectiva, incluso en la de jueces y fiscales, con resultados nefastos a la hora de justificar su uso, como ya sabemos. Y todo ello en un país en que la cultura de las armas no está muy extendida, y en el que los fabricantes de munición no publicitan abiertamente las propiedades de sus productos. Bastaría que un distribuidor de cartuchería destacara las “bondades” (o maldades, según se mire) del proyectil para que una legión de críticos lo demonizara, y que poco después los políticos prohibieran esas puntas “diabólicas”. Como digo, esto sería normal y entendible en nuestro país, pero… ¿podría ocurrir algo semejante en un país donde sí existiese cultura de las armas?. La respuesta es sí, por mucho que nos sorprenda. Esta es la historia de la munición Winchester Black Talon.

La Black Talon fue la estrella de Winchester/Olin en el Shot Show de 1991, representando la culminación de un intensivo desarrollo para mejorar la balística terminal de las municiones de punta hueca. Básicamente este proyectil, tras expandirse como cualquier otro de su tipo, mostraba unos bordes afilados (o “talones”, de ahí su nombre), abiertos hacia el exterior en forma de pétalos. En teoría, estos bordes afilados dañarían una mayor cantidad de tejido que otras puntas equivalentes. La munición adoptaba el adjetivo de “black” gracias a un tratamiento que oxidaba la cubierta de cobre, dándole un aspecto similar al de los proyectiles bañados en teflón o en disulfuro de molibdeno. En concreto, el tratamiento se denominaba Lubalox.

Las Black Talon se fabricaron en los calibres 9 m/m Luger, 10 m/m Auto, .40 S&W, .45 A.C.P., .357 Mágnum, .44 Mágnum, así como en varios de arma larga.



Desde el primer instante, Winchester lanzó una campaña publicitaria centrada en la supuesta letalidad de la munición, la cual en su momento no pudo ser demostrada científicamente. De hecho, la Black Talon no estaba siquiera cargada a presiones “+P”. Sin embargo, el fabricante pagó a supuestos “expertos” provenientes del mundo policial para que declararan públicamente la efectividad de esta munición. Algunos llegaron a afirmar que el proyectil salía del cañón girando a 100.000 revoluciones por minuto… otros dijeron que la coloración negra de la punta se debía a un material especial que la convertía en perforante (Dallas Morning News Report del 15 de octubre de 1999) y “asesina de policías”.

Otros medios de la época publicaron que: “Las balas asesinas de policías, se venden solo a fuerzas del orden tras declaraciones de varios agentes, que afirmaron que las Black Talon penetran puertas de automóviles y chalecos de Kévlar”, The Standard Times, 11 de septiembre de 1995. “Las balas de 9 m/m se desintegran tras el impacto, liberando cuchillas en forma de garra que destruyen tejidos y órganos” Salt Lake Tribune, 23 de noviembre de 1993. Hasta aquí todo positivo, en realidad la comunidad policial, que aún estaba en proceso de recuperación tras la masacre de Miami de 1986, reclamaba cartuchería que no diera opciones a los delincuentes. Sin duda, toda la propaganda vertida en los medios había condicionado al público en general, lo que tuvo graves consecuencias cuando la munición fue utilizada “en la calle”.

El jueves 1 de julio de 1993, un corredor financiero de 55 años llamado Gian Luigi Ferri, entró en el despacho de abogados Pettit & Martin armado con 2 pistolas Intratec de 9 m/m Luger, y una Colt del calibre .45 A.C.P. Tras abrir fuego, 8 empleados cayeron muertos y 6 heridos, antes de dispararse él mismo con fatales consecuencias. La munición empleada (no toda), incluía Black Talons.

Los periódicos de la época hablaron de heridas “devastadoras y mortales de necesidad”. De nada sirvió que el médico forense que examinó los cadáveres, Boyd Stevens, afirmara que el efecto de las Black Talon no era muy diferente del causado por los proyectiles de otras marcas usados por el asesino. De hecho, muchos de los proyectiles no llegaron a expandirse (esto ocurre comúnmente con las puntas huecas, al introducirse ropa u otros elementos en la cavidad. Cuando esto sucede, el proyectil se comporta como un blindado), como muestra un botón:

High-Tech Death From Winchester Published: November 13, 1993
America is already the most murderous nation in the industrialized world. The Olin Corporation's Winchester Ammunition Division has stepped up the slaughter by making a bullet equipped with claws. Imagine it: a razor-fingered bullet that grinds up internal organs and threatens the doctors who try to remove it. The victim dies a rapid, bloody death. The doctors risk getting AIDS from cuts on their hands. This grotesquely destructive bullet -- Winchester calls it the Black Talon -- represents a particularly ugly brand of corporate irresponsibility. It's also a danger to public health. Winchester, if it has any decency at all, will withdraw it from production. Beyond that, Congress needs to ban such bullets from the market. The Black Talon is a hollow-tipped bullet which unfurls sharp claws upon impact. As one doctor recently put it, "When you go in, the patient is bleeding from every major thing you can think of." Doctors must probe with their fingers to find the bullet. Cuts will expose them to blood-borne infections carried by the victim, including hepatitis and H.I.V., the virus that causes AIDS. Trauma surgeons are already scarce. The American College of Emergency Physicians has warned that many trauma surgeons will simply quit if the risk of AIDS becomes too great.

Los titulares de la prensa comenzaron a afectar a la imagen de Winchester, que 4 meses después decidió retirar la marca comercial “Black Talon” de su catálogo. Apenas un mes después, el ciudadano jamaicano Colin Ferguson se subió al tren que cubría la línea este en la terminal atlántica de Brooklin. Tras un trasbordo en Queens, este sujeto subió al 3º vagón del Long Island Rail Road, con destino a Hicksville. Compartía vagón con nada menos que 80 pasajeros, que en ningún momento sospecharon que su compañero de viaje portaba una Ruger P89 y unos 160 cartuchos extras para recargar. Al aproximarse a la estación de Merillon Avenue, desenfundó la pistola y comenzó a disparar, alcanzando a sus víctimas conforme avanzaba por el vagón. Tras disparar 30 cartuchos matando a 6 personas e hiriendo a otras 19, varios pasajeros lo inmovilizaron cuando trataba de introducir el tercer cargador. Este sería uno más de los sangrientos episodios comunes por aquellas latitudes, de no ser porque Ferguson utilizó munición del tipo Black Talon.

En 1996, uno de los familiares de las víctimas denunció a Olin como responsable civil, ya que el diseño especial de la Black Talon “incrementaba el poder lesivo del proyectil expandido, cortando y desgarrando el tejido y los huesos mientras atravesaba a la víctima”, y “su principal objetivo era matar o causar graves heridas”. Sin embargo, el Tribunal entendió que la demanda solo se podía sustanciar en un “fallo” de la munición, no en su correcto funcionamiento (realmente, estaba diseñada para eso), de modo que la desestimó. De hecho, desde la misma Winchester debieron salir al paso y declarar que, en realidad, la munición no era más dañina que otras similares, pero ya era tarde. Desde el mundo médico, se criticó la munición por el peligro que suponía para los facultativos, el retirar estos proyectiles del organismo de las víctimas. Cualquiera de las cuchillas podía cortar los guantes de goma, con el consiguiente riesgo de infección. Por ello, se llegó a desarrollar una técnica consistente en hacer una radiografía en 2 dimensiones para determinar el tipo de proyectil antes de la intervención. Incluso figuras políticas como el senador Patrick Moyrihan (famoso por su cruzada contra las armas), se unieron a la polémica, llegando a declarar en una entrevista que la Black Talon estaba diseñada para “destriparte”.

Los periodistas se agolpaban a las puertas de Olin/Winchester, llegando a “meter la cámara” por la ventanilla del coche al presidente Gerald W. Bersett. Eso fue la gota que colmó el vaso, y la Black Talon fue retirada oficialmente del mercado en el año 2000. De hecho, es un caso excepcional de cómo una campaña de prensa, combinada con presiones de grupos contrarios a las armas, y el desconocimiento general del público, lleva a la prohibición de un tipo de munición. Lo gracioso de la historia es que el proyectil en sí no fue retirado, sino que literalmente se le “lavó la cara”: el nombre Black Talon desapareció, como también lo hizo el tratamiento de óxido (y por consiguiente, el color oscuro). El resultado fue la llamada Ranger SXT (Supreme eXpansion Technology), o como se la conoce jocosamente “Same eXact Thing” (exactamente la misma cosa). La SXT difiere en algunas cotas de diseño, pero la característica principal (los “talones”), permanece intacta.



En 2007 se volvió a cambiar el diseño para hacer más fiable la expansión, cambiando el nombre a Ranger-T. Esta munición mejoraba la expansión respecto a su predecesora:



Finalmente en 2009 se presentó la Bonded PDX1, diseñada para mantener la integridad del proyectil tras atravesar barreras, como cristales o puertas. Por lo demás, si recuperamos uno de estos proyectiles de un bloque de gelatina, bidón de agua (o incluso de un organismo), el patrón de expansión será muy similar al de la Black Talon original:



Esta cartuchería (en calibre .40 S&W), es reglamentaria en el F.B.I. norteamericano. A continuación incluyo varios enlaces a pruebas balísticas en las que se testan estas municiones:

http://www.btfh.net/shoot/bullet-test-2.html

http://www.btfh.net/shoot/bullet-test-3.html

http://www.btfh.net/shoot/bullet-test-7.html

http://le.atk.com/pdf/LosAngelesWBW.pdf

http://le.atk.com/pdf/RiversideWBW.pdf

http://le.atk.com/pdf/SantaClaraWBW.pdf

http://le.atk.com/pdf/FresnoCountyWBW.pdf

http://le.atk.com/pdf/KernCountyWBW.pdf

http://le.atk.com/pdf/SacramentoCountyWBW.pdf

http://le.atk.com/pdf/SanAngeloWBW_Report.pdf

http://le.atk.com/pdf/PierceCountyWorkshop.pdf

http://le.atk.com/pdf/San.pdf

http://le.atk.com/pdf/PortlandWoundBallisticReport1.pdf

Como se puede apreciar, no hay una diferencia significativa entre la desaparecida Black Talon y otras municiones que hoy se consideran de uso corriente, incluso reglamentario en unidades policiales. La historia de la BT nos deja una enseñanza clara: la desinformación, o la información interesada, puede causar un grave daño a la imagen, o incluso generar condenas por diversos conceptos (exceso en la aplicación de la fuerza, responsabilidad civil) a los miembros de FCS que utilizan determinado equipo. Incluso puede privarles de este equipo que puede serles necesario en según qué actuaciones, y que puede llegar a SALVAR VIDAS o EVITAR MUERTES como la de Concepción Barreiro (“caso de San Juan”). Por tanto, es labor de aquellos que divulgan conocimiento acerca de temas policiales el ser lo más rigurosos posibles en sus afirmaciones, huyendo de “leyendas urbanas” que no sabemos en qué pueden desembocar, o en boca de quién las oiremos mañana.

Comentarios

  1. Excelente artículo, como siempre. Pero me temo que aunque se causen más muertes por portar una munición inadecuada ,al Gobierno se la trae al pairo, ellos se hacen la "cuenta de la vieja" -¿cuantos muertos hay al año por rebote?, 2,3 a los sumo 4- ¿cuanto cuesta adquirir munición de calidad para evitar los rebotes y la sobrepenetración?, muchos miles de euros, por lo que no compensa y si nos atacan difundimos los bulos de siempre.
    Es lo que tiene lo de trabajar en un pais donde no se invierte en seguridad ni en la formación de sus funcionarios.

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  2. Pedro, como te lo curras, enhorabuena por el artículo. Solo una cosilla,sin querer destripar el caso que se podria hablar de el pero lo dejo para otro año, si ante un rebote el policía asciende a la categoria de hijo de puta, te imaginas un impacto directo en un tercero con municion de punta hueca, nos fusilan a todos.Un saludo. Jose Moreno.

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  3. Claro Jose, pero eso es precisamente porque el público en general ( y los jueces en particular) creen que la punta hueca es poco menos que un invento diabólico que causa un daño desproporcionado comparado con los proyectiles normales. De eso precisamente va el artículo, de conseguir de una vez por todas que se considere a las puntas huecas como lo que son: municiones policiales, y que en la práctica causan muchos menos problemas que las puntas blindadas o semis.
    Ya ves, esa mujer ha muerto y el proyectil era de los "legales"... ¿ cuál es la diferencia?
    Perico

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  4. Excelente articulo Sr.Pedro Pablo Dominguez Prieto,pero me temo que como tantos otros que han tratado este tema caera en saco roto.

    La cuestion es que mientras sigan los mismos ignorantes de siempre aconsejando a los mandos de los distintos cuerpos policiales que la actual municion reglamentaria es la mejor,seguiran callendo INOCENTES en las calles de este nuestro Pais.

    Como reza el refran "No hay peor ciego que el que no quiere ver".

    Un Saludo y Buen Servicio.

    TRAITI-2050.

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  5. Felicidades por el artículo.Humildemente añadiría:Las municiones declaradas"legales"lo son porque alguien las ha catalogado así (algún experto en el tema abrá asesorado al respecto, digo yo). Las otras, el resto o "no legales" también habrán sido estudiadas, y lo son porque sus efectos "DAÑOS" rebotes y posibles trayectorias etc., son más lesivas o letales.ESTO ES LO QUE HAY. Por lo tanto y sin entrar en profundidades,el problema biene de la capacidad de cada cual (Policia,Militar,etc)de discernir en que momento en su "praxis" se hace necesario UTILIZAR EL ARMA Y CON QUE FIN, POR ESO LO NECESARIO ES QUE TODO "PROFESIONAL" TENGA UNOS CONOCIMIENTOS AL RESPECTO (NO MERA FORMACION DE TRES DIAS) Y A PARTIR DE AHÍ QUE CADA CUAL "UTILICE Y ASUMA" LO QUE DE SU ACTUACIÓN SE DIRIMA. UN SALUDO.LIMA.

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  6. Hola Sr. Lima.

    Antes de expresarme sobre el asunto le doy las gracias por leer en este espacio y comentar en este artículo.

    Como usted dice, algún experto ha debido asesorar al legislador para que éste catalogue lo que es legal e ilegal, en virtud de beneficios y perjuicios. Pero no, eso sería lo normal y correcto, pero esto es España y estamos hablando de armas y “balas”. En España no se hacemos las cosas bien casi nunca para casi nada. Para estos temas, nadie ha asesorado de modo serio y amplio a las administraciones españolas. Esa es la causa por la que la munición que más rebota y sobrepenetra (entrar y salir del cuerpo alcanzado, casi siempre con capacidad lesiva tras la salida) es la más ampliamente usada en las FYC de Seguridad del país. Es así por lo que la Guardia Civil emplea munición blindada/FMJ, el Cuerpo Nacional de Policía usa semiblindada y los cuerpos locales y autonómicos más de lo mismo. Entre los cuerpos locales hay de todo, siendo las de plomo y semiblindadas las más extendidas. Solamente en determinadas unidades especiales y protección del CNP, GC y autonómicas, se emplean municiones especiales más aptas para el uso policial. En honor a la verdad, muchos cuerpos locales, y alguno autonómico, reparte entre sus agentes convencionales munición de deformación controlada (puntas huecas o similares).

    Está más que acreditado que las puntas blindadas, semiblindadas y de plomo son las más peligrosas. Lo saben los expertos, pero lo desconocen quienes cobran y firman como tales sin serlos, por más que aquel viejo diploma lo acredite administrativamente como perito.

    Podríamos asegurar que el 80% (quizá más) de los profesionales armados españoles usa munición potencialmente proclive al rebote y sobrepenetración. Por cierto, esto acredita que las puntas huecas o similares son legales para el uso de las FYCS, siempre que sean dotadas de modo oficial. Precisamente emplean la munición más correcta o apropiada quienes menos uso hacen de ella. Todo agente armado está siempre sujeto a la posibilidad de disparar contra alguien, pero empíricamente se puede acreditar que quienes más disparar en su defensa son los policías convencionales, los patrulleros. El grueso amplio de todos los cuerpos. Estos son precisamente aquel 80% que emplea la munición que potencialmente más daños colaterales podrá producir. ¿De verdad crees que alguien asesoró a quien paga y toma la decisión…?

    Un saludo.

    Ernesto PV.

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