¿Qué queremos? ¡A ver si nos aclaramos!

Por, Ernesto Pérez Vera


Tengo cuarenta años de edad —cuarentaiuno en realidad, pero he redondeado a la baja— y siempre he vivido rodeado de policías. Soy hijo, nieto, sobrino, cuñado de policías y, como sabéis quienes me conocéis, también lo soy yo. Del mismo modo que en mi entorno siempre vi uniformes y oí halagos hacia la Policía, críticas también llegaron continuamente a mis oídos. Unos siempre lisonjeaban a quienes vestían “la ropa”, hicieran estos lo que hicieran y como lo hiciesen. Pero otros actuaron siempre de modo contrario a los primeros —siguen haciéndolo—, despotricaban contra las fuerzas de seguridad, hiciesen lo que hiciesen y como lo hicieran. La verdad es que seguramente todos se excedían en sus juicios, pues no siempre lo hacemos todo bien y menos aún todo mal. En esto, como en otros campos, se juega excesivamente al maniqueísmo.

Desde que con cierta edad comencé a frecuentar centros deportivos para practicar ejercicio físico, no siempre y necesariamente gimnasios de pesas y musculación (pistas de atletismo y piscinas deportivas), he venido oyendo los mismos comentarios negativos respecto al aspecto físico de quienes visten o vestimos “la ropa”. Las primeras críticas las conocí en esos lugares, donde muchos se preparaban para sumarse a las filas de las fuerzas del orden. Sí, es verdad, todos hemos dicho alguna vez —yo también— que vaya pintas tienen algunos agentes. Todos hemos criticado durante años el orondo aspecto de muchos de nuestros uniformados. Hemos hecho escarnio de ello: ¡mira qué pinta y qué barriga, ese no puede correr detrás de nadie! Miente el que diga que nunca se manifestó en términos idénticos o similares a los anteriormente expresados.


Pocos son los que se han preocupado de averiguar, y en su caso criticar, la capacidad intelectual y cultural —menos aún la formación profesional— de esos policías a los que unos adulan y otros vilipendian. Eso sí debería ser objeto de estudio, análisis y, como antes decía, de crítica si se presenta la ocasión. Solamente nos fijamos en el físico, no sé si por frivolidad, envidia o simplemente por la comodidad de ser ese dato, el de la redondez, el que a nuestros ojos no se puede ocultar y obviar.

Hoy me ha dado por escribir sobre esto, pero llevo años, seguramente los mismos que llevo en la Policía­, con la idea rondándome la cabeza. Verán, desde que ingresé en la comunidad policial he recibido indirectas críticas por mi aspecto físico, que por otra parte creo que es de lo más común y vulgar. Lamentablemente mido más de un metro con ochenta centímetros de estatura y hago ejercicio físico desde que era adolescente. Parece que debo pedir disculpas por ello. Este parece que es mi mal, porque muchas veces se me critica por esto, aunque indirectamente sea por pertenecer a una determinada unidad o cuerpo. La práctica de atletismo durante años, intercalada a veces con sesiones de pesas y el posterior abandono de esas actividades en favor de la natación, me deben haber dado un brutal y asqueroso aspecto físico. Perdonen por ello si eso es así,  pero personalmente me siento en forma, canijo y contento. Salud interior. No pretendo tener ese tenebroso aspecto que algún insano mental relaciona con el terror. No creo que yo pueda provocar miedo sobre nadie. Seguro que no ocurre tal cosa. En cualquier caso, seguiré nadando cuando mis lesiones no lo impidan, y lo haré en aras de una mayor calidad de vida y salud personal.

Llevo años oyendo que los policías nuevos, los jóvenes, tenemos aspecto de matones. Después de doce años de servicio no soy nuevo, pero por llevar una boina se me mete en aquel saco. Ahora las críticas que oigo y leo no se dirigen al aspecto de sucio gordito  abandonado, como antaño. No. Ahora, a quienes nos cuidamos por dentro y por fuera nos tachan de chulos y musculitos. Sí, solamente por el hecho de no tener mucha barriga rebosando por encima del cinturón. Antes se escupían los comentarios sobre quienes eran tildados de grasientos y sebosos y ahora que la pinta se ha modificado de modo ostensible y que todo apunta a que sí podemos correr detrás de los malos, también se nos crucifica. ¡A ver si nos aclaramos! Por cierto, para ser matón, corrupto o mafioso, no hace falta tener un aspecto determinado. Tampoco la profesión elegida dirime en esto, sea uno policía, locutor de radio, camarero o ascensorista. El que es un cerdo lo es per se y punto.


Es verdad que cada cual tiene el aspecto que busca, aunque unos más que otros. Pero, si acaso, lo que sí habría que criticar es el motivo que lleva a cada uno a pretender tales exterioridades corporales, que no corporativas. Algunos se cuidan en extremo y esculpen sus cuerpos con las pesas, cual efigie griega. Otros se ejercitan físicamente para participar en competiciones deportivas más dinámicas y aeróbicas, como el atletismo, ciclismo, la natación, el futbol, etc. Y otros, aquellos que siempre tuvieron el aspecto primeramente criticado, los obesos, abandonan todo cuidado físico personal, si es que alguna vez lo cultivaron. Seguramente existen más morfologías o estereotipos, como el de los que hacen esporádico y suave ejercicio para beneficiar su salud. Hay de todo y ningún cuerpo de seguridad escapa a ninguno de los patrones. No dudo que algún policía tenga aspecto de cualquier cosa rara, pero esto no va de la mano de ninguna placa-insignia, ni el factor cromático del uniforme influye en ello. 

Pero insisto, lo que los criticadores deberían averiguar es qué motivó cada cuidado personal y si se ponen sus beneficios al servicio del ejercicio profesional. Me explico. Se conocen casos de funcionarios que lucen un vigoroso y envidiable aspecto físico, pero no siempre ponen en juego sus capacidades cuando las circunstancias de la calle lo demandan. Sí, es lo que están entendiendo: los más fuertes no siempre son los que más dan la cara. No es que sean cobardes, que también los habrá, sino que no siempre tienen compromiso con aquello que representan. Muchos evitan lesiones durante el trabajo, pues ello provocaría el abandono temporal del entrenamiento deportivo. Cada detención que se lleva a cabo es una potencial fuente de lesiones para el policía (todos los que están en esto lo saben). El aspecto o fachada no entiende de valor y coraje. Las cosas se demuestran en una cancha llamada “la calle”. Ahí es donde está la verdad: en las puertas de las discotecas, en las barriadas conflictivas y en la puta calle en general. Muchas veces son los policías de aspecto menos vistoso los que más exponen en las situaciones de tensión y riesgo, incluso yendo acompañados por rocosos funcionarios. Pero una vez más hay que recurrir a esto: hay de todo y ningún cuerpo de seguridad escapa a ninguno de los perfiles. Lo que importa de verdad es estar y hacer, se posea la vigorosidad muscular que se posea. Lo que hay que alabar o criticar es el compromiso y la entrega. El interés por el trabajo bien hecho. Ahora soy yo el que pega la “patadita en la espinilla”: ya está bien de estar interesadamente ahí, ante jefes, políticos o cámaras de televisión, para aparentar algo que no se es.


Dicho lo anterior, este autor se rodea de profesionales fuertes y altos, algunos de ellos muy entrenados y altamente cualificados y comprometidos, pero también tiene cerca a otros con igual o mejor formación física que no saben diferenciar un delito de lesa humanidad de una infracción a la Ordenanza Municipal de Medio Ambiente. Del mismo modo, pululan policías que lucen una deplorable imagen incluso estando comprometidos y gozando de una sólida formación jurídica-profesional. Se dan todas las amalgamas imaginables. ¿Acaso debería valorarse solamente un factor? Lo deseable y exigible es el compromiso y la entrega, pero si además se puede disfrutar de un buen estado físico pues mejor. Conjugar factores es lo ideal. ¡Ah!, la imagen es lo último que este articulista valora.

Muchas críticas envenenadas emanan del odio y de la envidia. Forzosa y razonadamente así hay que entenderlo demasiadas veces. Muchos de los que critican estas cosas en determinados cuerpos de seguridad, las alaban en otros. Que alguno parezca un Geyperman, como dicen por ahí, es motivo de esputo si el agente objeto del comentario es de un “color” y de elogio si es de otro. Según le haya ido políticamente al que esputa con los colores de los uniforme, así vomitará. Esto me recuerda las sandeces que dijo el otro día un compañero, cuando supo que un agente de otro cuerpo había disparado por accidente a su pareja de servicio. Decía que eso jamás le pasaría a uno de los suyos, porque ellos son de pura raza. Policía arios, vamos. ¡Insensato! Hacía oídos sordos a los muchos sucesos idénticos que se conocen en su institución, así como en el resto. Lo dicho, si pasa allí los ponemos finos, pero si pasa aquí lo callamos, ocultamos y otras veces hasta lo negamos. Típico de este país. Maniqueo en estado puro.

Quizá alguno recuerde aquello que los viejos nos decían cuando éramos niños, “sigue creciendo así y haz mucho deporte, con esa talla conseguirás ‘la ropa’ —así se denominaba a la entrega del uniforme una vez que se ingresaba en el Cuerpo—. En todo el mundo llaman ahora a la Selección Española de Futbol la selección de los bajitos, y eso que es muy admirada, temida y respetada. Así es, la talla media nacional no es muy elevada, aunque sí mayor que en décadas pretéritas. Lo que antes se veía como positivo, ser alto y tener un vigoroso aspecto, es ahora motivo de burla o vilipendio interesado por parte de algunos, pero solamente en dirección a un colectivo muy concreto.

He vivido en primera persona muchas situaciones policiales complicadas. Servicios en los que siempre deseé tener cerca a “fulano”, “mengano” o “sultano” —tienen nombre propio y siempre estuvieron ahí—, y no precisamente porque fuesen “geipermanes”, pues solo alguno de ellos podría ser denominado de ese modo en virtud del cuerpo que luce. Lo que “fulano”, “mengano” o “sultano” aportaban era seriedad, entrega y compromiso, y con eso se puede suplir casi siempre todo lo demás. A mi lado siempre he querido tener a policías capaces y comprometidos. Policías de los que poder obtener apoyo físico y respaldo técnico-jurídico para, llegado el caso, resolver las situaciones eficazmente y conforme a Derecho. Esto que algunos no saben ver es lo que realmente tiene valor al final del día. Los críticos son normalmente personas ajenas al sector profesional, pero cuando surgen desde dentro suelen ser despojos y desechos de tientas.

Entre los comprometidos con el servicio también hay de todo, funcionarios con capacidades físicas sobresalientes, orondos, licenciados universitarios e incluso personas que no acabaron el bachillerato. Eso es lo de menos. De estos, de los que trabajan y no solamente van al trabajo —no es lo mismo, piensen en el matiz—, es de los que el conjunto de la sociedad saca más rédito. Pero sepan que precisamente por eso, por dar el callo y el do de pecho, hacen acto de aparición los ojos malignos y las lenguas viperinas. Contra ellos nacen y crecen ríos de tinta y saliva infecta.

Amigo, perdón, caballero, trate de comprendernos y conocernos. Empatice. Dirija ese tipo de comentarios hirientes de una forma más personalizada y no generalice. Seguramente así podría tener más posibilidades de acierto sobre su blanco, sin dañar la imagen de aquellos a los que no conoce de nada, por más que vistan como el policía al que tanto odia, ¿acaso siente eso por todas las fuerzas de seguridad?

Comentarios

  1. Arturo M.R., "Nube Negra"4 de julio de 2012, 0:21

    No se debe juzgar por la apriencia física. Hace unos años, en mi Equipo Operativo, había un Cabo con bastante sobrepeso. Sin embargo, el hombro subía y bajaba escalerillas con agilidad, aguantaba mis carreras con estoicismo hasta que se le salían las bielas, pero siempre estaba ahí. Por era pura voluntad, aparte de inteligente y persona formada.
    Veo agentes gruesos y delagados, también los veo musculosos, y nunca juzgo previamente a nadie por eso mismo que acabo de contar. También tuve a un Soldado de metro ochentaymucho con un biceps como mi muslo, y el hombre, en cuanto lo sacabas de lenvantar hierro no duraba mucho. Huelga decir que causó baja con celeridad en mi Unidad.
    Creo que se debe buscar la utilidad de la persona y evitar en cierto sentido la estética. Si acaso, a mi me atenta a la vista ese Agente con coleta...... Y no Agente femenina....
    Vigilad y cuidaros donde os halléis. Un saludo.

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  2. Hola a todos,estoy totalmente de acuerdo contigo Ernesto,en esta vida todo se juzga y mide por la imagen,tu me conoces personalmente y sabes que aspecto tengo,pues casi todo el mundo sin conocerme dicen que me dedico a la seguridad privada (mal llamados SEGURATAS) PUES ESTA EXPRESION NO ME GUSTA PARA NADA,somos Vigilantes de Seguridad Privada,como te decia me encasillan por mi aspecto,¿porque no podia ser panadero,frutero o dependiente? por poner algun ejemplo,imagen,compramos y vendemos imagen,los demas varemos no inportan tanto.

    En fin es lo que hay.

    Un Saludo y Buen Servicio.

    TRAITI.

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