Cumplimiento del deber: Formas de entenderlo
«No
hay mayor satisfacción que cumplir con el deber».
«Volver
a casa con el deber cumplido es la principal misión y nuestra mayor alegría». Estas frases se repiten hasta la saciedad en
muchas profesiones desde el pistoletazo de salida en la carrera elegida, ya sea
ésta la militar, la policial u otra de naturaleza “uniformada similar”. Cierto
es que da tranquilidad acostarse sabiendo que se ha ejecutado aquello que el
deber demandaba. Se da por hecho que además se realizó bien, con eficacia.
Estas frases y juegos de palabras son pronunciados ante terceros, bien
compañeros, civiles a los que se sirve, mandos o medios de prensa y
comunicación. Lo cierto es que casi todos creen en las citas, yo al menos lo
hago. Soy creyente, también en esto. Pero vamos a dejarnos de falsedades y
posturas políticamente correctas. Vamos a ser sinceros, aunque solo sea por una
vez. A todo el mundo le gusta recibir una palmadita en la espalda cuando culmina
eficazmente un servicio, sea este humanitario, táctico-policial, convencional o
como quiera que acabe siendo definido. A nadie le amarga un dulce cuando
procede a una importante detención, incautación de armas o drogas, o cuando
rescata a personas expuestas a riesgos ciertamente peligrosos.
Sí, lo sé, suena a reproche
porque me han jubilado sin concederme nunca una mísera distinción profesional
de esas que llamamos medalla, o condecoración. Pues no lo voy a negar: me
fastidia saber, sobre todo ver, que a gente que hace lo mismo que otros, o más
en muchos casos, no se le distingue. No es que yo hubiese merecido algo de
esto, porque seguramente no soy acreedor de premios, pero es que hay otros
muchos más que seguro que sí son merecedores de lo negado y hurtado:
reconocimientos al mérito profesional. Existe una legión de coleccionistas de
servicios distinguidos que, sin embargo, solamente pueden hablar de desprecio,
olvido e indiferencia por parte de sus jerarcas. Demasiados han estado siempre
en la brecha que otros jamás han visto, aun siendo jefes y ostentando pecheras
cargadas de chapas. Algunos han permanecido siempre donde tenían que estar, en
el sitio en el que eran más útiles y donde otros nunca han podido derrochar
huevos. Como decía el poeta cubano José Martí: «El deber de
un hombre está allí donde es más útil». Esto no
hay que confundirlo con meterse debajo de una mesa, por ser el sitio de donde
muchos estériles nunca han sacado la cabeza. Pero atención, en los despachos y
oficinas también debe haber gente, de otro modo todo funcionaría todavía peor,
si es que es posible. Seguro que todos sabemos a quién me estoy refiriendo, ¿verdad?
¿A que estáis poniendo cara, nombre y apellido a esas mesas y poltronas? Incluso
hombreras con galones, ¿a que sí?
No es menos verdad que también
se recurre a la retórica y al palabreo de la obligación, del deber y de la
satisfacción personal cuando se está recibiendo una condecoración. No está mal. Es bueno. Va bien para la imagen personal y
corporativa. Vivimos en una sociedad que, a veces, valora más el enfoscado
exterior que la realidad interior de las cosas, acciones en este caso. Pero sí,
yo también he dicho mil veces lo mismo cual loro, que la satisfacción del deber
cumplido es lo único que me mueve. Pero según cómo se mire, es mentira, al
menos en parte. Yo sí creo en lo que he representado, en la Policía. Siempre he
creído, y en consecuencia he actuado, que tenía que ofrecer el máximo y además
con compromiso. Ganas e interés en la resolución de conflictos, o lo que fuese,
me diesen o no me diesen una palmadita en los hombros. No me quedaba otra, era
eso o convertirme en un borrego obtuso de los que se levanta diariamente maldiciendo
tener que ponerse las botas y la gorra. Por suerte, he sido un borrego feliz al
que un dulce nunca le hubiera amargado y sí le hubiera aumentado la felicidad. Qué
le voy a hacer, soy un rara
avis. Nunca he seguido a ningún ayatolá y siempre he ido por libre en
eso de la fe profesional. ¡Cuidado!, así hay miles y miles de compañeros en la
que ha sido mi comunidad, la policial. No soy un caso de mirlo blanco, créanme.
Asumiendo la crítica personal
por petulante, repito que nunca se me ha distinguido por nada de lo bueno que haya
podido hacer, que poco o mucho… algo habrá sido alguna vez. Estas cosas se
pueden basar y calcular a tenor de lo que nos rodea, porque ese es el espejo en
el que tenemos que buscar las diferencias.
Con los
años, no con los de vida sino con los de ejercicio callejero, he descubierto
cuál es el verdadero reconocimiento al trabajo bien hecho. Cuando daba mis
primeros pasos por esta jungla de iletrados, perdidos, celosos y amargados
compañeros y mandos (escuetos casos inversos me he topado), pensaba que todos
eran como yo: majaretas que creían en lo que hacían y representaban, y que
además eran felices con ello. Menuda razón tenía mi viejo cuando me contaba las
verdades del barquero. Mil trampas, zancadillas, lenguas, embustes y malnacidas
caras tuve que sortear para reconocer la realidad que, con incredulidad, le oía
exponer a mi padre. Pocos siguen a Don Bosco en esto: «¡Ánimo! Todo
pasa. Ama tu trabajo y no dejes de cumplir tu deber cada día» (es
lo que da tener un padre y un hijo salesianos).
El verdadero, puro y único
reconocimiento profesional es el que conceden los iguales que han estado en el
charco. Aquellos que han pasado frío y calor recibimiento insultos,
escupitajos, patadas, puñetazos y pedradas. Los que han soportado mil noches
bajo la lluvia esperando que nadie se saliera de madre, para no tener que
repartir, curar, detener y escribir. Los mismos que han olido mierda durante muchas
horas, empapados en sudor, para poder pillar al cerdo que vende papelinas
detrás de aquella puerta y que, para colmo, es amigo de un compañero de los que
le da a la sin hueso. Los que han velado por la seguridad de miles de hijos,
hermanos y padres, mientras todos los demás dormían, o se divertían. Aquellos
que confiesan que hoy no tienen muchas ganas de currar porque les adeudan 9
nóminas, pero que te dicen que si tú vas… ellos te siguen. Los mismos que
durante meses han patrullado en coches con los elevalunas averiados y sin aire
acondicionado. Esos que llevaban botas y pantalones prestados porque hacía años
que no se les entregaba uniformidad nueva. Aquellos que han sido vilipendiados
desde una segura y feliz posición jerárquica, sindical, política y
periodística, por cumplir con una obligación siempre malentendida, peor
comprendida, humillantemente ignorada e interesadamente desconocida. Pues eso.
Esos son los que mejor y más objetivamente pueden decir quién es bueno, malo, el
mejor y el peor del equipo. A estos no se les puede engañar, conocen la sucia
verdad. El respeto y reconocimiento de ellos sí que tiene valor y produce
orgullo y satisfacción, se ofrezca en papel, placa de homenaje o discurso de
cena de despedida. ¡Pero cuidado!, no por ello un dulce amarga si viene
envuelto en el empaque de los que mandan. Pocos jefes pican en esto, porque
creen que pecan. No son creyentes, ya me entendéis.
Muchos han
hablado sobre el deber y la obligación, como el fabulista alavés Félix
María Samaniego, que dijo: «¿Has cumplido con
tu deber?, confía en el Cielo que no te abandonará». Nuestro rico refranero dice
al respecto: «Después de cumplido el deber, el descanso es un
placer». Pero hoy, ahora más que nunca, me doy cuenta de que la cita de
Cicerón, «No hay deber más necesario que el de dar las
gracias», hay que aplicarla en el día a día de la humanidad, valorando solamente
la existencia en sí de la persona que está enfrente. Hay que olvidar los
prejuicios. Demasiados invocan a Oscar Wilde, sin mirarse el ombligo, cuando al hablar de obligaciones y deberes piensan
que el deber es aquello que se espera de otros
(cita del dramaturgo británico).
¡Pero
atención!, el deber puede ser frívolo también: yo me he divertido muchísimo
trabajando, que no yendo al trabajo. No es lo mismo. Y cuidado, divertirse poniendo
en práctica mi estilo de trabajo no es engullir barbacoas en horario laboral, ni
derramar litros de cerveza en el gaznate con la pistola al cinto, el gualquitalqui
en la mano libre y un brazo por encima del hombro del jefe. Mi diversión es,
o era, la otra, la que los zampadores de salchichas y hamburguesas no entendían,
pero sí criticaban. La de realizar lo que ellos ni querían, ni sabían hacer.
Cuando el filósofo británico James Allen dijo aquello de «No
hay deber más urgente que el de saber ser agradecido», no solamente se refería a los aplausos de los
jefes que permiten y premian los asados en horas de trabajo, sino a todo lo
demás. O sea que el mando debe premiar a los que le asan el secreto ibérico y
los muslitos de pollo, incluso al que le prepara los espetos de sardinas y jureles
(sus coleguitas), pero primero debe hacer lo propio con los que no comen, ni
beben, pero sí dan el do de pecho en la calle. Sí, me refiero a esos que son criticados
y torpedeados porque nadan contra corriente. Chalaos, que decimos aquí
abajo. Majaretas que no se enteran de
que están como los homosexuales que manifiestan vivir en el cuerpo equivocado.
Pues igual, pero aquí el cuerpo es una institución armada integrada por gente,
individuos, parias, insulsos, sujetos, parásitos y por personas. Porque sí,
algunos son personas, la mayoría por suerte.
El deber es
el vínculo más estéril y frágil que existe entre dos hombres. Y como dijo el
dramaturgo irlandés G. Bernard
Shaw , «Cuando un hombre estúpido hace algo que le
avergüenza, siempre dice que cumple con su deber».■
Ernesto, Ernesto, Ernesto. Con tantos refranes que citas en tu entrada, me han venido al la cabeza algunos, otros los he tenido que buscar, pero dicen que: "Mal de muchos, consuelo de tontos" y yo quiero ser uno de esos tontos. Uno de esos a los que les dicen: "Tú haz lo que yo te diga, y no lo que yo haga". Uno entre tantos tontos para que: "Trabajemos sin razonar, es el único medio de hacer la vida soportable". El tonto que busca: "La recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho". Aquel que por muy tonto que sea: "Siempre que te pregunten si puedes hacer un trabajo, contesta que sí y ponte enseguida a aprender como se hace"
ResponderEliminarPorque ser tan, tan listo, con siete carreras, cuatro mil medallas y ocho galones y que "El cerebro es un órgano maravilloso. Comienza a trabajar nada más levantarnos y no deja de funcionar hasta entrar en la oficina" pues va a ser que quiero quedarme tonto. Puesto que si ya se accede a este trabajo por tener algo en la vida…. "Si no puedes trabajar con amor sino sólo con desgana, mejor será que abandones el trabajo y te sientes a la puerta del templo a recibir limosna de los que trabajan con alegría". Si cuando sales a la pu… calle, y no te dicen nada de lo que tienes que hacer, salvo lo extraordinario: "Cuando el trabajo es un placer la vida es bella. Pero cuando nos es impuesto la vida es una esclavitud" pues lo rutinario lo haces sin que tengan que recordártelo, y si sale algo a 2 millas, vas sin ser llamado, ya que: "En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia". Y como los tontos: "Un hombre debe vivir cerca de sus superiores como cerca del fuego: ni tan cerca que se queme ni tan lejos que se hiele"
Para acabar esta retahíla, sólo queda decir que: "Todas las personas tienen la disposición de trabajar creativamente. Lo que sucede es que la mayoría jamás lo nota. Y uno parecido al último tuyo, siendo una variante que nos afecta más directamente: Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto"
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"Ante ferit quam flamma micet"
Josma, tu comentario es sobresaliente, es un artículo por sí solito.
EliminarGracias por todo.
EPV
Estoy contigo Ernesto,tienes toda la razon y te comprendo perfectamente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tu comentario, Cano.
EliminarUn abrazo.
Ernesto
Ernesto has expresado la biblia en verso, que verdad que tienes
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Alberto.
EliminarUn saludo.
Ernesto PV
Ernesto, uno de tus artículos que más me ha gustado, sino el que más...quizás sea porque lo estoy viviendo en primera persona también o quizás porque sea la pura realidad...así andamos. Enhorabuena y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Irlandés. Lamento que tú también te veas así en tu cuerpo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ernesto.
Deber:1.(Del lat. debēre).1. tr. Estar obligado a algo por la ley divina, natural o positiva. U. t. c. prnl. Deberse a la patria.2. tr. Tener obligación de corresponder a alguien en lo moral.3. tr. Cumplir obligaciones nacidas de respeto, gratitud u otros motivos.
ResponderEliminarSueldo m.: Remuneración periódica asignada por el desempeño de un cargo o servicio profesional:obligación f. Obligación:Aquello que hay que hacer o se está obligado a hacer:
Recompensar.:1. tr. Compensar el daño hecho.
2. tr. Retribuir o remunerar un servicio.
2. 3. tr. Premiar un beneficio, favor, virtud o mérito.
http://tirodefensivocampodegibraltar.blogspot.com.es/search/label/medallas?&max-results=7
No deberían dar nada por hacer lo que se está obligado a hacer por integridad moral, pero ya que montan la fiesta pedirles que sean justos y no regalen las recompensas por criterios que no tienen nada que ver con el merito. ¿Qué es el merito?, supongo que lo contrario del demerito, alguien conoce algún caso en que el demerito sea corregido, entendiendo por ello corregir al vago, al cobarde ¿por qué no llamar a algunos por su nombre?, al que no muestra ningún interés en poseer los conocimientos mínimos exigibles para el desarrollo de su función, seguramente se pone más empeño en corregir al que es un poquito “travieso” y discute los designios de quien está en posesión de la verdad absoluta por el cargo que tiene. Si vemos las chapas que dan somos una superpotencia en héroes y lo mejor de todo comparativamente los jefes son los más héroes de todos. Ernesto ya te he dicho en otras ocasiones que lo mejor es aguantar la mirada que ves reflejada en el espejo cuando te lavas la cara. Un saludo compañero.
Gracias por tu comentario, amigo.
EliminarErnesto
Oscar Wilde, James Allen, Bernard Shaw..Ha leído Hamlet de William Shakespeare?. Le gustará.Disculpe mi atrevimiento ,entiendo que no estamos en un foro lliterario.Cuìdese.
ResponderEliminarEstimado amigo anónimo:
EliminarLe doy las gracias por la lectura que intuyo que ha hecho de mi artículo. También le doy las gracias por la sugerencia que me hace para leer Hamlet, obra que no he leído.
Un saludo.
Ernesto Pérez Vera
Hola, suelo leer de vez en cuando tu blog, me parece genial. Desde mi humilde punto de vista como compañero de la Ertzaintza, y coincidiendo con muchas de tus palabras, te agradezco este blog asi como el trabajo prestado, no te conozco, pero seguro que tus familiares y amigos estarían encantados de darte una medalla. Un saludo y a cuidarse. ( un saludo si se me permite a mi amigo Mustelus de aquel blog LIVECOP).
ResponderEliminarHola, Mathuned.
EliminarGracias por tus palabras. Si ves a Mustelus dale saludos míos, hace tiempo que no hablo con él.
Ernesto PV
Que te han jubilado sin ninguna medalla? y que Ernesto, si tu y muchos sabemos que te has merecido muchas, por tu trabajo y por tu profesionalidad, y con eso para mi seria suficiente, el pensar que mis compañeros y amigos saben que todo no es simplemente una medalla, cuando se nombra tu nombre todo sabemos quien eres y lo que te mereces, y eso está ante todo antes cualquier medalla.
ResponderEliminarde Paco Ruiz
Gracias por tus palabras, Paco. Viniendo de ti cobran un valor especial para mí. Ya creo que te lo dije un día, cuando estábamos en el Regimiento te veía de formación en formación, pero siempre te vi como un ejemplo en la labor que los dos desempañábamos y que era lo que teníamos en común.
EliminarUn abrazo.
Ernesto