¡De la patada a la felicitación!

Por, Ernesto Pérez Vera

Hoy cumples 22 años, no está nada mal. ¡Felicidades! Naciste sin esperanza de vida, pero aquí estás entre los que te parieron y criticaron. Incompatible con la vida, dijeron algunos. Por lo que se comenta, parece que pronto te van a sustituir. La nueva vendrá con el mismo mal pie que tú, vilipendiada de antemano por su progenitor A y abrazada y amamantada por su progenitor B. Te pondrán un mote, si es que no lo tienes ya. Puede que incluso algunos de los tuyos renieguen de ti, en algún momento, si esto les trae rédito político o mediático. A la anterior le llamaron de todo, que si Ley Corcuera, que si Ley de la Patada en la Puerta, que si no sé qué, que qué sé yo... que yo qué sé. Pero vamos, que tras pasar por el quirófano parlamentario y judicial, para una simple operación de fimosis estética, te asentaste bien entre casi todos. Te felicito también por ello.

No te conocí en profundidad hasta bien tarde, lo siento. Cosas del destino. Pero bueno, nos vino bien a los dos para, ya maduros ambos, hacer muchas cosas juntos en beneficio de la mayoría. ¡Ni droga que hemos quitado de en medio! Gracias por dejarte usar. Tú me has permitido intentar mejorar las cosas ahí fuera. Bueno, a miles de los míos también, no solamente a mí. Sé que muchos te mencionan y refieren sin intimar contigo, pero bueno, eso es mejor que nada. A otros, quizás demasiados, solo les suena tu nombre. Esto es lamentable, ¡tú vales mucho! Es como lo de aquel alcalde del Partido Andalucista (PA) que del himno de Andalucía únicamente conocía el estribillo y encima mal. Pues sí, hay policías, muchos de ellos jefes, que de ti no saben nada. Si acaso mal pronuncian tu nombre y te invocan erróneamente cuando deberían saber que tú no vas nunca por los juzgados de instrucción. Tus lides son otras. No saben ni que tú eres quien nos obligas, a todos los ciudadanos, a solicitar la expedición del Documento Nacional de Identidad (DNI) cuando alcanzamos los 14 años de edad.


Para aquellos que aún no se hayan dado cuenta, hoy es el día de la Ley Orgánica 1/92 sobre Protección de la Seguridad Ciudadana, de 21 de febrero. Sí, aquella que parecía que acabaría con el Estado de Derecho en España. La misma de la que tanto se habló y escribió en los 90. Aquella a la que se le metió la tijera, seguramente bien. Ella es la que permite a nuestros policías, agentes de la autoridad en el ejercicio de sus funciones todos ellos, poder identificar en las vías públicas a las personas sospechosas, por ejemplo. También en otros lugares o espacios como los transportes y establecimientos públicos. Estoy hablando de esos individuos que, por su aspecto, a usted le hacen levantar el entrecejo. Los que le dan mala espina al verlos acercarse al portal de su vecino de usted o a su propio coche, también de usted. Es la misma norma jurídica que otorgará poder a los policías para denunciar (no sancionar, por favor) a los sujetos que fuman porros en el soportal de su vivienda. Esta ley incluso faculta para realizar esos controles policiales que se montan cuando se producen hechos que requieren de identificar y registrar a personas sospechosas de haber participado en atracos como los que se producen donde usted vive. No le digo ya poder ir contra los energúmenos que en las puertas de las discotecas atemorizan a los presentes, portando en sus manos una botella de vidrio fracturada. Son muchas cosas, muchas, las que nuestra homenajeada puede ofrecer a los agentes del orden que la conocen y quieren tirar de ella.


Como no soy jurista, ni nada parecido, no sé hasta qué punto la 1/92 es buena o mala en el campo togado. Ahora bien, como policía que sí soy (no en activo actualmente), sé que junto a un puñado de compañeros ella ha sido mi mejor pareja de servicio. Puede ser la más guapa del baile, si se la conoce bien. Entre todos nosotros, un trozo de papel y un bolígrafo siempre a mano… ¡ni cosas que hemos hecho! Usted seguramente rajó de ella durante las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla, pero sepa que gracias a esta ley le pude solventar el problema de los niñatos que consumían drogas junto al colegio de su hija. Incluso pude averiguar quién era aquel tipejo que abandonaba las jeringuillas encima del capó de su vehículo. Sí, el que nunca llevaba el carné de identidad consigo. Sepa que el coche robado de su mujer lo recuperé en un control de los que esta norma permite establecer a la salida de la ciudad o en aquella curva cerrada en la que todos los días cae a algún borracho al volante. Ya ve, amigo, en 1991 casi todos la pusimos a caer de un guindo y en 1992 hasta sus primos renegaron de ella. Pero a medida que la fuimos conociendo y utilizando, algunos intentamos hacerle a usted la vida más segura, cómoda y hasta más respirable con la Ley sobre Protección de la Seguridad Ciudadana en la mano.

No sé qué pasará con el relevo normativo. Seguro que lo mismo. Dentro de unos años a ver qué nos cuenta el devenir del tiempo.

Comentarios

  1. Jose Manuel Izquierdo23 de febrero de 2014, 17:41

    Que grandes verdades has expuesto. Muy bueno.

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