La vida de La Línea: como la vida misma

Por, Ernesto Pérez Vera

Cuando quien tiene que dirigir una seria obra de teatro no sabe y/o no quiere, “shungo”. Cuando quien tiene que tomar decisiones, repartir el guión y organizar el escenario está perdido,  más “shungo” todavía. Si encima se pretende que los artistas actúen sin cobrar, el lío es gordo. Cuando esto ocurre pasa lo que pasa, que se mezclan los personajes y el argumento del Tenorio (Don Juan Tenorio, de José Zorrilla) se transforma en el mayor espectáculo del mundo. Pese a tan descarado engaño, la falta de vergüenza torera hace que quien debiera dimitir salte a la palestra y haga como si supiera dirigir el cotarro, aun cuando desconozca hasta su más elemental dinámica. Así es como conmuta su misión y termina viendo a don Juan Tenorio como un payaso más de su circo. Lo duro, triste, vergonzoso e incluso delictivo es que hay quien aplaude, pensando que está ante una magistral representación artística. Algunos hasta ovacionan. El “gato por liebre” y “que te la den con queso” pasa a ser algo normalizado en la vida de muchos. Se institucionaliza la mentira.

Con tal errada idea y tanta falta de interés por aprender, el que manda y mueve los hilos pone al domador en la taquilla y a los payasos en la jaula de la fieras. Con este percal es normal que los trapecistas y equilibristas practiquen el absentismo y que los contorsionistas se aburran y se marchen a la rulot con las malabaristas. Si la anarquía reina en las tablas del escenario, por la patente falta de tablas profesionales del propio director de la obra, es normal que aquello se convierta en un mal circo de tres pistas desgobernadas. Esto obliga a que el tragafuegos y el hombre bala se escondan detrás del cuadro eléctrico a esperar que acabe la función, para no tener que salir ante el público.


A tal punto de inestabilidad puede llegar la empresa, que el tragasables afilará sus herramientas para cortar la cuerda floja a la que se ha subido el presentador y director de pista. El forzudo, imitando lo que ve a su alrededor y visto lo bien que le va al resto, querrá ocultarse en la maleta del escapista, pero como no cabe enrabiado la partirá a patadas.  Y como el refranero español además de rico es sabio, y los dichos populares son muy clarificadores y ciertos,  “a río revuelto, ganancias de pescadores” y “aquí el más tonto hace relojes de madera, que funcionan”: los titiriteros y saltimbanquis ascenderán a jefes de pista y directores del circo.

Comentarios

  1. UFFFFFF amigo, menuda válvula de escape el blog, y cuando uno dice las verdades...

    Si te sirve de consuelo, aunque digan que: "Mal de muchos..." conozco varios Circos en mi provincia que podrían irse de gira con el tuyo a "petarlo" por toda España.

    En fin, que como a los Gremlins, mas de uno se ha mojado la mano al mear, o se ha zampado una caja de donuts a las 02:50, y en ambos casos ya sabemos el desenlace.

    Ánimo, suerte, y al toro ;)
    --
    "Ante ferit quam flamma micet"

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