Presentación de “En la línea de fuego” en La Línea de la Concepción
Por, Luis Romero
Cuando a finales de los años 60 y principios de los
70 Morris Janowitz comenzó en Estados Unidos a analizar lo que denominó la
burocracia militar, como una parte más de la administración, planteó la
distinción de origen de los que voluntariamente se alistaban en las Fuerzas
Armadas (FAS) entre quienes lo hacían por motivación ocupacional o por
motivación vocacional. En España, José Antonio Olmeda y Julio Busquets han sido
quienes más extensamente han analizado estos asuntos, siguiendo los pasos de
Janowitz y de otros.
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David Caballero, cabo primero de Infantería (II Tercio de la Legión) |
El origen vocacional u ocupacional de quienes tienen
asignado dentro de la estructura del Estado, en exclusiva, el uso de la fuerza,
y aquí podemos incluir a los miembros de los distintos cuerpos y fuerzas de
seguridad, no excluye en ninguno de los dos casos lo que podríamos denominar
desarrollo profesional de su actividad. Bien es verdad que en el caso de los
vocacionales se da por entendido que su deseo de perfeccionamiento profesional debe
formar parte de su ADN, mientras que es más fácil que el que tiene un origen
ocupacional pueda no contar con tantas ansias de perfeccionamiento y ni siquiera
pretenda un desarrollo de carrera amplio.
Resumiendo, el vocacional y el ocupacional pueden
llegar a tener el mismo ansia profesional, aunque es verdad que el primero lo
debe llevar grabado a fuego en su subconsciente para ser verdaderamente vocacional,
mientras en el segundo es más fácil que se limite a cumplir escrupulosamente
con lo establecido, sin pretender ir más allá.
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Con Luis Romero |
No es necesario que entremos en detalles de lo que
le puede suceder a un vocacional que se encuentra con un ambiente nada propenso
a potenciar lo profesional y que por asimilación o agotamiento acabe
convirtiéndose, mal que le pese, en un ocupacional más del montón.
Ernesto Pérez Vera, no es ningún descubrimiento, ha
sido y sigue siendo, aunque ya no esté en activo, un policía vocacional que ha
procurado llevar el perfeccionamiento profesional hasta el límite de sus
posibilidades. Su trayectoria, aunque corta, 14 años escasos, es toda una
demostración de lo que digo.
Desde pequeño, solamente ha querido ser una cosa: policía.
Lo mamó en su casa (es hijo y nieto de policías) y lo convirtió hasta en su
destino al ingresar en el Ejército de Tierra en una unidad de Policía Militar. Después,
en una compañía privada de seguridad, fue escolta y llegó a formar parte de la
seguridad personal de algún relevante personaje internacional. Ingresó
posteriormente en la Policía Local de su ciudad natal, La Línea de la
Concepción, donde ostentó algunos puestos de responsabilidad operativa. Tiene
en su haber más de 500 detenciones, cifra nada usual para su corta trayectoria
y en 2007 sufre una agresión con un arma que nunca pensó pudiera ser tan
demoledora: un vehículo a motor.
Los que conocen su historia saben que fue arrastrado
durante unos 160 metros, chocando
intencionadamente el conductor, el pretendido homicida, con otros vehículos justo
en la parte en la que él estaba enganchado. En alguna ocasión le he dicho que
ese día gastó toda la suerte que uno puede acumular para varias vidas, dado que
aunque con lesiones que le acompañarán de por vida, está aquí entre nosotros y
con muchas ganas de seguir dando todo lo que tiene.
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Con tita Pili |
Este intento frustrado de asesinato, no de otra
manera se puede calificar lo sucedido, tiene mucho que ver con el libro que hoy
presentamos. En él se narran 22 historia, muy parecidas a la suya, en todas las
cuales un agente de la autoridad español ha tenido que enfrentarse a la muerte
y ha respondido o ha pretendido responder con su arma a dicho ataque.
No les voy contar más del libro porque Ernesto tiene
previsto hacerlo, y lo hará mucho mejor que yo, aunque me encantaría explicarles
mis sensaciones tras leerlo. Lo que sí les quiero transmitir es algo que he
podido percibir personalmente, ya que le acompañé a la presentación que realizó
junto con Fernando, el otro coautor, en la Escuela Nacional de Policía de
Ávila, la que algunos no sin cierta guasa llaman el Quántico español; y también
a la que ha tenido lugar hace solamente unos días en Zaragoza, en el marco de
unas jornadas técnicas policiales. Y lo que percibí tras estas presentaciones
fue la admiración sincera y el respeto que Ernesto atesora entre miembros de
todos los cuerpos de seguridad españoles. Porque además de este libro y de su
anterior obra, que dedicó a las Policías de Gibraltar, Ernesto cuida un blog en
internet que es seguido por gentes de todo pelaje y de todos los cuerpos de
seguridad: estatales, autonómicos y locales, así como por algunos miembros de
las FAS, por lo que ya era muy conocido y seguido antes de publicar En la
línea de fuego.
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Víctor Sánchez y Salvador Guerrero, viejos amigos, compañeros y colaboradores |
Alumnos de la Escuela de Ávila, de la Escala
Ejecutiva, y de la Academia de oficiales de la Guardia Civil le han pedido
ayuda para elaborar sus trabajos finales de carrera. Lo cual ha sido para él
toda una íntima satisfacción. Estoy seguro que este no va a ser el último libro
de Ernesto. Ya hay quien le sugiere incluso la temática del próximo. Y yo
espero ser, como en este caso, la primera persona que pueda leerlo y
corregirlo, si es que teniendo en cuenta lo rápido que aprende, hubiera algo
que corregir.
No quiero finalizar sin dirigirme brevemente a dos
personas que hoy nos acompañan y que, junto a Ernesto, componen tres
generaciones de la misma familia. A D. Ernesto Pérez Cuenca, padre de Ernesto,
solo quiero decirle que puede estar muy
orgulloso de su hijo y que doy fe de que a Ernesto fuera de aquí se le respeta
y se le admira por su valía profesional; y a Ernesto Pérez Rivera,
el hijo de Ernesto, que aproveches todo lo que puedas ahora que tu padre está
siempre en casa para aprender, sobre todo, cómo ser tan honesto como él. Será
el mejor maestro que puedas tener.
Y les dejo con el autor. Con el policía Ernesto
Pérez Vera.■
Entrañable artículo, como no podría ser de otra manera. Supongo que D. Luis Romero conoce bien a Ernesto, que digo; "muy bien". me va a permitir que me sume a este reconocimiento, puesto que aunque aún no le conozco mucho ni él a mí, lo considero ya un amigo, y espero que el sentimiento sea mútuo. He de decir que aunque a pesar de la distancia y sobre todo grácias a internet y otras tecnologias, he descubierto a un "Gran tipo" y si cabe mejor profesional. Un Abrazo. Manolo.
ResponderEliminarQuerido Manolo de la magdalenas de toda la vida, jajaja. Eres muy exagerado. ¿Seguro que no eres de Cádiz, pisha?
EliminarEPV
Seguro. ¡Valenciano de pura raza!."Cheeeee". jajaja. Saludos.
ResponderEliminarO sea, ¡más de horchata que del "pescaito frito".
EliminarMe chifla la horchata.
EPV
Sr. Luis Romero, valla lio vocacional, ocupacional y por desgracia para gente como Ernesto se ha dejado los "okupacionales", masa con gran peso en los colectivos a los que usted alude y masa en el resto de la sociedad que en esto no somos un gremio cerrado. Ernesto dice el dicho : que hablen de mí aunque sea mal. Algo habrás hecho cuando tantos hablan bien . Un saludo amigo
ResponderEliminarGracias, anónimo amigo.
EliminarAunque no contabilizo los comentarios buenos y malos respecto a mi persona, sé, por experiencia, que habrá más malos que buenos. Lo que ocurre es que los amigos, y Luis lo es al igual que tú, dicen las cosas buenas a la cara casi siempre. Los otros, y seguramente yo también peque de ello alguna vez, lo hacen por detrás, tanto lo bueno como lo malo.
Ernesto