EL REGALO DE NAVIDAD
Por, Juan Antonio
Carreras Espallardo (policía local y
criminólogo)
Juan es un policía nacional que entró en el Cuerpo que tanto ama por el año 2000. Lleva catorce años defendiendo a ciudadanos, mejores y peores, como él dice, todos merecen la misma protección, aunque nos critiquen, tenemos que ponernos una venda en los ojos y tapones en los oídos porque si no fuese así la mitad se quedarían con el culo al aire y entonces vendrían las madres mías.
Juan
tenía un turno que los policías llaman “africano”, trabajan un día de tarde y
al día siguiente de mañana y de noche. Este año era especialmente desagradable,
porque le tocaba trabajar en Nochebuena de tarde y en Navidad de mañana y
noche. Al menos albergaba la ilusión de estar con su familia unas pocas horas
de Nochebuena. Su familia era escasa, solamente le quedaba su madre, ya que se
separó hace cuatro años de su mujer y todavía no había levantado la cabeza,
tenía un hijo de cinco años al que apenas le dejaba ver su exmujer. El sueldo
de Juan era aceptable, pero tenía que pagar un préstamo hipotecario, el coche y
la manutención de su esposa e hijo. Apenas podía llegar a final de mes y tenía
que tirar de su madre.
Este
año esas pocas horas las iba a pasar con su madre y con su hijo. Eran pocas
horas pero eran las mejores del año. Pasar la primera Nochebuena con su hijo en
casa y con la yaya, aunque al día siguiente tenía que volver al trabajo y a los
excesos de violencia que generan los borrachos de la noche anterior.
Marta
era una mujer que conservaba muy bien sus sesenta años. Tenía solamente un
hijo, Juan. Todavía recordaba el año de su ingreso, los años anteriores que
estuvo estudiando, preparando con ganas una oposición que por fin tuvo final
feliz. Marta siempre tuvo miedo, ser policía no es cualquier cosa, temía por la
seguridad de su único hijo. En la calle hay gente muy mala, pero Juan supo
hacerse un buen policía y sus propios compañeros coincidían en que trabajaba
muy bien, respetando a las personas y ayudando allá donde era requerido.
Marta
estaba en casa con Pedrito, su nieto, preparando la cena y ansiosa hasta que su
hijo terminase el turno y llegase a casa para cenar los tres en familia. Marta
tenía un regalo especial este año, le había costado mucho reunir todo el
dinero, pero era el mejor regalo que podía hacerle a Juan.
A
las ocho de la tarde el coche patrulla de Juan y su compañero recibió un aviso.
A tres manzanas del lugar por donde patrullaban se había recibido un aviso
sobre una violencia de género. Los patrulleros activaron las sirenas tan pronto
oyeron el comunicado. Nada más aparcar el vehículo subieron a la vivienda donde
presuntamente había un hombre golpeando a una mujer. Tras llamar a la puerta
una mujer de mediana estatura, despeinada, con un ojo amoratado y con
magulladuras por todo el cuerpo, asomó a la vista de los policías. Apenas podía
hablar. Juan le preguntó si había niños en la vivienda, a lo que ella respondió
que no con la cabeza. El compañero de Juan cogió a la mujer y la sacó de la
vivienda. En un momento repentino, al fondo del pasillo apareció un hombre poseído
por la furia, amenazando a la mujer con que cerrase la puerta y entrase a casa.
Los policías le hicieron requerimientos para que depusiese su actitud. El
agresor escondía su mano derecha tras la espalda. Los agentes le indicaron que
levantase las dos manos. Más allá de obedecer, de repente, el hombre sacó la mano y en ella asía un arma de fuego.
Juan
no tuvo tiempo de reaccionar. Dos
disparos en el pecho acabaron con su vida. En ese tiempo el otro policía
sacó su pistola y abatió al asesino armado de tres disparos.
A
las diez de la noche, hora a la que Juan terminaba su turno, Marta recibió una
llamada de la comisaría informándola de lo sucedido. La mujer rompió a llorar.
El resto de la noche ya se la imaginan…
Al
día siguiente Marta se presentó en la oficina del Ministro de Interior. En su
mano portaba el regalo que tenía preparado para su hijo la noche anterior.
Nadie en el Ministerio le permitió entrevistarse con el ministro. Marta entregó
el regalo al agente que custodiaba la entrada: “Quédese con esto, le va a hacer
falta”. El agente de la
puerta comprobó, tras abrir la caja, que dentro había un chaleco antibalas.
Dedicado a Vanessa Lage, Vicente Allo, Fco. E. Díaz y a todos los miembros de las las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que día tras día arriesgan sus vidas por todos ustedes.■
Joder, me estaba preguntando, como que ha pasado, donde que no ha dicho nada el telediario, me estaba causando desasosiego. Al final es una ficción real como la vida misma. Si ese mañana existiera, esa segunda oportunidad cambiaría la cosa, pero no la realidad es terca y nos espera en cualquier sitio. Gracias compañero por tu relato. Descansen en paz todos los caídos Un saludo. Jose Moreno
ResponderEliminarHola, Pepe.
EliminarPor suerte esta vez es ficción. Juan Antonio es un compañero de PL que escribe muy bien. El año pasado ya redactó otra historia de Navidad policial el día 24 de diciembre, regalando a uno de sus personajes mi hombre completo, algo que he hizo sentir dichoso. Por suerte a aquel Ernesto no lo mató en sus párrafos.
Un abrazo,
Ernesto
Ernesto una vez mass incluso con un relato ficticio sabes tocar la fibra.FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS. AMIGOS. DEL BLOG.
ResponderEliminarYAYO
Graaacias, Yayo, pero esta vez NO soy el autor. Lo firma un compañero murciano que también es policía local: José Antonio Carreras Espargallo.
EliminarUn abrazo y feliz Navidad.
Ernesto