POLICÍAS Y HUMANIDAD
Balcón del Estrecho en Onda Cero Algeciras, con María Quirós
Artículo de opinión (radio)
Por, Ernesto Pérez Vera
Aunque
colaborador de la Quirós y de esta casa soy, policía me siento… pero expolicía es
lo que realmente soy. Lo aclaro para que nadie especule con la razón que me
lleva a balconear con artículos que, en ocasiones, tratan asuntos referidos a temas
delincuenciales. No es que forzosamente tenga que ser así, pero convendrán
conmigo en que es natural que la cabra tire al monte. Hoy también.
Que levante
la mano quien no haya oído alguna vez comentarios injuriosos contra la Policía,
por ejemplo cuando los agentes nos dan el alto en un control, o cuando somos
denunciados, multados si lo prefieren, por la comisión de alguna infracción
administrativa de tráfico y circulación. Muy pocos admiten que estaban mal
estacionados o conduciendo teléfono en mano en el momento de la intervención
policial. En estos casos, de diario para quienes llevan placa y porra, la culpa
siempre es del policía chulo y niñato. Si a nuestros hijos les incautan un
porro diremos, y que se salve el que pueda, que el funcionario es un
reaccionario represor de libertades o lo que es peor… que el guardia se lo ha
metido en el bolsillo. Momento idílico para que afloren con ligereza los
improperios y las mentiras. Lo he visto mil de veces.
La semana
pasada participé en una conversación en la que una desconocida estaba diciendo
que un policía la había denunciado por estacionar su coche en un lugar
prohibido y que encima le había retirado el vehículo con la grúa. Dijo algo así
como que el tío, refiriéndose al agente, era un chulito muy vacilón que iba de
guapito musculado. Al parecer, ella llegó justo cuando la grúa abandonaba el lugar
con su preciado utilitario, por lo que llegó a hablar con el funcionario. Este
le expuso el procedimiento para poder recuperar el coche, así como el importe
de la denuncia. La chica se puso a llorar. En ese momento, siempre bajo la
versión de la infractora, aquel malvado, sanguinario, chulo y prepotente
policía se despojó de su casco de motorista y trató de consolarla. Le dijo, según
ella misma verbalizó, que por favor no llorara, que la Policía no está para
provocar situaciones tristes sino para ayudar. La muchacha, entre lágrimas, le
juró al bobby que tenía una hija, que estaba desempleada y que no podría
hacer frente a la multa. Le dio su palabra de que no supo interpretar aquella
señal de tráfico con la leyenda en inglés. Entonces, el perverso agente le dio
un abrazo y le entregó el coche sin cargo alguno. “Señora, yo no puedo ver llorar a
una persona por estos motivos. Por favor, tenga usted cuidado la próxima vez”.
Así terminó el mal trago y ella regresó a La Línea.
Sí, esto
pasó en el Peñón, donde los policías son como los nuestros: seres humanos con
sentimientos. Personas pocas veces comprendidas y casi siempre mal valoradas.
Sirvan
estos párrafos de homenajea Vanessa María, la agente del Cuerpo Nacional de
Policías que el viernes pasado fue asesinada a tiros en Vigo. Aprovecho la ocasión
para mandar mi apoyo y un fuerte abrazo a Vicente, compañero de la finada,
quien en el mismo incidente recibiera cinco balazos. Muchos no nos quieren y
nos desprecian hasta que nos necesitan. Pero nosotros seguiremos yendo siempre
que nos llamen. Lo ven, la cabra tira al monte.■
Comentarios
Publicar un comentario