MEMORIA DE UNA PORTADA
Por,
Ernesto Pérez Vera
El escritor
alemán Johann Paul Friedrich Richter
(1763-1825) dijo que “la memoria es el único paraíso del que no podemos ser
expulsados”, pero a mí me han echado de él a gorrazos. Como los
lectores de En la línea de fuego podrán
comprobar, la parte trasera de la cubierta del libro refleja un fragmento de
una imagen en la que una persona está iniciando el desenfunde de una pistola.
Dicha toma corresponde a una conocida fotografía aparecida en un catálogo de Galco,
el prestigioso fabricante norteamericano de fundas para armas. Como establece
la ley, este hecho se señala en la correspondiente página de créditos legales
de la obra. Seguidamente conocerán la razón me lleva a invocar la cita del
teutón.
Sobre la
fotografía de la portada nada se dice en el interior del libro. Y no se dice
nada porque aunque la editorial me preguntó en su momento sobre la propiedad
intelectual de la misma y yo le respondí que era mía, parece que no es del todo
así. Me explico. La persona que da vida e imagen a la portada es un servidor.
La instantánea me fue tomada en 2008, durante un curso de tiro impartido en
Almería por el instructor estadounidense Gabe Suárez. La toma forma parte de una serie
completa de imágenes en las que yo disparaba con mi pistola, a la par que me
desplazaba hacia la izquierda para intentar salir de la línea de ataque el
supuesto agresor (una silueta de tiro). Obviamente, yo carecía del don de la
ubicuidad (6 años más tarde también), por lo que no disparé la pistola y la
cámara fotográfica a la vez.
El último
día de 2014, un policía balear que formaba parte del elenco de alumnos de la
jornada formativa me reprochó la ausencia de su mención en las páginas de
créditos del libro. Protesta, seguramente con razón, porque Tecnos (Grupo Anaya Editorial) no
reseña su nombre en relación a la autoría de la fotografía. Insisto, la culpa
es mía y solo mía: de los 20 tiradores presentes en las jornadas de formación,
fueron más de 5 los que tomaron imágenes mías a lo largo de varios días. Yo
mismo hice, también, muchas fotos a terceros. Pero resulta que siempre pensé
que la instantánea que nos ocupa había sido tomada por un buen amigo con el que
me desplacé desde Cádiz, que además usó mi propia cámara durante nuestra estancia
almeriense.
Verán,
muchos de nosotros dejamos nuestras cámaras a otros policías para que nos
filmaran o fotografiaran durante la ejecución de los ejercicios de entrenamiento.
Tanto es así que días después de finalizar el curso mandé muchas fotos por
correo electrónico y recibí otras tantas. Es algo muy típico y habitual.
Así las
cosas y transcurridos cerca de 7 años, ni me acuerdo de los nombres de todos los
compañeros con los que coincidí en Almería (solo recuerdo 4 nombres), ni mucho
menos puedo saber a quién le mandé tomas o de quién las recibí. Hoy, desde
estos párrafos, agradezco a Jaume Mestre
que con su cámara me hiciera tan magníficas fotografías, pues pienso que aunque
le pedí que para ello usase la mía… la suya era de calidad infinitamente
superior. A la vez le pido disculpas por el involuntario patinazo de mi
memoria. Todo esto me obliga a decirle a otro compañero que no, que la foto ni
me la hizo él ni para ello empleó mi ya vetusta y jubilada Olympus.■
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