MEJOR LLEVARLA Y NO NECESITARLA, QUE TODO LO CONTRARIO
Por, Ernesto
Pérez Vera
Esta escena podría ser exhibida en programas de
imágenes de impacto, o incluso en secciones de humor televisivo, pero me voy a
quedar con la parte trágica.
Un joyero es agredido mediante el uso de un espray
lacrimógeno por quienes hasta ese momento parecían ser dos clientes. Creyendo
los delincuentes que su víctima ya se encontraba incapacitada por los efectos del
amplio y directo rociado en el rostro del producto irritante, uno de ellos, utilizando
un objeto contundente, trata de fracturar sin éxito el cristal que cubre el
mostrador. Pero sorpresa, el vendedor, que durante tres segundos desaparece del
campo de grabación del circuito cerrado de televisión, reaparece empuñando un
arma corta que además hace sonar varias veces. Ambos atracadores inician
despavoridamente la huida, pero surge otra sorpresa: la puerta del
establecimiento se encuentra cerrada, quedando atrapados a la par que
encañonados y tiroteados.
Se ve y se oye como el tendero conmina a sus
antagonistas ordenándoles que se tiren al suelo. Mientras sí y mientras no…
dispara varias veces sin aparentemente alcanzar a ninguno. La situación podría
considerarse controlada y asegurada por el joyero, quien a golpe de teléfono, o
de pulsión de la alarma (tal vez lo hizo), debió recabar presencia policial
urgente sin modificar su clara situación espacial de ventaja. Pero a veces los
nervios, el coraje, la ira, los cojones e incluso el descontrol emocional
propio de ciertos momentos hace que las personas desertemos temporalmente de la
coherencia, del sentido común y hasta de una posición superior de seguridad,
para arriesgarla gratuita y peligrosamente.
En este caso no me atrevo a decir qué hizo que la
víctima del robo saliera de detrás de la barricada en vez de esperar tras ella,
pistola en mano, la llegada de la Policía. Pero tiendo a pensar que más que un
gran deterioro del control cognitivo lo que sufrió este hombre fue, en ese
instante, un arranque de “¡por mis
huevos que os reviento, hijos de la gran puta!”. Un chute de ira que
circunstancial y bilógicamente se mezcló con una intensa descarga de adrenalina.
Un arrebato que si lo pensamos bien pudo resultar fatal, porque con relativa
facilidad podría haber sido desarmado por los dos contrarios. En definitiva,
que sí que sufrió un gran deterioro mental. Normal, coño.
Es más, no solo se adelanta traspasando el mostrador
sino que se aproxima tanto a ellos que agrede a uno con la empuñadura de su
arma, golpeándole la cabeza. Es ahí, en ese justo momento, cuando se dio un
hecho que también pudo tornarse en su contra: se produjo un disparo no deseado,
una descarga involuntaria, un “¡señoría,
yo no quería, pero se me escapó un tiro!” (tiempo 1:06 de la filmación). El
dedito dentro del arco guardamonte, el arma dispuesta en simple acción y el
estrés por miedo son los tres ingredientes fundamentales, una vez maridados,
para que accidentalmente le peguemos un tiro a alguien o nos lo peguemos a
nosotros mismos. Hoy no voy a entrar en cuestiones formativas, en este momento.
Esto sucedió en Fénix (Arizona-Estados Unidos), pero
en España también hemos vivido casos similares, como el que se produjo el
16 de febrero de 2013, en Madrid, cuando un
joyero disparó varias veces a corta distancia contra dos atracadores.
Los delincuentes llevaban consigo armas blancas, además de otras de menor
lesividad (gas lacrimógeno y aparatos de descarga eléctrica). Ambos asaltantes
acabaron recibiendo varios disparos, resultado uno de ellos herido de mayor
gravedad que el otro. En cualquier caso, los dos abandonaron la tienda por sus
propios pies. Quien sufriera las heridas menos importantes las presentaba en el
vientre y en un antebrazo, y el otro en el tórax y en una pierna. Y atención, según
información oficial vertida por los servicios médicos de urgencia que
atendieron al herido más grave, el impacto que interesó a la extremidad
inferior era de extrema gravedad, por situarse en la ingle y por haber afectado
directamente a la arteria femoral. Apostillando el galeno, posteriormente, que
el tiro que alcanzó el pecho no revestía tanto riesgo, al no haber tocado
órganos de importancia.
Venga, ahora toca
pensar.■
Magnífico artículo y posterior análisis de lo que sería la antítesis entre este suceso y el anterior publicado. Aquí en este vídeo se observa la falta de control por parte de la persona armada, (hay que verse en situación) y el nulo adiestramiento en el combate defensivo con arma de fuego, todo lo contrario a la actuación por parte del policía del anterior vídeo. Muy buen contraste, donde además en este vídeo el agredido cuenta con ventaja tanto por medios defensivos como por la ubicación desde donde les hace frente.
ResponderEliminarMuchas gracias, Manolo. Un abrazo.
EliminarErnesto.