¡LA GRAN MENTIRA!
Por, Ernesto Pérez Vera
Apuesto a
que todo el mundo conoce a la familia Simpson. Efectivamente, me refiero a ese
esperpéntico modelo familiar que nos hace reír en formato comedia de animación,
cuyo cabeza de familia es capaz de lo mejor y de lo peor por una lata de
cerveza. Un simpático mal ejemplo de progenitor inculto, desaliñado y borracho.
Un ser grosero, falaz, maleducado y siempre tramposo, hecho famoso por la
todopoderosa compañía norteamericana de producción televisa Fox. Que esta
descripción no les llame a engaño, me encanta la serie.
Homer, como
se llama este impresentable aunque adorable papá de dibujos animados, no es el
único personaje famoso de la teleserie. Podría referir ahora mismo el nombre de
muchos más, pero en este momento no puedo dejar de acordarme del deslucido y
orondo Clancy Wiggum (Clancy Górgory en Sudamérica), el jefe de policía. No es
que me parezca ejemplar la imagen que el jefe Wiggum ofrece de su nefasta gestión
en el cuerpo de policía de Springfield, sino todo lo contrario; pero siempre pensé
que tan indecorosa estampa era fruto de la incombustible imaginación de los
guionistas de tan exitosa y premiada creación audiovisual, mas con los años y
mil hechos he descubierto que la realidad supera la ficción. La verdad es que durante
demasiado tiempo me habían dejado muchísimas pistas, cual miguitas de pan para
seguirlas sin perderme, sobre lo que estaba ocurriendo en determinado cuerpo de
policía, de cuyo nombre no quiero acordarme en este instante.
Trago a trago, algunos han convertido esta
fuerza pública en impúdica. Y créanme, me
duele decirlo porque allí hay muchos que sufren por la tóxica contaminación a
la que se ven expuestos. Porras, placas y pistolas de verdad bajo el descontrolado
mando de un aprendiz de brujo que, según todo parece indicar, para ascender obtuvo
su titulación académica en una subasta de Internet. Un premio al mejor postor.
Un diploma regalado al lugarteniente del chamán de la tribu. Una terrible falta
de respeto a quienes sí se han partido los codos estudiando en una universidad
de verdad. El espectáculo del “Bombero torero” hecho realidad, permutando la
manguera por la gorra de policía.
Las comparaciones son odiosas, dice el saber popular, pero entre este grotesco masticatuercas, propio de una fábula, y el extravagante Wiggum, de mi serie favorita, no hay excesivas diferencias. Ambos son extremadamente ridículos, aunque solamente el personaje animado lo asume con dignidad. El otro, nadie sabe si por abundancia de engreimiento o por desvergüenza sobrenatural y desmedida, adquirida por imitación o por transferencia genética, piensa de sí mismo que podría salvar al soldado Ryan, cuando en realidad no sería capaz ni de salvar a un patito de goma en la mítica caseta Pesca Patos.
Las comparaciones son odiosas, dice el saber popular, pero entre este grotesco masticatuercas, propio de una fábula, y el extravagante Wiggum, de mi serie favorita, no hay excesivas diferencias. Ambos son extremadamente ridículos, aunque solamente el personaje animado lo asume con dignidad. El otro, nadie sabe si por abundancia de engreimiento o por desvergüenza sobrenatural y desmedida, adquirida por imitación o por transferencia genética, piensa de sí mismo que podría salvar al soldado Ryan, cuando en realidad no sería capaz ni de salvar a un patito de goma en la mítica caseta Pesca Patos.
Este infame
director de circo desempeña tan ineficazmente su cometido que no duda en
ordenar a sus subordinados, por escrito y con rúbrica, que cuanta sustancia
estupefaciente sea requisada al amparo de la Ley de Seguridad Ciudadana, debe
entregarse exclusivamente en una determinada dependencia del Cuerpo, porque,
como él mismo afirma en su misiva de ordeno y mando, de un tiempo a esta parte
se pierde parte de la droga incautada y entregada directamente a los jefes de
servicio. Si no fuese porque es muy serio y preocupante que en instalaciones
policiales se extravíe con frecuencia hachís, marihuana y cocaína, sería para
reírse de las dotes de autoridad y organización policial de este aprendiz de
amaquero, rompedor sin par de denuncias de tráfico.
Pero así se
escribe la historia. Los que ahora se quejan desde la otra acera de la
política, entiéndase desde la oposición, son los principales y posiblemente
únicos responsables de tales desmanes, toda vez que cuando tuvieron ocasión de
evitar lo que está aconteciendo lo dejaron todo atado y bien atado, como dijo Franco
en su discurso de Navidad de 1969, y expedito el camino, a cambio de polvos sabaneros
y pulverulentos. Ya no es tiempo de lamentaciones: nochecitas alegres,
mañanitas tristes. Y es que quien se acuesta con niños, mojado se levanta. Como
decía Juncal, encarnado por el sublime Paco Rabal, “eso pasa por torear con
subalternos”.■
Ji, ja, ja, ja, ji, jjjeee; a mi me paso igual cuando hace 17 años vi la primera entrega de Torrente el brazo tonto de la Ley; salí del cine con un sabor agridulce, me había hartado de reír con el estómago rebotado y al mismo tiempo poniéndole cara a todos esos jefes y compañeros enchufados que reunían ese mismo perfil: borrachos, brutos, analfabetos, zafios, embusteros, falsos, cobardes, trepas, bribones, guarros, envidiosos, oportunistas, pelotas, torpes, desmañados y un largo etc.
ResponderEliminarYa no volví a ir al cine para seguir viendo la saga, más o menos todo era familiar.
Sin ética no hay técnica, sin ética ni técnica no hay táctica; sin ética, técnica y táctica no hay operatividad de organización y planificación del servicio policial.
En fin, es lo que tenemos, por eso cuando salgo a la calle me gusta elegir a mi compañero, aguantar a un Homer o un Torrente 8 horas de servicio, eso no está pagado con nada. Pero lo que más me asombra de estos tipejos, es la potra y la suerte que tienen para darle de tacón a los servicios complicados, es tal la finura que han desarrollado para escaquearse y desaparecer cuando la cosa se pone oscura, además del repertorio de frases hechas para eludir responsabilidades es digna de dedicarles un libro.
Dios librame del escaquerman y del enfermito ciego, sordo y mudo, que para eso, prefiero ir solo a los juzgados que es donde verdaderamente está el peligro.
Un saludo, jjjjjeeee...
Podría suscribir al cien por cien tu comentario.
Eliminar¡Gracias!
Ernesto.