COMPAÑERO MIEDO

Por, Ernesto Pérez Vera

Qué más da ser policía, soldado, vigilante de seguridad, joyero, fiscal o senador, cuando un cabrón se coloca ante ti con un arma en las manos, con la clara decisión de llevarte por delante.

No importa que, amparado en la potestad que otorga un carnet de agente de la autoridad, estés cacheando a un sospechoso y que este resuelva en su cabeza matarte, porque si te pilla por sorpresa posiblemente te vas a comportar como el soldado que recibe fuego enemigo en su tranquila garita; como el vigilante de un banco que resulta asaltado por un atracador kalaca en mano; como el joyero al que un supuesto cliente le coloca un destornillador en el cuello al grito de ¡dame la gallina con tomate!; como el fiscal al que un narcotraficante le quiere cobrar a trompazo limpio tres años de talego; y como el senador al que un empresario arruinado se le tira encima en el aparcamiento del puticlub en el que a ambos les limpian el sable, o lo que a cada uno le guste que le limpien.


Debajo del mayor órgano del cuerpo humano, o sea de la piel, siempre habita un ser humano, una persona por muy abyecta, despreciable y prescindible que pueda resultar en la vida del resto de los seres decentes y respetables que pueblan el planeta. Todos conocemos el miedo alguna vez en la vida, pero lo normal es tratarlo a diario en diferentes dosis. Algunos viven dominados por la cagalera, por más que quieran aparentar lo contrario. No obstante, el miedo es un buen amigo al que hay que conocer y con el que hay que saber convivir. No tener miedo es insano y habría que hacérselo mirar por un psiquiatra. ¡Ay! de aquel que de verdad no se haya visto jamás en un espejo el careto encanguelado, porque la jindama es un inteligente mecanismo natural de la mente, evolutivamente diseñado para ayudarnos a sobrevivir.


Esta emoción tan natural y primaria no desaparece en los individuos investidos del carácter de agente de la autoridad. Las academias de policías inoculan muchas cosas, unas buenas, otras malas y otras tantas totalmente inocuas. Pero en ningún caso inyectan intravenosamente fórmulas secretas al estilo de la película Soldado universal, de Jean-Claude Van Damme y Dolph Lundgren. Si un policía les dice que nunca ha sentido miedo, miente como un bellaco, o es uno de esos pagas muertas que pululan por ahí soportando el peso de su mugrienta gorra. Estamos refiriéndonos, evidentemente, al pavor a perder la vida, no a que nuestro jefe nos pille fuera de juego admirando el tetamen de una camarera facilona.

Si nadie quiere perecer entre las llamas de un incendio, o sumergido bajo el agua, peor preparados estamos emocionalmente para hacerlo por la acción directa y voluntaria de un semejante. La gran fobia humana universal, así es como el psicólogo y teniente coronel del Ejército norteamericano Davis Grossman denomina al susto que tenemos los animales de nuestra especie, a percibir la muerte de la mano de otro Homo sapiens. Yo ya lo pensaba por mi cuenta y riesgo, por ello, pese a las patadas espinilleras recibidas durante años, me aventuraba tiempo atrás a manifestarlo en numerosos artículos. Pero después de leer en español a Grossman en Sobre el combate (Melusina, 2014), no me quedó duda alguna al respecto, viéndome internamente gratificado y reforzado. Por fin pude comprender mejor mi pasajera cobardía.


Sin embargo, hoy mismo me ha manifestado un policía que un  juez de instrucción le ha espetado que no se cree que un agente de seguridad pueda experimentar miedo con una pistola en la mano, ante quien pudiera estar atacándolo con otro arma, aunque esta no fuese de fuego. Sin duda, un ignorante nada ilustrado, aunque sí togado. Una víctima, seguramente, de las mentiras que algunos instructores y mandos de las fuerzas de seguridad les habrán susurrado al oído, durante una de esas típicas exhibiciones de tiro deportivo que se celebran con motivo de los actos patronales. Una secuela de la falacia. A esto hay que añadir la nefasta influencia cinematográfica a la que todos estamos continuamente expuestos, desde la etapa de cachorros humanos modernos.

Pero la historia de este funcionario no se detiene aquí: su propio abogado, uno con cierta fama de penalista especializado en asuntos policiales, a la sazón letrado oficial de un renombrado sindicato policial, le vino a decir tres cuartos de lo mismo sobre el temor a perder la vida. Éste le recomendó que no declarara ante su señoría que los disparos efectuados por él los hizo cuando creyó que de no hacerlo podría fallecer, sino que afirmara y firmara que los tiros se le habían escapado por accidente. Un estafador y un mercader del embuste y de la ficción, así es como yo defino a este vende motos y a quienes son como él. Una panda de inconscientes. Sobran demasiados miserables promotores de la inmolación gratuita. A esta gente hay que enseñarles muchas cosas todavía, empezando por aquello que dice Daniel García Alonso en su última obra: En situaciones anormales, las respuestas anormales… son normales. Naturaleza en estado puro, amigos, algo contra lo que muy difícilmente se puede luchar.


A veces me he planteado si podrían incurrir en algún tipo de infracción quienes con una toga negra juzgan, acusan y mal defienden sin conocer realmente la raza de los bueyes con los que están arando. Si ningún hombre, y entendiéndose como tal un ejemplar de nuestra especie (sin distinción de género), puede exigir a otro que no sude, que vuele cual ave y que no defeque, ¿cómo carajo puede defenderse la tamaña y absurda teoría de que a un igual se le puede pedir que discrimine la natural sensación del miedo y sus reacciones biológicas, psicológicas y fisiológicas? ¡Por el amor de Dios, un poco de sentido común, leches!

Es evidente que ciertos niveles de miedo pueden ser controlados. Esto es algo que normalmente hemos ido aprendido a hacer solitos, o con ayuda de terceras personas, desde el nacimiento. No sé si toda dosis de terror podrá ser aplacada en algún momento. Puede que sí con el debido adiestramiento psíquico y reiterando experiencias similares en cuanto a intensidad. Por cierto, no hay mayor entrenamiento que sobrevivir al primer encuentro armado, si con posterioridad es bien tratada la experiencia superada. Pero desde luego no estábamos hablando de seres con estas características, sino de personas tan corrientes como ese primo, vecino, hermano, o amigo policía, que casi todos tenemos registrado en nuestra agenda telefónica.


El entrenamiento frecuente y de calidad realista ayuda muchísimo, pero sobre todo ayuda la concienciación y la mentalización de lo que puede suponer verse en la tesitura de meterle un balazo a otra persona. La visualización mental de uno mismo en tan trascendental momento es importante, siendo este un ejercicio que debería ponerse en práctica tanto dentro como fuera de la galería de tiro. Verte mentalmente haciéndolo, puede ayudarte a hacerlo de verdad el día que te toqué.

Comentarios

  1. Hola Ernesto

    Cierto como la vida misma, el focalizar la situación se hace en el deporte con el fin de superar el obsáculo en cuestión o al rival de turno. Más aún, debería existir el adiestramiento para una situación que algún día te puede salvar la vida.

    Un abrazo

    A. Astorga

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    1. Querido "cabo de la muerte", gracias por tu comentario.

      ¡Un abrazo y saludos a Gasparín!

      Ernesto.

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  2. intresante exposición, con palabras claras para el que no entienda,si señor ;)

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  3. Copio literalmente lo que ya dije en "El último cartucho":EL MIEDO VENCE MÁS PERSONAS QUE CUALQUIER COSA EN EL MUNDO. Ralph Waldo Emerson. Mente , cuerpo y espíritu, equivale a emoción, respuesta química física y pensamiento cultivado. Desde luego el cultivar la mente nos podrá ayudar y mucho pero nuestro sistema simpático heredado a través de miles de años devolución siempre pesará mucho más, es nuestra parte animal que convive con la racional y en situaciones extremas dificíl nos será equilibrar estos dos polos. El artículo tiene un sobresaliente para mí. Totalmente alineado con la tesis del mismo. (García Alonso): En situaciones anormales, las respuestas anormales son normales. Muy recomendable el libro de Dave Grossman. Un abrazo amigo.

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  4. El Dr. D. José Manuel Tortosa López en su magistral ponencia celebrada en el PRIMER CONGRESO NACIONAL DE INSTRUCTORES DE TIRO (AEITP) en la Facultad de Derecho de Córdoba, el pasado mes de Septiembre de 2014. Explicó con mucho acierto “EL CONCEPTO DE ENTRAR EN PÁNICO” El ser humano cuando es sorprendido por una fuerza cierta, real e inminente que pone en peligro su integridad física o su propia vida, lo más seguro es que entre en pánico, pudiendo reaccionar de cuatro forma posibles: a) que quede paralizado por un estado de shock; b) que rápidamente emprenda la huida; c) que luche por su integridad o propia vida por puro instinto de supervivencia pero sin capacidad volitiva o cognitiva; y d) que la persona sea resiliente in natura ante situaciones estresantes, lo cual, no quiere decir, que tenga asegurada la ausencia de miedo como describe el autor de este magnífico artículo. ¿Qué es el miedo, el terror, el pánico, el pavor; sinónimos de un mismo concepto psicofisiológico, una perturbación de los sentidos y las emociones; la pérdida temporal del poder cognitivo o la capacidad volitiva, un factor estresor pasajero? No, nada de esto es completamente cierto, no os creáis lo que dicen algunos manuales o los falsos expertos o algunos funcionarios prevaricadores o abogados leguleyos, eso son todo ficciones montadas para complacer a un Sistema obsoleto e inhumano. Cada persona vive el miedo de una forma distinta, es personal e intransferible como su ADN. Prohibirle a los miembros de las FYCS tener miedo con requisitos de obligación de sacrificarse por razón del cargo, es como querer pretender negarles su naturaleza humana y tratarlos como a robots, máxime con la escasez de medios, formación y entrenamiento que se les dispensan. Un Sistema Legislativo y Judicial tan legalista como el nuestro basado en la casuística, pero que después con este colectivo se ensaña determinando reglas generalistas respecto a esta perturbación tan humana, que les da igual que sea un policía convencional andariego solitario de barrio, como uno de élite de una unidad especial, todos van incluidos en el mismo lote. A todos se les prohíbe tener miedo. En la sociedad del siglo XXI, el policía convencional, es el más expuesto a sufrir el miedo, debe tener un conocimiento profuso de todas las formas de violencia y cómo enfrentarse a ellas. En la actualidad, los planes de formación de las distintas academias policiales y después los planes de reciclaje; carecen del suficiente rigor científico, técnico, operativo, táctico e inclusive ético. En las FYCS coexisten dos corrientes culturales que van marcando a sus respectivos profesionales: los TEÓRICOS (gente que creen como dogma de fe, en los temarios, programas de formación, sentencias judiciales, legislación y doctrinas varias) y los PRÁCTICOS (gente que confía más en la veteranía de los kilómetros de calle y mundología pura policial del servicio diario). El miedo tiene su propia enfermedad, el TEPT, si señores, el trastorno por estrés postraumático, y da igual que seas militar, policía, bombero, profesor, joyero o cualquier otra profesión de riesgo. Esta enfermedad cuando se apodera del organismo, es muy difícil superarla. Lo ideal sería que se complementaran ambas corrientes, eso es lo que se hace en los países serios, un policía que ha sufrido un enfrentamiento armado, le ha dado una clase a Jueces, Catedráticos, Fiscales y demás profesionales relacionados con LA VIOLENCIA, de lo que él vivió antes, durante y después de esa experiencia vital. Pero en España, los egos son muy malos y muy cobardes. Felicitar al autor de este blog por su magnífica labor en defensa de la verdad.
    Un saludo, Cyrano de Sevollá.-

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    1. MAGNÍFICA exposición, Cyrano. Muchas graaacias.

      Un saludo.

      Ernesto.

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  5. Excelente articulo, ojala pueda adquirir y leer el libro, saludos desde México

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    1. Estimado amigo Nahuallí, a través de Amazon International puedes adquirir el libro.

      Un saludo.
      Ernesto.

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