A LA CABEZA TAMBIÉN SE PUEDE TIRAR, ¿PERO PODEMOS TODOS?

Por, Ernesto Pérez Vera

Hace unos días, un avezado policía manchego me comentaba que entre sus compañeros de turno se había debatido sobre la posibilidad de que tuvieran que enfrentarse a tiradores tan hostiles como los hermanos Kouachi de Paris (caso Charlie Hebdo). Terroristas armados con fusiles de asalto y protegidos con chalecos balísticos. Mi estimado colega se quejaba, a la par, de que sus mandos se habían negado a entregar escopetas, subfusiles, o fusiles de asalto, a cuantos agentes o turnos completos habían solicitado libre acceso a tal material. Aunque la psicosis de la alerta terrorista aún está presente, se ve, o al menos eso interpreto a tenor de las respuestas ofrecidas por las diferentes superioridades, que les importa un pimiento frito que un policía se vea en la calle frente a un asesino del perfil de los que estamos referenciando.

Así las cosas, este compañero, pero sin embargo amigo, me planteaba ciertas dudas propias: ¿podríamos abatir con nuestras pistolas de 9 mm Parabellum a sujetos que van de la guisa descrita? Mi respuesta fue contundente: ¡por supuesto que podríamos! Otra cosa es que todos los agentes estén, o estemos, cualificados para siquiera intentarlo . A ver,si bien es cierto que la inmensísima mayoría de encuentros armados policiales se producen en rangos que van desde la distancia de contacto, o sea la del cacheo, hasta no más allá de diez metros, principalmente entre cero y siete, no es nada improbable que se produzcan situaciones en las que estos rangos se vean notablemente aumentados. Un típico supuesto podría ser el sugerido por mi amigo Pepe, que así es como se llama el veterano que inspira estos párrafos. Cuando un contrario tira con un fusil no solo cuenta con más potencia de fuego frente a quienes únicamente portan armas cortas, sino que además, y esto no es baladí, puede situarse a tales distancias que podría obtener la magnífica ventaja de posicionarse fuera del radio óptimo y medio de precisión de las armas de cinto.
Pero como ya le manifesté telefónicamente a Pepe, se puede y se debe intentar abatir a todo aquel enemigo que se coloque a tiro, dispare éste con lo que dispare. Pero eso sí, atendiendo siempre a la debida observancia de las medidas de seguridad para medianamente garantizar el impacto en el blanco. Somos los buenos y por ello no podemos sembrar gratuitamente balas anónimas. Pero claro, surge otra duda: ¿estamos todos preparados para ofrecer estas respuestas? No, no estamos cualificados, y esto es algo que asevero con total rotundidad. Pese a que parece fácil meterlas en la silueta de entrenamiento a cortas distancias, como pudiera ser desde siete metros, o incluso desde menos, la mayoría de los profesionales que deberían tener controlado este asunto fallan muchos disparos.

¡Ah!, por cierto, Pepe también tenía dudas sobre si un proyectil de los usados por la Policía española en sus pistolas conserva energía, a cincuenta metros, como para producir lesiones incompatibles con la vida. La respuesta volvió a ser clamorosamente afirmativa, independientemente de qué clase de punta se trate. Aquí solemos emplear de modo general proyectiles de 124 grains de peso, aunque también de menos de 100 e incluso hasta de 147, pudiendo todos estos, en cualquier caso, penetrar un cráneo a distancias superiores a los hoy manidos cincuenta metros.


Dado los escasos, insulsos y nada realistas ejercicios de entrenamiento que se ejecutan en la mayoría de cuerpos de seguridad de nuestro país (según me trasladan desde otras latitudes, este defecto no es exclusivamente ibérico), se me antoja peligroso que todos los policías se arriesguen a efectuar disparos en una urbe a, por ejemplo, cincuenta metros de separación del objetivo. Si para quien está entrenado en estas lides del tiro de precisión, no resultaría del todo fácil hacer blanco en una cabeza humana a más de veinticinco metros, ¿cómo creen ustedes, amigos lectores, que finalizaría la cosa para quienes tiran poco y mal a distancias más cortas, si es que alguna vez lo ha hecho en los últimos equis años?


Una respuesta a tiro limpio en un casco urbano, tratando de impactar en la cabeza o en el tren inferior de un adversario, o sea en zonas corporales normalmente no blindadas por las prendas de protección pasiva más al uso, supondría, si el tirador cuenta con el entrenamiento medio, regar de balas perdidas la calle protagonista del incidente. Insisto, poder se puede, pero no todo el mundo puede hacerlo con garantías de eficacia. Ahora bien, si a cortas distancias ciertamente suelen producirse agresiones sorpresivas que obligan al organismo del defensor a experimentar reacciones nuevas, extrañas y contradictorias a nivel biológico, hormonal y psicofisiológico, que suelen impedir apuntar y discernir con rapidez y con buen nivel resolutivo qué y cómo hacer las cosas, más aún cuando no se está bien adiestrado, esto tal vez no sea un fenómeno tan acusado cuando aumentan los metros de separación entre los actores que se ven enfrentados entre sí. No es que no vaya a existir estrés y presión emocional, pero el mayor rango de tiro sugiere menos sorpresa y, por ende de la distancia, también más posibilidades de que todos los intervinientes erren sus disparos (también el malo).


Pero esto ya ha pasado en España, me refiero a que funcionarios de nuestras fuerzas de seguridad se han enfrentado a tiros a malvados que disparaban con armas de mucha mayor potencia y alcance que las de puño de los agentes. Si bien es cierto y verdad que los casos que domino, en cuanto al conocimiento de sus fases de desarrollo y resolución, no superaron el rango de los doce metros; en uno de estos supuestos reales dos policías tuvieron un violentísimo encuentro de plomo y pólvora con tres atracadores protegidos con chalecos antibalas, que escupían muerte con un Kalashnikov y con dos escopetas del calibre 12. También contaban con granadas de mano, aunque estas, por suerte, no llegaron a ser empleadas. (Ver el capítulo 19 de En la Línea de tiro, de la editorial Tecnos).


El resultado de esta tremebunda intervención fue, y repito que la distancia de tiro no superó los doce metros: un atracador muerto, ningún policía herido de bala, un detenido, un fugado y varios civiles heridos por esquirlas de plomo y latón. Se da la circunstancia de que el fallecido fue alcanzado en la cabeza, en la región frontal. Por su localización en el mapa anatómico, la lesión representaba un impacto de película. Aunque varios mandos policiales y algunos políticos se apresuraron a vanagloriarse por el resultado final del incidente, presumiendo del nivel de pericia de los policías actuantes, la verdad es que para obtener este único acierto fueron consumidos sobre veinte cartuchos. Significar que uno de los agentes intervinientes no había disparado jamás con su pistola, si bien varias veces sí había hecho fuego con una igual, durante su periplo académico: estaba a punto de finalizar su periodo de prácticas, limitándose y circunscribiéndose su experiencia a los pocos disparos efectuados en la escuela de policía.


Me reitero apropósito: poder se puede, pero no todos pueden hacerlo, ni tampoco todos deben intentarlo siempre. Si para lo más común y frecuente no solemos estar entrenados, y mucho menos aún mentalizados y concienciados, quiero decir para encuentros a cortas distancias, ¿cómo vamos a estarlo para lo menos habitual? El compromiso de muchos instructores, jefes, sindicatos y administraciones públicas es nulo, se debata sobre apuñalamientos en el recibidor de un banco, sobre tiroteos en una extensa y asfaltada avenida, o incluso si se habla de un atrincheramiento rural. Estos temas resbalan, provocando suavonas urticarias mediatizadas, más todavía en época electoral.

No puedo dejar de acordarme de un señor con el que años atrás entrené no pocas veces. Siempre que nos dábamos cita conjunta en el campo de tiro consumíamos muchos cientos de cartuchos. Era, como se suele decir en el argot policial, una puta máquina tirando: a cincuenta metros siempre agrupaba en la cabeza de la silueta, siendo también muy bueno en la realización de divertidos recorridos de tiro. Procedía de una conocida unidad especial de nuestras fuerzas estatales, pero cuando a dos metros de distancia del blanco se le sugería un supuesto defensivo inesperado: desenfundaba, alimentaba la recámara, asía la pistola con las dos manos, apuntaba perfectamente y, por supuesto, destrozaba la cabeza del presunto atacante. Eso sí, siempre en estático: sin moverse un solo centímetro de donde se encontraba, adoptando una impecable posición de manual y con todas las articulaciones del cuerpo perfectamente anguladas. Estaba para inmortalizarlo en una fotografía y sacarlo en póster. Para “shuparse” los dedos, como a mí me gusta decir. Afortunadamente, con el tiempo llegó a comprender que estas respuesta tan coreografiadas solo le valían para seguir cualificándose en el Cuerpo como tirador selecto, o como quiera que se le llame en cada institución. Vaya, acabo de recordar que era instructor de tiro y que incluso había ejercido como docente del ramo, tanto en España como en el extranjero.

<Siendo como es totalmente verdad que públicamente abogo por enseñar a los funcionarios a actuar ante los supuestos más cotidianos, como podría ser desenfundar y disparar rápidamente a un metro de distancia de la silueta, o sacar la pistola para conminar, sin llegar a tirar, pero sin dejar de moverse para alejarse del riesgo; no es menos cierto que en mis líneas de tiro siempre sugiero que se practique el tiro de precisión desde distancias más generosas, a ser posible bien protegido desde un parapeto.

Eso sí, tal cual sigue siendo el percal criminal de nuestra sociedad, a esta última modalidad no le dedicaría, como de hecho ya vengo haciendo cuando los tiradores son patrulleros, más de un cuarto del tiempo disponible y de los recursos materiales del día (blancos, munición, etc.). En cualquier caso, es muy importante que el adiestramiento siempre tome como base aquellas reacciones naturales y autónomas a las que todo ser humano sano puede verse sometido, si su cerebro percibe la posibilidad de perecer, aunque esto no sea más que una equivocada apreciación cerebral. Si sabemos cómo responde nuestro cerebro y el resto del cuerpo ante momentos de supervivencia frente a otros Homo sapiens, y esto es algo conocido a tenor de lo que los neurocientíficos y los especialistas en evolución humana ya han acreditado en numerosísimos estudios, es de género tonto seguir diseñando recorridos y demás ejercicios de tiro policial en sentido completamente opuesto al de los instintos naturales que nos han llevado a ser la especie animal más evolucionada y dominadora del planeta. Somos monos en versión 3.0, pertenecientes al modelo más avanzado y eficaz del momento.

Comentarios

  1. no se si podriamos , pero almenos lo intentaria, cierto es que el nerviosismo hace que la cabeza del oponente sea el objetivo a donde vas a encarar , luego el gatillazo y dejemoslo en miedo hace el resto,,,,de cuantas oportunidades cuento? Cuantas serian las oportunas?,,,hay esta la madre del cordero.......Si entrenas contaras con la oportunidad, el resto seria la fortuna ,,,pero muy dificil , pensar en los inocentes que hay detras del objetivo no se si es posible en condicion de extres....

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    1. Como siempre digo, hay que verse en ello para saber qué se haría y cómo. De antemano creo que yo, de verme en una así y a cierta distancia (más de 15 metros), no tiraría a la cabeza. Al menos eso pienso ahora. Si no doy donde quiero dar, daré donde no quiero dar. No quisiera darle a la señora que espera en la parada de autobuses de la esquina de más allá. Pero insisto, no sé qué terminaría haciendo. Tal vez, pese a que los malos pudieran llevar chalecos visibles… tiraría al pecho (o espalda): si se me van bajos quizá toque patas o cadera, zonas del malo en cualquier caso; y si se me van altos, pero no mucho en deriva, quién sabe si entrarían en la cabeza.

      Lo mejor es buscar un parapeto seguro, pedir apoyo y hacer el resto con todo el talento que aún quede intacto tras haberse ido al carajo toda la paz interior y mental que en la galería nos hacen ser máquinas.

      “Shungo”.

      Un saludo.

      Ernesto.

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  2. Alguien se estará riendo ante semejante dilema intelectual, ¿A quién se le ocurre pensar en tirar a cincuenta sesenta metros con pistola?. Pues es una pregunta que se deberían hacer todos los patrulleros que son los primeros que van a recibir a puerta gayola al loco de turno.
    Analizando fríamente, que es lo que ha ocurrido, después de los sucesos de Vigo y Paris que levantaron una polvareda inmensa de quejas sindicales sobre falta de material he instrucción en los diferentes Cuerpos, principalmente por lo leído en prensa en el CNP, es curioso el otro Cuerpo estatal ni mu, los Policías Locales no pueden de decirlo ya que lo del uso de arma larga lo tienen jodido y las policías autonómicas no han hablado porque a día de hoy no les afecta tienen material a su disposición. Se llega a la conclusión que como siempre se ha jugado por parte de los políticos a la estética representativa y pomposamente han elevado el nivel antiterrorista, han mandado a la televisión para que hagan cuatro tomas de fusiles de asalto en la capital y si te he visto no me acuerdo, porque aquí en este bendito país las cosas solo pueden pasar en Madrid, en provincias no pasa nada. Y en provincias, pues se está a lo de siempre incluso más, algunos JS describen a la escopeta policial como instrumento diabólico que solo debe ser utilizado por personal muy entrenado y ante las deficiencias que encuentran en la escopeta se cruzan de brazos y no elevan petición de otro tipo de arma, total ellos no van en el radio-patrulla a su despacho es muy difícil que llegue nada de la calle, prefiere poner cara de compungido en un funeral que elevar una petición que mínimamente pueda poner en duda su cargo. Otra cosa es que dando por sentado que el personal que utilice por ejemplo una escopeta debe de estar entrenado, no ordenan incrementar el nivel de instrucción. ¿Cómo se entrena? Utilizando las cosas o a través de meditación espiritual. Lo dicho les importa una mierda el patrullero, se creen que han inventado la democracia, cuando estamos cansados de ver al resto de policías europeos bien armados y sin ningún prejuicio hacen ostentación de tal armamento. Como dice un refrán el miedo guarda la viña. Así que visto lo visto recomiendo entrenar, pero carrera para correr sin parar ante una situación de las que se plantean, esperemos que eso no lo prohíban.

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    1. Gracias, Estimado (nombre) Lector (primer

      El problema se resume en pocas palabras: FALTA DE INTERÉS POR MIEDO A QUE FLOREZCA LA PALABRA FRANQUISMO. Otra se complejos, vamos.

      Un saludo.

      Ernesto.

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    2. Quise decir: Lector (primer apellido) Anónimo (segundo apellido).

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  3. Una reflexión, comenta el compañero anónimo que poco más que la escopeta de corredera es un instrumento del diablo, dificultoso de usar al criterio de los expertos (léase jefes) , coño que es un arma del siglo pasado o más, utilizado toda la vida en el ámbito rural por personas que no tenían la titulación de profesionales armados, ¿Dónde esta la dificultad? quizás es que no tiene batería o botones o cobertura 4G. Venga hombre vamos a dejarnos de cuentos chinos que estamos hablando de un arma básica de lo mas facilito de usar. Creo que el no uso tiene otras connotaciones. es lo mismo que usar pistolas de doble acción sin alimentar cartucho en recamara y con siete candados por si acaso, ¿por si acaso que?, lo siento para mi se trata una vez más de desidia por parte de los destinatarios de usar este arma que de nuevo se guían por la comodidad, del a mi no me vengas con líos que yo estoy aquí a llevármelo. En este caso con la connivencia de la cúpula. Cúpula que en una gran mayoría, aplaudiría con las orejas si además todo el mundo llevase la pistola sin balas y no pasase los vehículos policiales de cuarenta kilómetros por hora, que luego vienen los líos. Un saludo José Moreno

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    1. Estoy totalmente de acuerdo contigo, Pepe.

      Un saludo.

      Ernesto.

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  4. En cuanto he leído el título de la entrada me ha venido a la mente un vídeo que vi hace un tiempo, y que "sin" permiso del titular del blog, dejo su enlace para el visionado, si es que no lo habías hecho ya https://www.youtube.com/watch?v=r60D02Fughc

    En algunos de los ejercicios en galería de tiro, les expongo a l@s compañer@s la situación en la que, alejados del objetivo y mejor si están tras parapeto, tengan la posibilidad de realizar un tiro "apuntado", no sólo a la cabeza del que esté disparando contra los compañeros o terceros, al ser esta la única zona de impacto posible desde nuestra posición, si no que puedan disparar a una pequeña zona de la silueta que se atisbe tras el coche, parapeto o cubierta, ya sea un pie, una rodilla, un hombro o el arma del tirador.

    De aquí, que no deba olvidarse hacer disparos "lejanos" de vez en cuando a siluetas "reducidas", cerrando un ojo y tomando los elementos de puntería para hacer "Tiro de Precisión", pues quien sabe si necesitaremos algún día impactar en una pequeña zona debido a que el objetivo esté oculto, como sucede en el vídeo citado arriba.

    De igual modo, cuando alguien durante el entrenamiento, dispara sobre la cabeza del blanco impactando 9 veces ( 2 en la frente, 1 en el ojo, 3 sobre la boca, 2 en la mejilla y 1 en la nariz) inflando el pecho cual Torcaz en busca de pareja, me apresuro a preguntarle si el resultado sería el mismo de estar recibiendo plomo de la cartulina y moviéndose ésta arriba y abajo sin cesar. La respuesta es obvia, por lo que no recomiendo que apunten a la cabeza en enfrentamientos "directos" de esos de 1 a 7 metros y disparen al "bulto" pues los proyectiles volarían por el escenario en todas direcciones.

    Acertados comentarios de los compañeros de blog, muy buenos, la verdad. Valga mi saludo y admiración para ellos también.

    --
    "Ante ferit quam flamma micet"

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    1. Hola, Josma. Muy bueno el vídeo: la clave está en ese último y definitivo disparo. A ver si saco tiempo y le dedico unos párrafos a la filmación.

      Gracias. Saludos.

      Ernesto.

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