BUEN PROVECHO, MALA DIGESTIÓN
Érase una
vez un lugar de trabajo en el que los nuevos sinvergüenzas convivieron tanto
tiempo con los viejos sinvergüenzas, que los primeros descubrieron que algunos
de los veteranos habían llegado muy lejos gracias a la sin par sinvergonzonería
practicada. Como tontos no eran, por más que sí fuesen noveles en aquello de la
golfería, los nuevos sinvergüenzas decidieron emular a varios desfachatados.
Pensaron, con matemático criterio, que si no pocos de los más antiguos habían
ascendido por ser tan descarados, ellos, que querían poner en práctica el
relevo generacional, podrían llegar igualmente hasta la cima siendo también
notables tunantes.

Al final va
a ser verdad aquello tantas veces oído a lo largo del camino de la vida y de la
carrera profesional: el sistema está hecho para los gandules, mediocres,
tramposos y bribones. Será por lo que uno se encuentra las cunetas y los
paredones repletos de tantos aprovechables desaprovechados, por obra y gracia
de tantos aprovechadores. Mundo de aparentados, en el que se premia al que
parece y no al que realmente es.■
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