NO AL “THETOS”
Por, Ernesto Pérez Vera
Seguramente
hasta el hombre más santo del mundo ha odiado alguna vez. A mí, que no estoy
inmaculado, me sucede más veces de las que quisiera. Más de las que mi salud
emocional puede permitirse, la verdad. Pero como gracias a Dios soy creyente, en ocasiones pido
perdón al altísimo para sentirme mejor durante el rato que permanezco
espiritualmente aséptico, hasta que vuelvo a caer en la emboscada que me
tienden la bilis y el coco. Admito que estoy tan majaron como el que
más o como el que menos, solo que soy consciente de ello y no lo oculto ni lo
mimetizo.
Esto viene
a colación de la charla mantenida hace unos días con un periodista que quería
saber si yo odiaba a quien trató de dejar huérfano de padre a mi cachorro de “Homo
sapiens”. La
respuesta que le di es la que ya he ofrecido en muchas ocasiones: no odio a
aquel hijo de la gran puta, lo que no quita que de vez en cuando me acuerde de
sus antepasados ya difuntos. Pero en serio, doy mi palabra de honor
de que no lo odio más que a otros bastardos con los que tuve que lidiar en su
día, sin que me intentaran pasaportar con San Pedro y, naturalmente, sin que
les tuviera que meter dos taponazos.
Un pajarito
me ha dicho que no sentir odio por quien me quiso matar es una extraña, pero
evidente, secuela psicológica derivada de lo acaecido aquella madrugada de
agosto. Tal vez sea verdad, qué sé yo de estas cosas. Pero lo que sí sé es que
siempre asumí que me podría ocurrir. Al fin y al cabo, diariamente echaba unas cuantas partiditas
luciendo el dorsal de los buenos en ese tablero llamado la puta calle. Un
escenario en el que tiraba los dados contra quienes, enarbolando la bandera de
la muerte, iban claramente de malos; o contra quienes izaban un pabellón amigo,
sonrisa falsa incluida bajo el bigote, cuando en realidad eran unos malditos piratas
disfrazados de buenos. Entre los hijos de perra de la versión A y
los hijos de perra de la versión B, prefiero batirme el cobre con los primeros:
son más nobles y más de fiar que los segundos.
No es
ningún secreto que los segundos referidos en el párrafo anterior son mis
bestias negras particulares. Son los que querían verme jodido. Los que aquella noche celebraron
mi muerte. Son quienes se frotaron las manos viéndome derramado sobre el
asfalto. Los mismos que brindaron cuando me vieron llorar en el fango. Son los
mierdas que me serraron las muletas cuando me estaba levantando. Son
un puñado de alitósicos cancerígenos a los que sin lugar a dudas sigo odiado,
aunque a veces trate de no hacerlo, y a los que por descontado no he perdonado,
pese a querer hacerlo un día de estos para dejar de odiar. Pero cómo poder no
recordar que en mis filas había una piara de ganado porcino camuflada cual
manada de cánidos pastores alemanes.
Para este
simple y vulgar mortal resulta difícil olvidar,
cuando no imposible, que más de un coincidente taquillero elucubró en voz alta
y desde el púlpito de su ignorancia, qué, cómo y por qué pasó todo aquello. Es duro saber
que se alzaron varias manos ofreciéndose para ocultar, inventar y desinformar,
en aras de enmierdar. Es del todo intestinalmente inviable seguir mirando a la
cara a quienes, desde detrás de unas siglas sindicales, tomaron la decisión de
infectar con mentiras, mediante el vox populi, aquello que nadie se iba a tomar
la molestia de verificar. Este es el premio recibido por no
participar, ni activa ni pasivamente, en eso del “cierra los ojos y abre la
boca”.
Los que
precisamente pusieron en marcha la campaña del despropósito, una terna de políticos,
sindicalistas y de los míos, presumían de ser, qué casualidad, izquierdistas
progres a los que sin embargo no les tembló la litrona para tirar del “miente, miente,
miente que algo quedará. Cuanto más grande sea la mentira más gente la creerá”, cita atribuida a Joseph
Goebbels, ministro nazi de Propaganda. También fue este tío el que
dijo que “una
mentira repetida mil veces se termina convirtiendo en verdad”.
Esa mierda la vertían, probablemente desde su propia frustración de saber, que no valían para nada más en la vida más que echar mierda por la boca.
ResponderEliminarEl hecho de ver como hay compañeros que son policías y saben ejercer de ello, hace que los inútiles a los que el miedo o la golferia no les deja actuar como como tales, se dediquen a calumniar y enmierdar a los verdaderos profesionales que sienten la profesión hasta sus máximas consecuencias. Incluso a alegrarse de lo malo que les ocurra, que es lo más rastrero que pueda ocurrir entre los que compartimos esta profesión y sabemos lo que hay.
Un saludo, Ifwin.
Gracias por tu comentario, Ifwin. No tengo duda alguna de que algunos se alegraron. Incluso he tenido acceso a una escucha telefónica en la que un narco habla con un compañero mío, y en la que este último llega a decir algo así: "Haber si el hijoputa del Ernesto este escarmienta y deja de dar tanto por culo, por otra vez puede que no lo cuente".
EliminarUn abrazo.
Ernesto.
Me entristece mucho el comentario de ese "compañero" en esa escucha telefónica, refiriéndose a la agresión que sufriste. Me ha recordado el comentario que me llegó de un "compañero" de mi plantilla, que escupió por la boca: "poco le han dado", refiriéndose a un percance que tuve hace años fuera de servicio por mi condición de Agente. Y no quiero saber lo que se hablaría en muchos círculos cerrados.
EliminarEs repugnante que tengamos a nuestro lado individuos de semejante talla moral, vistiendo el mismo uniforme que nosotros, cuando realmente deberían vestir otro tipo de "uniforme". Espero que este tipo de especímenes sean minoría en este país.
Un abrazo, Ifwin.
Al loro, Ifwin, el cerdo de la escucha telefónica estaba cerrando un trato de drogas...
EliminarMe imaginaba en la clase de mierda en la que se movía ese cerdo, por hablar por teléfono con un traficante.
ResponderEliminarEse es realmente el problema de este tipo de rastreros. Yo a lo largo de los pocos años que llevo en esta profesión, he llegado a la conclusión, no sé si acertada o no, de que este tipo de ataques a los policías de verdad por parte de estos inútiles, son motivados o bien, porque piensan que les va a salpicar el trabajo de los profesionales (ya sea, por miedo, vagancia o golferia), o bien porque son "chorizos" con cobertura legal.
NO estás equivocado. Mierdas corruptos tenemos hasta debajo de la mesita de noche.
EliminarUn saludo.
Ernesto.
Es la primera vez que intervengo Ernesto así que con tu permiso daré mi opinión:
ResponderEliminarA día de hoy tenemos mucho hijo de la gran puta dentro de cualquier organismo policial y digo hijo de la gran puta, debido a que a mí como a otros profesionales hemos sufrido ese tipo de asedio, de otra modalidad pero asedio, por no llamarlo acoso laboral en sentido estricto.
Normalmente esta banda se dedica a alegrarse de las desgraciadas de lo que le ocurra al POLICÍA por realizar su trabajo en condiciones, ya que estos tapan su desidia, falta de ánimo , complejos varios, envidia del éxito del de al lado, así como su pudrimiento profesional (DELINCUENTES EN POTENCIA SIN CONTROL), ya que están mas del otro lado que el que deben de estar , eso sí para la nómina están del lado limpio.
Yo te diría ERNESTO desde mi máxima sinceridad dos cosas, en la Comisaría que yo trabajo están deseando estos "BANDARRAS" con uniforme, que demos un traspiés los verdaderos Policías porque tenemos un porcentaje tan grande de hijos de puta pero tan grande que ya llega a ser muy molesto.
Y yo digo : NO HACE DAÑO QUIEN QUIERE SINO QUIEN PUEDE y si se acuerdan de uno mismo, es porque somos molestos para estos sinvergüenzas, cosa de la que hay que alegrarse porque eso significa que se están haciendo bien las cosas.
Un saludo Ernesto y hay que pensar siempre, que el enemigo esta cerca y no hay que ir lejos a buscarlo, eso ya me lo decía mi abuelo.
#GASURKI#
Gasurkl, bienvenido y muchas gracias.
EliminarUn saludo.
Ernesto.
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
ResponderEliminarguarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza
Extracto del poema de Antonio Machado, Por tierras de España
Para variar te pongo poesía, un saludo Jose Moreno
ResponderEliminar¡Olé! No conocía tu faceta rapsoda.
EliminarErnesto.
Como ya te comenté en un comentario privado Ernesto, a este tipo de personajes llámeseles "caníbales" por atacar a su misma especie o alimentarse de las incidencias, accidentes y desgracias de estos. Desgraciadamente han existido, existen y siempre existiran al igual que los buenos. Sólo queda ser fuerte y defenderse. Un abrazo.
ResponderEliminarUn abrazo, Ortiz.
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