HACIENDO AMIGOS: LAS VERDADES DEL BARQUERO

Por Ernesto Pérez Vera

Imaginémonos al profesor de matemáticas de nuestro hijo diciéndole que 2+2 son 4, pero que si cierra la suma con un resultado de 3 o de 3.5, le dará un aprobado alto. Seguramente cualquiera de nosotros trataría de hablar con el maestro en cuestión, a fin de llamarle sinvergüenza, insensato o incluso malnacido. Yo lo haría y luego, sin dudarlo, lo denunciaría ante las autoridades competentes de la Consejería de Educación. Creo que hasta le daría publicidad mediática a tan vil e intolerable método de enseñanza.
 
Pues señoras y señores lectores, esto está pasando en el seno de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. No, no se asusten, a la Policía normalmente llegamos sabiendo sumar hasta con decimales. Pero en otros campos académicos policiales está sucediendo exactamente lo mismo.  Me refiero, obviamente, a la instrucción de tiro. Destrucción de tiro diría yo, según qué clase de docente le toque a cada alumno.

Ya sé que esto es tan duro y huele tan mal, que se niega, se tapa y se maquilla rabiosamente desde los despachos. Qué cosa más nuestra, ¿verdad? Me consta que los estadísticos y los vendidos hacen una fabulosa pareja de baile. La indecencia de los primeros se mezcla tan hábilmente con la desvergüenza de los segundos, que tal maridaje da vida, en demasiadas ocasiones, a descompuestos orgánicos enchufados sindicalmente, a recomendados de papá y a concubinos enculados por el vecino de enfrente. Yernos, primos, sobrinos… Todos valen. Todo el mundo es bueno. ¿Les suena, les resulta familiar? Nepotismo en estado puro, vamos. Duele, ¿a que sí?

Qué ardua tarea es localizar a gente sería, formada y comprometida. Y por favor, no me hablen de diplomas y galones, o me veré obligado a redactar inmediatamente otro artículo (lo haré, en cualquier caso).

A ver cuándo nos vamos a enterar de que los instructores no tienen que disfrazarse de Harry el Sucio. Tampoco tienen que hablar o gritar como un sargento de los Marines. Por descontado que en absoluto tienen que tener súper desarrolladas las papilas gustativas para lamer a placer las partes pudendas de los jefes, liberados sindicales, concejales, etc. Los instructores únicamente tienen que saber sumar 2+2. Pero sobre todo, y esto es lo verdaderamente importante, tienen que poseer habilidades para enseñar a sumar a quienes ni tan siquiera saben contar del 1 al 10.

Demasiada gente no sabe que no sabe. Cuantísimos hemos sido espetados durante años con aquello de: "Es que nosotros somos los mejores. Nadie nos puede toser. Estamos por encima de todos los demás. Después de nosotros no hay nada ni nadie, por eso os miramos hacia abajo y por encima del hombro". O sea, mucha vaselina y mucho espejito mágico. Y oye, la gente se lo cree y encima saca pecho.

Estoy refiriéndome a quienes desde los más altos púlpitos arengan a sus alumnos, despreocupándolos ante las amenazas generadas por los dementes de machete en mano. Porque como somos muy buenos tiradores cuando disfrutamos de 3, de 4 y de hasta 5 segundos delante de la silueta de papel, pues todo resultará igual de fácil y aséptico aunque ahora se esté desarrollando un “o tú o yo” en la puta calle. ¡Por Dios!, cuánto daño está haciendo el puto "golpe de silbato" y el emboquetarse como instructor, por miedo a los gitanos, a los barbudos, a los tatuados, a los greñudos, a los rapados, a su puta madre, al frío y al calor.

Estos son, y sé que es la enésima vez que lo digo, los mismitos que rebuznan con la sempiterna mentira, esa, de asustar con el insonoro ruidito que hacen las pistolas al alimentar la recámara mediante la liberación de la corredera y al obturarse el cañón. Valiente panda de cómodos atrincherados en sus propias babas. Menuda colección de mugrientos y miserables apoltronados. ¿Qué cuentos chinos contarán a quienes portan revólveres, en vez de pistolitas?

Esta peña es la que te dice, a cara descubierta y sin ruborizarse lo más mínimo, que por muy bueno y rápido que seas metiendo balazos a una sola mano, te va a puntuar mal porque el sagrado manual ordena hacerlo despacito y empuñando a 2 manos, mientras se apunta con calca y tranquilidad. ¡A tomar por culo el paralelismo con la realidad! Pero alabado sea el programa de instrucción y reciclaje, aunque lo haya diseñado un burro que no sabe más que de zapatitos limpios, de tiro de salón y de pelar langostinos de Carrefeur, el día que se reparten las cruces y medallas.

Y sí, es cierto, no diré que no, los recorridos de tiro son molones y divertidos. Mucho. Pero la gran mayoría de ellos son falsos de cara a la realidad que potencialmente podría encontrarse un policía cualquiera esta misma noche, al tratar de identificar al conductor de un vehículo sospechoso. Mucho tiro apuntado a los globitos de colores. Mucho reptar y hacer flexiones. Mucho correr en dirección a la fuente originadora del peligro. Pero poco tirar contra quien a distancia halitósica ya te está apuñalando (blanco a distancia cero). Y ojo, aquí, a distancia de beso, disparar seguramente no sería lo primero que habría que hacer. La sorpresa impone antojadizas órdenes cerebrales, casi siempre encaminadas a sobrevivir a cualquier precio. El valor a veces se oculta detrás de una cortina o debajo de una mesa, dejando paso a los 100 metros lisos. Y no pasa nada, oiga, porque salir corriendo es una reacción natural, contra la que difícilmente se puede luchar en determinadas circunstancias, especialmente si estas aparecen por sorpresa. Si es legal, cualquier cosa puede servir en aras de la pervivencia. Y atención, tener miedo todavía no es ilegal.

Y tatachín-tatachán…, esta plaga tan en auge está nutrida, juro que no precisamente por casualidad, por personajes que a lo más que aspiran es a parecerse a Clancy Wiggun, el desastroso y lerdo jefe de policía de Los Simpson. De ahí que promuevan la utilización de peligrosas, asquerosas e involutivas fundas automáticas porta pistolas.


El miedo y la ignorancia es lo que tienen, que atrapan en sus filas a inútiles, a mamporreros y a papafritas licenciados en la empaquetación de rollos de papel higiénico, doctorados algunos de ellos, también, en mirar para otro lado echando balones fuera.

Comentarios

  1. Como siempre, lo clavas, Ernesto. No hay nada que añadir. Un saludo

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  2. Luchar contra la calamidad requiere esfuerzos que luego pagas y tu de eso sabes mas que nadie,,,,,por eso te admiro por tu indomable lucha y entrega.

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