MENTIRAS DE AYER HOY
Por Ernesto Pérez Vera
Querido
diario:
Un viejo
recuerdo ha regresado a mi mente. Ocurrió ayer y desde entonces mi cabeza no
deja de recobrar nombres y momentos. He vuelto a experimentar sentimientos de
odio y asco.
Ayer, sin
esperarlo ni acordarme bien de las muchas cosas feas que algunos dicen de mí
por haber hecho mi trabajo, el destino colocó a mi lado a un desconocido que
antaño me despellejó vivo. Uno más. Siempre supe que muchos lo hacían (lo siguen
haciendo) tanto en el seno de la comunidad policial local como fuera de ella, pero
sobre todo dentro de mi propia fuerza. Es más, a muchos, sino a la mayoría,
siempre les puse cara, nombre e incluso apodos. Pero sobre el individuo de ayer,
nada de nada. Yo sabía de la existencia de un expolicía consumidor de
sustancias estupefacientes, al que en el pasado habían investigado por su
relación con el narcotráfico, que decía cosas no precisamente agradables de mí
y de determinados compañeros míos. Según me contaron años atrás, este sujeto iba
diciendo por ahí que yo era muy mala persona, un nefasto policía y, principalmente,
un funcionario nada formado en rama alguna de la profesión. Bueno, en realidad
me llamaba analfabeto, perro, cabrón e hijo de puta, pero me ha apetecido
suavizarlo, querido diario.
En su día
me enteré de que en una de sus banderas, y digo una porque todo indica que
tiene tantos pabellones como conveniencias, ponía que me iba a denunciar por haber
maltratado a su hijo, mas nunca supe a qué intervención podría hacer referencia
de las miles que llevé a cabo. Pero ayer, dos lustros más tarde de aquello, lo
supe todo: le puse cara, apellidos, apodo y hasta currículum criminal. Leches,
por ponerle le puse hasta voz.

En fin, querido
diario, se trata de un policía que desertó del uniforme fingiendo no sé qué
enfermedad. Se lo hizo bien, como dicen algunos, para disfrutar de una pensión de
policía jubilado, que supongo sería una migaja comparada con las ganancias que
le brindaba el lado oscuro. El tío sabía que tarde o temprano los suyos irían a
por él, por lo que se quitó de en medio
antes de que lo cazaran y perdiera el derecho a la pensión. Me lo pintan,
también, como muy astuto, inteligente y maltratador doméstico. No sé qué pensar,
diario mío, pero creo que no me mienten.
Ayer descubrí,
muy tarde y rocambolescamente, por qué este sujeto emprendió aquella feroz campaña
de acoso y derribo contra mi persona e imagen. En el fondo, no hizo más que
sumarse a otros de similar pelaje y bagaje que, por intereses políticos,
sindicales y/o delincuenciales, también habían triangulado sobre mí toda su
envenenada munición: saliva y tinta cargada de odio, envidia y pajas mentales. Intereses adulterados. Vicios ilegales e
inmorales, como los del puerco que me dijo que por favor no lo denunciara por
el medio gramo de cocaína, porque él había sido miembro del tribunal examinador
de mi oposición. Un maldito corrupto aprovechado del sistema. Un mierdoso
arropado por quienes engrasaban la cadena de la cisterna del váter. Uno más de
aquellos que rajaban de mí y de los míos cuando deteníamos a un atracador, y
también cuando no lo deteníamos por estar de vacaciones, libres de turno, de
baja médica o disfrutando de días de asuntos propios. Si lo hacíamos, mal; y si
no lo hacíamos, peor.

Para mí fue
ni fu ni fa, una actuación policial más. Una de miles en tan revueltos,
convulsos y crispados años. Sucia y pringosa política asomada sindicalmente al
balcón de los policías locales que más rendían. Mentiras y más mentiras al
servicio de siglas políticas y sindicales. Ya ves, diario, se autoproclamaban
dignos y pulcros demócratas, pero cultivaban y promovían aquello que decía el nazi
Joseph Goebbels: “Miente, miente, miente
que algo quedará; cuanto más grande sea la mentira, más gente la creerá”.
Pues nada,
lo normal, el niño y otras dos personas tuvieron que ser detenidas ejerciéndose
sobre ellas, en su justa proporción, la legítima coacción del Estado. Algo tan
normal como que durante años ese fue mi sino diario, al igual que el de saberme
objetivo de las críticas y las denuncias mediáticas de padres, hermanos, hijos, sobrinos,
primos, vecinos, tíos, cuñados, esposas, nietos, tías, abuelas, maridos,
amantes, abuelos y desconocidos que se sumaban, porque sí, a decir que la
Policía se había extralimitado. Decían, de mí y de varios de los míos, que
siempre participábamos antijurídicamente en las intervenciones, aun cuando ni siquiera
hubiéramos estado de servicio. Aseguraban,
normalmente en cadenas de radio, en televisión, en periódicos y casi nunca ante
la autoridad judicial, que sus amigos, parientes, conocidos y desconocidos eran,
per se, inocentes de todo. Ya sabes,
querido diario: la droga nunca era de ellos y los policías éramos los
responsables de sus miserias y desgracias. Y cuando algo de lo que aireaban
tenía halos de realidad, lo exageraban tanto, tanto, tanto, buscando testigos
falsos y todo eso, que la pequeña verdad se transformaba en un enorme embuste
imparable, que incluso a mí me hacía dudar.

Lo de
siempre, querido diario, que los policías son muy malos cuando cumplen escrupulosamente
con el trabajo que otros declinan hacer. Vivir y trabajar invocando el no a la
arbitrariedad, nunca ha sido fácil. Se paga caro. Tampoco resulta novedosa la presencia
de mugrientos vendidos, con placa y porra, dispuestos a desmerecer la verdad,
para enaltecer la falacia. Deslealtad
humana e intelectual, querido diario. De ahí, seguramente, que algunos de los
míos llevasen consigo fotografías de mi rostro y anotaciones con todos mis
datos de filiación: un par de veces me
denunciaron con nombre, apellidos, número de DNI y domicilio, personas de
interés policial que luego, ante su señoría, verbalizaron que yo no era el
agente al que se referían, pero que unos policías les habían dado todas mis
señas. Cuanto menos, asquerosamente curioso. Todo por la pasta, por un galón,
por un puesto más cómodo o por una plaza de funcionario para el yerno, para la
parienta y hasta para su puta madre.
Hasta
mañana, querido diario.■
Ernesto, permite que te tutee,eres grande, sigue así, mucho ánimo, es la primera vez que te escribo y soy un "alumno" tuyo, ya que día a día me guardo para mi alguna de tus enseñanzas. Lo dicho, mucho ánimo y un saludo.
ResponderEliminar¡Gracias, Endika!
EliminarErnesto, una chora me dio un cante sobre un miembro de otro Cuerpo. Muy digna me dijo " yo no soy una chota, pero no se puede ser gato y ratón al mismo tiempo "
ResponderEliminarEse es el problema del enemigo interno no sabe que.es. Un saludo José Moreno
Efectivamente, hay gatos y ratones, indios y vaqueros. Y no puede ser.
EliminarPor desgracia, se trata de una lacra a nivel nacional. Tú lo has dicho Ernesto, todo por la pasta. Lo mejor de todo, es mirar a uno de estos cerdos a la cara y sin decir nada, saber de qué estamos hablando. Que sienta el escalofrío de que como tropiece, vamos a estar esperándole con los grilletes en la mano.
ResponderEliminarEstamos contigo Ernesto, un saludo, Ifwin.
Gracias. Un abrazo.
EliminarTe imagini como al personaje al que llamaban "Comecocos". Interpretado por Sean Penn en a peli " Colores de Guerra" Me hubiese encantado trabajar contigo. Al menos hubiese tenido buena compañía mientras esperamos a que nos llamen a la sala a declarar.
ResponderEliminarGraaacias, Ángel.
EliminarClaramente es un "Sérpico ibérico". El artículo en sí es un reconocimiento a esa inmensa minoría de policias que existen en todos los cuerpos del mundo... Un abrazo.
ResponderEliminarErnesto, que pena de cuerpos policiales, mando intermedios asi como cupulas politicas. todas ellas o al menos la mayoria corruptas, pero lo peor para mi, es el policia de la calle, ese que se viste con el uniforme como el tuyo, que se hace llamar "compañero". Pero que en ciudades sobre todo pequeñas acabas sabiendo que conoce, se mueve o hace De todo un poco, con y sin uniforme, trabajando o en sus dias libres, y lo peor de todo es que ademas se le llena la boca de airearlo a los 4 vientos.
ResponderEliminarY para remate ves como ademas se le premia ( TAL VEZ POR NO SER UN TOCA PELOTAS, QUE DETIENE, INCAUTA, SANCIONA. E INVESTIGA).
Somos pocos. y cada vez menos los que como tu, y algun otro de los asiduos a tu blog, sentimos, vestimos y vivimos para y por el uniforme, que por nuestras venas corre veneno( ya sea azul, verde, o del color que cada uno sienta)policial. POR ESO TE INSTO A QUE SIGAS EN LA BRECHA, QUE NO DECAIGAS, POR QUE GRACIAS A TUS ARTICULOS, TUS ABREOJOS, TU EXPERIENCIA Y ENSEÑANZAS NOS MANTIENES A SALVO DE LA ZONA OSCURA.
ANIMO. Y GRACIAS.
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarSaludos.
No se quien lo dijo, tampoco se lo preguntaré al Tío Google para dármelas de "sabidillo" pero era tal que así: "Se puede engañar a algunos durante algún tiempo. Pero no se puede engañar a todos todo el tiempo"
ResponderEliminarLo de buscarse testigos/familiares/colegas falsos para acudir a Juicio y "cagarle" la cara al colega jijijijijijiji eso creo que nos ha pasado a todos, y cuantos más mejor. Cada uno liándola más cada vez, y la cara de su Señoría tornándose de un sepia claro a un rojo cobrizo, que casi no podía ni aguantarme la risa en la Sala de verle la cara al "abogadillo" defensor.
Como me dijo un HGP un día: "A ti ya te pagan para aguantarte si te llamamos hijo de p... si te escupimos o pasamos de tu cara". Sólo se me ocurrió decirle una cosa: "¡¡¡SUERTE!!!"
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"Ante ferit quam flamma micet"
Hola, Josma: ¿Y cuando son policías quiénes promueven la búsqueda de testigos falsos...? Perros hijos de puta que se cambian en la taquilla de enfrente, o en el cuartel de la esquina.
EliminarUn abrazo.