SIN COMPLEJOS: BALAS HECHAS PARA LA POLICÍA
Por, Ernesto
Pérez Vera
Por enésima vez, regreso exponiendo el resultado de un test
balístico terminal casero. Me da igual que me llamen jartible. Háganlo, de
verdad que no me importa. A estas alturas de mi existencia es difícil cambiar,
y además tampoco quiero hacerlo. Es más, amenazo con seguir evaluando
proyectiles del calibre 9mm Parabellum, para luego dar a conocer públicamente
los resultados que obtenga. Quién sabe si incluso amplío mi interés por otros calibres,
como el 9mm Corto y el .38 Especial, ambos muy arraigados entre los españoles que
portan armas de defensa. Al tiempo.
Por cierto, amén de mi pasión por este tema, el verdadero
interés que me lleva a publicar esta clase de trabajos no es otro que combatir,
desde mi modesta posición, las legañas oculares y cerebrales de demasiada peña.
A ver si la
gente despierta de una vez y se entera de que los proyectiles expansivos, sean
o no sean huecos, porque por lo general todos los huecos son expansivos mientras
que todos los expansivos no necesariamente son huecos, ayudan a minimizar, y
además mucho, el riesgo de lesionar a terceras personas cuando se producen
intercambios de disparos. Digo no, al prejuicio. Y grito no, al “es
que a mí me han dicho…”. Me opongo resueltamente a los empeñados fanáticos involucionistas.
¡Ah!, y recordar que el uso de este tipo de munición es legal
en armas cortas, siempre que estemos hablando de funcionarios con licencia de
armas tipo A; es decir, profesionales habilitados, máxime si los cartuchos son
entregados por la Administración, como equipamiento de dotación reglamentaria.
Este es el exótico y exquisito repertorio sobre el que me he
apoyado para redactar los subsiguientes párrafos: Kilgore Frangible (71gr); Fiocchi Frangible
(82gr); RWS Action
1 (86gr); Men QD-1 (88gr); Ruag Action-4 (92gr); Dag Action-5
(94gr); Winchester Silvertip (115gr); Federal HST (124gr); Speer Gold Dot
(124gr); Federal Hydra Shok (124gr); Winchester Black Talon
(147gr); Winchester Ranger SXT (147gr). Si bien es cierto que estos
cartuchos son suficientemente conocidos por los profesionales especializados en
balística, muy pocos son utilizados en España. A nivel de dotación reglamentaria, me consta
que algún cuerpo local de seguridad emplea munición Hydra Shok. Y también sé
que los Kilgore son consumidos, desde no hace mucho tiempo, por determinadas
unidades de nuestra vetusta Infantería de Marina. Los demás, hasta
donde yo sé, no se encuentran en la nómina de ninguna fuerza española.
Pero tengo que reconocer, en honor al máximo rigor, que todos
estos, o bastantes, han sido evaluados en algunos de nuestros centros de
formación de policías. En cualquier caso, no ha servido para nada: las
instituciones evaluadoras han seguido utilizando las mismas peligrosas
porquerías de toda la vida. Los complejos son nuestros peores
enemigos. Nos encanta hacer lo de toda la vida. Nos acojona salir de la cálida
pero siempre lúgubre cueva.
Me apetece manifestar que, de entre los concurrentes, el
Black Talon era el que más interés personal me suscitaba. No en vano le
persigue la vieja y estúpida fama de ser una mala bestia. Una munición
apestada. Dicen, aunque obviamente es mentira, que es capaz de matar incluso a
los médicos forenses y cirujanos que extraigan con sus manos los proyectiles insertos
en cuerpos humanos, aun cuando los facultativos se protejan con guantes
profilácticos. Hasta qué punto no habrá llegado esta absurda leyenda, por
cierto auspiciada periodísticamente mediante una campaña de desprestigio
hábilmente orquestada, aderezada con una pizca de ignorancia y también, por qué
no decirlo, con cierta dosis de envidia empresarial, que la casa Winchester se
vio obligada, en 2000, a retirar el producto del mercado. Me siento satisfecho de haber probado la mítica,
maldita y excomulgada “garra negra”, que es lo que al fin y al cabo quiere
decir “black talon” en lengua cervantina, una vez traducido tan sugerente
nombre. Recomiendo la lectura de un artículo que al respecto publicó,
hace ya unos años, Pedro Pablo Domínguez Prieto.
Seguimos
con mi examen doméstico. El blanco, algo tan importante como los propios
proyectiles testados, ha sido lo que muy reducida y básicamente somos los seres
humanos: agua contenida, protegida y vestida; contenida celular y
extracelularmente, protegida por la piel, que por cierto es el órgano de mayor
tamaño de nuestro cuerpo, y vestida con prendas confeccionadas textilmente. No olvidemos que
el agua es el principal componente del cuerpo humano: un 75% al nacer y un 10%
menos en la edad adulta.
Tiré contra
garrafas de 5 litros de agua potable comercial, obviamente repletas de agua
hasta el tapón. Los contenedores fueron dispuestos en vertical, pegados unos a
otros mediante cinta adhesiva. Significar
que el espesor o profundidad de cada botella era de 15 centímetros. La primera
de ellas, la garrafa que debía recibir el impacto directo desde la boca de
fuego, fue cubierta con 2
capas de agradable tejido textil bielástico, como el que tanto se emplea hoy en
día para confeccionar prendas deportivas y policiales. Una mezcla de poliéster
y licra.
En este caso, y dicho sea de paso, el tejido procedía de lo que
hasta unos minutos antes había sido un pantalón de la marca Adidas.
Por último, y no por ello menos importante, el arma: una Glock 26, que ejerció
su cometido desde 3 metros de distancia.
El objetivo
de la prueba era el de siempre: comprobar cuántas garrafas era capaz de
perforar cada punta. En estas evaluaciones no gana el proyectil que más atraviesa.
Tampoco el que menos. La medalla de oro se la lleva, desde mi criterio personal,
la bala que queda alojada entre la segunda y la cuarta botella, amén de
presentar una aceptable deformación, agradeciéndose y valorándose muy
positivamente que ésta sea homogénea. Según el peso del proyectil y
la expansión que vaya adquiriendo mientras va cruzando las garrafas, se parará
antes… o más tarde. Esto quiere decir, en pocas palabras, que habrá
sobrepenetración o que no la habrá.
Llego a
esta conclusión a tenor de lo que se da por científicamente probado por el FBI
norteamericano, que no es más que de un proyectil de uso policial se debería
esperar que no sobrepenetrara un torso humano, adulto, más allá de entre 28 y 35 centímetros. Hay que tener en cuenta que, en el curso de un encuentro a tiro
limpio, los disparos no siempre se colocan frontalmente en el blanco, como por
otra parte sí suele ocurrir con las siluetas de papel empleadas en los campos
de tiro convencionales, disparando desde posiciones estáticas. En la vida real,
cuando las personas mentalmente sanas sienten miedo se encogen, se agachan e
incluso se dan el piro; o sea que se desplazan ante la posibilidad de ser plomeadas,
acuchillas o simplemente apaleadas. He aquí uno de los factores
fundamentales que hacen que muchos tiros entren por la zona costal del mapa
anatómico, lo que podría determinar, según describa el ángulo de impacto, que
un proyectil tuviera ante sí una amplia zona corporal llena de órganos que
dañar. Lo que en el argot se denomina, cavidad permanente.
A este principio de supervivencia tan instintivo y natural no
escapa nadie, ni los policías ni sus antagonistas. Todos quieren impactar, sin ser impactados, por lo que las balas
pueden trazar extrañas y caprichosas trayectorias lesivas cuando perforan el
pellejo en plena acción dinámica de los actores (tiradores en movimiento). Tampoco olvidemos que ante vicisitudes de este orden y
calado, el sudor siempre desprende un olor distinto y especial, a no ser que estemos
hablando de psicópatas. Ejecutar movimientos y acciones medianamente
entrenadas se convierte, de buenas a primeras, en una tarea complicada, cuando no
imposible. Ojo: a veces incluso las maniobras muy ensayadas se ven
negativamente afectadas en su correcta ejecución.
Aquí, en
la calle de verdad y no en la de las teleseries o en la de los videojuegos, la
vida se derrama. La gente sangra y llora. Tenemos que ser conscientes de que ahí fuera todo es muy diferente
de como suceden las cosas en las asépticas galerías de tiro, digan lo que digan
los instructores de sopa boba, que no son pocos sino que por el contrario
abundan más que las ganas de no pagar impuestos. Si encuentran un formador bien
formado y con interés, que aseguro que los hay, péguense a él. Óiganlo con la
máxima atención. Háganle caso.
He aquí los resultados:
1)
Black Talon (147gr):
perforó hasta la cuarta garrafa, abandonando la
misma sin llegar a dañar la quinta (60 centímetros). El proyectil, ampliamente
expandido, alcanzó un diámetro final y uniforme de algo más de 13 milímetros,
sin pérdida de masa.
2) Ranger SXT (147gr): llegó hasta la cuarta garrafa (60 centímetros),
siendo allí hallada la punta completamente expandida, presentando una sección
de 15 milímetros. Conservó el 100% de su
masa inicial.
3) Action 4 (92gr): la punta penetró hasta la tercera garrafa (45 centímetros), quedando
alojada in situ. Una vez recuperada, no presentaba excesiva deformación, viendo
aumentado su diámetro únicamente hasta los 10 milímetros. No perdió masa. La polímera
caperuza amarilla que cubría la ojiva, se quedó en la primera garrafa.
4) Fiocchi Frangible (82gr): la punta llegó hasta la garrafa número 3 (45 centímetros),
sin producir orificio de salida. El proyectil solamente presentaba, como únicas
lesiones, las trazas propias del ánima del cañón del arma. Casi podría ser
utilizado para recargar otro cartucho. Aunque
realmente era de esperar, sorprendió que las botellas no se movieran al recibir
el impacto. Ni siquiera la primera. El resto de proyectiles produjeron la
explosión de las garrafas situadas en primera línea, y a veces incluso las de
la segunda posición. En esto último destacaron, por encima de las demás, las
Action 1 y 5.
5) Men QD-1 (88gr): tanto la bala como la esfera plástica
de color rojo fueron halladas en el interior de la tercera garrafa (45
centímetros). La punta presentaba una levísima expansión de no más
de 9.5
milímetros. Cero pérdida de masa.
6) Kilgore (71gr):
perforó hasta la segunda garrafa, fragmentándose el proyectil por su parte
posterior, pero sin llegar a salir del contenedor (30 centímetros). Aun así, produjo
una pequeñísima lesión en la tercera botella, sin conseguir fracturarla. El
proyectil, que era frangible a la par que hueco, combinación poco habitual, se
descompuso en 2 partes claramente diferenciadas: en pequeñísimas partículas, las
paredes que daban forma al vaso de la oquedad, que fueron halladas íntegramente
en la primera garrafa; y el cuerpo del proyectil, que a la sazón ejercía como
banda de rozamiento, que fue recuperado dentro de la segunda garrafa.
7) Action 5 (94gr): el proyectil se recuperó, sin pérdida
de masa, dentro de la segunda garrafa (30 centímetros). No provocó daño alguno en la
cara interna-posterior de la botella, lo que indica que la tercera no corrió
riesgo de ser alcanzada por exceso de penetración. Medida la bala con un pie de
rey, presentó una muy homogénea expansión de 13.5 milímetros. La caperuza de
color negro, que otorga la forma ojival al proyectil, también fue extraída del
interior de la garrafa número 2.
8) Silvertip (115gr): esta punta se comportó de un modo muy
similar a la Action 5, descrita anteriormente, pero en esta ocasión el
proyectil, aunque muy expandido hasta casi los 15 milímetros, sí logró escapar
de la segunda garrafa (30 centímetros): golpeó sobre la tercera, aunque
únicamente le produjo una ínfima abolladura. No fue apreciada pérdida de masa.
9) HST (124gr): penetró hasta la segunda garrafa (30 centímetros), pero aun originando
un orificio de salida, únicamente lesionó de modo leve la cara externa de la
tercera botella. El proyectil fue retirado del interior de la garrafa número 2,
presentando la más brutal y espectacular expansión de todo el elenco estudio: 17.5 milímetros.
Tampoco perdió volumen.
10) Gold Dot (124gr): este proyectil aumentó su calibre
hasta los 15.4
milímetros, presentando una perfectísima expansión. Penetró hasta la
segunda garrafa (30
centímetros). Pese a que rompió la cara posterior de la botella, no
dañó el cuerpo de la tercera. No vio reducida su masa.
11) Action 1 (86gr): perforó hasta la segunda garrafa (30 centímetros),
fracturando la pared trasera. El proyectil, de forma no muy agresiva, impactó
en la tercera botella, sin conseguir dañarla. La expansión del proyectil, muy
homogénea y circular, marcó 13 milímetros.
12) Hydra Shok (124gr): el núcleo del proyectil fue
recuperado, ampliamente expandido (17 milímetros), en la garrafa número 2 (30 centímetros).
Aunque esta botella presentaba un orificio de salida, la bala no logró penetrar
en la siguiente. Significar que la envuelta metálica del proyectil se
desprendió de su núcleo, descomponiéndose en varios fragmentos, los cuales
fueron retirados tanto del interior de la primera botella como de la segunda.
Conclusiones:
Que el intelecto y los conocimientos de cada cual hagan ebullir las conclusiones. Pero en
virtud de lo evidenciado en trabajos anteriores, donde las puntas blindadas,
semiblindadas y de plomo, penetraron continuamente hasta la sexta, séptima y
octava garrafa (más de 100 centímetros),
además sin deformarse nada de nada, y por tanto transfiriendo escasa energía, cualquier
proyectil de los hoy aquí presentados podría reducir, sobradamente, el peligro
que genera el exceso de penetración. El asunto no es baladí, como demuestran las
heridas colaterales que muchas veces provocan los policías cuando sus
proyectiles, tras matar o herir a los malos, también alcanzan a personas ajenas
a las intervenciones policiales. No
me voy a pronunciar sobre algo tan obvio, y de Perogrullo, como que igualmente se
producen lesiones no deseadas con balas perdidas provenientes de disparos
errados.
Nota final: Como
complemento a los párrafos anteriores, se estima que un proyectil necesita una
velocidad restante (la que posee al punto del impacto) de 36 metros por segundo
(m/s) para atravesar la piel humana; 61 m/s para perforar una pieza ósea y en
122 m/s se sitúa la velocidad precisa para que una bala pueda ser mortal. Toca
pensar en los proyectiles de los que venimos hablando, y que no han logrado
perforar las carcasas de plástico de las garrafas número 3 y 4, después de
haber llegado a ellas perforando las anteriores.■
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