PASA Y PRUEBA, SE PUEDE: DISPAROS DESDE EL INTERIOR
Por Ernesto
Pérez Vera
Solemos hablar,
escribir y especular sobre los disparos que hacen los policías a pie firme,
contra personas que permanecen igualmente erguidas. A veces, incluso nos
planteamos situaciones contra hostiles ocupantes de vehículos. Sabemos que es
fácil hacer blanco en quienes se encuentran dentro de automóviles no blindados,
aunque se les tire desde fuera. Pero lo que no se plantea tanta gente es la posibilidad
contraria: disparar desde dentro del habitáculo contra semejantes situados en
el exterior. Pasa. Ocurre con frecuencia. En España no han sido
pocos los policías, guardias civiles y militares ametrallados desde escasos
metros, cuando se encontraban en el interior de sus vehículos, bien como
conductores bien como pasajeros. Muy pocos pudieron y supieron repeler la
agresión desde el asiento, pero alguno lo logró.
Digno de mención es el
caso ocurrido el 18 de noviembre de 1994, en la localidad vizcaína de Larrebezúa. Aquel
día, sobre las 18:00 horas, el sargento de Infantería JLC fue emboscado por un
comando de la banda terrorista ETA. El suboficial circulaba con su coche
particular, cuando en un cruce se le aproximaron varios peatones abriendo fuego
contra él. El
militar, que portaba una pistola, respondió con celeridad al fuego, repeliendo
el ataque desde dentro de su automóvil. Además de evitar una muerte casi segura,
porque el ataque se efectuó con subfusiles, hirió a uno de sus atacantes y puso
en fuga al resto. No obstante, el sargento fue herido en un brazo por un único
proyectil. Como consecuencia de la eficaz respuesta del acometido,
los asaltantes huyeron del lugar en un turismo, tras detener su marcha pistola
en mano. Más tarde, en Lujua (misma provincia), dos patrullas de la Ertzaintza (Policía Autónoma Vasca) le cortaron el paso,
produciéndose un enfrentamiento entre ambas partes. Curioso: uno de los etarras
disparó contra los policías desde dentro del coche, si bien después lo abandonó
para continuar la refriega de un modo más convencional. Un agente resultó
herido de gravedad como consecuencia de dos balazos, un terrorista murió y otro
resultó herido.
Sería muy sencillo
pensar que del mismo modo que desde fuera para adentro podemos hacer sangre, igualmente
podrá hacerse a la inversa. En cierto modo es así, pero seguramente existan
matices diferenciadores. El primero matiz puede ser el hecho de que inmensísima mayoría
de los profesionales armados de este país entrenamos —y que se salve el que pueda— en bipedestación estática. Pocos, muy pero que muy pocos, entrenamos
reglamentariamente ejercicios en el interior de nuestros coches de servicio.
Si acaso alguno lo hace es porque acude a cursos privados o porque emplea su
ingenio en busca de una mayor calidad en la gestión de situaciones potenciales.
Algunos instructores, contraviniendo las normas internas de sus propias
instituciones, incluyen sillas u otros asientos en las periódicas prácticas de
tiro. En estos casos, los muebles quedan situados en la línea de tiro y frente
a la línea de blancos, normalmente en uno de sus flancos, a distancias no
superiores a cinco metros. La idea es bien sencilla: simular muy
imaginativamente que el tirador se halla, por ejemplo, en el interior de su
coche-patrulla, cuando es acometido de modo tal que requiere hacer fuego de
réplica.
Los funcionarios de
policía no deben tener miedo a efectuar disparos en tales circunstancias. Pero
es demasiado frecuente que ante planteamientos de esta índole, algunos policías
cuestionen su eficacia: nunca lo han entrenado y tampoco lo han visto hacer. Muchos
no saben que los proyectiles de nuestras armas perforan lesivamente las puertas
y los cristales de los coches convencionales. Quienes hayan realizado pruebas al respecto
o hayan sido testigos de ellas, saben de la facilidad con la que una bala de 9 mm
Parabellum atraviesa un coche de lado a lado, de puerta a puerta. (‘Bala’
es sinónimo lingüístico de proyectil, aunque quizá no resulte el término más
técnico).
Las posibilidades de
verse uno en una situación adversa dentro de un vehículo son muchas. El ataque
podría provenir desde cualquier lado o ángulo: desde detrás, desde delante o desde
cualquiera de los flancos. Aunque la energía de los proyectiles podría verse mermada tras
producirse la perforación de las chapas y los cristales, es más que posible que
conserven suficiente capacidad letal, incluso si tras invadir el espacio
interior del automóvil tuviesen que perforar los asientos hasta llegar a los
ocupantes. A la inversa puede suceder lo mismo, por lo que los agentes
tienen que saber que sus balas pueden salir, también lesivamente, hacia el
exterior.
El 26 de mayo de 2005, en Olivella,
Barcelona, una pareja de guardias civiles pasó por ello. Durante una
persecución policial sobre dos vehículos sospechosos, tuvieron que hacer fuego
con sus pistolas desde el interior del coche-patrulla. Los perseguidos dispararon con armas de los
calibres .38 Especial y 9 Parabellum, entrando varios proyectiles por la luna
delantera del benemérito vehículo. Los funcionarios, por premura, devolvieron los
disparos también a través del parabrisas de su propio coche. Ninguno
de los agentes resultó lesionado, pero sí uno de los delincuentes (fue detenido
días después). Ven como estas cosas pasan.
Los cristales y las
lunas parabrisas de los coches modernos son lo bastante resistentes como para
provocar una buena desaceleración a los proyectiles. Aun así, casi siempre podrían
producirse lesiones graves. Si a estos niveles hay una barrera especialmente resistente
es, sin duda, la luna delantera laminada que a día de hoy usa cualquier
vehículo. Pero incluso estas superficies vidriosas podrían ser perfectamente perforadas
en ambos sentidos direccionales. La mayor parte de las lunas
delanteras también propician desvíos a las trayectorias iniciadas en las líneas
de fuego, e incluso dan origen a rebotes según sea el ángulo de impacto,
especialmente si el disparo se realiza desde el exterior: la luna presenta un abombamiento
a lo largo de toda la extensión de su superficie, así como cierta inclinación o
angulación respecto al piso.
De cuantos proyectiles
he evaluado personalmente realizando disparos directos contra parabrisas (de fuera
para dentro), solamente un tipo de bala reflejó un resultado menos grave en
cuanto a interpretación de potenciales lesiones a producir. Me refiero a las
puntas frangibles (emplee dos marcas diferentes). Aquellas balas perdieron, aproximadamente, el
cuarenta por ciento de su masa en el impacto (se desintegraban por la
parte posterior), logrando el resto del cuerpo del proyectil penetrar el
cristal laminado, para conseguir finalmente perforar el cuerpo que simulaba ser
una persona (garrafa de plástico duro, con veinticinco litros de agua).
Estos proyectiles están
construidos y diseñados para desintegrarse, convirtiéndose en polvo, tras el
impacto en superficies especialmente duras. Todo el cuerpo del proyectil
suele ser una amalgama de partículas compactadas de polímeros, mezcladas con
otras de cobre, tungsteno, nylon u otros materiales sintéticos. En cuerpos
blandos, como las puertas de los coches o los órganos humanos, actúan igual que
los proyectiles convencionales. Tan solo se desintegran completamente,
cumpliendo así su propia razón de ser, si impactan en ángulo de noventa grados,
o próximo a él, contra superficies muy duras.
También está verificado
que cuando cualquier clase de proyectil cruza el cristal en dirección de fuera a
dentro, proyecta numerosas y minúsculas partículas de vidrio en la misma
dirección de tiro, pudiendo perfectamente afectar estos fragmentos cristalinos
a la visión de las personas presentes en el habitáculo (lesiones oculares, al
margen de las directas que pudieran producir las propias balas).
Pero bueno, ya me he
enrollado más de lo debido con el asunto balístico. Ahora vamos a ver si
realmente es tan fácil responder con fuego desde el interior de un coche. Algunos
quizás crean que es tan sencillo como cuando se está de pie, mas yo no lo veo así.
Si ya de por
sí no estamos debidamente entrenamos y mentalizados para disparar a otro ser
humano hallándonos de pie en un tuteo, menos todavía lo estamos para replicar
desde la segura e incómoda posición de sentando en el interior de un automóvil
policial.
Sabiendo como se sabe que
los tiempos de respuesta en bipedestación son excesivos durante la instrucción
convencional y generalizada (detección de la amenaza u orden de fuego,
desenfunde, preparación del arma —el que deba prepararla— y disparo), estos rangos
aumentarán, sí o sí, si nos encontramos sentados dentro de nuestros incomodísimos
coches de servicio. Si el coche está provisto de mampara de seguridad y el
ocupante tiene cierta envergadura, el problema se acrecienta. Si además
de todo esto hacemos uso del cinturón de seguridad, la cosa se complica más aún
(el cinturón se suele emplear en persecuciones de cierta duración y peligrosidad,
y también en viajes de escoltas).
Acceder al arma desde
la posición de sentado suele ser más laborioso y lento que si se parte desde
una posición estable de pie firme. Si a ello sumamos el tiempo de recamaración de un cartucho para dejar
lista la pistola (caso de no portar el arma en condición dos, o sea, presta
para el disparo súbito), los tiempos se disparan, nunca mejor dicho. Muchos factores
han de ser considerados y tenidos en cuenta al tratar de mejorar estos lapsos
de reacción: el tipo de funda pistolera empleada, la posición que se ocupe en
el interior del vehículo y, como se dijo en párrafos anteriores, la formación y
mentalización de la que se disfrute.
El modelo y la
ubicación de la funda siempre son fundamentales, más todavía en estos supuestos
automovilísticos. Cuando se trabaja uniformadamente el arma va, como norma
general, en una funda exterior, pero todas las fundas no son iguales y para
colmo la gente suele buscar, más veces de las deseadas, la funda más cómoda, la
más ‘chachipiruli’ o la más económica. Casi todos los policías optan por una pistolera cómoda y
no por una segura, menos aún optan por una realmente apropiada para el
desempeño concreto y específico de su servicio. Esto, por suerte,
está empezando a cambiar, aunque muy lentamente. El material que se muestra
ideal para un agente de operaciones especiales, no necesariamente lo es para un
funcionario que patrulla sobre una motocicleta, a lomos de una bicicleta o dentro
de un coche de espacios reducidos (esto último está relacionado con la propia corpulencia
del agente).
Todos coincidirán
conmigo en que las fundas de pernera, también denominadas musleras, están muy
de moda. Molan mazo. Este tipo de funda es ideal para los operativitos de
unidades que frecuentemente usan arneses de rapel, chalecos tácticos exteriores
de protección balística, etcétera. En estos casos, un arma situada
en la cintura casi siempre mostrará su cara más engorrosa: el arnés y el propio
chaleco impedirán el oportuno acceso al arma, dejando de ser totalmente eficaces
ambos equipos (con algunos chalecos, las armas situadas en la cadera quedan tapadas
y completamente inaccesibles). Por ello nacieron las fundas de pernera, hace ya
más de treinta años. Sin embargo, vemos como policías convencionales portan sus
pistolas en este tipo de fundas. Lo mismo la lleva el motorista que el police man de un coche con mampara de
seguridad, que el que va en la grúa. Creo que en estos casos no se tienen en
cuenta las consideraciones operativas, sino las estéticas. Modismo puro, casi
siempre. No puedo negar que otorgan un aspecto muy atractivo, táctico y
operativo. Pero lo siento, no son las fundas más oportunas para según qué guardias.
Venga, ahora toca despellejarme.
En posición de sentado,
las perneras difícilmente permiten un empuñamiento seguro y un desenfunde
natural. Es imposible. La pistola, en tales circunstancias, siempre se encontrará
con la empuñadura en posición perpendicular respecto al suelo, lo que impedirá
ser asida correctamente ante una situación de emergencia. Peor todavía: los
mecanismos de apertura de la funda, en el caso de las modernas fundas
antihurto, serán bastante inaccesibles para los dedos de la mano más hábil.
A todo esto, lo tendrá más fácil el acompañante de un vehículo turismo, que el
conductor. Ambos deberían hacer un leve giro o movimiento con la extremidad a
la que va anclada el arma, pero el volante dificultará más la tarea a quien conduce.
Algo más. El
respaldo del asiento reducirá el recorrido del brazo fuerte, impidiendo la extracción
completa de la pistola. Se puede hacer, pero no es natural. No me
hagan caso, pruébenlo. Después imaginen tener que hacerlo rápidamente, ante un
atentado inopinado y violento, precisando de fuego inmediato de réplica...
Cuando se trata de un motorista,
peor aún. Los ocupantes de un coche podrían llevar abiertos o desactivados los
sistemas de retención de la funda, en aras de una mayor celeridad durante la
extracción. De este modo ganarían un poco de tiempo táctico, al acudir a una
llamada que sugiere la posibilidad de tirar de hierro. Si en estas circunstancias se sufriera un
accidente o se realizara un movimiento brusco dentro del coche, como por
ejemplo el propio de un volantazo, el arma podría caer al piso del automóvil,
quizá incluso rocambolescamente en el propio asiento. Pero para un motorista esto
supondría una hecatombe, pudiendo quedar inerme, desarmado. Por
tanto, no veo recomendable que este tipo de servicios se presten a funda abierta
(insisto, no recomiendo en sí la propia pernera para el patrullero convencional).
Si la pistolera poseyese sistema de retención pasiva, sí podrían llevarse
desconectados los sistemas de retención no pasivos.
Sí, lo sé, existen
cordones de seguridad (lanyards) que
mantienen el arma enganchada al cinturón, en caso de desarme accidental por
caída. Pero es que tampoco estoy por recomendar este complemento a los policías
de a pie. Diariamente veo como muchos compañeros míos se van quedando
enganchados por los rincones. Para no hacerlo, o sea, para no quedar enganchando por ahí,
hay que pensar en ello. Pero pensar y discernir son lujosas acciones no siempre
al alcance de quien se encuentra en un a vida o muerte, o cuando uno está
tirado por los suelos tratando de inmovilizar a un violento mamoncete. Algunos, advertidos de que un día se podrían
quedar pillados en un picaporte, asiento, cinturón de seguridad, freno de mano,
en una palanca de cambio, etc., en el peor momento, hacen filigranas para que
su lanyard no quede visible y así
tratar de impedir quedarse colgados. Pero lo empeoran: cuando desenfundan y elevan
el arma a la altura de la cara, para apuntar o encarar la zona de riesgo, el
arma no llega. El cordón se queda corto, dado que se oculta a lo largo del
contorno de la cintura, cual recorrido caprichoso por entremedio del resto de
accesorios. He visto que algunos utilizan una funda rígida tubular para bastón,
haciendo discurrir parte del cordón por dentro de ella, con el ánimo de impedir
enganchones accidentales. Esto también suele entorpecer, no es la panacea: el
arma no siempre alcanza la línea de ojos con el brazo extendido, lo que en realidad
depende del tamaño físico del usuario y del punto exacto de la cintura al que
esté agarrado el cordoncito.
Los cordones de
seguridad para armas están destinados a otro tipo de funciones, misiones o
destinos, como por ejemplo las tripulaciones de las embarcaciones náuticas y de
los helicópteros (la razón es obvia). Por cierto, durante la Segunda Guerra
Mundial más de un oficial británico fue asfixiado con el cordón de su revólver:
lo llevaban sujeto al cuelo, como marcaba el reglamento. Seguramente también
habrá ocurrido lo mismo en otros conflictos y con combatientes de otras
naciones (la Guardia Civil, durante años, también lo llevó al cuello).
Dentro de un automóvil,
las pistoleras convencionales de cintura casi siempre dejarán el arma a mano.
Pero ahora a ver qué funda se utiliza y dónde se coloca, pues aunque el medio
sea moderno y oportuno, algunos solo siguen apostando por la comodidad, situando
el arma en inaccesibles puntos del contorno de su cintura. Seguimos viendo demasiadas fundas de cuero
situadas sobre la musculatura lumbar, donde se ubican los riñones, de ahí el
nombre de ‘fundas riñoneras’. Si al menos solamente se usaran durante
la realización de servicios de paisano, vale, pero es que muchos uniformados abusan
de esto para permanecer plácidos en sus asientos. Personalmente, creo que la
colocación del arma en los lumbares solo sirve para ganar ocultación y
discreción, amén de nula accesibilidad. Por favor, algunos la llevan entre
ambos riñones, en plena la columna. Pero de donde no hay, no se puede sacar. Es
lo que hay.
Como norma general, las
pistoleras que obligan a que el arma quede inclinada y no paralela a la pierna,
dificultan el agarre y desenfunde seguro y natural. El problema aumenta si
además están fijadas excesivamente altas, respecto a la cadera. En nuestro país
son masivamente entregadas fundas reglamentarias, casi siempre de cuero o
cordura, que obligan a portar el arma con una inclinación de hasta en 45º hacía
delante (boca de fuego hacia atrás). En tal situación es del todo
imposible empuñar el arma con naturalidad, a no ser que se adopte una
inclinación del cuerpo muy exagerada hacia delante (estando de pie, claro), cosa
imposible de llevar a cabo en el interior de un coche (sentado). Algunos
estudios consideran que el ángulo de inclinación máximo debe oscilar entre 20º
y 25º.
Cuando se viste con
ropaje de calle hay que recurrir a otros fundamentos. Ya sea en horas ajenas al
trabajo o prestando servicio en unidades que no lucen uniforme, la forma de
llevar el arma no es un asunto baladí, por más que la peña le resbale este
tema. Tener
una pistola oculta bajo la ropa o en una bolsa, no siempre es garantía de
seguridad real, aunque sí otorgue seguridad subjetiva: toda persona armada cree
estar protegida. Craso error. Si fuera del vehículo y en posición
erguida el arma ya permanecerá oculta bajo varias prendas de vestir, suponiendo
esto de por sí una clara traba al desenfunde de emergencia, si encima se está
sentado dentro del pequeño habitáculo de un coche, shungo, que decimos en mi tierra. Peor se pone la cosa si la funda
posee broches de cierre o sí sobre ella hay que ejecutar complejos movimientos
dactilares.
La gente no sabe que no
sabe, lo que le hace creer que cualquier cosa sirve para llevar dentro el arma.
Algunos piensan que cualquier bolsa de piel servirá, como la que más, enganchada
al cinturón. La mayoría de los profesionales armados no ve en la funda más que
un contenedor o recipiente, pero hay que ir y ver más allá. Una pistolera
destinada a servicios no uniformados debe permitir portar el arma con comodidad
y discreción, pero sin desterrar la operatividad. En estos casos,
tal vez más que en los otros, también es necesario que el arma quede a mano.
Los tres aspectos son perfectamente conjugables: comodidad, discreción y
accesibilidad.
La seguridad también ha
de contemplarse en este segmento de fundas, pero no es este el aspecto al que
más atención hay que prestarle. Cuando una persona trabaja de paisano, el arma,
de por sí, no está a la vista de terceros, por más que nuestras pésimas
teleseries nos quieran hacer creer lo contrario. Esto ya es, per se, una
ventaja en cuanto a seguridad frente al posible hurto. Para colmo, el arma reposará
bajo una o más prendas de vestir, cuando no en una bolsa bandolera o de cintura,
cerrada con una cremallera u otro sistema. Esto es ya, por sí solo, una barrera
de seguridad y protección. Por ello, no siempre será necesario que las fundas
empleadas para trabajos de paisano posean varios niveles de retención. Soy
partidario, en este caso, de pistoleras con un único sistema de retención
pasiva. Ponerle barreras al desenfunde de emergencia, cuando hay que
apartar prendas de vestir, puede suponer un peligroso contratiempo. Un hándicap
no superable, a veces, ni por el personal medianamente cualificado.
Si la funda es de las
llamadas interiores, esto es, aquellas que obligan al arma a ir entre el cuerpo
y la cinturilla del pantalón, el sistema de retención por broche se hace prescindible.
Casi que sobra, vamos. En estas circunstancias, la pistola suele quedar bien
retenida entre la cadera y la propia prende de vestir. Si la pistolera estuviese confeccionada con
nylon o cuero no rígido, con serraje u otro tipo de piel, quedará excesivamente
inaccesible al tiempo de pretender enfundar. Así las cosas, la funda se cerrará
sobre sí misma, una vez haya sido extraída el arma, obligando al tirador a usar
la mano débil para abrir con los dedos la boca de la funda, e incluso quién
sabe si tendría que meter barriga. Una vez medio abierta la funda,
el arma podría ir introduciéndose poco a poco, pero nunca se trataría de una
devolución rápida y segura. Sentado en un coche es sumamente complicado hacer
todo esto. Prueben, prueben, no me crean sin antes verificarlo. Porque tan
importante y vital puede ser sacar la pistola con rapidez, como guardarla a
todo tren.
Ahora bien, tanto si se
está de uniforme como de paisano y se hacen muchas horas de servicio al volante
(escolta conductor, conducciones de presos en viajes largos, esperas,
vigilancias, etc.), puede que otro tipo de funda sea más cómoda, práctica y
operativa. Las sobaqueras y tobilleras, siempre colocadas en el lado contrario
al de la mano fuerte y hábil (los diestros en la parte izquierda), podrían ser
muy oportunas. Insisto:
para muchas horas de conducción operativa. Además de llevar la cadera más
relajada y menos dolorida durante la conducción prolongada, la accesibilidad
del arma se antoja más rápida y sencilla desde el tobillo y desde el sobaco.
He llevado dos fundas a
la par, estando solamente una de ellas ocupada por la pistola: en la cintura
una funda interior de material plástico, de kydex concretamente, y en el tobillo
otra con sistema único de retención pasiva, fabricada con el mismo material.
Durante algunos viajes (conducción) he llevado la pistola en la pierna,
pasándola a la funda de la cintura antes de descender del coche. Con el cinturón
de seguridad colocado, siendo conductor, es más rápido y natural desenfundar
desde el tobillo que desde la cadera. Para estas situaciones también se
presenta como una forma más natural y cómoda, la modalidad de arma cruzada en
la cintura (cross draw).
Esto implica que el arma va fijada en el lado contrario al de la mano hábil. Su
ubicación precisa podría estar desde la cresta iliaca de la cadera hasta la
zona inguinal. En cualquier caso, la empuñadura se localiza en dirección al
centro del cuerpo. Del mismo modo que puedo aconsejarla para estas situaciones,
no puedo hacer lo mismo para portes a pie firme.
Una buena idea es customizar el vehículo, colocando
fundas en un par de lugares estratégicos. Esto es más apropiado y aconsejable si
se es conductor. Al margen de portar la funda pegada al cuerpo, no viene mal tener otra
anclada en un lateral del asiento propio o bajo el volante (para
colocar ahí el arma, según las circunstancias de cada momento). Esto permitiría
al piloto manejar el vehículo con soltura, mientras el arma permanece a la
mano, incluso si el cinturón de seguridad se encuentra enganchado. Llevando desocupada
la funda de la cadera, la pistola podría ocuparla en un plis-plas, antes de abandonar del automóvil.
Ante situaciones
sospechosas, detectadas desde el interior del coche, no es descabellado
desenfundar el arma y colocarla debajo de un muslo con la empuñadura hacia
fuera (fácil y rápido agarre). Pero esto tiene dos inconvenientes, y es que si
el arma llevara un cartucho en la recámara y los mecanismos de disparo activados
en simple acción, se podría dar la rocambolesca desgracia de un disparo
involuntario en caso de colisión. Para que esto se produjera, en el interior
del arco guardamonte tendría que introducirse accidentalmente algún objeto que
hiciera de palanca y presionara el disparador. No es improbable ni fácil, pero
factible, por ello lo denomino rocambolesco. Ya ha pasado.
El segundo contratiempo
también podría darse si como consecuencia del chocazo el arma fuese proyectada
fuera del alcance de su usuario. El arma podía acabar, de esta guisa, debajo del
asiento, entre los pedales o incluso fuera del automóvil si la puerta se
encontrase abierta en el instante del siniestro. Así sucedió en el archiestudiado tiroteo de
Miami, el 11 de abril de 1986 (Miami
Shootout). En aquella ocasión, el agente del FBI Richard Manauzzi extrajo
su revólver de la funda, colocándolo entre sus piernas al aproximarse al automóvil
de los dos sospechosos a los que estaba siguiendo. Ante el inminente
tiroteo que se intuía en el ambiente, Manauzzi quiso tener su arma bien a mano.
Pero la mala suerte quiso que justo cuando el federal abría su puerta para
descender, se produjera una colisión contra el coche de los dos atracadores: perdió
el arma durante los casi cinco minutos que duró el enfrentamiento con el resto
de federales presentes en la escena. A otro funcionario, iniciada ya la refriega,
le pasó exactamente lo mismo (agente John Hanlon). Murieron dos agentes, los dos
ladrones de bancos y cinco funcionarios resultaron gravemente heridos. Se cree
que fueron consumidos sobre ciento cuarentaicinco cartuchos entre ambas partes
(dato que todavía crea controversia), pero Manauzzi fue el único actuante que no
pudo disparar ni un solo tiro.
Aunque existe una versión
contraria al informe médico-forense firmado por Joe Davis, jefe del servicio
médico legal, William Matix, uno de los delincuentes, presentaba los tímpanos
reventados, además de seis impactos de bala. El doctor Davis sostuvo que la
lesión del aparato auditivo se produjo cuando su compinche disparó, dentro del
coche, con un fusil de asalto del calibre 5,56 mm (.223 Rem), acción llevada a
cabo justamente ante su rostro. Ojo al parche… y tapón al oído.
En Sin
tregua (End of Watch), la película policiaca del director David Ayer (también guionista del film), podemos ver como uno de
los agentes del Los Angeles Police Department,
el famoso LAPD, desenfundaba su pistola dentro del coche patrulla y la dirige
hacia el exterior desde detrás de la puerta del coche, mientras conversaba con
un traficante. Destacar
que las escenas referidas a tiroteos, así como en general las escenas de manejo
de armas y despliegues tácticos, están magníficamente planteadas y planificadas.
Por cierto, en otro momento del telefilm le disparan a un agente desde dentro
de un coche, durante la identificación del conductor. Muy real.
No solo es potencialmente
posible tener que disparar desde dentro del coche, sino que habría que promover
el entrenamiento en tales circunstancias. Pero igual que es factible hacerlo, poseer la funda
apropiada siempre aporta un plus, una ventaja. Nosotros portamos
armas, no las transportamos, en cuyo caso serviría incluso una caja de cartón
tirada en el maletero.■
Muy bueno......
ResponderEliminarGracias, Alberto.
EliminarMuy bueno......
ResponderEliminarGracias, Alberto.
EliminarComo siempre, interesantísimo artículo, Ernesto.
ResponderEliminarComo bien dices, en la mayoría de ocasiones, no préstamos la suficiente atención a algo tan importante como es la funda, tanto de servicio como fuera de él. Así que punto de reflexión.
Gracias, Ernesto
Muchas gracias por tus palabras, Arrabal.
EliminarUn saludo.
Ernesto.
Muy buen articulo y de esencial utilidad. No vendria mal repasarlo en jornadas de instrucción.
ResponderEliminarSi me permites el consejo, podrías cambiar el color de la letra amarilla, que con el fondo blanco cuesta leerla.
Gracias por el trabajo!