POLICÍAS Y POLÍTICOS
Por
Fernando Pérez Pacho
Ayer hablaba con un amigo policía
local que se encuentra de baja. Es un
policía de raza, de esos que
adoran su trabajo y que siempre están dispuestos a echar una mano. Le conozco
desde hace tiempo y he podido seguir su trayectoria. Como otros muchos policías
implicados, ello le ha valido no pocos encontronazos con los responsables
políticos. Tampoco es una novedad para nadie que este tipo de situaciones
suelen acabar como lo hacen; con el
policía reprendido, desmotivado y comiéndose la cabeza.
Los cuerpos de Policía Local
suelen encontrarse bajo el mando de responsables políticos que saben más bien
poco o nada de lo que hace un policía, algo que suele tener consecuencias
bastante negativas en la gestión del
trabajo policial. Este desconocimiento
puede ser tan básico que termina fomentando situaciones rocambolescas. Todo
sabemos que poner una multa, por ejemplo puede ser, o algo muy sencillo o
terminar como el rosario de la aurora, con el ciudadano esposado y en
comisaría. El alcalde o concejal de turno, desconocedor de lo complicadas que
llegan a ser en ocasiones las interacciones con los ciudadanos, puede pensar
que está en un restaurante y que el cliente (ciudadano) siempre tiene razón.
Conclusión: como apuntaba antes, puede que el reprendido sea el agente y no el
ciudadano, que ve feliz cómo su multa descansa en la carpeta del olvido. Casi todos los ejemplos que podría citar
aquí tienen un final similar: un policía cuestionado, ninguneado y, en el peor
de los casos, expedientado por cumplir con su obligación.
La ignorancia política sobre el
trabajo policial puede tener consecuencias muy peligrosas. Un caso
paradigmático lo encontramos en todo lo
que se refiere al porte y empleo del arma reglamentaria. Muchos responsables
políticos parecen venir de serie con una
carga genética que les hace horrorizarse, no solo ante el hecho de que los
agentes porten armas de fuego, sino ante la posibilidad remota de que puedan hacer
uso de las mismas durante su trabajo.
¿Razones para esta actitud? Que aquí no pasa nunca nada, que esas cosas
sólo pasan en las grandes ciudades, que no es un buen ejemplo para los niños y
la ciudadanía, que puede haber accidentes…
Por desgracia, todos los datos de
que disponemos en la actualidad, nos dicen que el peligro de amenaza a la
integridad física del policía puede
presentarse en cualquier lugar. También nos dice que es poco probable que el
policía emplee su arma a lo largo de su
carrera profesional, pero que si la necesita y no la tiene, o vive bajo el
temor de ser sancionado por un uso
inadecuado de la misma, esto le puede costar la vida. Pero no. Es mejor
permanecer en la ignorancia, fomentando conductas de “buenismo” social y dando
la espalda a lo que ocurre realmente en nuestras calles.
Estos mismos responsables
políticos, ignorantes de que un policía local, en este caso, debe ser un
policía preparado, motivado y efectivo, se preocupan más del ciudadano que
monta un pollo por una multa que no de la ilegalidad cometida o de la adecuada
intervención del agente. Estas actitudes políticas tienen un gran peso en la
desmotivación del agente. Pero esto parece no importarle a nadie.
Cuando escucho las declaraciones
de algunos políticos en relación al
trabajo policial, no puedo por menos que enrojecer de vergüenza ajena. Sale muy barato cargar
contra el colectivo policial. Les pedimos que mantengan la seguridad, pero a base de carantoñas y con el mínimo empleo
de la fuerza, más preocupados por la imagen pública que de la seguridad en las
calles. Las ciencias policiales, la
psicología aplicada al trabajo policial, los estudios sobre fisiología
aplicados a la intervención policial, etc., nos están ofreciendo mucha y muy
importante información. Demasiado importante como para ser ignorada y
olvidada en un cajón. Un concejal de Gobernación, de Policía, de Seguridad
Ciudadana, o como se llame en ese Ayuntamiento en concreto, ¿no debería tener
la obligación de adquirir unos mínimos
conocimientos al respecto? Al menos, los mínimos para no decir payasadas y
jugar con cosas de mayores.
Llevo casi 30 años atendiendo
psicológicamente a policías de distintos cuerpos, además de estudiar y
profundizar sobre los factores emocionales y psicológicos implicados en el “ser
policía”. Después de este tiempo, me ofende que todavía se estén cuestionando determinadas cosas,
como que se vea el arma reglamentaria como algo innecesario, que no se preste a
la formación la importancia que tiene, que
muchos mandos sean escogidos por la afinidad con quien gobierna y no por sus
habilidades de gestión y liderazgo, que la profesionalidad del policía se
ponga en entredicho cuando su actuación pueda soliviantar a ciudadanos votantes
o que nadie se preocupe del desgaste emocional y personal que implica el
trabajo policial. Y hay más.
Cuando un responsable político
está cuestionando la necesidad del porte del arma reglamentaria, sólo cabe
llamarle ignorante e ideólogo de tres al
cuarto. Nuestros policías mueren en pueblos pequeños y en ciudades grandes a
manos de indeseables a los que les da igual ideologías y derechos. Aplauden
cuando ven a un agente indefenso, o más preocupado por las consecuencias
legales de abrir fuego con su arma que del daño que pueda sufrir su propia
vida. El mundo al revés.
La realidad es que, para muchos
Ayuntamientos, sus policías son más una molestia que otra cosa. Profesionales a los que no se visualiza
muchas veces como “auténticos” policías, sino como funcionarios auxiliares a
quienes hay que atar corto para que no solivianten al personal. No hay
interés en dignificar la profesión, sino en mantenerla en modo subsistencia.
Luego, de vez en cuando, pasa algo y… todos nos echamos las manos a la cabeza.■
Como acabar con esta puñetera lacra...?? Esto atenaza con demasiada presión a todos aquellos que amamos este oficio, nos derrumba día tras día sin que nada podamos hacer. Escuchar sandeces reiteradamente de los que se supone que deben de llevar hacia adelante un cuerpo policial con la responsabilidad que ello acarrea. Personajes con galones en los hombros que creen estar por encima del bien y del mal y que los han conseguido a base de tragar semen arrodillados debajo de alguna mesa en uno de los tantos despachos que llenan nuestras casas consistoriales. Cuando acabará esto...?? No me resigno a creer que esto será eterno, aunque debo reconocer que uno pierde la fe y la esperanza y que incluso tratando de hacer las cosas como mandan los cánones policiales, a uno se le quitan las ganas de verse con el mismo uniforme que visten aquellos que denigran y ultrajan está nuestra bendita profesión. Malditos sean todos, malditos todos y cada uno de ellos, pelotas, lameculos, inútiles e incompetentes que campan por doquier luciendo sus asquerosos galones manchados de mentiras y falaces aptitudes. Nunca hicieron más importante mérito que tragarse un gran falo una vez tras otra hasta conseguir sus propósitos, tapando a su vez con ese poder adquirido a golpe de mamada, a todos aquellos que sí son válidos pero que se les repudia por llamar a las cosas por su nombre. Estoy quemado si, pero a mí no me derrotan estos hijos de la gran puta investidos de jefecillos de tres al cuarto que lo más redondo que han visto es un ladrillo. A tomar por culo todos ellos y sus galones de fantasía.
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