CUESTIÓN DE VIDA O MUERTE, ASÍ DE CLARO
Por Ernesto Pérez Vera
Nadar contra corriente cansa, hastía y debilita. Hay hasta
quien se ahoga tratando de llegar a esa orilla llamada verdad, ese suelo firme
y salvador que a veces está ahí mismo, ahí delante; empero que otras veces está
más allá de los confines intelectuales y científicos conocidos. Pero igualmente es cierto que suele merecer
la pena pegarse media vida erre que erre con lo que sea, aunque la razón y el
mérito sean reconocidos tras el linchamiento y descrédito interesado, público,
mediático y profesional de quien defiende sus ideales a pie firme, con
convencimiento y con pruebas de eficacia. Algo así le sucedió en el siglo
XVIII al doctor húngaro de origen alemán Ignaz Philipp Semmelweis (julio de
1818 – agosto de 1865).

Pues bien, cuando
Ignaz Philipp comenzó a lavarse las manos con una solución de hipoclorito
cálcico (económico desinfectante) antes de tocar a sus pacientes en estadio
final de dar vida a sus hijos, los fallecimientos se redujeron sobremanera: al
1%, cuando antes el porcentaje oscilaba entre el 10% y el 35%. Como me dijo
una vez Antonio Ayllón, uno de los cirujanos que me ha intervenido de columna
varias veces: “Todavía
no se sabe de nadie que haya muerto por culpa del agua y del jabón”. Pero claro, a Semmelweis nadie le
allanó el camino cuando en 1847 les propuso a sus colegas que se lavasen
cuidadosamente las manos antes de tocar a las pacientes. Pocos fueron los que
siguieron sus consejos (muy pocas madres murieron en esas manos), pues entraban
en contradicción con la opinión médica establecida en aquel tiempo. Es por lo
que sus ideas fueron rechazadas, incluso después de que publicara sus
investigaciones en la obra De
la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal (1861). Esto demuestra que no hay más ciego que el que no quiere ver, ya sea
por estupidez profunda asociada al cretinismo agudo, ya sea por cobardía, ya sea
por comodidad, ya sea por orgullo.
Dirán ustedes que qué
demonios pinta todo esto en un espacio dedicado a las reflexiones, opiniones e
historias relacionadas con los policías, las armas, la balística y la instrucción
de tiro. Ciertamente
pinta poco, pero la historia del doctor Semmelweis viene a demostrar que aunque
muchísimos digan que es mejor llevar siempre la pistola con el seguro manual activado
y con la recámara vacía; que es aconsejable ir siempre desarmado en horas
francas de servicio; que es judicialmente recomendable no defenderse ante la
visión de la muerte; que es más rentable pasar de todo mirando para otra parte;
y que entrenar con la pistola es un marrón; pues eso, yo seguiré dando por culo con mis artículos para intentar concienciar a
cuantos más mejor, siempre con la mayor dosis de verdad que esté al alcance de
mis manos. ¿Y saben ustedes por qué? Porque, como en el caso Semmelweis, esto
es un caso de vida o muerte.■
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