AGARRONES, EMPUJONES, CODAZOS, CALAMBRAZOS, RODILLAZOS, PUÑETAZOS, BALAZOS… ¡Y SANGRE!
Por Ernesto
Pérez Vera
Esto es de
lo más normal del mundo (lee y luego visiona el vídeo, o viceversa). Esto es lo de siempre, cuando la Policía le ordena a
un conductor que detenga su vehículo en el arcén, a un lado de la vía de
circulación. Y también esto es de lo más cotidiano cuando el ciudadano
legalmente requerido por la fuerza pública decide resistirse activamente a la
acción de los policías para, a la postre, intentar matarlos. ¡Al lorito con el
vídeo! Los que no se han visto nunca en nada similar a esto, los que jamás han
estado mil veces revolcados en el suelo procurando reducir a quienes con
ferocidad se niegan a colaborar y los que opinan pretendiendo sentar cátedra
porque se han chupado todos los capítulos de “Walker, Texas Ranger”, fijo que
pensarán que lo del vídeo enlazado no les hubiera sucedido a ellos, porque
estas cosas solo les ocurren a otros.
Pero lo
cierto y más verdad es, sí o sí, que da igual que lo acaecido en esta filmación
de sangre, sudor y lágrimas haya sucedido en Estados Unidos, porque la dinámica
de los enfrentamientos armados policiales suele ser idéntica en todo el globo
terráqueo. Los lamentos, la angustia y el miedo no entienden de idiomas ni de
banderas. Aquí, como allí y como más allá, el malo quiere impactar en los
buenos, los buenos no quieren ser impactados, todos se mueven (a veces como
pollos sin cabeza) y cuando los buenos disparan, que no siempre logran hacerlo,
fallan muchos tiros. ¡Ah! Y cuando las balas dan en el objetivo, no siempre
incapacitan de modo inmediato. En estas circunstancias de a vida o muerte
inesperada no existen ni la paz emocional ni la paz sensorial sino que reinan
el descontrol, la velocidad, el salvajismo y hasta el azar.
Todo esto es
pertinazmente ancestral; es pura fisiología. Y es así porque casi no puede ser
de otro modo por mor de la propia naturaleza humana cuando nos vemos expuestos
a la muerte propiciada por un congénere. Lo dice nuestro mapa biológico y
evolutivo, según señalan los neurocientíficos. Eso sí, a mayor nivel de
adiestramiento basado en la conocida realidad del estrés de supervivencia,
mayor posibilidad existirá de salir airoso de un encuentro sorpresivo con la
parca.
VER EL VÍDEO: https://www.youtube.com/watch?v=48Xw0rMdcHI&feature=youtu.be
VER EL VÍDEO
Datos
concretos y objetivos sobre este incidente ocurrido en Pensilvania el año
pasado, el día de mi santo (7 de noviembre). El caso ya está juzgado: el hostil
vive en una prisión y la pareja de funcionarios sobrevivió:
-
Le dieron el alto policial por
exceso de velocidad
-
El sospechoso trató de marcharse
desobedeciendo las órdenes policiales
-
Se produjeron empujones y
agarrones, llegándose a la resistencia policial
-
Aumentó el nivel de represión
policial: golpes con las rodillas, con los puños y con una defensa (bastón
policial)
- Se volvió a aumentar la acción
coercitiva policial: utilización de una pistola de impulsos eléctricos (arma
paralizante)
-
El sospechoso intentó desarmar a un
policía, llegando a quitarle un cargador de la pistola
-
Cayó al suelo el arma de fuego que
llevaba como apoyo ese mismo policía (segundo arma)
- El sospechoso se escabulle sin ser
finalmente engrilletado, pese a haber recibido varias descargar eléctricas,
amén de los citados golpes
- El escabullido abre la puerta de su
vehículo, accede a un arma (creo que revólver) y dispara 6 veces
- Uno de los policías recibió un tiro
en el mismo instante en el que el mismo agente lograba colocar otro en el
cuerpo de su antagonista
- Todos agotaron la munición: 6 disparos
efectuó el ahora recluso, 20 cartuchos consumió el policía que resultó con las
peores heridas (casi muere por la acción de un proyectil que le seccionó la
arteria femoral —impacto en una zona no vital, dicen algunos—) y 21 tiros pegó
el otro policía
-
Ambos agentes realizaron un cambio
de cargador
-
El criminal huyó herido por un
proyectil que tenía alojado en la cabeza■
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