MÁS JINDAMA A DEFENDERSE, QUE A MORIRSE
Por Ernesto Pérez Vera
Quienes nos inoculan con estas falsas,
pésimas y fatales lecciones son, en principio, individuos en los que confiamos
por ser presuntos especialistas, con años de experiencia como docentes en eso
que llamamos “tiro policial”; o son, también y por ejemplo, jefes a los que
igualmente les presumimos abundante sabiduría profesional de alto nivel. De ahí
que nos la cuelen por detrás, sin vaselina y sin que nos enteremos de nada.
Pero no nos engañemos, por favor: ni todos los instructores de tiro de la
Policía son expertos, sean mandos o no lo sean, que muchos hay que ejercen el
mando, ni tampoco todos tienen experiencia real en enfrentamientos.
Y oigan, qué quieren que les diga, esto
último es casi normal, porque por suerte no se producen tiroteos cada dos por
tres, aunque se produzcan más de los que nos dicen. ¡Por favor!, si es que
algunos no han puesto ni una triste multa (denuncia) de tráfico en su vida, ni
han decomisado un simple porro desde que juraron el cargo. Porque a ver cómo lo
digo: hay gente que de la calle no tiene ni puta idea ni tampoco quiere saber nada
de nada, porque ahí fuera hace mucho frío y puede pasar de todo.

Bueno, a lo que iba. Los titulares de prensa
suelen hacer mucho daño. Y es que casi siempre son imprecisos, cuando no
totalmente falsos. A nadie le gusta verse investigado (lo que antes hubiese
supuesto una imputación), menos aún por quitar una vida humana o por solamente
causar lesiones, ya sean producidas a balazos o a gomazos. Pero lo cierto es
que si matamos a alguien, es normal, o así lo entiende el ordenamiento jurídico
—y hasta parece sensato—, que la autoridad judicial tenga que saber qué pasó,
cómo pasó y por qué pasó. Y luego, una vez visto y estudiado todo lo actuado,
así como tenidas en cuenta las concretas circunstancias del incidente, ya se
verá si hay o no hay razones para seguir con la causa judicial.
Visto desde los periódicos, donde no se
cuentan los meollos y la sustancia de lo acaecido, sino cosas vagas, muchas
veces fuera de contexto, todo nos parece fácil y sencillo. Diremos, si somos
policías, que el agente que disparó tenía razón y que obró bien; subrayando,
con vehemencia, ¡que sí y punto!, aunque no tengamos repajolera idea ni de
Derecho ni de qué es una situación límite. Y aun así, fíjense cómo son las
cosas, a veces hasta acertamos con la respuesta, aunque no siempre. Es como lo
de los relojes averiados, que 2 veces al día clavan puntualmente la hora. Pero
eso sí, si en vez de integrantes del colectivo policial somos ciudadanos
laboralmente dedicados a otros menesteres, diremos, aunque también hay muchísimos
policías subidos al carro de este despropósito, que nunca jamás se puede
disparar a quien trata de pinchar a otro semejante. Esto quiere decir, según
dejan entrever con sus comentarios algunos obtusos funcionarios de policía, que
cuando te dan la placa y la pistola firmas, además de la recepción de tan
ansiados fetiches, tu compromiso de dejarte apuñalar, llegado el caso. Vaya
panda de cretinos sueltos hay por ahí Dios mío.
Pero la mayor verdad de todo es que somos muy
maestros liendres, ya saben, de esos que de todo saben, pero que de nada
entienden. Si conociendo bien este paño no siempre resulta fácil ser objetivo e
imparcial, imagen qué pueden llegar a decir quienes siendo policías, jefes e
incluso instructores de tiro, ignoran qué es la jindama y cómo se gestiona, y
del mismo desconocen todos los pasos neuropsicofisiológicos que se producen en
un ser humano cuando un semejante se ve en la terrible tesitura de decidir si
desenfunda la pistola; si le quita el seguro manual; si alimenta la recámara y
si luego, por último, abre fuego; si es que, claro está, todavía sigue vivo y
con sus capacidades psíquicas medio ordenadas. Verán que no hablo de apuntar,
porque, aunque les digan lo contrario, cuando las personas mentalmente sanas
son atacadas de forma violenta y súbita a corta distancia, o sea, brutal e
inesperadamente, que por cierto es cómo siempre se apuñala y como casi siempre
acaban disparándole a los policías, apuntar es un lujo que nuestro propio
cerebro discrimina, con suma inteligencia, en aras de ganar tiempo de reacción,
que es lo que prima en tan vitales instantes.
Esto, sin pormenorizar en los detalles de
cómo se comporta el aparato ocular de los Homo sapiens atrapados por ese estado mental adverso que los psiquiatras y
psicólogos definen como estrés de
supervivencia. Comportamiento, éste, que impide, insisto que siempre que no estemos
hablando de psicópatas, que alcanzados tales puntos de deterioro emocional, el
cristalino pueda enfocar, con calidad suficiente, objetos tan pequeños como son
los elementos de puntería de un arma. En fin, un sinfín de cosas que han de
tenerse siempre muy presentes a la hora de valorar tan dramáticos eventos.
Por tanto, y a modo de conclusión, ¡sí!,
claro que podemos disparar con la ley en la mano, contra quien ponga en grave e
inminente peligro nuestra integridad física, no digo ya nuestra vida, así como
la de terceros en discordia. Que esa es otra, porque si alguien pone en grave
peligro la integridad física de un tercero, también está poniendo en riesgo su
existencia, su propia vida. Y que nos encañonen es, sí o sí, una razón
totalmente justificada para disparar, pese a que todavía no nos hayan disparado
a nosotros. Y que nos estén pateando en el suelo, y digo pateando, no dándonos
suaves e incómodos puntapiés, también podría ser una causa justificada para
abrir fuego desde el piso, mientras justo nos estén lesionando, aunque las
patadas se hayan podido convertir, de buenas a primeras, en intentos de
estrangulamiento. ¿O es que no supone un riesgo para nuestra integridad física
que nos fracturen huesos a patadas, o que nos aprieten el pescuezo? Yo creo que
sí. No pocos han fallecido por una paliza o por un mero empujón que derivó en
un mal traumatismo craneal.
Eso sí, cada cual sabrá qué valora más, si
el riesgo a la investigación judicial y al posible juicio penal; o el riesgo a
dejar a la prole y al resto de la parentela sumida en el llanto y en la pena. Y
es aquí, al hablar de esto, cuando todos pronunciamos, cual cacareadores
gallináceos, la célebre cita: “Prefiero que me lleven tabaco a la cárcel, que
flores al cementerio”. Pero qué bien queda decirlo, dar un golpe en el mostrador
y pedirle otro whisky doble a la camera del gran escote. Queda de lo más
machito, al más puro estilo de John Wayne. ¿Pero nos hemos parado a pensar que
la mayoría —y que se salve el que pueda— no somos capaces de acertar a una
silueta de papel en 3, 4 o 5 segundos, desde 5 metros de distancia, incluyendo
en ese lapso la acción de desenfundar? Seguro que no, para qué, ¿verdad? Vaya
manera de autoengañarnos.
Sepan que aunque nos inunden la cabeza con
ello, es totalmente falso: no es tan seguro que nos vayan a condenar
judicialmente por disparar contra quien nos quiera hacer pupa grave, ya sea a
tiros o machetazos (o en análogas circunstancias). Y no es tan seguro porque
casi siempre que le metemos un tiro a alguien, está justificado. Ojo, he dicho
casi siempre, porque siempre, siempre, siempre, no está del todo justificado. A
ver si no vamos a poder cagarla joder, que somos humanos. Porque sí, hay casos
en los que, una vez conocidos los entresijos de la intervención, no hay por
donde pillar su defensa; si bien, en ocasiones, sí podría demostrarse que la
imprudencia se come al dolo, casi siempre por razones de naturaleza biológica y
fisiológica, lo que bien argumentado y defendido por un perito pude suponer un
atenuante de la pena, quién sabe si hasta una eximente, sea el acusado policía
o vendedor de cupones de la ONCE.

A propósito, los jueces
van a exigir racionalidad en el empleo de los medios defensivos, siendo la
palabra “racional” sumamente utilizada en las resoluciones judiciales de este
palo, y no tan recurrente el ya más que manido y malentendido vocablo
“proporcional”. ¿Pero qué es la racionalidad? Pues la racionalidad es la
capacidad que permite pensar, evaluar, entender y actuar de acuerdo a ciertos
principios de optimidad y consistencia, para satisfacer algún objetivo o
finalidad. Cualquier construcción mental llevada a cabo mediante procedimientos
racionales, tiene, por tanto, una estructura lógico-mecánica. En lo que nos
toca a este respecto, hay que empatizar con el actuante poniéndose en su misma
situación, para saber o imaginar hasta qué punto se puede pensar, evaluar,
entender y actuar en tan adversas circunstancias de peligro vital. Ojito, todo
esto lo dice el Alto Tribunal español.
Atención a esta
explicación sobre la legítima defensa. Hay que meditar sobre ella, es muy
buena. Es meridianamente clara. Hasta el portador de un cerebro raquítico
tendrá que admitir la calidad, lucidez y elocuencia de la definición ofrecida
por el catedrático alemán de Derecho
Penal Claus Roxin: «El
defensor debe elegir de entre varias clases de defensas posibles aquella que
cause el mínimo daño al agresor, pero no por ello tiene que aceptar la
posibilidad de daños a su propiedad o lesiones en su propio cuerpo, sino que
está legitimado para emplear, como medios defensivos, los medios objetivamente
eficaces que permitan esperar con seguridad la eliminación del peligro». La cita, ciertamente propiedad
intelectual del jurista teutón, viene siendo pronunciada, reiteradamente, por
el Tribunal Supremo de Alemania en innumerables sentencias. Roxin, de 87 años
de edad, es catedrático emérito de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal de la
Universidad de Múnich, y ostenta casi una veintena de doctorados Honoris Causa.
En noviembre de 2014 fue reconocido por el Ministerio de Justicia de España con
la Orden de la Cruz de San Raimundo Peñaflor, por su influencia en la reforma
penal española. Claus Roxin es, sin duda alguna, uno de los penalistas
contemporáneos más destacados del mundo.
Pues eso.■
Gracias Ernesto por seguir con tu Cruzada.
ResponderEliminarLeer En la línea de fuego fue un punto de inflexión en mi modo de ver el trabajo y ayudo a quitarme la venda de la Academia.
Soy un PL de un municipio de +20.000hab. y el funcionario de mayor rango del cuerpo al q pertenezco me ordenó ¡¡¡ no disparar corriendo!!!
Ese es el nivel de mandos que tenemos algunos.
Un saludo.
"Y les diré otra cosa, pasear y hacer encargos domésticos en un coche patrulla, ya sean mandados de la parienta o de los hijos, no es ni patrullar, ni trabajar, ni producir, así que cómo demonios estas personas van a enseñar supervivencia policial."
ResponderEliminareste es un gran mal endemico, en nuestros cuerpos policiales, y a raiz de ahi, es en donde debemos de comenzar a trabajar, para mejorarlo todo.....
En cuanto a lo de acertar a la silueta a 3, 4 ó 5 metros, después de algo de estrés físico (mejor que nada...) y no quedarse quiet@s a la hora de disparar, de parapetarse, de cambiar de ubicación, de recargar y volver a disparar en movimiento... el 90-95% de l@s que hacen las prácticas, puesto que hay quien no las hace porque siempre están de "cagalera" cuando toca tiro, se sorprenden gratamente al ver los impactos, si bien algo bajos, siendo que "meten" más en el tiro dinámico que en el estático ¿Por qué? Vete tú a saber ;)
ResponderEliminarQuiero pensar, porque a mi también me pasa, que al no estar pendiente del dedo, del agarre, de cerrar un ojo, de ver los agujeros entre tiro y tiro, de..... pues estamos a los que estamos, a salvar el culo y punto :))
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"Ante ferit quam flamma micet"