HABLANDO DE INSTRUIR: QUE LO HAGA QUIEN SEPA HACERLO
Por Ernesto Pérez Vera (publicado en 2016)
Lo he dicho mil veces, porque así lo pienso: poseer
un diploma de algo no necesariamente te convierte en experto de nada. Eso sí,
un título podría habilitarte para ejercer de algo. Y claro, mientras no se
demuestre lo contrario, el titular de la titulación es especialista en la
materia, sea de lo que sea el diploma. No obstante, creo que la mayoría de las
veces sí es verdad que el cirujano de turno es experto en rajar el pellejo y en
extirpar lo que toque extirpar, porque así lo dice el pergamino que cuelga de
la pared, que para colmo, ahí es nada, lleva el nombre del jefe del Estado.
Como, de igual forma, seguro que todos los que tenemos permiso de conducción
somos serios, correctos y legales conductores; buenos conocedores y
respetadores de todas las normas jurídicas relacionadas con la circulación y la
seguridad vial. Oye, que el permiso de conducción lo expide el Ministerio del
Interior.
Pero va a ser que no. No me trago eso de que todos
los galenos diplomados en Cirugía sean maestros del escalpelo, por muy ilustre
que sea la firma que sanciona el nombramiento. Como yo mismo no tengo ni zorra
idea de cómo manejar una motocicleta, por más que el Ministerio del Interior
diga que sí en tan monísimo documento expedido por la Jefatura Provincial de
Tráfico. Sobre dos ruedas no llegaría incólume ni a la esquina de enfrente de
mi casa. Pues
pasa lo mismo con más instructores de tiro de los que la sociedad y los propios
cuerpos policiales pueden permitirse, porque me consta que hay gente con uno,
con dos y hasta con tres diplomas de especialista en armamento y tiro, que no
sabe ni cómo se llama su pistola. De este palo los hay tan a porrillos como
agazapados.
Traigo esto hoy a colación, tras la charla mantenida
esta mañana con mi neurocirujano preferido. Terminamos hablando, entre unas
cosas y otras, del doctor que me intervino quirúrgicamente por primera vez a
nivel de columna (tres veces me operó). Resulta que, como le dije a mi amigacho
el ‘neuro’, aquel señor era traumatólogo y no neurocirujano como él, habiéndome
dicho en su día otro ‘neuro’ que las afecciones de la columna vertebral son
competencia exclusiva de ellos, de los neurocirujanos, aunque algunos ‘traumas’
también les metan mano. «Mira,
Ernesto, yo soy tan neurocirujano como el que te dijo eso, a quién además
conozco bien y en persona, pero estas cosas tienen que hacerlas quienes saben
hacerlas, sean ‘traumas’, como aquel que te intervino antes que yo, o sean
compañeros de mi especialidad». De esta franca forma se expresó mi matutino
interlocutor, quien en lo que corre de año ya me ha abierto tres veces en
canal.
Cuánta razón tiene mi particular hurgador de
médulas, nervios y lóbulos cerebrales. A mi cabeza vino del tirón, mientras lo
oía opinar, aquello de “Manolete, Manolete, si no sabes toreá ¿pa qué te
metes?”. Lo que igualmente me recordó, un rato después, a aquellos policías que
dicen que como ellos, refiriéndose a los de su fuerza pública de adscripción,
tienen unidades especializadas en la investigación de ilícitos relacionados con
las sustancias estupefacientes, pues que tú —yo, en este caso, que soy o fui
municipal— no tienes que intervenir ante la detección de delitos contra la
salud pública, dado que en caso de hacerlo toda actuación sería ilegal, por
falta de competencia jurídica, pudiendo incurrirse en usurpación de
competencias. ¡Toma ya! A no pocos de estos he mandado a tomar viento fresco,
entre incautación e incautación, entre detención y detención, y entre juicio y
juicio. Qué le vamos a hacer, policías iletrados los hay de todos los colores,
bajo el paraguas de todas las siglas. Y lo curioso es que quienes más bobadas
de estas balbucean son, casi siempre, quienes menos saben, quienes menos hacen
y quienes más pelusa acumulan en el interior de la bóveda craneal.
Pero también me he topado con policías que sabían
más de tiro, de balística, de armas y de enfrentamientos armados que sus
propios instructores y profesores, sin ser oídos ni tenidos en cuenta, sino más
bien todo lo contrario; viéndose negados y ninguneados, estos apasionados de la
materia, frente a cualquier opción de acceso al puesto de instructor, por
negársele, reiteradamente, cualquier posibilidad de obtención del codiciado
título académico habilitante. Muy typical
spanish. Como decía el sinigual Paco Gandía, esto es total y completamente
verídico.
A eso se refería mi neurocirujano al decir «que lo haga quien de verdad sepa hacerlo», lo que llevado a mi terreno profesional sería: el
que con conocimientos y pasión sepa instruir, que instruya. Pero claro, no pocas veces se
impone el incombustible y arraigado nepotismo ibérico de bellota, que tanto nos
pone por aquí, puesto que aunque no sepas una mierda ni de tiro ni de armas, ni
te importe nada de esto un pimiento verde, si con el diploma de marras alguien
te puede esconder lejos de la calle, que es donde se pasa frío, calor y
peligro, pues joder… te esconden. Menos mal que cada día hay más instructores
preparados por encima de lo que exigen los manuales oficiales, porque estos
textos suelen valer lo que el papel mojado, salvo honrosas excepciones. ¡Ea!■
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