ESTE AÑO, TRISTE DÍA DE ALEGRÍA EL MÍO

Por Ernesto Pérez Vera

Tendría yo como 11 o 12 añillos cuando los Reyes Magos me trajeron, por encargo de mi entrañable abuela y madrina Visitación, el que siempre he considerado el mejor regalo material recibido tan monárquico, mágico y majestuoso día. No era una pistolita, tampoco un disfraz de policía o sheriff. Ni tan siquiera era una metralleta ni un “casco de guerra”. Era, ahí es nada, una máquina de escribir Olivetti Lettera 32, color verde agua. Y no, yo no recibía clases de mecanografía, aunque siempre lo deseé. ¡Qué hallazgo!, que diría mi amado padre, quien desde hace unas semanas se halla en el Cielo con mi siempre adorada y presente madre.

Aprendí a escribir a máquina solito, por mi cuenta y sin seguir patrones de ninguna clase. Con 2 deditos al principio y muy despacito, hasta que la velocidad fluyó ella sola. Cuando me vine a dar cuenta, 4 eran los “dátiles” que pulsaban las teclas, y cada vez a mayor ritmo. No sé en qué momento, pero ocurrió que de pronto estaba dándole al teclado con todos los dedos de ambas manos. ¡Me vine arriba!

De esta manera aprendí a jugar a los policías que no siempre disparan matando a los malos. Escribir para “nadar y guardar la ropa”, frase frecuentemente en boca de mi viejo, empezó a formar parte de mis horas de juegos policiales: un rato era el policía que perseguía y detenía a los ladrones pegando tiros y otro rato simulaba que instruía diligencias, actas o atestados. Usaba la Olivetti y los folios para copiar mil veces las páginas de los libros de atestados y oficios profesionales que estaban guardados en un cajón del mueble del salón, justo al lado del mueble bar. Todavía recuerdo el olor del cajón y de los libros. Creo que solo yo hurgaba allí, porque ese era el lugar donde mi padre echaba el material policial que desechaba: fundas de la pistola, grilletes, tahalíes, munición, distintivos, etcétera.  

Al ingresar con 17 tacos en el Ejército descubrí, no puedo ocultar que con asombro y suma alegría, que era capaz de escribir a máquina tan rápido como los oficinistas de la Plana Mayor de mi compañía, quienes estaban allí destinados precisamente por ser mecanógrafos. ¡Qué acierto tuvo mi abuela, qué puntería! La Lettera 32 me acompañó, sirviéndome fielmente, hasta que en 2004 mi amantísima esposa (a ver si cae algo…) me introdujo en el siglo XXI, en la era 2000, también un día de los de Oriente. Con un ordenador portátil, que tardé un año en aprender a manejar, le puse los cuernos a mi máquina de escribir. La abandoné cruelmente, hasta el punto de deshacerme de ella. ¡Aún no me lo perdono!

Comentarios

  1. La modernidad no está reñida con lo vintage, son, sin duda alguna, dos facetas totalmente conjugables...
    Un abrazo Ernesto

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  2. Felices Reyes, detecto mucha añoranza por el pasado, y por aquellos recuerdos que no volverán, que pases un buen dia con tu familia y amigos.
    y que los Reyes, te hayan dejado muchos regalos, como aquella máquina de escribir, que un dia tu abuela, te dejo como regalo de Reyes Magos.
    un abrazo

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