Un poco de Historia ilustrativa sobre lo fácil y natural que resulta el empleo de técnicas de tiro no complejas

Por Ernesto Pérez Vera

Como ya sabemos, aunque solo sea a través de Hollywood, durante el periodo de la conquista del lejano Oeste americano existieron “magos” de las armas y del tiro, principalmente del tiro defensivo y del tiro de exhibición. Ases. Muchos de ellos fueron duelistas, salteadores de diligencias, atracadores de bancos o meros ladrones de ganado; y otros muchos llegaron a ser agentes de la ley. Algunos incluso pasaron por todos estos estilos de vida.

Pues bien, si alguien a lo largo de la Historia ha sabido disparar a cortas y a medianas distancias para salvar la vida era, sin lugar a dudas, esta suerte de personas. Tanto los delincuentes como los duelistas, como los defensores de la ley, solían poseer experiencia en enfrentamientos armados, los cuales se originaban con excesiva frecuencia. Este tipo de hombres, siempre rudos y montaraces, estaba habituado al estrés que provoca saberse apuntado y tiroteado. En cualquier caso, eran conscientes de que vivían en permanente riesgo de muerte, algo difícil de olvidar y que a buen seguro marca el carácter y la personalidad. Tal vez el mejor entrenamiento que podía obtenerse era el de salir vivo del primer encuentro armado, algo que hoy también tiene sentido y aplicación práctica. No hay mejor lección aprendida que saber fehacientemente hasta donde se es capaz de llegar.

Se sabe que muchísimas figuras de aquella mítica, épica, corrupta y violenta era norteamericana mataron o hirieron a sus adversarios. Algunos de estos personajes también acabaron muertos bajo el fuego de las armas, incluso siendo verdaderos virtuosos del plomo y de la pólvora. Los que sobrevivieron a más enfrentamientos armados desarrollaron técnicas y tácticas que les ayudaron a seguir viviendo más tiempo; así pues, creo que nadie mejor que estas personas, en toda la historia moderna, sabía tanto sobre el tiro de supervivencia.

Como pienso que esto es así, salvando casos como el del agente Jim Cirillo(1) del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD), y alguno más, plasmaré unas palabras escritas por uno de los más ilustres pistoleros de la época que ocupa estos párrafos, Wild Bill Hickok. Este señor fue duelista, conductor de diligencias, cazador, jugador y comisario de policía (también sheriff) en una de las ciudades más peligrosas de la frontera entre lo civilizado y lo incivilizado.

En el Juzgado del Condado de Deadwood (Dakota del Sur) apareció, en la década de los años cuarenta del siglo XX, una carta manuscrita por el mismísimo Hickok. La epístola jamás llegó a su destino: la portaba consigo cuando fue cobardemente asesinado el 2 de agosto de 1876. La misiva contenía la respuesta de nuestro personaje a un admirador, el cual le había preguntado, entre otras cosas: “¿Cómo llegó a matar usted a esos hombres y qué técnicas de tiro utilizó?”. No se puede saber si preguntaba por un caso concreto o por todas las víctimas de Wild Bill, en cualquier caso esta fue la respuesta literal del comisario: “Levanté mi mano a la altura de los ojos, como si estuviese apuntando con el dedo, y disparé”.

¡Toma ya! ¿Hay algo más simple? ¿Existe algo más natural e instintivo? Cualquiera de nosotros, incluso un niño, controla y coordina sin entrenamiento previo los movimientos de su ojo fuerte y de su dedo índice para apuntar con él cualquier objeto. Y todo esto sin demora alguna de tiempo. El arma no es más que una prolongación imaginaria de ese dedo, siempre que el empuñamiento esté perfectamente realizado. Esto, en distancias propias de enfrentamientos con armas de puño, es sumamente efectivo. Hablamos del control instintivo de la habilidad natural visomotora.

¿Ajustar y enrasar el punto de mira y el alza, o sea, apuntar durante un enfrentamiento armado surgido súbitamente a corta distancia? Pues no, no suele resultar una acción fácil de ejecutar. A veces, muchas veces, resulta del todo imposible materializar el apuntamiento en tales momentos. En ello influyen múltiples factores, destacado sobremanera la dinámica del enfrentamiento, las circunstancias concretas del momento y, principalmente, la propia fisiología del ojo humano sometido a distrés, por estrés de supervivencia.

Es por ello que muchos me habréis oído hablar animosamente (o leído, como ahora), en infinidad de ocasiones, sobre las innatas habilidades visomotrices humanas para dirigir el fuego hacia el punto de impacto deseado, pero sin necesidad de emplear los elementos de puntería, cuando nos hallemos en rangos cortos o muy cortos con la parte confrontada. Y funciona, digo que si funciona. Ya nos funcionaba de maravilla cuando como especie no tan evolucionada, pero sí más peluda, mirábamos una rama y sobre ella caían nuestras manos con todos sus dedos, mientras nos desplazábamos cuál arborícolas cuadrúpedos que éramos. Sí, eso he dicho.

Si un tipo como Hickok sobrevivió a duelos, a enfrentamientos como ciudadano particular y a encuentros de sangre como agente de la ley en tan turbulenta época, y usaba algo tan instintivo y natural, es que su sistema debe funcionar. No usaba técnicas complicadas con un pie ahí, el otro aquí, este brazo para delante y el otro para atrás. No. Lo sencillo y natural, y cuanto más sencillo mejor, es lo que nos saca de apuros en momentos en los que pensar, discernir y recordar se convierten en tareas difíciles de llevar a término, cuando no totalmente inviables.

Estoy convencido de que si las cachas y las empuñaduras de las armas de aquella época hubieran tenido una configuración idónea para el tiro a dos manos, estos ases de los tiros hubiesen usado alguna técnica isoscélica (simétrica y, por lógica, más cercana a lo atávico). Naturalmente, siempre que la situación hubiera permitido asir el revólver con ambas manos. De todos modos, y tocando soslayadamente este tema, conviene destacar que solo se usaba una mano para disparar porque a veces se combatía con dos revólveres a la par, uno en cada mano, o con un arma blanca en una mano y con otra de fuego en la otra. Eso sí, no pocas veces se disparaba  subido a lomos de un caballo: manejando las riendas con una mano y abriendo fuego con la otra. De todo esto se desprende que incluso cuando se disponía de libertad en ambas manos, el tirador solamente empleara una, por haberlo hecho siempre de ese modo. Solemos seguir haciendo solo lo que sabemos hacer, resultado imposible hacer lo que no sabemos hacer.

(1)   Jim Cirillo fue agente de policía en el NYPD. Según parece, participó en más de cien (100) enfrentamientos armados durante los años sesenta y setenta del siglo XX. En esos años la ciudad de Nueva York estaba siendo asolada por infinidad de atracos diarios, en todo tipo de establecimientos abiertos al público (farmacias, supermercados y licorerías principalmente). Los asaltos solían acabar con tenderos y agentes muertos o heridos. Por ello, el NYPD creó una Unidad Especial Antiatracos, con Jim Cirillo como cabeza exponente a pie de calle. 

La nueva unidad “patentó” un método propio de actuación: dos o tres policías, vestidos con ropas de paisano, se escondían en las trastiendas de los supermercados, de las licorerías o de las farmacias y allí, durante largos ratos, esperaban la llegada de los delincuentes. Otras veces se vestían como empleados de los establecimientos. Jim, por esa época, ejercía como instructor de tiro, pero por un tiempo aparcó tales funciones para salir de ‘cacería’.

Cirillo sobrevivió a cien tiroteos, pero en verano del 2007, ya jubilado, falleció al ser atropellado por un vehículo. Fue un accidente.

Comentarios

  1. Buen artículo, y muy ameno, como siempre. Aunque sigo sin explicarme lo de Jim Cirillo: ¡¡¡¡Sobrevivir a 100 tiroteos y morir atropellado por un vehículo!!!!

    Saludos.
    NONO.

    ResponderEliminar
  2. Hola Nono. Te doy las gracias por seguir leyéndome.

    Ya ves, paradojas de la vida, sobrevivir a 100 encuentros armados y ser víctima mortal de un accidente. Recordarás que te "chocó" cuando te lo comenté aquella vez en persona.

    Saludos.

    Ernesto.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por seguir leyéndome Nono.

    Ya ves, paradojas de la vida: sobrevive a 100 tiroteos y lo matan en un accidente...la vida, ver para creer. Ya te sonó extraño cuando te lo comenté aquella vez, pero así parece que es.

    Ernesto.

    ResponderEliminar
  4. lo que tenian muy claro en el Oeste es que mataban o los mataban en una epoca dura. Hoy se vive un poco en disneilandia y no esta tan claro ni tan grabado el instinto de supervivencia. No habia prensa ni juicios morales falsos. totalmente de acuerdo con tu artículo sobre la posición a tomar en un enfrentamiento. ¿Es necesario tomar miras en distancias proximas a los diez metros? ¿ Es creible que en un ataque subito repentino desde esas distancias se reaccione apuntado con la miras? ¿ alguien va a tomar la posición correcta esa que dice las piernas flexionadas ect..' seguramente se dispara como se puede y se acabo por eso el número de fallos en los enfrentamientos. Dos veces e estado frente a una pistola y la primera apunte a una mano y la segunda a dos manos sin coger miras, por suerte no hubo disparos y se soluciono bien.Ninguna de las dos veces pense en que posición tenia hasta que no se habia acabado.

    ResponderEliminar
  5. Hola amigo. Agradezco tu comentario y lectura.

    Como bien dices, en el Oeste, o matabas o te matan. Pero digo yo, ¿acaso hoy no pasa lo mismo? Si un tipo, -hoy en el siglo XXI y en España- está tratando de matarte… ¡tratarás de evitarlo como sea! Incluso disparando contra él. Lo de matarlo, no es cosa que directamente uno pueda “controlar”. Nosotros trataremos de darle, donde sea, pero darle. Si le das en determinadas zonas del cuerpo, podrías matarlo, o no, eso no siempre es igual en cada caso.

    De todos modos, lo que digo en el párrafo anterior, va “de la mano” de lo que sigues comentado en tu post, la posición o técnica o forma de disparar. En una reacción defensiva súbita in extremis, no siempre nos “va a salir” la posición que deseamos. Conozco casos de agentes que han disparado a una mano, desde casi debajo de un coche y sin ver a su atacante -conductor del coche- Para colmo, se acertaron los disparos en la zona elegida.

    De la guisa antes relatada, difícilmente se puede hacer nada que antes se hubiera entrenado o imaginado. Se tira como se puede, y se impacta donde Dios quiere. Uno puede dirigir, incluso apuntar, su arma a una zona del cuerpo, además, en una perfecta posición de tiro, pero el resultado del impacto va a ser el que muchos factores determinen, y casi ninguno estará bajo el control del tirador.

    Respecto a esas dos veces que te has visto en situaciones tensas, te ruego me las cuentes, naturalmente, si quieres y puedes. Para contactar, toma mi dirección email en mi perfil del blog.

    Veritas Vincit.

    ResponderEliminar
  6. Hola Ernesto, otra razón para usar una mano para el uso del arma estaba condicionada por la propia condición del arma, muchos revolveres de la época eran de simple acción, y por tanto la mano débil se usaba para accionar el martillo.
    Me ha gustado el artículo como siempre.
    Sergio Aparicio Arroyo

    ResponderEliminar
  7. Hola Sergio: muchas gracias por tu comentario, como dices, ese era otro motivo.

    Saludos.

    Ernesto.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

MECANISMOS DE SEGURIDAD EN LAS PISTOLAS SEMIAUTOMÁTICAS: consideraciones operativas y tácticas

PROYECTILES DE USO POLICIAL Y SUS COMPORTAMIENTOS

POSICIÓN ISÓSCELES MODERNA-DINÁMICA, LA MÁS NATURAL PARA RESPUESTA DE TIRO A DOS MANOS: Lo natural es lo que mejor funciona bajo estrés real