UNA NOCHE CUALQUIERA: le pasó a él porque estaba allí

Por, Ernesto Pérez Vera

Una noche cualquiera, en pleno mes de verano, un policía salió a patrullar como hacía cada vez que le tocaba trabajar a su turno. Salió, como todos los días, con muchas ganas de ayudar dónde y cómo hiciera falta y con el mismo ánimo de sorprender a los malhechores en plena actividad ilícita. No hacía ascos a ningún tipo de incidencia delictiva o humanitaria.

Este compañero siempre salía así de animado a trabajar, pese a saber de la inquina que algunos le tenían dentro del colectivo al que pertenecía, amén de la enemistad manifiesta de algún político con carta en el servicio. Muchas eran las zancadillas y los trompicones que tenía que sortear diariamente desde que comenzó a trabajar en la empresa. Pese a ello, que no es poco, siempre estaba presto a ayudar a todos y cada uno de los que mostraban abierta o encubiertamente aquella animadversión. Esto último quedó demostrado muchas veces, fuese quien fuese quien pidiera apoyo. ¡Él siempre estaba allí!


Antes de tropezarse con nuevas sensaciones, estuvo toda la noche saboreando las mismas mieles de cada día de trabajo: sentimiento de ayuda a la mayoría, mientras fastidiaba a la minoría aplicando la ley (infractores/delincuentes). Creía en lo que hacía, y para ayudar a unos tenía que reprender a otros. Así funciona este juego. La asimilación pasa por comprenderlo. Aquella noche, durante las primeras horas del servicio, incautó pequeñas cantidades de sustancias estupefacientes prohibidas y realizó algunas alcoholemias. Un arma prohibida también fue decomisada, quedando retirada de la calle. ¡Ah!, él no iba solo, le acompañaba el que desde hacía algún tiempo era casi binomio fijo en aquella jungla asfáltica.

Se iba acercando el momento que cambiaría su vida. Estaba a punto de conocer nuevas sensaciones, pero él aún no lo sabía. Nada presagiaba nada. Era una noche cualquiera. Un turno más. Todo normal. Pasaban las horas y tocó ir a reponer energías. No tenía sueño ni estaba cansado, pero algo había que meter por la boca: por la tarde estuvo corriendo y nadando, lo de siempre. Una vida muy sencilla. Como casi todos los compañeros del turno de noche, acudió a la gasolinera de siempre para tomar un café y dar algún bocado. Tras repostar, carretera y manta. Había cosas que hacer y siguió buscando infractores de todo género y pelaje. Gente de la peor calaña, que no escasea.


Bien entrada la madrugada, el animoso policía, algo acalorado por las altas temperaturas estivales, trató de hacer un servicio de lo más cotidiano y rutinario. Una vez más, lo de siempre. Más de lo mismo. Quiso identificar al infractor de un precepto de tráfico. Algo sencillo y básico, ¿a que sí? Él y todos los que son como él lo hacen mil veces al año. Algunos, como él mismo sostiene siempre que tiene ocasión, ni en mil años lo harían un puñado de veces. Pero lo que consiguió identificar fue una situación que hasta entonces le era desconocida. Sensaciones para las que se había preparado, pero que siempre creyó que nunca conocería. Nuevos sonidos y sabores. Colores tristes, apagados. Estridencia. Esa noche conoció la soledad. Pero no cualquier soledad sino la soledad con mayúsculas. Hablamos del a veces manido, ¡o tú, o yo! Aquel abandono era, a la par, silencioso y ruidoso. Todo era nuevo y extraño. ¡Por Dios, qué está pasándome! Era algo distinto, una cosa que pocos conocen. Algo que muy pocos pueden contar. Todo era diferente y no acabaría ahí. En realidad todo acababa de empezar. Esta situación fatal es aquella para la que muchos creen estar preparados, pero cuyo extremo, por suerte para ellos y sus familias, casi nunca tendrán que verificar.


Aquella pringosa soledad solamente era una sensación. Fue como si estuviese desnudo ante mil miradas. Solo e indefenso... Nadie podía ayudarlo, se trataba de él y del mundo, solo que este mundo era esperpénticamente negro. El abismo. Aquello no paró de envestirlo una y otra vez. Durante algún tiempo, eterno y rápido, escasos segundos en realidad, no pudo hacer nada para defenderse. Seguía sintiéndose observado y desprotegido mientras un monstruo trataba de eliminarlo. Fue el peor momento de su vida. Todo se produjo en un brevísimo lapso, pero ocurrió de todo. No tuvo tiempo de pensar en nada, pero por su mente, como si de una pantalla de cine se tratara, pasaron infinitos capítulos de su vida.

Aquella madrugada se topó con una bestia bípeda. Una alimaña que cabalgaba a lomos del  maligno. Un ser abyecto que había salido de copas con la Parca. Gracias a Dios y a varios factores más, este agente de policía sorteó las embestidas, si bien una de ellas le dejó tatuado el alma, la mente y los huesos. Calado hasta el tuétano. Aquella noche cambió su vida. Desde entonces vive en una extraña línea: el antes y el después. Nada volvió a ser igual. Nada. Oscura luz de luna. Aquello trajo consigo un montón de datos e información relativa a la amistad, al compañerismo y a la profesionalidad. Claras conclusiones y evidencias fueron derramadas por las estrellas que todo lo vieron.


Durante meses ordenó y clasificó todo aquello que, a modo de dato, le iba llegando por diversas fuentes y cauces. El odio y la envidia no tienen límites en la especie humana. Tampoco la maldad. Aunque pudiera parecer mentira, algunos de los que se visten de policía, y que además cobran por ello, jalearon a la infame bestia que procuró acabar con la existencia del herido. Incluso hubo quien lamentó que este policía hubiera sabido y podido capear a su particular homicida. Algunos, quizá todos, jamás vieron un toro ni desde la barrera. Tal vez por ello les resultó muy fácil, quién sabe si instintivo, sentirse más cercanos al bicho que al congénere. ¡Malditos!

Aquel que se sintió abandonado durante tan breve espacio tiempo, a la vez que eterno instante, ha vuelto otra vez a la plaza con su muleta. ¡Ah!, y cuidado, porque ha saltado al ruedo con el mismo ánimo de aquella noche cualquiera. Con fuerza. Ahora sigue, como siempre, tratando de cumplir con la que para él es una misión sagrada que pocos comprenden, respetan y saben valorar.

Lo más duro de todo lo descubierto a lo sobrevivido no fue el dolor de las heridas ni sus secuelas. Tampoco el agotamiento de las jornadas de fisioterapia. No fue, ni tan siquiera, el recuerdo de la primera semana que permaneció alejado de su familia mientras estuvo hospitalizado. Lo más doloroso fue descubrir el olvido, el desprecio y la falta de respeto que mostraron algunos compañeros que, hasta aquella noche cualquiera de verano, parecían amigos. Como poco, eran de los buenos y de ellos se esperaba algo. Un gesto. Alguno de estos siempre se mostró cercano y había compartido años de servicio mano a mano, noche a noche y palo a palo, con el ahora medio lisiado.

Todo es mentira, una gran mentira. La hipocresía planea sobre todos nosotros. Demasiados jefes y políticos falsos. Gente con careta. Carotas que no dan la cara. Cartonas. Él, en el fondo, sabía quienes serían los que sí iban a estar ahí. No se equivocó. Estuvieron aquel día y los siguientes. La única verdad de todo es el ostracismo al que fue relegado.


El olvido se presentó vacío de llamadas y visitas. Desinterés. En definitiva, ausencia de respeto a un compañero del que había pruebas sobradas de que, llegado el caso, hubiera dado todo por todos. Heridas por dentro y por fuera. Heridas que no cerrarán jamás. Heridas escocidas por las lágrimas.

Él, a día de hoy, cree que existió desconfianza y recelo por parte de los ausentes esperados. Algunos de los olvidadizos quizá pensaron que este policía, al igual que ellos pudieron haber hecho en alguna ocasión pretérita, había obrado con trampas. Otros directamente así quisieron elucubrarlo, creerlo y difundirlo con maldad, aun teniendo conocimiento y evidencias de todo lo contrario. ¡Mal nacidos!

¿Mezcla de odio personal o ignorancia supina? Seguramente grandes dosis de ambas cosas se conjugaron para inflar los globos del pábulo oscuro y negativo. Aire putrefacto para hacer volar milongas. Quienes tendieron a pensar en sucias teorías quisieron amnesiarse olvidando y despreciado al compañero que siempre les recomendó evitar hacer trampas. ¡Cree el ladrón que todos los demás son de su condición! Cuando las cosas se hacen bien no necesitan remiendos, aunque salgan así por fortuna o casualidad.

¡Cómo pasa el tiempo!

Fueron pasando los días, los meses e incluso los años. Lejos de ver las cosas de otro color, el ambiente profesional siguió tornándose cada vez más gris. Falacias, conspiraciones, odios y envidias emanadas de las inseguridades que fluyen de las incapacidades de muchos, son las culpables de estas grises tonalidades que muestra la verdad. Creer en embustes, sobre todo si son escabrosos, es muy fácil para el ser humano, más aún cuando se está dispuesto a creer en contra de un semejante.

Es más fácil destruir que construir y más cómodo ser cobarde que valiente. Si ser honesto fuese fácil y barato no habría tanto trepa, despropósito y tanta falsedad.


Él.

Comentarios

  1. Dicen que el concepto de venganza de los árabes es: Sentarse a la puerta de su casa a ver pasar el cadáver de su enemigo.
    Aquí el necio, el incapaz, el falso que te pone buena cara por delante, están siempre sentados a su puerta esperando.
    Si no eres de la cuerda de la mayoría, en su fuero interno piensan que les haces daño y por eso eres su enemigo, piensan que lo que tú haces es por hacerles la puñeta, por darte importancia, nunca pensaran que eres así sin dobleces. Y por todo eso si te pasa algo tú te lo has buscado podías evitarlo mirando para otro lado así que te jodes. Un saludo Él. José MORENO .

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  2. Pedazo de relato, dile al autor "El" que estoy con él al 220%, no describe más que la verdad que no es otra que la soledad de las personas que somos así. En mi trabajo ya algunos me han advertido que voy a estar sólo cuando tenga un problema, lo que ellos no saben es que YO no los quiero a mi lado!!!
    También he odio por bocas de supuestos "maestros" del mundo policial que si el autor "EL" era tan sabelotodo, tendría que haber solucionado el problema que se le presentó.......claro con el tiempo descubro que el "maestro" con un currículum extensísimo siempre está a unos 15 metros de la barrera, es decir, ni las ve venir (ayyyy esos 250 gramos!!!).
    En fin, Ernesto hazme un favor preguntale a EL si puedo publicar el articulo en mi web.
    Un abrazo y a por ellos que son muchos pero cobardes!!

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  3. Estimado amigo Dr. Serpiente: hablaré con la persona que me ha mandado el texto, y con lo que me dida, te diré sobre la publicación en otra web.

    Ese que cree que la víctima del relato debió, por ser un "sabelotodo", solucionar el problema, ESTÁ EQUIVOCADO. Conozco al autor y el suceso, y fue solucionado, y tanto que lo fue. Ese que critica a "él", es un cobarde en toda regla que, como ya has dicho tú, siempre a 15 ó 200 metros de donde están produciéndose las incidencias violentas y riesgosas. Gracias.

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  4. Esas experiencias de SOLEDAD, de sentirte abandonado y a la vez atacado por la falta de aprecio son duras y marcan y marcan un antes y un después. Parte de la dureza de la situación viene dada al sacar la conclusión de que la vida del "antes" ha sido como vivir una mentira... si se supera la etapa, el después es magnífico, todo está más claro, te sientes más seguro y capaz ... en el camino hasta llegar al "después" se matan muchos miedos.

    Un relato abstracto que dice mucho.

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  5. Hola.

    Ernesto, gran relato, una prueba más de la condición humana y de la envidia y recelo que provoca en los incompetentes que la persona que tienen al lado sea mejor profesional que los negados.

    Un fuerte abrazo.

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  6. Gracias por tu comentario Mc, espero que el autor, en algún momento, pueda leerlo. Gracias.

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  7. Apreciado Mustelus, tu comentario es muy acertado en todo. Podría pensar que eres el autor, el tal Él.

    Gracias por seguir por el blog.

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  8. Hola amigo Ernesto,como escarpias se me han puesto los pelos,chico como escarpias,el relato es espeluznante,trasladale al autor mi mas sentida enhorabuena por el relato,por ser tan buen profesional,como se puede discernir de este ralato y por no dejar que ese bicho negro como la noche sin luna no le diese la cornada mortal,junto a ti ya sois dos policias que admiro con orgullo y satisfaccion,trasladale mi total e incondicional apoyo,si la mayoria de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Estado fuesen como "EL" y tu,los malos saldrian de este nuestro Pais aunque fuese a nado.

    Un Saludo y Buen Servicio.


    TRAITI.

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  9. Gracias Traiti. Si algún día llego a conocer al autor, le diré muchas cosas, y todas a la cara...

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  10. Sabes bien que no soy el autor. Hay mucho bicho negro, de muchos tipos, y nunca sabes donde, ni cuando ni de que forma te puede tocar.

    Un abrazo!

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  11. Magnífico. Me ha impresionado lo bien que se ha descrito la sensación. Me quedo especialmente con:
    "Todo es mentira, como la de los jefes y los políticos. Él, en el fondo, sabía quienes serían los que siempre iban a estar ahí. No se equivocó, esos estuvieron aquel día y los siguientes."

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  12. Gracias Sacros: me alegra que te haya gustado la elección que hice para esta semana. No sé si es un relato, un artículo, o qué es. La cosa es que ha gustado.

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  13. "Él" es un ejemplo de integridad y compromiso para todos.
    Sigue siendo un modelo para mí.
    Nono.

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  14. Nono: GRACIAS POR SEGUIR PASANDO POR ÉSTE ESPACIO. Nos vemos.

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  15. telegráfico: Compañero recibe un disparo en un atraco en Vallecas.Se presupone que ha sido un grapo.Todo se llena de jerifaltes y politicos. Se averigua que no, que ha sido un delincuente comun. Aparece la SOLEDAD y el OLVIDO.

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  16. Hola amigo: ¿cuando fue ese incidente del "Grapo"...?

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  17. Buenas a todos. Lo que le paso a Él, pasó, pasa, y seguirá pasando mientras los que nos enfundamos el uniforme, lo hagamos por y para el prójimo. Surge a menudo la eterna pregunta de si existe la “verdadera vocación”, y si un voluntario, sea de la índole que sea, un/una sacerdote, médico, bombero, policía… puede actuar de tal modo, es que la respuesta es, sin lugar a duda, que SÍ.
    ¿Por qué? Porque el que hace las cosas “sin pensar”, sin miedo al que dirán, prevaleciendo el corazón a la razón (pero con cierta mesura) pensando en el bien al prójimo anteponiéndolo al suyo, y sobre todo, porque el que está dentro, lo está por iniciativa propia, y lo peor que uno puede hacer en esta vida, es ir a trabajar como el que va al cine… a ver que pasa, y que corra el tiempo.
    Como muy bien dice el Dr. Serpiente, yo no sólo no los querría a mi lado, si no que los querría fuera del cuerpo, pues eso somos, un CUERPO, y a la vista de los ajenos a la plantilla, no se trata de que “Fulanito” es un mal policía, o “Menganito” es el mejor. No, la gente siempre dice: “La policía no hizo nada, la policía no vino cuando les llamé, la policía no me supo aconsejar bien, la policía me trato con desprecio, la policía me pego,…”
    Como casi siempre, me gusta recurrir al refranero español, tan sabio, tan amplio y tan acertado, y pese a que hay muchos que se podrían aplicar, citaré sólo dos:
    *Ande yo caliente, ríase la gente – Pues si ha podido contar su historia ha sido gracias a su preparación, sistema de trabajo y mentalización de lo que es trabajar en esto.
    * Los disgustos hay que darlos, no tomarlos – Ya se que no es un refrán, más bien una reflexión, pero es así, pues de no hacerlo, se nos vendría el mundo encima todas las noches.
    Un saludo a todos, y un abrazo para Él, para que sepa que no está solo, y que mis humildes palabras le sirvan de apoyo, allá donde esté.
    ---
    “Ante ferit quam flamma micet”
    “Hiere antes de qur prenda la llama”

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  18. Josma: muchas gracias por tus palabras. Espero que "él" lea tus palabras.

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  19. Me llamo Santiago Cierra, y al leer éste relato me he sentido trasportado unos años atrás, cuando conocí a una gran persona y mejor profesional, lo veo poco, ya que estamos de punta a punta en ésta piel de toro, pero siempre es grato saber de él. Un abrazo Ernesto.

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  20. Hola Santi Cierra: gracias por recordar "aquello" y a mí. Otro abrazo.

    Ernesto.

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