A lo hollywoodense pero en Alicante: tres marselleses, dos escopetas y un Kalashnikov…

Por, Eduardo Casas y Ernesto Pérez

Alicante, Avenida Alfonso X el Sabio, 20:30 horas de la noche del sábado primero de octubre de 2011. Es una calle comercial que suele estar repleta de gente que va de tiendas o que simplemente pasea de un lugar a otro.

En el número 19, haciendo esquina con la calle de César Elguezábal, existe una joyería de reciente apertura llamada Siglo XXI. No hace mucho tiempo, como todavía podemos ver en Google Maps, ese lugar lo ocupaba un centro médico-estético llamado Corpo-San. El día de los hechos se podía ver un enorme cartel que anunciaba una promoción especial por su apertura.

Cuatro individuos franceses, que formaban una peligrosa banda originaria de Marsella, estaban a la caza de un objetivo fácil en España. Se sabían ya buscados por la Policía de su país, donde habían dado al menos trece golpes, que les habían reportado por lo menos un millón y medio de euros. Era un grupo de profesionales acostumbrados a la violencia, a usar las armas y a protegerse de los disparos de las fuerzas de seguridad, por ello usaban chalecos antibalas.

Ese sábado por la noche, poco antes de la hora del cierre, pretendían ejecutar rápidamente su acción. Lo habían planeado con anterioridad en un chalet que tenían alquilado a tal efecto en la Cañada del Fenollar (un pueblo a 90 kilómetros de la capital, muy cerquita de la provincia de Murcia), que también les servía como piso franco. Los tres miembros más jóvenes realizarían el robo, mientras el “cerebro” y padre de uno de ellos les esperaba en el piso franco para la huída a Francia.

Así, decididos a todo y armados con un Kalashnikov, dos granadas de mano y dos escopetas de cañones y culatas recortadas (todas ellas armas ilegales en nuestro ordenamiento jurídico), con chalecos antibalas, vestidos de color negro y con máscaras, llegaron a bordo de un Renault Megane de color azul que habían robado unos días atrás en Elche, y al que le habían puesto placas de matrícula falsas.

Naturalmente, que tres individuos de esa guisa entren en una tienda necesariamente llama la atención de la gente. Recordemos que la avenida estaba llenita de alicantinos a esas horas de la tarde-noche. Así que algunos de ellos llamaron rápidamente al 091 —el número de emergencias del Cuerpo Nacional de Policía—, que dio aviso a sus radiopatrullas.

Quiso la casualidad que uno de los vehículos “Zeta” pertenecientes al Turno V de radiopatrullas de la ciudad (Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana) estuviera en ese preciso instante al principio de la avenida. Lo conformaban un policía en prácticas y un funcionario de carrera. Recibieron la llamada y se acercaron al lugar, todavía no muy seguros de que la llamada fuese “buena” o real (más del noventa por ciento de las alarmas son falsas).

Como buenos profesionales, sabían que las luces azules y los dispositivos acústicos, o simplemente dejarse ver, podrían provocar la peor de las situaciones: la toma como rehenes de las personas que en ese momento se encontrasen en el interior de la tienda. Por tanto, se apostaron a lo que estimaron una distancia prudencial, pero desde la que controlaban perfectamente la entrada y salida de la tienda. Esperaban que algún indicativo de paisano pudiera acercarse llamando menos la atención, para verificar la realidad de la emergencia.

En el interior, los delincuentes se estaban poniendo nerviosos. Se les agotaba el tiempo que consideraban suficiente para la reacción y respuesta de la Policía, pero la caja fuerte no se abría. Tenía un dispositivo de seguridad que retardaba quince minutos su apertura. A la desesperada cogieron todas las joyas expuestas, la recaudación del día, y salieron a la carrera.

A menos de 4 metros de distancia de su vehículo, sin que ninguno de los bandidos lo hubiera detectado, se encontraba aparcado el “Zeta” con los dos funcionarios aún sentados en sus asientos. Al verlos, los delincuentes, con un desprecio infinito por la vida de los demás (recordemos que la vía pública estaba colmada de personas) desataron un infierno de fuego entre ráfagas y postas, que alcanzaron repetidas veces al Citröen de la Policía, que estaba recién estrenado. Como poco quince disparos de las tres armas largas tocaron el automóvil patrulla. Los dos funcionarios sólo tenían para defenderse sus pistolas reglamentarias de 9 m/m Parabellum.

Los dos funcionarios fueron capaces de responder a un fuego superior. Seguramente ese acto les salvó de ser acogotados como conejos. Uno de los delincuentes, Alexandre Distanti, de unos 30 años, resultó alcanzado y se desplomó en los primeros instantes. El proyectil le acertó en la cabeza, con agujero de entrada y salida (de nuevo la sobrepenetración). Los otros dos continuaron el fuego hasta que agotaron el cargador del fusil de asalto. En el proceso hirieron a tres transeúntes que nada tenían que ver con los hechos: un hombre de 23 años que conducía un vehículo en ese momento por la avenida, un anciano de más de sesenta años que recibió varias esquirlas en la espalda y, la más grave, la dueña de una zapatería cercana que recibió un balazo en el costado. Al parecer, según algunas fuentes, también uno de los dos policías recibió un impacto en su chaleco antibalas, que no le causó lesiones.

Dada la escasa gravedad de los heridos (incluso la más grave fue dada de alta en dos días), tuvieron que ser alcanzados por postas que ya habían perdido parte de su fuerza tras rebotar en diferentes elementos urbanos. Si alguna persona, o el chaleco balístico, hubiera recibido impactos directos de 7,62x39 m/m (fusil de asalto AK), estaríamos hablando con toda seguridad de una tragedia mayor. Se recogieron en el lugar tal cantidad de vainas de ese calibre, que auguraban un final muy distinto al que hubo. Seguro que los Ángeles Custodios, patronos de los policías que estaban bajo el fuego y cuya celebración era al día siguiente, estaban haciendo horas extras aquella tarde-noche.

Tras acabar el primer cargador, los delincuentes tuvieron problemas para introducir el segundo (recordemos lo complicada que se vuelve la psicomotricidad fina en situaciones de combate), por lo que en ese momento decidieron emprender la huida a pie (entre otras cosas, los agentes habían conseguido alcanzar una de las ruedas del Megane, impidiendo que pudiera ser usado para escapar).

Justo a esa hora había terminado el partido de fútbol que jugaba el Hércules en el estadio José Rico Pérez, por lo que numerosos indicativos de la Unidad de Prevención y Reacción que habían terminado su servicio en el estadio de fútbol, comenzaron a acudir a la zona ante los requerimientos de ayuda de los compañeros, y la multitud de llamadas realizadas a la Comisaría por parte de los ciudadanos.

Hasta ahí el enfrentamiento armado, pero la acción continuó. Muy cerca de allí, dos policías fueron capaces de alcanzar a la carrera a otro de los asesinos, que fue detenido in situ.

El tercero secuestró a una pareja en un coche y consiguió volver a la Cañada del Fenollar, donde se reunió con el cabecilla. Se deshicieron del fusil de asalto, que aún no ha sido hallado, e intentaron huir a Francia. No llegaron muy lejos. Al amanecer, efectivos de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Alicante, que habían realizado un excelente trabajo de investigación en tan escaso espacio de tiempo, y el Grupo Operativo Especial de Seguridad de Valencia los detuvieron a la altura de La Pobla Tornesa, en la provincia de Castellón.


CONCLUSIONES:
La primera es que esta vez, por fin, ganaron totalmente los buenos. Los últimos acontecimientos policiales con enfrentamientos de por medio han sido negativos para la comunidad policial. En este caso no: los malos han sido neutralizados y los buenos volvieron ilesos a casa.

La fortuna estuvo del lado de los funcionarios, aunque el partido lo jugaran tres armas largas muy potentes (en realidad las escopetas ya no eran técnicamente armas largas) contra dos pistolas de menor lesividad potencial. Dos agentes en el interior de un coche tiroteado y ninguno de ellos resultaron heridos, es mucho azar. Un policía alumno junto a otro más veterano repele la potente lluvia de fuego, y encima aciertan a uno de los atacantes. ¡Fantástico! ¡Genial!

El atracador abatido lo fue por impacto directo en la cabeza, menos mal, pues el torso del sujeto estaba blindado y los proyectiles del calibre 9 m/m Parabellum disparados por los agentes no perforan esas protecciones: eran semiblindados. De todos modos, sépase que el proyectil que penetró el cráneo y detuvo la acción de quien lo recibió, no hubiese sido eficaz de haber alcanzado una extremidad. En el mejor de los casos hubiera impedido la huída y cierta libertad de movimientos del atracador, y casi que tampoco mucho. Por cierto, el proyectil que sesgó la vida del asaltante no fue encontrado dentro de la bóveda craneal: ¿dónde está, dónde fue a parar? ¿Pudo herir a otra persona, tras abandonar el cuerpo? Sí, pudo.

Algunos sabemos, o al menos sí quienes estamos en estos “guisos”, que los proyectiles blindados o encamisados son proclives a abandonar los objetos o cuerpos impactados y penetrados (cuerpos humanos y objetos muebles del entorno urbano cotidiano). Pero a otros no se nos escapa que también los semiblindados que se nos entregan para contrarrestar los efectos negativos de los blindados, se comportan casi de un modo idéntico a los otros. En este caso, como en otros muchos más, así ocurrió: exceso de penetración. Esto siempre supone riesgo de impacto directo o rebote a terceros. ¡Ocurre!

En la mayoría de los enfrentamientos no suele dar tiempo a casi nada, pero este es un típico caso de excepción: llamada de alerta que se atiende con tiempo de respuesta. Hubiera venido muy bien llevar un arma larga en el patrullero. No hace tantos años se llevaban, ¿ahora qué,  dan calambre?  Se llevaban en tiempos del Vaquilla y Torete, en los 80 (también ates y después). Precisamente cuando el Kalashnikov, especie peligrosa que pulula hoy por nuestras urbes, no frecuentaba la península ibérica.

Por suerte para todos, menos para los bandidos, la fisiología que algunos instructores conocemos y enseñamos se presentó en Alicante aquella tarde: los malos no pudieron efectuar un cambio de cargador en el AK-47. Perdieron, como a todos los seres humanos les ocurre en estas situaciones de vida o muerte, las habilidades motoras finas o digitales. Como siempre digo, las dos partes pasan miedo: los buenos y los malos. Lleve uniforme o pasamontañas, nadie quiere ser impactado. Debajo de las prendas siempre hay un Homo sapiens, y las reacciones psicofísicas no son fáciles de controlar. A veces imposible.

El chaleco de protección balística que nunca o casi nunca se entrega en las unidades, siempre viene bien. Ya sea colocado siempre en el cuerpo o portado en el vehículo (a ser posible en el habitáculo del conductor y acompañante), siempre es un buen aliado. Muchos policías ya lo saben, y ante el nulo compromiso de la Administración adquieren uno con su pecunia. En muchos casos no sirve de mucho: disparos que alcanzan la cabeza por ejemplo, pero en otros casos sí. En el suceso analizado no hubieran servido de nada si el Kalashnikov hubiera alcanzado el tórax de los policías: el calibre 7,62x39 m/m se lo “come” como mantequilla. Eso sí, las postas de las escopetas sí se hubieran detenido en el chaleco.

Como siempre, los jefes y políticos justificando hasta aquello que no lo merece. La subdelegada del Gobierno y el comisario provincial declararon a la prensa: “fueron los reos los primeros en abrir fuego”. ¡Ya estamos otra vez! ¿Quieren decir estas personas que los agentes actuaron correctamente porque les dispararon antes? Yo me pregunto: ¿Y si no hubieran llegado a disparar los ladrones, aunque sí estuviesen apuntando a los agentes… hubieran sido justificados los disparos de los funcionarios? Yo digo que sí. Pero mientras los gerifaltes pongan parches a todo, por robar unos minutos de prensa, seguirán tirando tierra sobre los suyos.

Señores, la legítima defensa no pasa por recibir daño quien es atacado y debe defenderse, porque de ese modo si se nos dispara y no somos impactados… no tendríamos autoridad para disparar. ¿Habrá que dar tiempo al malo hasta que nos acierte?, ¡puede que el pobre atracador sea mal tirador! No. No hay que esperar a ser alcanzado y tampoco disparado. Con que exista razonamiento lógico y riesgo potencial de ser inminentemente atacado, ya se estará legítimamente protegido para ejercer la defensa.

Para acabar, lean e interioricen esta definición de Rivacoba y Rivacoba(1) sobre la legítima defensa, y mediten sobre ella: El defensor debe elegir de entre varias clases de defensas posibles, aquella que cause el mínimo daño al agresor —naturalmente, elegirá entre los medios de que dispone en ese preciso instante—, pero NO por ello tiene que aceptar la posibilidad de daños a su propiedad o lesiones en su propio cuerpo —no necesariamente debe haber sido herido para defenderse—, sino que ESTÁ LEGITIMADO para emplear, como medios defensivos, los medios objetivamente eficaces que permitan esperar, con seguridad, la eliminación del peligro —medios que garantiza la eficacia—”.

(1) Profesor-doctor Manuel de Rivacoba y Rivacoba, catedrático de Derecho Penal, filósofo del Derecho, humanista, académico y escritor. Madrileño nacido el 9 de septiembre de 1925, falleció en diciembre de 2000. Cursó estudios de Derecho y Filosofía en la Universidad Central de Madrid, donde se licenció en ambas carreras con sobresaliente calificación. Destaca su premio extraordinario de Licenciatura en Filosofía y Letras, Sección de Filosofía. Más tarde realizó el Doctorado en la misma Universidad, obteniendo el grado de doctor en Derecho, con la calificación de Sobresaliente.

Comentarios

  1. Tuvieron mucha suerte los compañeros.

    Suerte de no alcanzarlos con el Kalaka o una granada.

    Y nosotros seguimos con la "pistolita"

    Debería ser al revés, si los malos tienen armas automáticas, nosotros más y mejores, pero tristemente no es así.

    Ni siquiera un simple chaleco antibalas.

    Y la gente de la calle lo ignora o le da igual, total es nuestro trabajo.

    Cuidaros mucho compañeros

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  2. Gracias AZU por tu comentario. El mes que viene sale en el periódico ARMAS un artículo mío en esa línea: armas largas en las FYCS españolas, pero para todos, y NO EN LOS ALMACENES. Eso sí, instrucción seria antes de nada...

    Ernesto

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  3. Magnífico artículo. ¿Que esperan los responsables policiales cuando se manda a un patrulla a una llamada de este tipo? ¿Que sea negativa como casi siempre y lo verifiquen? ¿O que sea positiva y que la suerte le acompañe? Es una temeridad mandar un patrulla normal a estos avisos. O van 4 de paisano o 8 de uniforme que lleguen a la vez y trabajen coordinados y todos con armas largas; o sinceramente creo que es mejor que no vaya nadie y que luego les sigan la pista los de la Judicial. Aunque los compañeros hicieron una actuación de manual quedándose a una distancia prudencial recogiendo información y esperando refuerzos no están muertos gracias a que tuvieron suerte. Quizá el manual esté anticuado como viene a indicar Ernesto en las conclusiones.
    Un saludo y Feliz Navidad.

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  4. Gracias por el comentario SACROS.

    Feliz NAVIDAD.

    Ernesto

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  5. Estoy al 200% con Sacros, pero sinceramente ¿Quién de nosotros no hubiera acudido a la llamada y nos hubiéramos arrodillado “a puerta gallola” delante de la joyería? ¿Hubiésemos tenido la misma surte que los compañeros con semejantes Miuras?
    Como casi siempre, lo ocurrido no tuvo nada que ver con lo deseable o esperado.

    Recuerdo el caso del atraco de Petrel (Alicante) con la misma casuística que éste, pero los primeros en llegar, compañeros del C.N.P. no tuvieron tanta suerte resultando heridos, uno de consideración tras volarle un .357 parte de la mandíbula inferior, y quizás, sólo quizás, por llegar como hubiéramos llegado todos a una llamada de atraco en un banco a la hora de salir, o como el caso que nos ocupa, a la hora casi de cerrar el comercio: “El del banco se habrá equivocado, como otras veces, y yo tengo unas ganas de irme que no veas. El de la joyería habrá apretado el botón de pánico sin querer apunto de cerrar.”

    En estos casos, lo único que falla es la autoprotección, y no porque no lo queramos tener, más bien por falta de formación, como en muchos otros casos, y es que al ver la lista de cursos ofertados por Sindicatos, Diputaciones Provinciales y los propios Ayuntamientos, hay infinidad de cursos “administrativos” o “de papeleo”, de ayuda a las víctimas, las relacionadas con el binomio Policía-Ciudadano, etc. y desde luego, no digo que no sean importantes, pero parecen tener cierto resquemor y aprensión a los cursos de autoprotección, de tiro policial, de situaciones de estrés, de intervención en inmuebles, etc. no se si por creer que nos vamos a transformar en “Rambos Urbanos” y vamos a dar más problemas que soluciones, o es que no se dan cuenta de quines son, por norma general, quien llega antes a este tipo de avisos y otros de índole agresiva.

    Lo de dejar el vehículo patrulla alejado del lugar no esta muy implantado en nuestro país por ninguna de las fuerzas policiales que conozco, salvo en la empresa privada, dónde muchos nos hemos dejado la mitad del sueldo en cinco días para que nos abran los ojos de par en par, y ver como de cada 5 avisos, en 6 nos hubiesen podido freír como a los de Alicante.

    En fin, una actuación para recordar durante años, por su desarrolla, por el desenlace, y como no, para recordarnos una vez más, que si no tenemos a la Diosa Fortuna de nuestro lado, los malos siempre van a ir dos pasos por delante y mejor pertrechados que nosotros, así que ¡¡¡MUCHO CUIDADO!!! Y como reza mi firma, y corrobora Ernesto en sus palabras, avaladas por el Sr. Rivacoba y Rivacoba…
    --
    ”Ante ferit quam flamma micet”
    ”Hiere antes de que prenda la llama”

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  6. desde luego que tuvieron suerte los compañeros... a ver si sigue igual el día del juicio... por que por mucho que queramos, con nuestras garantistas y "equitativas" leyes, tendrán que acudir a DEFENDER ese (mas que justificado) tiro en la cabeza... como siempre la desprotección Policial en este nuestro Páis...
    Animo a todos y feliz año

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