Una actitud, dos pelotas y tres pasaportes
Por Ernesto Pérez Vera


Ahora toca el porqué de que yo, un policía retirado,
hable de este señor. Es sencillo, me gusta la gente que sabe jugar en el
tablero de la vida con las fichas que el repartidor pone sobre el tapete. Esta
semana tuve la oportunidad de oír casi entera la entrevista que a nuestro personaje
le hicieron en Onda Cero. Por problemas de cobertura en la señal de radio no
pillé todo lo que Leopoldo decía ante las preguntas del entrevistador, Carlos
Herrera por cierto. Pero sí capté la esencia: este hombre es un típico producto
made in USA, un hombre hecho a sí
mismo. Es el creador de un imperio (no heredado). Un currante que además piensa
y ejecuta. Aunque pensando yo ahora un poco (no mucho), el cubano tal vez tuvo
un golpe de suerte. Seguro que sí, pero como dice mi querido amigo y compañero
Fali: “La suerte hay que buscarla”.
Pero miren, ante la pregunta del locutor de radio
sobre qué encontró en Jazztel cuando la hizo suya, Fernández Pujals dijo algo
así: “La empresa tenía un potencial increíble, pero sus números no eran todo lo
buenos que podían ser. La gente estaba acomodada. Vivían bien haciendo poco o
lo justo. Entre las bases de la empresa había personas muy capacitadas que
estaban aparcadas. Eran como muebles, no tenidas en cuenta. Pero entre los
jefes y ejecutivos había desánimo. Pasividad. Esa era la causa del bajo
rendimiento general. Lo tuve claro: cambié a todo el personal de los órganos
directivos y ascendí a quienes creí oportuno. ¡Ahí están los resultados!”.
Amigos, amigos, amigos, ¡he ahí la madre del
cordero! Nuestro español por ius
sanguinis tiene la clave para arreglar lo que pasa en tantos y tantos
cuerpos de policía, y ahora sí sé de lo que estoy hablando. Me estoy refiriendo
a esos cuerpos que tienen policías de base que son pisoteados, ninguneados,
obviados y arrojados al ostracismo por hacer las cosas que hay que hacer y,
sobre todo, por hacerlas como hay que hacerlas. Sí, hablo de plantillas en las
que muchos de quienes son ascendidos toman decisiones desfavorables de cara a
la eficacia del servicio que prestan al ciudadano y a la Administración de
Justicia, cuando no también antijurídicos por ignorancia y/o vagancia. Esto,
poco a poco, a veces incluso muy rápidamente, desemboca en problemas de desgana
e indisciplina más que motivada en el seno de los cuerpos. Es cuando la
desmotivación se convierte en metástasis con el paso de los años, al ver los de
abajo que los de arriba son unos ineptos, chupópteros y pagas muertas que se
sirven del cargo hasta para que sus familias vayan gratis a los toros y al
fútbol. La puerta de la corrupción se abre solita ante este caldo de cultivo…
La última que he presenciado es para quitarle al tío
la gorra y darle con ella en la cara 30 veces. Un mando de la Escala Ejecutiva ha
recriminado a un patrullero que retirara de la vía pública un vehículo
sustraído, sobre el que constaba denuncia, porque creyó que era mejor dejarlo
donde estaba para no consumir recursos (la grúa municipal) y tiempo. Su idea,
secundada por el conclave de los de su casta, se sostenía en que si los del otro
cuerpo de policía con competencia en la demarcación no se lo llevaron… ¡por qué
ellos sí! No queda ahí la cosa. Antes de la intervención del agente cuestionado
fue alabado otro funcionario que decidió dejar la motocicleta donde estaba,
porque la grúa judicial tardaba mucho tiempo en acudir y el escenario de la
actuación era un barrio marginal (creo que a esa misma hora televisaban un
partido de fútbol de la Roja). El mundo al revés: el gandul aplaudido y el
currante fustigado y estigmatizado por el camarlengo que jamás puso una triste
denuncia de tráfico sin faltas de ortografía.
En esa plantilla, al igual que en esta, que en
aquella, que en la otra, que en esa de más allá y que en muchas más, hace falta
un Leopoldo Fernández Pujals. No por ser excombatiente en Vietnam. Tampoco por
ser oficial o marine. Simplemente porque sabe detectar los problemas e
identificar a las cucarachas. Y ahí es nada, sabe que sin eliminar a los tóxicos
no podrá flotar y mucho menos volar. Pero no solamente sabe cuál es el problema
y quiénes son sus responsables, sino que
conoce el remedio y lo aplica sin paños calientes. ¡Zas, a tomar aire fresco y
a refrescar las unidades con sangre nueva!■
Excelente reflexión aplicable a innumerables estamentos tanto públicos como privados .un saludo
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Andrés.
EliminarUn saludo.
Ernesto.
La clave del problema es: "¿Para qué cambiar algo y molestarnos en procurar hacerlo mejor si vamos a cobrar igual?".
ResponderEliminarLlámese genética, cultura o tradición, pero ésto es lo que tenemos y lo que nos diferencia de otras culturas/naciones: aquí están ausentes la vergüenza de hacer algo mal a conciencia, el orgullo de hacerlo lo mejor posible y el gusto por el trabajo bien hecho y el detalle. Luego querremos compararnos con otros cuando éstos son los mimbres que nos componen. Ahora sí, si nos bajan el sueldo hacemos "huelga de bolis caidos y brazos cruzados". ¡Vaya solución! Parece que la desmotivación y la desgana forman parte de nuestro ADN, pero es un problema de educación, de moral, de valores. Y esto se aprende en casa primero. Admiramos al sinvergüenza y ridiculizamos al que se esfuerza, criticamos al competente, y vemos el trabajo como un castigo bíblico. No me extraña nada que tengan que venir de fuera los triunfadores auténticos, y lo hagan discretamente, mientras nos deslumbra el famoseo y el dinero fácil y sin esfuerzo.
Lobo, ¡amén!
EliminarGracias por el comentario.
Ernesto.
Ante este magnífico artículo de Ernesto no me he podido resistir a escribir estas líneas: Afirmativo, de eso se trata, de inocular en los buenos policías “el síndrome del policía desmotivado o achicharrado”. Para eso, los políticos que no quieren un cuerpo policial de categoría y plena eficacia profesional en su jurisdicción política-administrativa, cargan las escalas de mandos con estos personajes siniestros e ineptos.
ResponderEliminarComo buen aficionado al cine policial, me ha recordado ipso facto la película “Los Intocables de Eliot Ness” (1987). En especial, las impresionantes escenas y demoledores diálogos netamente policiales. Cuando este agente especial del Departamento del Tesoro se le encomienda la detención de Al Capone, lo tenía crudo con los mandos el cuerpo policial de la ciudad de Chicago; pero la suerte se le apareció de repente tropezando de madrugada en un puente solitario con el agente de policía urbano Jim Malone (un veterano incorruptible de la vieja escuela) el uniformado da la primera lección a Eliot, “volver a casa vivo después del servicio”; conforme la relación de estos dos agentes se va afianzando, el veterano enseña dos lecciones más al inexperto agente especial, “que los compañeros de servicio hay que saberlos escoger”, en esta profesión te juegas mucho como para conformarte con el primero que te asignen y la tercera que hay que destacar es “que los jefes sean los últimos en enterarse de las actuaciones policiales cuando éstos no son dignos de confianza”.
Recomiendo volver a ver esas escenas y esos tremendos diálogos, del viejo policía curtido marginado relegado al ostracismo profesional enseñando y asesorando al jefe nuevo que llega con ganas de trabajar y hacer cumplir la Ley. La filmografía de historias de policías sacadas de la realidad es muy extensa, todo no iba a ser malo, por lo menos nuestra profesión alimenta al mayor género cinematográfico de la industria del séptimo arte. Es una pena que muchos compañeros lo rechacen de plano, podrían aprender bastante.
Gracias, Casimiro. Me quedo con esto que dices, que mucha verdad que es, o parece que quieren que lo parezca en muuuchos sitios: “… los políticos que no quieren un cuerpo policial de categoría y plena eficacia profesional en su jurisdicción política-administrativa, cargan las escalas de mandos con estos personajes siniestros e ineptos”.
EliminarUn saludo.
Ernesto
En cuanto he llegado a la mitad del artículo, han resonado en mi cabeza las palabras que un Cabo me dijo al poco tiempo de llegar a mi nueva y actual plantilla, un Cabo que como el señor Fernández Pujals, sabía discernir entre quienes valían la pena, o simplemente quienes tendrían que poner sellos toda su carrera profesional.
ResponderEliminarEsa frase hacía referencia, como no, a los camarlengos a los que te refieres, a los que bailan el agua aunque esté hirviendo o congelada, la cuestión es bailar y pasar el platito de las dádivas y migajas que no han sabido ganarse con su poco o ningún hacer.
Ahí va, no son antes decir que pertenecemos al sector público, una lástima: "Si esto fuera una empresa privada... más de uno y más de dos estarían en el paro haciendo cola todos los días" :( Semejante axioma venía dado por los recibos del seguro de unas motocicletas que estaban paradas como cinco o seis años atrás, casi desguazadas en un garaje de mala muerte, y durante ese periodo, se seguía pagando el recibo trimestral de aprox. 125.000 Ptas. Lamentable pero cierto.
Hombres como Leopoldo hacen falta y muchos, y como dices no es por ser Marine, no es porque le hayan salido bien los negocios, es por ser quien es, comprometido con lo que hace, porque si vas a hacer algo, hazlo bien, o por lo menos pon todo tu empeño en ello.
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"Ante ferit quam flamma micet"
Josma, un político y un jefe de policía local me pidieron ideas para mejorar la productividad de su plantilla, una con más de 100 policías. No tuve que tomarme tiempo para responder. Les dije que la solución era impopular, tal vez ilegal, pero que la metástasis de desgana y corrupción (la primera lleva a en masa a la segunda) solo pasaba por la extirpación del mal. Había que cercenar el tumor: echar a gente a la calle. Como somos funcionarios… no es fácil.
EliminarLa vía podría ser otra, ofrecer a ciertos policías la opción de ocupar otras plazas en la Administración Local, o sea quitarle la placa y la pistola a los más posibles y darles un boquete. Así no se quitarían de encima a todos, no al menos a los más malos pero sí a unos cuantos. Porque sí, aunque la gente no pueda comprenderlo, en la Policía hay policías que odian todo lo que son menos la nómina y el tirar de placa para entrar gratis en las discotecas.
Otro camino era crear turnos completos de “pagas muertas” y cuando estos estuviesen de servicio reforzar esas franjas horarias con unidades de grupos creados con tal propósito. Mientras tanto habría que crear plazas de policía para aumentar la plantilla. En este punto les dije que deberían oponerse al nepotismo. Nada de meter a colegas, hijos, hermanos o sobrinos de los que pegan carteles del partido político que sea. Propuse ser legales al máximo y someter a buenas y serias entrevistas psicológicas a los aspirantes. También sondear en sus vidas privadas hasta donde el Derecho permite. Nada de que se cuelen tíos que aprueban porque estudian y que convencen a los psicólogos, pero que por las noches trabajan en barras de discotecas. Nada de gentuza que consume drogas o se relaciona con quienes la consumen y trafican.
Me oyeron, Josma, me oyeron. Tomaron incluso notas escritas. Pero ambos dijeron, y te hablo de un jefe y un teniente de alcalde, que no podían asegurar todo lo que yo acaba de decir. Lo primero que espetaron fue, “¡¿y qué hacemos con los sindicatos?, ellos lo manejan todo!”. El político admitió que tendría que negociar con las plataformas sindicales para que no se desatara una guerra mediática. Dijo, sin pudor, que tendría que dar plazas a dedo a quienes “fulanito” señalara (el sujeto mencionado era un líder sindical del Cuerpo, que llevaba años y años liberado, aunque ascendiendo en tales circunstancias). ¡Al carajo! Todo seguirá igual.
Un abrazo.
Ernesto.