Una actitud, dos pelotas y tres pasaportes

Por Ernesto Pérez Vera

Leopoldo Fernández Pujals, trinacional cubano, español y norteamericano, me da a mí que sabe organizar y gestionar recursos. Vean, vean. Nacido en Cuba en 1947, con 13 años de edad tuvo que emigrar con su familia a los Estados Unidos, cuando los comunistas se hicieron con el poder en la isla caribeña. En el país de las oportunidades fue número 1 de su promoción en la escuela de oficiales del Cuerpo de Marines (1968). Esto le permitió permanecer en dicho centro de formación como instructor, aunque finalmente combatió en la Guerra de Vietnam. Regresó a casa condecorado y ascendido a capitán. Como en una película. Tras cursar estudios universitarios de Economía, comenzó a trabajar para diversas multinacionales. De la mano de una de estas firmas aterrizó aquí en 1981, de donde eran oriundos sus padres (asturiano él; catalana ella). En 1987 abrió en Madrid una pizzería en la que él mismo elaboraba y amasaba la masa: por las mañanas vestía y ejercía cual ejecutivo de Johnson and Johnson y por las noches lucía mandil harinado. Como en otra película. Así, como el que no quiere la cosa, Leopoldo empezó a repartir pizzas a domicilio llamándole al negocio Pizzaphone primeramente, para acabar siendo Telepizza. ¿Les suena? Solamente 6 años más tarde ya sumaba 100 establecimientos abiertos al público en toda España. En 1994, 1 año después, la cadena creció a 150 pizzerías. En 1995 la cifra aumentó a 204. Creo que huelga decir que hoy son muchísimas más (más de 600 en España y casi otras 600 en el resto del mundo).

Pujals parece que sabe mover las fichas del tablero: Telepizza entró en Bolsa y sus dividendos se dispararon. El excapitán seguramente no fue ‘primeraco’ de promoción por casualidad. Adquirió diferentes empresas como la quesería que le suministraba queso para sus restaurantes e incluso algunas inmobiliarias. En verano de 2007 el habanero se hizo con Jazztel, la operadora de telecomunicaciones de banda ancha. ¡Pelotazo! Pero para qué seguir comentado asuntos financieros y empresariales de los que no entiendo nada. Lo mío es lo que es, no esto.

Ahora toca el porqué de que yo, un policía retirado, hable de este señor. Es sencillo, me gusta la gente que sabe jugar en el tablero de la vida con las fichas que el repartidor pone sobre el tapete. Esta semana tuve la oportunidad de oír casi entera la entrevista que a nuestro personaje le hicieron en Onda Cero. Por problemas de cobertura en la señal de radio no pillé todo lo que Leopoldo decía ante las preguntas del entrevistador, Carlos Herrera por cierto. Pero sí capté la esencia: este hombre es un típico producto made in USA, un hombre hecho a sí mismo. Es el creador de un imperio (no heredado). Un currante que además piensa y ejecuta. Aunque pensando yo ahora un poco (no mucho), el cubano tal vez tuvo un golpe de suerte. Seguro que sí, pero como dice mi querido amigo y compañero Fali: “La suerte hay que buscarla”.
 
Pero miren, ante la pregunta del locutor de radio sobre qué encontró en Jazztel cuando la hizo suya, Fernández Pujals dijo algo así: “La empresa tenía un potencial increíble, pero sus números no eran todo lo buenos que podían ser. La gente estaba acomodada. Vivían bien haciendo poco o lo justo. Entre las bases de la empresa había personas muy capacitadas que estaban aparcadas. Eran como muebles, no tenidas en cuenta. Pero entre los jefes y ejecutivos había desánimo. Pasividad. Esa era la causa del bajo rendimiento general. Lo tuve claro: cambié a todo el personal de los órganos directivos y ascendí a quienes creí oportuno. ¡Ahí están los resultados!”.

Amigos, amigos, amigos, ¡he ahí la madre del cordero! Nuestro español por ius sanguinis tiene la clave para arreglar lo que pasa en tantos y tantos cuerpos de policía, y ahora sí sé de lo que estoy hablando. Me estoy refiriendo a esos cuerpos que tienen policías de base que son pisoteados, ninguneados, obviados y arrojados al ostracismo por hacer las cosas que hay que hacer y, sobre todo, por hacerlas como hay que hacerlas. Sí, hablo de plantillas en las que muchos de quienes son ascendidos toman decisiones desfavorables de cara a la eficacia del servicio que prestan al ciudadano y a la Administración de Justicia, cuando no también antijurídicos por ignorancia y/o vagancia. Esto, poco a poco, a veces incluso muy rápidamente, desemboca en problemas de desgana e indisciplina más que motivada en el seno de los cuerpos. Es cuando la desmotivación se convierte en metástasis con el paso de los años, al ver los de abajo que los de arriba son unos ineptos, chupópteros y pagas muertas que se sirven del cargo hasta para que sus familias vayan gratis a los toros y al fútbol. La puerta de la corrupción se abre solita ante este caldo de cultivo…
 
La última que he presenciado es para quitarle al tío la gorra y darle con ella en la cara 30 veces. Un mando de la Escala Ejecutiva ha recriminado a un patrullero que retirara de la vía pública un vehículo sustraído, sobre el que constaba denuncia, porque creyó que era mejor dejarlo donde estaba para no consumir recursos (la grúa municipal) y tiempo. Su idea, secundada por el conclave de los de su casta, se sostenía en que si los del otro cuerpo de policía con competencia en la demarcación no se lo llevaron… ¡por qué ellos sí! No queda ahí la cosa. Antes de la intervención del agente cuestionado fue alabado otro funcionario que decidió dejar la motocicleta donde estaba, porque la grúa judicial tardaba mucho tiempo en acudir y el escenario de la actuación era un barrio marginal (creo que a esa misma hora televisaban un partido de fútbol de la Roja). El mundo al revés: el gandul aplaudido y el currante fustigado y estigmatizado por el camarlengo que jamás puso una triste denuncia de tráfico sin faltas de ortografía. 
 

En esa plantilla, al igual que en esta, que en aquella, que en la otra, que en esa de más allá y que en muchas más, hace falta un Leopoldo Fernández Pujals. No por ser excombatiente en Vietnam. Tampoco por ser oficial o marine. Simplemente porque sabe detectar los problemas e identificar a las cucarachas. Y ahí es nada, sabe que sin eliminar a los tóxicos no podrá flotar y mucho menos volar. Pero no solamente sabe cuál es el problema y quiénes son  sus responsables, sino que conoce el remedio y lo aplica sin paños calientes. ¡Zas, a tomar aire fresco y a refrescar las unidades con sangre nueva!■

Comentarios

  1. Excelente reflexión aplicable a innumerables estamentos tanto públicos como privados .un saludo

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  2. La clave del problema es: "¿Para qué cambiar algo y molestarnos en procurar hacerlo mejor si vamos a cobrar igual?".
    Llámese genética, cultura o tradición, pero ésto es lo que tenemos y lo que nos diferencia de otras culturas/naciones: aquí están ausentes la vergüenza de hacer algo mal a conciencia, el orgullo de hacerlo lo mejor posible y el gusto por el trabajo bien hecho y el detalle. Luego querremos compararnos con otros cuando éstos son los mimbres que nos componen. Ahora sí, si nos bajan el sueldo hacemos "huelga de bolis caidos y brazos cruzados". ¡Vaya solución! Parece que la desmotivación y la desgana forman parte de nuestro ADN, pero es un problema de educación, de moral, de valores. Y esto se aprende en casa primero. Admiramos al sinvergüenza y ridiculizamos al que se esfuerza, criticamos al competente, y vemos el trabajo como un castigo bíblico. No me extraña nada que tengan que venir de fuera los triunfadores auténticos, y lo hagan discretamente, mientras nos deslumbra el famoseo y el dinero fácil y sin esfuerzo.

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  3. Ante este magnífico artículo de Ernesto no me he podido resistir a escribir estas líneas: Afirmativo, de eso se trata, de inocular en los buenos policías “el síndrome del policía desmotivado o achicharrado”. Para eso, los políticos que no quieren un cuerpo policial de categoría y plena eficacia profesional en su jurisdicción política-administrativa, cargan las escalas de mandos con estos personajes siniestros e ineptos.
    Como buen aficionado al cine policial, me ha recordado ipso facto la película “Los Intocables de Eliot Ness” (1987). En especial, las impresionantes escenas y demoledores diálogos netamente policiales. Cuando este agente especial del Departamento del Tesoro se le encomienda la detención de Al Capone, lo tenía crudo con los mandos el cuerpo policial de la ciudad de Chicago; pero la suerte se le apareció de repente tropezando de madrugada en un puente solitario con el agente de policía urbano Jim Malone (un veterano incorruptible de la vieja escuela) el uniformado da la primera lección a Eliot, “volver a casa vivo después del servicio”; conforme la relación de estos dos agentes se va afianzando, el veterano enseña dos lecciones más al inexperto agente especial, “que los compañeros de servicio hay que saberlos escoger”, en esta profesión te juegas mucho como para conformarte con el primero que te asignen y la tercera que hay que destacar es “que los jefes sean los últimos en enterarse de las actuaciones policiales cuando éstos no son dignos de confianza”.
    Recomiendo volver a ver esas escenas y esos tremendos diálogos, del viejo policía curtido marginado relegado al ostracismo profesional enseñando y asesorando al jefe nuevo que llega con ganas de trabajar y hacer cumplir la Ley. La filmografía de historias de policías sacadas de la realidad es muy extensa, todo no iba a ser malo, por lo menos nuestra profesión alimenta al mayor género cinematográfico de la industria del séptimo arte. Es una pena que muchos compañeros lo rechacen de plano, podrían aprender bastante.

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    1. Gracias, Casimiro. Me quedo con esto que dices, que mucha verdad que es, o parece que quieren que lo parezca en muuuchos sitios: “… los políticos que no quieren un cuerpo policial de categoría y plena eficacia profesional en su jurisdicción política-administrativa, cargan las escalas de mandos con estos personajes siniestros e ineptos”.

      Un saludo.

      Ernesto

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  4. En cuanto he llegado a la mitad del artículo, han resonado en mi cabeza las palabras que un Cabo me dijo al poco tiempo de llegar a mi nueva y actual plantilla, un Cabo que como el señor Fernández Pujals, sabía discernir entre quienes valían la pena, o simplemente quienes tendrían que poner sellos toda su carrera profesional.
    Esa frase hacía referencia, como no, a los camarlengos a los que te refieres, a los que bailan el agua aunque esté hirviendo o congelada, la cuestión es bailar y pasar el platito de las dádivas y migajas que no han sabido ganarse con su poco o ningún hacer.
    Ahí va, no son antes decir que pertenecemos al sector público, una lástima: "Si esto fuera una empresa privada... más de uno y más de dos estarían en el paro haciendo cola todos los días" :( Semejante axioma venía dado por los recibos del seguro de unas motocicletas que estaban paradas como cinco o seis años atrás, casi desguazadas en un garaje de mala muerte, y durante ese periodo, se seguía pagando el recibo trimestral de aprox. 125.000 Ptas. Lamentable pero cierto.
    Hombres como Leopoldo hacen falta y muchos, y como dices no es por ser Marine, no es porque le hayan salido bien los negocios, es por ser quien es, comprometido con lo que hace, porque si vas a hacer algo, hazlo bien, o por lo menos pon todo tu empeño en ello.
    ---
    "Ante ferit quam flamma micet"

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    1. Josma, un político y un jefe de policía local me pidieron ideas para mejorar la productividad de su plantilla, una con más de 100 policías. No tuve que tomarme tiempo para responder. Les dije que la solución era impopular, tal vez ilegal, pero que la metástasis de desgana y corrupción (la primera lleva a en masa a la segunda) solo pasaba por la extirpación del mal. Había que cercenar el tumor: echar a gente a la calle. Como somos funcionarios… no es fácil.

      La vía podría ser otra, ofrecer a ciertos policías la opción de ocupar otras plazas en la Administración Local, o sea quitarle la placa y la pistola a los más posibles y darles un boquete. Así no se quitarían de encima a todos, no al menos a los más malos pero sí a unos cuantos. Porque sí, aunque la gente no pueda comprenderlo, en la Policía hay policías que odian todo lo que son menos la nómina y el tirar de placa para entrar gratis en las discotecas.

      Otro camino era crear turnos completos de “pagas muertas” y cuando estos estuviesen de servicio reforzar esas franjas horarias con unidades de grupos creados con tal propósito. Mientras tanto habría que crear plazas de policía para aumentar la plantilla. En este punto les dije que deberían oponerse al nepotismo. Nada de meter a colegas, hijos, hermanos o sobrinos de los que pegan carteles del partido político que sea. Propuse ser legales al máximo y someter a buenas y serias entrevistas psicológicas a los aspirantes. También sondear en sus vidas privadas hasta donde el Derecho permite. Nada de que se cuelen tíos que aprueban porque estudian y que convencen a los psicólogos, pero que por las noches trabajan en barras de discotecas. Nada de gentuza que consume drogas o se relaciona con quienes la consumen y trafican.

      Me oyeron, Josma, me oyeron. Tomaron incluso notas escritas. Pero ambos dijeron, y te hablo de un jefe y un teniente de alcalde, que no podían asegurar todo lo que yo acaba de decir. Lo primero que espetaron fue, “¡¿y qué hacemos con los sindicatos?, ellos lo manejan todo!”. El político admitió que tendría que negociar con las plataformas sindicales para que no se desatara una guerra mediática. Dijo, sin pudor, que tendría que dar plazas a dedo a quienes “fulanito” señalara (el sujeto mencionado era un líder sindical del Cuerpo, que llevaba años y años liberado, aunque ascendiendo en tales circunstancias). ¡Al carajo! Todo seguirá igual.

      Un abrazo.

      Ernesto.

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