COMPLICADA SITUACIÓN: REACCIONES INEVITABLES
La imagen es muy típica: unos vigilantes de
seguridad reponiendo el dinero de un cajero automático dentro de un centro
comercial. El vídeo está grabado en el continente americano, pero en Europa es
igualmente fácil ver la misma estampa todos los días. Con respecto a lo que podemos
encontrarnos en España, hay diferencias. Aunque
aquí este tipo de servicio también se ejecuta en pareja, nunca se emplea un
arma larga para tal labor, sino que cada agente porta un revólver del calibre
.38 Especial. En la filmación que estamos analizando podemos observar como
uno de los vigilantes está dotado de una escopeta, muy posiblemente del calibre
12. Es complicado poder afirmarlo porque la grabación no ofrece mucha calidad
de imagen, pero da la impresión de que ambos agentes portan un chaleco. ¿Será
de protección balística o será una mera prenda de vestir? Ciertamente, no
podemos asegurarlo. De tratarse de un complemento balístico, esta sería otra
diferencia con la realidad española: aquí rara vez se ven vigilantes protegidos
con tales medios de seguridad pasiva.
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En la imagen: el autor del artículo |
Todo transcurre poslínea de cajas, ya en la galería
comercial. Un agente se encuentra completamente inmerso en la reposición del
expendedor de billetes mientras que su compañero le ofrece protección escopeta
en ristre. El protector deambula por las
inmediaciones del lugar, aparentemente sin perder contacto visual con el otro
uniformado. No parece que el escopetero baje la guardia en ningún momento:
sostiene su arma en posición de prevenido, cruzada ante su torso. Todo parece
estar bien hecho, y seguramente así es.
La acción delictiva comienza en el tiempo 1’ 36”
de la filmación. Pistola en mano, un individuo vestido con un jersey rojo y tocado
con una gorra blanca aparece en la escena por el flanco izquierdo. Parece que
sin mediar palabra o gesto conminatorio alguno dispara a una mano contra el
vigilante que ofrece seguridad. Este agente, en ese instante, se encuentra
fuera del alcance del circuito cerrado de televisión, pero todo indica que consigue
abrir fuego contra el asaltante: el
delincuente se agacha, encoje el cuello y baja la mirada sin dejar de dirigir tiros
en dirección al guardia privado. Casi a la par surge otro pistolero pegado al
de la gorra, quien también descarga varios tiros contra el mismo vigilante.
Acto seguido el agente cae al suelo y queda neutralizado el resto del tiempo.
Junto al abatido también se desploma una mujer (cliente), seguramente al ser alcanzada
por algún proyectil de los criminales. Aunque es atendida por un civil, tampoco
se levanta más.
A todo esto, el uniformado que permanecía
arrodillado y afanado delante del cajero automático se yergue al oír los
estampidos efectuados a su espalda, no sin antes reaccionar como cualquier ser
humano: se encoje de hombros e intenta taparse los oídos con las manos. Una vez
erguido, acto que no le resulta sencillo, traslada con timidez su mano más hábil
hacia la pistolera, mas sin dejar de sujetar con la otra, con la izquierda, un
puñado de billetes de los que un segundo antes estaba contando. Esta secuencia
se produce a la vez que se gira buscando la fuente del estruendo. Cuando
encuentra el origen del alboroto hacen entrada en el baile dos nuevos hostiles,
que zorramente parecen llegar desde el área en el que los clientes estaban
abonando sus compras. Uno de estos individuos dispara, también a una mano,
contra el vigilante que acaba de ponerse en pie. Aunque todos los indicios sugieren que no es alcanzado, el agente se
derrumba en lo que podría interpretarse como un “hacerse el muerto”. Acto
seguido, este tercer criminal se lleva consigo la escopeta del vigilante
neutralizado al inicio. Al cuarto en discordia se le intuye un arma corta en la
mano derecha, sin embargo parece que en ningún momento llegó a disparar. Este
es, también, quien se apodera del botín del robo.
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En la imagen: el autor del artículo |
Una vez que los cuatro atracadores abandonan el
lugar, el uniformado que sigue con vida logra ponerse de pie e inicia una
estéril marcación del teclado de su teléfono móvil. No presta atención a muchas cosas, como que su compañero yace herido a
escasos metros de él y que una señora también ha caído. Incluso les da la
espalda y se apoya con un brazo en el expendedor de dinero. Esto no va conmigo,
parece decirnos con su lenguaje corporal. Incluso llega a dejar su revólver
abandonado en el suelo, el cual debió salirse de la funda instantes antes al
caer a plomo. Mientras parece que trata de hacer una llamada de socorro desde su
celular, da la impresión de que respira profundamente al menos una vez. Consume un tiempo excesivo manipulando el
terminal telefónico, lo que sin duda puede delatar una importante
desorientación y pérdida de concentración: incapacidad cognitiva sobrevenida
por el brutal y explosivo momento de estrés. Este hombre no sabe quién es
ni qué está haciendo allí, se halla abducido por un claro estado de
hipervigilancia emocional.
Pueden sacarse muchas lecturas de este vídeo, pero
me centraré en las cuestiones más perentorias. Tanto si se responde de un modo particular y originando un resultado
concreto, como si se hace todo lo contrario, siempre florecen críticas ante
incidentes de esta naturaleza y con estos resultados. La mayoría de los comentarios
que vierte la gente suelen ser hirientes y, además, procedentes de voces legas,
por más uniforme, placa y pistola que luzcan los opinantes. Sé que muchos están
diciendo, en este momento, que le hubiesen metido tres tiros a cada atracador. Es
lo que tiene hablar desde la comodidad del sofá de casa o desde las “3B”, desde la Barra del Bar Barato. Sé que otros tantos se
atreverán a decir que después de acabar con los malos habrían puesto en
práctica sus conocimientos de primeros auxilios, primero con su compañero y luego
con la clienta que muere a los pies de su carrito de la compra. Pero la verdad
es que quienes de tal modo puedan pensar o se manifiesten, no harían más que
definirse como supinos desconocedores de lo que supone, desde todos los
prismas, un enfrentamiento sorpresivo a vida o muerte. No olvidemos esto: nadie sabe nunca lo que va a hacer, si acaso, y ya
es mucho, lo que le gustaría hacer. Eso sin entrar en lo que se sabe y no se
sabe hacer.
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En la imagen: el autor del artículo |
Contra cuatro hostiles que abren fuego casi
simultáneamente, desde dos ángulos diferentes, poco pueden hacer las dos
víctimas uniformadas. Una de ellas, para colmo, estaba de espaldas cuando empezó
a sonar la música, advirtiendo qué estaba sucediendo cuando su binomio ya había
sido brutalmente acribillado (murió). Ante
tan inesperado y apabullante volumen de fuego, el agente ileso hizo algo muy
inteligente e instintivo que le salvó la vida: huir en la modalidad de hacerse
el muerto. Los animales de nuestra especie luchamos o huimos cuando ponen en
riesgo nuestra supervivencia. No hay más opciones y este hombre lo vio
claro, sin que realmente lo determinara de forma racional: su cerebro obró
emocionalmente, tomando el control de todo él.
Finalizado el tiroteo, él no era él, era una persona
diferente. Podemos afirmar, con total certeza, que en un segundo su corazón pasó
de unos setenta latidos por minuto, a más de ciento setentaicinco. Con este panorama nadie se comporta igual
que un instante previo. La capacidad mental que permite pensar y realizar
acciones coherentes toca fondo y el control racional y volitivo se deteriora
masivamente. Aquello que en situación de reposo mental hacemos correctamente
muchas veces al día, ahora se convierte en una tarea imposible de llevar a cabo.
Este vigilante no dejó su revólver tirado en el piso, directamente no recordaba
que tenía un arma. Su visión estaba muy estrechada tras haber enfocado las
fuentes del peligro, convirtiéndose el revólver en un microscópico grano de
arena sobre el que era fisiológicamente inviable reparar.
Respecto al vigilante que perdió la vida, decir que
hizo demasiado. En las imágenes parece que efectúa algún disparo contra los dos
primeros agresores, sin que este autor tenga constancia de que hiriera a
alguno. Este hombre portaba en sus manos
un arma larga potente y aun así no fue todo lo eficaz que muchos verbalizan
cuando juegan a policías y ladrones, cuando fantasean delante de la pantalla de
la Wii o cuando echan partidas de “softair” y “paintball”. Todo esto
demuestra la alta complejidad de la dinámica de un tiroteo real.
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En la imagen: el autor del artículo |
Por último, decir que quienes reciben un
adiestramiento mayor, tienen más posibilidades de que éste explote en forma de
respuesta reactiva ante un estímulo que conduzca a ello. Pero esto no quita que
incluso operadores bien instruidos puedan verse bloqueados mentalmente en el
curso de intervenciones tan inoculadoras de estrés como las percibidas en este
vídeo. Podría concluirse, con rotundidad, que quienes no se entrenan y
mentalizan sobre la crudeza del “o tú o yo”, siempre estarán un paso por detrás
de los que sí están concienciados, incluso cuando tal vez estén menos formados
en el planto técnico.■
Compañero Ernesto vi el video hace unos meses y me sigue impactando a pesar de haber visto ya mas de uno y mas de dos de este tipo de imagenes.
ResponderEliminarPero es que es lo que hay, la pura y dura realidad, nada de entrenamientos gilipollescos con el cuchillito de goma en donde tu me dices por donde me vas a entrar y yo te hago la llave tan perfecta que ni Steven Seagal.
Desgraciadamente, tambien te digo, que nadie escarmienta en cabeza ajena y por mas que los "compañeros" vean este tipo de cosas, ellos ( bendita ignorancia) siguen pensando que eso son cosas que pasan en otros sitios, en los paises sudamericanos o por ahi, no aqui en España y mucho menos donde nosotros trabajamos, quien piensa vamos vamos que ocurrencia.
Asi es que seguimos actuando como siempre, es decir "MAL", seguimos yendo a los comunicados de la central con el piloto automatico puesto, cuando no directamente con la "caraja" encima lo que hace que seamos patos de feria en el caso de que tuvieramos algun problema de los gordos.
Lo he dicho alguna que otra vez, no hay nada como verle las orejillas al lobo para que te espabiles y empieces a pensar de otra manera, lo malo de ese sistema es que a lo mejor llegas tarde y ya no puedes espabilarte.
Que cada uno saque sus propias conclusiones.
Un saludo
Carlos
Graaacias por tu sensato comentario, Carlos.
EliminarUn saludo. Ernesto.
Graaacias por tu sensato comentario, Carlos.
EliminarUn saludo. Ernesto.
Amigo Ernesto. como en otras ocasiones has demostrado, nos acabas de dar una magistral lección de NEUROCIENCIA COGNICTIVA y estres de combate ¿se le podría llamar?, pero además de manera que todo el mundo pueda entender, es decir con un grado de docencia asequible a todo ciudadano de a pie. He aquí la explicación de un enfrentamiento real donde no hay segundas tomas y todo se desarrolla tan rápidamente, donde de un momento a otro como tu bien dices se ha segado la vida de una persona y otra refiriéndome al otro guardia ha actuado de manera instintiva,"reptiliana" pero con un único propósito. Sobrevivir. A partir de ahí cada cual pensará o dirá esto u aquello, des conocemos el nivel de entrenamiento que tendrá esta persona, a primera vista parece que no mucho pero eso es algo que el sabrá, como bien dices y he leído en artículos relacionados con este tema incluso a los bien instruidos les ha ocurrido lo de bloquearse o simplemente salvar la piel, lo que no hay duda es que a partir de ahora habrá un antes y un después para este superviviente y tampoco hay duda de que un adiestramiento regular y una mentalización de que "me puede pasar" es lo único que podemos hacer par intentar salir airosos del lance aunque solo la prueba real, esa en la que no vale repetir y todo debe salir a la primera es la que despejará toda duda. Un poco de suerte tampoco vendrá mal. Un abrazo.
ResponderEliminarOrtiz, sin duda me estimas en exceso, pero muchas gracias por tus palabras.
EliminarUn abrazo.
Ernesto.
Ortiz, sin duda me estimas en exceso, pero muchas gracias por tus palabras.
EliminarUn abrazo.
Ernesto.