COMPLICADA SITUACIÓN: REACCIONES INEVITABLES

Por Ernesto Pérez Vera
(vídeo al final del texto)
En la imagen: el autor del artículo

La imagen es muy típica: unos vigilantes de seguridad reponiendo el dinero de un cajero automático dentro de un centro comercial. El vídeo está grabado en el continente americano, pero en Europa es igualmente fácil ver la misma estampa todos los días. Con respecto a lo que podemos encontrarnos en España, hay diferencias. Aunque aquí este tipo de servicio también se ejecuta en pareja, nunca se emplea un arma larga para tal labor, sino que cada agente porta un revólver del calibre .38 Especial. En la filmación que estamos analizando podemos observar como uno de los vigilantes está dotado de una escopeta, muy posiblemente del calibre 12. Es complicado poder afirmarlo porque la grabación no ofrece mucha calidad de imagen, pero da la impresión de que ambos agentes portan un chaleco. ¿Será de protección balística o será una mera prenda de vestir? Ciertamente, no podemos asegurarlo. De tratarse de un complemento balístico, esta sería otra diferencia con la realidad española: aquí rara vez se ven vigilantes protegidos con tales medios de seguridad pasiva.

En la imagen: el autor del artículo
Todo transcurre poslínea de cajas, ya en la galería comercial. Un agente se encuentra completamente inmerso en la reposición del expendedor de billetes mientras que su compañero le ofrece protección escopeta en ristre. El protector deambula por las inmediaciones del lugar, aparentemente sin perder contacto visual con el otro uniformado. No parece que el escopetero baje la guardia en ningún momento: sostiene su arma en posición de prevenido, cruzada ante su torso. Todo parece estar bien hecho, y seguramente así es.

La acción delictiva comienza en el tiempo 1’ 36” de la filmación. Pistola en mano, un individuo vestido con un jersey rojo y tocado con una gorra blanca aparece en la escena por el flanco izquierdo. Parece que sin mediar palabra o gesto conminatorio alguno dispara a una mano contra el vigilante que ofrece seguridad. Este agente, en ese instante, se encuentra fuera del alcance del circuito cerrado de televisión, pero todo indica que consigue abrir fuego contra el asaltante: el delincuente se agacha, encoje el cuello y baja la mirada sin dejar de dirigir tiros en dirección al guardia privado. Casi a la par surge otro pistolero pegado al de la gorra, quien también descarga varios tiros contra el mismo vigilante. Acto seguido el agente cae al suelo y queda neutralizado el resto del tiempo. Junto al abatido también se desploma una mujer (cliente), seguramente al ser alcanzada por algún proyectil de los criminales. Aunque es atendida por un civil, tampoco se levanta más.

A todo esto, el uniformado que permanecía arrodillado y afanado delante del cajero automático se yergue al oír los estampidos efectuados a su espalda, no sin antes reaccionar como cualquier ser humano: se encoje de hombros e intenta taparse los oídos con las manos. Una vez erguido, acto que no le resulta sencillo, traslada con timidez su mano más hábil hacia la pistolera, mas sin dejar de sujetar con la otra, con la izquierda, un puñado de billetes de los que un segundo antes estaba contando. Esta secuencia se produce a la vez que se gira buscando la fuente del estruendo. Cuando encuentra el origen del alboroto hacen entrada en el baile dos nuevos hostiles, que zorramente parecen llegar desde el área en el que los clientes estaban abonando sus compras. Uno de estos individuos dispara, también a una mano, contra el vigilante que acaba de ponerse en pie. Aunque todos los indicios sugieren que no es alcanzado, el agente se derrumba en lo que podría interpretarse como un “hacerse el muerto”. Acto seguido, este tercer criminal se lleva consigo la escopeta del vigilante neutralizado al inicio. Al cuarto en discordia se le intuye un arma corta en la mano derecha, sin embargo parece que en ningún momento llegó a disparar. Este es, también, quien se apodera del botín del robo.

En la imagen: el autor del artículo
Una vez que los cuatro atracadores abandonan el lugar, el uniformado que sigue con vida logra ponerse de pie e inicia una estéril marcación del teclado de su teléfono móvil. No presta atención a muchas cosas, como que su compañero yace herido a escasos metros de él y que una señora también ha caído. Incluso les da la espalda y se apoya con un brazo en el expendedor de dinero. Esto no va conmigo, parece decirnos con su lenguaje corporal. Incluso llega a dejar su revólver abandonado en el suelo, el cual debió salirse de la funda instantes antes al caer a plomo. Mientras parece que trata de hacer una llamada de socorro desde su celular, da la impresión de que respira profundamente al menos una vez. Consume un tiempo excesivo manipulando el terminal telefónico, lo que sin duda puede delatar una importante desorientación y pérdida de concentración: incapacidad cognitiva sobrevenida por el brutal y explosivo momento de estrés. Este hombre no sabe quién es ni qué está haciendo allí, se halla abducido por un claro estado de hipervigilancia emocional.

Pueden sacarse muchas lecturas de este vídeo, pero me centraré en las cuestiones más perentorias. Tanto si se responde de un modo particular y originando un resultado concreto, como si se hace todo lo contrario, siempre florecen críticas ante incidentes de esta naturaleza y con estos resultados. La mayoría de los comentarios que vierte la gente suelen ser hirientes y, además, procedentes de voces legas, por más uniforme, placa y pistola que luzcan los opinantes. Sé que muchos están diciendo, en este momento, que le hubiesen metido tres tiros a cada atracador. Es lo que tiene hablar desde la comodidad del sofá de casa o desde las “3B”, desde la Barra del Bar Barato. Sé que otros tantos se atreverán a decir que después de acabar con los malos habrían puesto en práctica sus conocimientos de primeros auxilios, primero con su compañero y luego con la clienta que muere a los pies de su carrito de la compra. Pero la verdad es que quienes de tal modo puedan pensar o se manifiesten, no harían más que definirse como supinos desconocedores de lo que supone, desde todos los prismas, un enfrentamiento sorpresivo a vida o muerte. No olvidemos esto: nadie sabe nunca lo que va a hacer, si acaso, y ya es mucho, lo que le gustaría hacer. Eso sin entrar en lo que se sabe y no se sabe hacer.

En la imagen: el autor del artículo
Contra cuatro hostiles que abren fuego casi simultáneamente, desde dos ángulos diferentes, poco pueden hacer las dos víctimas uniformadas. Una de ellas, para colmo, estaba de espaldas cuando empezó a sonar la música, advirtiendo qué estaba sucediendo cuando su binomio ya había sido brutalmente acribillado (murió). Ante tan inesperado y apabullante volumen de fuego, el agente ileso hizo algo muy inteligente e instintivo que le salvó la vida: huir en la modalidad de hacerse el muerto. Los animales de nuestra especie luchamos o huimos cuando ponen en riesgo nuestra supervivencia. No hay más opciones y este hombre lo vio claro, sin que realmente lo determinara de forma racional: su cerebro obró emocionalmente, tomando el control de todo él.

Finalizado el tiroteo, él no era él, era una persona diferente. Podemos afirmar, con total certeza, que en un segundo su corazón pasó de unos setenta latidos por minuto, a más de ciento setentaicinco. Con este panorama nadie se comporta igual que un instante previo. La capacidad mental que permite pensar y realizar acciones coherentes toca fondo y el control racional y volitivo se deteriora masivamente. Aquello que en situación de reposo mental hacemos correctamente muchas veces al día, ahora se convierte en una tarea imposible de llevar a cabo. Este vigilante no dejó su revólver tirado en el piso, directamente no recordaba que tenía un arma. Su visión estaba muy estrechada tras haber enfocado las fuentes del peligro, convirtiéndose el revólver en un microscópico grano de arena sobre el que era fisiológicamente inviable reparar.

Respecto al vigilante que perdió la vida, decir que hizo demasiado. En las imágenes parece que efectúa algún disparo contra los dos primeros agresores, sin que este autor tenga constancia de que hiriera a alguno. Este hombre portaba en sus manos un arma larga potente y aun así no fue todo lo eficaz que muchos verbalizan cuando juegan a policías y ladrones, cuando fantasean delante de la pantalla de la Wii o cuando echan partidas de “softair” y “paintball”. Todo esto demuestra la alta complejidad de la dinámica de un tiroteo real.

VER EL VÍDEO: https://www.youtube.com/watch?v=5EFyyuyVuv4  VER EL VÍDEO

En la imagen: el autor del artículo
Por último, decir que quienes reciben un adiestramiento mayor, tienen más posibilidades de que éste explote en forma de respuesta reactiva ante un estímulo que conduzca a ello. Pero esto no quita que incluso operadores bien instruidos puedan verse bloqueados mentalmente en el curso de intervenciones tan inoculadoras de estrés como las percibidas en este vídeo. Podría concluirse, con rotundidad, que quienes no se entrenan y mentalizan sobre la crudeza del “o tú o yo”, siempre estarán un paso por detrás de los que sí están concienciados, incluso cuando tal vez estén menos formados en el planto técnico.

Comentarios

  1. Compañero Ernesto vi el video hace unos meses y me sigue impactando a pesar de haber visto ya mas de uno y mas de dos de este tipo de imagenes.

    Pero es que es lo que hay, la pura y dura realidad, nada de entrenamientos gilipollescos con el cuchillito de goma en donde tu me dices por donde me vas a entrar y yo te hago la llave tan perfecta que ni Steven Seagal.

    Desgraciadamente, tambien te digo, que nadie escarmienta en cabeza ajena y por mas que los "compañeros" vean este tipo de cosas, ellos ( bendita ignorancia) siguen pensando que eso son cosas que pasan en otros sitios, en los paises sudamericanos o por ahi, no aqui en España y mucho menos donde nosotros trabajamos, quien piensa vamos vamos que ocurrencia.

    Asi es que seguimos actuando como siempre, es decir "MAL", seguimos yendo a los comunicados de la central con el piloto automatico puesto, cuando no directamente con la "caraja" encima lo que hace que seamos patos de feria en el caso de que tuvieramos algun problema de los gordos.

    Lo he dicho alguna que otra vez, no hay nada como verle las orejillas al lobo para que te espabiles y empieces a pensar de otra manera, lo malo de ese sistema es que a lo mejor llegas tarde y ya no puedes espabilarte.

    Que cada uno saque sus propias conclusiones.

    Un saludo
    Carlos

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    1. Graaacias por tu sensato comentario, Carlos.

      Un saludo. Ernesto.

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    2. Graaacias por tu sensato comentario, Carlos.

      Un saludo. Ernesto.

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  2. Amigo Ernesto. como en otras ocasiones has demostrado, nos acabas de dar una magistral lección de NEUROCIENCIA COGNICTIVA y estres de combate ¿se le podría llamar?, pero además de manera que todo el mundo pueda entender, es decir con un grado de docencia asequible a todo ciudadano de a pie. He aquí la explicación de un enfrentamiento real donde no hay segundas tomas y todo se desarrolla tan rápidamente, donde de un momento a otro como tu bien dices se ha segado la vida de una persona y otra refiriéndome al otro guardia ha actuado de manera instintiva,"reptiliana" pero con un único propósito. Sobrevivir. A partir de ahí cada cual pensará o dirá esto u aquello, des conocemos el nivel de entrenamiento que tendrá esta persona, a primera vista parece que no mucho pero eso es algo que el sabrá, como bien dices y he leído en artículos relacionados con este tema incluso a los bien instruidos les ha ocurrido lo de bloquearse o simplemente salvar la piel, lo que no hay duda es que a partir de ahora habrá un antes y un después para este superviviente y tampoco hay duda de que un adiestramiento regular y una mentalización de que "me puede pasar" es lo único que podemos hacer par intentar salir airosos del lance aunque solo la prueba real, esa en la que no vale repetir y todo debe salir a la primera es la que despejará toda duda. Un poco de suerte tampoco vendrá mal. Un abrazo.

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    1. Ortiz, sin duda me estimas en exceso, pero muchas gracias por tus palabras.

      Un abrazo.

      Ernesto.

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    2. Ortiz, sin duda me estimas en exceso, pero muchas gracias por tus palabras.

      Un abrazo.

      Ernesto.

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