¿ESPERAR A ESTAR HERIDO PARA PODER DEFENDERME? ¡Y UNA MIERDA!

¿De verdad que los policías tienen que aguardar pacientemente a que les disparen o les rajen el pellejo para, con la ley a su favor, poder responder a tiros contra quienes los encañonan o los enfilan con pinchos? Existen mandos, instructores y hasta iletrados que han estudiado leyes que dicen que sí. Más áspero y chirriante todavía resulta leer u oír a los mismos decir que, trátese de agentes del orden o de meros ciudadanos particulares, la defensa no cabe, desde la perspectiva del respaldo judicial, si quien se defiende no está ya herido de cierta consideración, lo que de modo tácito e irresponsable otorga —erróneamente, por supuesto— derecho lesionador a quien adopta la opción de agredir ilegítimamente. Menos chufla, por favor. Las cosas, en este conflictivo terreno, por supuesto que no son así. Tal respuesta no solo la dicta el sentido común, el raciocinio mínimo del que disfruta la mayor parte de la población mundial, sino que también la aclara, aquí en España, la ciencia jurídica autóctona. Quienes tanto apego demuestran por el desconocimiento de lo que sin saber pían sin pudor, son, para este autor, como aquellos a los que Cristina Augusta Vasa (1626-1689), reina de Suecia, se refirió cuando pronunció esta cita: «Los hombres siempre desaprueban lo que no son capaces de hacer».

Observemos con atención y detenimiento este fragmento extraído de la Sentencia del Tribunal Supremo número 2485/2014: «En definitiva, la agresión ilegítima no es solamente el acto físico de agredir sino la amenaza o la actitud de inminente ataque. Así, constituye agresión ilegítima toda actitud de la que pueda racionalmente deducirse que pueda crear un rehízo inminente para los bienes jurídicos defendibles y que haga precisa una reacción adecuada que mantenga la integridad de dichos bienes. Así, en palabras de la STS 5/4/1998, “no es preciso que el que se defiende aguarde, estoica e impasivamente, a que la agresión o el ataque se inicien”».