ESTE AÑO, TRISTE DÍA DE ALEGRÍA EL MÍO
Por Ernesto Pérez Vera Tendría yo como 11 o 12 añillos cuando los Reyes Magos me trajeron, por encargo de mi entrañable abuela y madrina Visitación, el que siempre he considerado el mejor regalo material recibido tan monárquico, mágico y majestuoso día. No era una pistolita, tampoco un disfraz de policía o sheriff. Ni tan siquiera era una metralleta ni un “casco de guerra”. Era, ahí es nada, una máquina de escribir Olivetti Lettera 32, color verde agua. Y no, yo no recibía clases de mecanografía, aunque siempre lo deseé. ¡Qué hallazgo!, que diría mi amado padre, quien desde hace unas semanas se halla en el Cielo con mi siempre adorada y presente madre. Aprendí a escribir a máquina solito, por mi cuenta y sin seguir patrones de ninguna clase. Con 2 deditos al principio y muy despacito, hasta que la velocidad fluyó ella sola. Cuando me vine a dar cuenta, 4 eran los “dátiles” que pulsaban las teclas, y cada vez a mayor ritmo. No sé en qué momento, pero ocurrió que de pronto estaba dán